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Vol. 23.
Páginas 15-38 (Julio - Diciembre 2017)
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La predisposición actitudinal hacia el voto en Argentina. Variables individuales e incentivos contextuales
Attitudinal Predisposition Towards Vote in Argentina. Individual Variables and Contextual Incentives
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Ignacio Ramírez1, Guido Leandro Moscoso2
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Tabla 1. Un modelo para entender la participación electoral.
Tabla 3. Regresión logística. Los determinantes de la predisposición actitudinal hacia el voto.
Tabla 2. Operacionalización de las variables utilizadas en los modelos de regresión logística empleados.
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Resumen

El presente artículo estudia las bases actitudinales y motivacionales de la participación electoral. En su desarrollo, se analizarán cuáles son los factores más favorables a la participación con base en una encuesta realizada en Argentina durante 2015, diseñada y llevada adelante por los autores del presente texto. En términos teóricos, este trabajo plantea que la participación electoral es el resultado de la interacción de factores estructurales, variables individuales e incentivos contextuales. Según nuestros resultados, la participación electoral puede ser explicada a partir de factores vinculados con la implicación subjetiva y con el contexto político que enmarca los comicios.

Palabras clave:
Comportamiento electoral
participación electoral
Argentina
democracia
representación
incentivos
Abstract

This article attempts to study voting turnout from a motivational approach. We will be discussing which are the factors that influence voter turnout on the basis of a recent survey conducted in Argentina during 2015. In theoretical terms, this article proposes that voting turnout results from the interaction of structural, individual and context incentives. According to our findings, high rates of voting turnout can be explained by factors related to political commitment and context.

Keywords:
Electoral behavior
voting turnout
Argentina
democracy
representation
incentives
Texto completo
Introducción

The act of voting requires the citizen to make not a single choice but two. He must choose between rival parties or candidates. He must also decide whether to vote at all. 3

Durante el siglo xx, buena parte de la discusión teórica sobre la democracia estuvo centrada en cómo definir el espíritu democrático. Esto es, centrada en cómo interpretar y traducir electoral e institucionalmente la voluntad general. En torno al concepto de democracia conviven tradiciones y perspectivas muy distintas,4 sin embargo, tales divergencias confluyen en un aspecto: tanto desde las posturas que ponen el eje en el liderazgo—la competencia como cuna de la representación—como para aquéllas que acentúan la participación ciudadana, el voto es una pieza esencial de la arquitectura democrática. El acto de votar, en tanto ceremonia cívica y práctica democrática más generalizada, no sólo representa el ejercicio, por excelencia, de los derechos políticos, sino que también permite controlar, hacer a los gobiernos más responsables y, por lo tanto, forma parte del núcleo duro que otorga legitimidad al sistema político.

En este marco que vincula el voto con la democracia, y tal como indica la cita del trabajo seminal The American Voter que inaugura este artículo, nos interesa resaltar que, en torno a los comicios, los ciudadanos toman dos decisiones: por qué candidato o partido votar (cuyo proceso estudian las teorías del voto), pero antes de eso, cada ciudadano decide si efectivamente irá a votar o no. En el proceso subjetivo en que se elabora esta segunda decisión (votar o no votar), reside nuestro tema de interés. La abstención electoral constituye una dimensión del comportamiento electoral especialmente interesante de estudiar. La razón es que la abstención representa una conducta que al investigador le plantea un interrogante difícil de descifrar: ¿por qué algunos ciudadanos deciden no votar y, por lo tanto, eligen autoexcluirse del pacto democrático por el cual la voluntad popular se convierte en un gobierno, cuyas acciones, por cierto, incidirán sobre sus propias vidas? Asimismo, para cualquier análisis sobre calidad democrática y desempeño de instituciones políticas, el estudio de la abstención resulta fundamental, ya que una creciente abstención ciudadana le plantea delicados desafíos a la democracia: inestabilidad, falta de legitimidad y desigualdad política.5 El presente artículo, entonces, busca formular un aporte a la comprensión de las causas del “desencantamiento del voto” que se observa en diversas sociedades. Diferentes autores han señalado las profundas implicaciones de la abstención electoral, considerándola como un síntoma de la indiferencia ciudadana por la arena política6 o como signo de una metamorfosis de la representación política.7

Dentro del marco teórico expuesto, nuestro recorte consiste en el estudio de la dimensión subjetivo-motivacional de la dicotomía abstención/participación electoral. ¿Por qué frente a una misma elección algunos ciudadanos quieren ir a votar y otros no? ¿Qué provoca el déficit motivacional que precipita la abstención electoral? ¿Para quiénes sí tiene sentido participar y votar, y para quiénes no? Tales interrogantes conducen nuestra investigación, que realizamos acerca del caso argentino—tema poco estudiado a través de datos de encuestas—, mediante el análisis de la influencia de incentivos contextuales y variables individuales sobre la predisposición actitudinal hacia el voto. En otras palabras: nos interesó colaborar con la explicación del “no voto”, para lo cual hemos estudiado el debilitamiento del deseo de votar que manifiestan algunos ciudadanos. Podríamos decir que nos interesó la “abstención subjetiva”, es decir, el ausentismo electoral decidido y (des) motivado por razones que no son externas a la voluntad del ciudadano. En este sentido, nuestra hoja de ruta explora el debilitamiento del deseo ciudadano por votar, que luce agudizado en la mayoría de las democracias occidentales contemporáneas. Al respecto, desde mediados de la década de los ochenta, la media de participación electoral en el mundo ha disminuido de manera significativa, si se considera tanto la participación entre los votantes registrados como la participación entre la población en edad de votar.8

Luego de esta introducción con el horizonte conceptual del artículo y sus principales objetivos, hicimos un somero repaso por algunas de las principales investigaciones teóricas de la participación electoral. En tercer lugar, desarrollamos la propuesta teórica para abordar el fenómeno de interés, distinguiendo entre variables estructurales o sistémicas, variables o incentivos contextuales y variables individuales de la abstención. En cuarto lugar analizamos empíricamente el caso argentino a partir de una encuesta propia realizada por la consultora Ibarómetro.9 A partir de los resultados de la investigación pudimos alumbrar la dirección y magnitud de influencia que ejercen distintos factores (individuales y de contexto) en la arquitectura de las ganas de votar; aquel sentido subjetivo que se atribuye al acto de votar. Tales ganas de votar de los ciudadanos construyeron nuestra variable dependiente, a la cual llamamos “predisposición actitudinal hacia el voto”. Por último, a modo de conclusión, señalamos los principales aportes, y también falencias, de nuestra investigación, haciendo notar sus resultados más relevantes.

El estudio de la participación electoral

Los estudios sobre participación electoral nacieron íntimamente vinculados con las investigaciones más generales sobre el comportamiento electoral.10 Estados Unidos fue el país en el que la participación electoral —turnout— ha suscitado una mayor cantidad de estudios y reflexiones, entre otras razones, porque la democracia norteamericana convive con altos niveles de ausentismo. La publicación en 1960 de The American Voter, núcleo de la llamada escuela de Michigan, puso el foco en las actitudes políticas de los individuos en el momento de pensar en la abstención. Por su parte, Martinez11 identifica tres preguntas recurrentes en la literatura sobre participación electoral en Estados Unidos: ¿por qué existe un alto nivel de abstención electoral?, ¿por qué la participación electoral es cada vez más baja?, y ¿cuáles son las consecuencias de una participación electoral alta o baja? En relación con la primera pregunta, la literatura señala como posibles causas de la abstención la falta de interés en la política, diferencias actitudinales en el vínculo de los ciudadanos con la esfera política, y distintas configuraciones electorales y legales. La decreciente identificación partidaria, los cambios en la estructura social y los nuevos patrones de movilización política, por su parte, son los que darían respuesta al segundo interrogante. En cuanto a las externalidades positivas sobre el sistema político de una alta participación, se destacan la optimización de la representatividad en el output electoral, posibilidades de una mejor accountability, así como una mayor igualdad política que modera la incidencia de sesgos de clase en la elaboración de políticas públicas. Por el contrario, un gobierno que surge de elecciones con niveles de abstención acentuadamente altos constituye una administración que nace con una pérdida de legitimidad.

Quizás el intento más acabado por generar un marco teórico para entender la abstención electoral ha sido desarrollado por Anduiza.12 En un intento de generar un modelo explicativo propio para dar cuenta de la abstención electoral en los países de Europa occidental, Anduiza compagina dos perspectivas: aquéllas con foco en las llamadas variables individuales y aquéllas con acento en los aspectos estructurales o sistémicos. En términos de la autora, “que un individuo vote o se abstenga en una elección depende de sus recursos, situación social y actitudes políticas (…) [incentivos individuales],13 así como de los incentivos proporcionados por el entorno político (…) [incentivos sistémicos]”.14 De esta manera, al incorporar en el análisis variables de carácter sistémico —como el sistema electoral y el sistema de partidos—, no se cargan las tintas sólo sobre lo estrictamente individual, como ocurre con el enfoque de Michigan, el cual genera una dinámica más compleja e interactiva. En el mismo sentido, Martinez15 señala cómo algunos componentes del entorno institucional de Estados Unidos actúan desalentando la participación electoral: sistemas electorales con fórmulas mayoritarias y circunscripciones uninominales, sumado a una organización institucional que complejiza el proceso de atribución de responsabilidades políticas para los votantes. En síntesis, reflexionar sobre la abstención electoral no consiste en referirnos a ciudadanos apáticos, vagos o egoístas desinteresados de cuestiones colectivas; por el contrario, muchas veces es el propio sistema político, o determinados contextos, el que anula o desalienta las pulsiones participativas.

En síntesis, y de acuerdo con la sistematización elaborada por Agustina Haime,16 es posible diferenciar dos avenidas explicativas principales transitadas a la hora de dar cuenta sobre las raíces de la abstención electoral. Por un lado, la “vía institucional” coloca el centro de gravedad explicativo de la participación electoral sobre las normas institucionales y reglas que estructuran el sistema político-partidario y el sistema electoral. Su tesis es simple: algunas configuraciones institucionales favorecen una mayor participación, mientras que otros entornos institucionales tienden a desalentarla. La otra avenida explicativa, la “ruta individual”, centra sus investigaciones en los rasgos individuales de los ciudadanos, ya sea en el plano de los recursos (tiempo, dinero y competencias cívicas, de acuerdo con el clásico análisis de la participación política de Verba, Schlozman y Brady)17 o ya sea desplazando la mirada hacia las actitudes políticas de los ciudadanos (una perspectiva que mantiene una visible deuda teórica con los estudios de cultura política de Almond y Verba).18 Sin lugar a dudas, uno de los aportes más destacados dentro de esta perspectiva ha sido formulado por Dalton y Wattenberg, para quienes la erosión de las identificaciones partidarias es “el” rasgo que distingue a las democracias contemporáneas y desde el cual deben explicarse las diferentes “novedades” que se manifiestan en el comportamiento electoral: creciente volatilidad, abstención y corte de boleta, entre otros subproductos del debilitamiento de las identidades partidarias.19

Tal como consigna Haime,20 en América Latina todavía son pocos los estudios dedicados a explicar los vínculos entre las actitudes políticas individuales y la participación electoral. En tal sentido, y tomando como referencia el caso argentino, el presente artículo busca colaborar con la reparación de dicho déficit en la literatura.

¿Sistemas, contexto e individuos? Hacia un enfoque de la participación electoral

Reconociendo el importante aporte realizado por Anduiza, en este trabajo retomamos su propuesta teórica, pero nos permitimos reformular su modelización e introducir un matiz conceptual. De acuerdo con nuestro enfoque, la participación electoral es el producto de la interacción de diversas variables que conceptualmente se distinguen en tres grupos: a) estructurales o sistémicos, b) individuales y c) contextuales. Esta última dimensión ha sido tratada por la autora pero subsumida en la dimensión sistémica en su estrategia explicativa. ¿A qué nos referimos por contexto? Esencialmente, al conjunto de condiciones que componen el contexto político-electoral y que, a su vez, configura escenas electorales más o menos convocantes, es decir: si una elección es de bajo estímulo21 e incentiva la abstención, o si por el contrario es de alto estímulo, lo cual incita a la participación. Vale decir que, en la naturaleza de un contexto electoral, anida un importante factor motivacional, que no es coyuntural ni estructural y que puede cambiar elección tras elección (a diferencia de las condiciones estructurales de mayor estabilidad). Los incentivos referidos al contexto, en este sentido, merecen un tratamiento específico y distinto que lo sistémico o individual. Nuestra especial atención al “factor contextual” se apoya, asimismo, sobre las tesis y hallazgos de Mark Franklin, quien sostiene que el carácter particular de cada elección hace variar significativamente la tasa de participación.22,23,24,25

La Tabla 1 ilustra nuestra propuesta teórica para estudiar el fenómeno de la participación electoral con sus distintos incentivos y variables. En primer lugar, se reflejan los factores estructurales, como el desarrollo económico, las características demográficas de una comunidad, las distintas alternativas del sistema electoral y las configuraciones del sistema de partidos. Luego, en una dimensión aparte, incluimos los incentivos contextuales, que consideramos distintos a los sistémicos, en tanto que no obedecen a cuestiones estructurales, sino más bien coyunturales. Entre otros, en el plano contextual ubicamos la comunicación política en contextos de campañas electorales, la evaluación de la gestión del gobierno, la competitividad electoral percibida y lo que hemos denominado “nihilismo político”, la percepción según la cual “todos los políticos son iguales”.26 Por último, aparecen las variables típicamente individuales como los recursos (edad y nivel educativo), el capital social, en sintonía con los postulados del modelo de Columbia, así como las actitudes políticas relativas a la implicación y cognición, deudoras de la escuela de Michigan.

Tabla 1.

Un modelo para entender la participación electoral.

Variables estructurales  Variables contextuales  Variables individuales 
Desarrollo económico  Competitividad percibida  Recursos 
Demografía  Nihilismo político  Capital social 
Sistema electoral  Evaluación del gobierno  Implicación política 
Sistema de partidos  Comunicación política   
Fuente: Elaboración propia con base en An duiza, Lewis-Beck et al., y Martinez.

A continuación pondremos a prueba este modelo, al menos parcialmente, a la luz del caso argentino. Para ello, tomamos como insumo una encuesta sobre cultura política realizada por la consultora Ibarómetro en Argentina durante el 2015, año marcado por elecciones ejecutivas y legislativas tanto nacionales como subnacionales.27

Este recorte presenta tanto fortalezas como debilidades. Como fortaleza, a diferencia del planteamiento de Anduiza en donde los factores sistémicos —incluidos los componentes aquí llamados contextuales— sólo son medidos a partir de datos agregados, aquí observamos el impacto de factores contextuales en el nivel individual mediante la encuesta realizada para tal fin. De esta manera, no asumiremos que el efecto de las variables contextuales será el mismo en el interior de una determinada agrupación geográfica, sino que podremos ver el efecto de dichas variables en cada uno de los encuestados. Este planteamiento, al menos para el caso argentino, representa un aporte novedoso que no ha sido desarrollado de manera completa por la literatura especializada. No obstante, también tenemos presentes las limitaciones de nuestro esquema. La principal debilidad radica en la ausencia de factores sistémicos en nuestro modelo que sí ameritarían una perspectiva agregada para medir su impacto. Sin desconocer que toda explicación exhaustiva del fenómeno abstencionista requiere atender la incidencia de aspectos sistémicos, nuestro estudio restringe su mirada a las dimensiones individual y contextual.

En segundo lugar, tampoco investigaremos todas las variables que la literatura señala dentro del grupo de variables, tanto contextuales como individuales, para explicar la participación electoral. Por ejemplo, al examinar la gravitación de los recursos individuales se suele considerar, como indicadores de esta dimensión la edad, el nivel educativo y el nivel de ingresos.

Aquí sólo tomaremos los dos primeros, excluyendo la variable ingresos.

La predisposición actitudinal hacia el voto en Argentina

Argentina es un país presidencialista, con voto obligatorio entre los 18 y los 70 años, que comparativamente ha experimentado altos niveles de participación electoral a lo largo de su historia reciente.28 Más allá del marco normativo, nuestro interés se orienta hacia el subsuelo motivacional de la participación, que llamaremos “predisposición actitudinal hacia el voto”, a partir de la cual nos proponemos observar y analizar el “combustible motivacional” —entendido como deseo o interés de votar— que “empuja” a los ciudadanos a las urnas. Examinemos ahora el desempeño de los argentinos en materia de predisposición actitudinal hacia el voto:

El Gráfico 1 presenta nuestra variable dependiente, la predisposición actitudinal al voto. Siguiendo a Lewis-Beck et al.,29 creemos que elegir este indicador resulta más eficiente que preguntar directamente si una persona votó en una elección pasada, o si votaría en una elección futura. No solamente el voto en sí mismo es una conducta socialmente deseada, sino que, en países como Argentina, no votar comporta una trasgresión a la ley. En consecuencia, para evitar respuestas socialmente deseadas que contaminen el instrumento de observación, nos hemos inclinado por el indicador presentado.

Gráfico 1.

Predisposición actitudinal hacia el voto, 2014-2015 (en %)

Pregunta: “Si votar no fuera obligatorio, ¿usted seguramente iría a votar, probablemente iría a votar, no iría a votar?”

(0,07MB).
Fuente: Elaboración propia con base en Ibarómetro (2014, 2015).

Como puede verse entonces, si bien los años electorales parecen aumentar marginalmente la predisposición a participar —en Argentina, el 2015 fue un año con elecciones ejecutivas y legislativas nacionales, provinciales y municipales—, cerca de un tercio de los argentinos declara no estar seguro de votar si las elecciones no fueran obligatorias. En este contexto, ¿qué incentivos alientan la participación electoral? En otras palabras, ¿por qué cerca de siete de cada diez argentinos votarían en un eventual escenario donde el voto no fuera obligatorio? Esto es, ¿qué componente subjetivo configura esa voluntad participativa una vez que la despojamos de la obligatoriedad legal?

A continuación intentaremos responder tales interrogantes a partir de un recorrido por dos etapas y sus estrategias. En un primer momento, apelamos a un análisis bivariado —representado en distintos gráficos de barras con su respectivo margen de error muestral— con el propósito de aproximarnos a la influencia que tiene cada una de las variables reseñadas en la Tabla 1 en la predisposición actitudinal al voto. La pregunta que nos guía es: ¿las variables presentes en nuestra encuesta favorecen, desalientan la participación o no parecieran exhibir nexos con einterés por votar?

En una segunda instancia, recurriendo al análisis multivariado, generamos distintos modelos de regresión para jerarquizar el peso explicativo de cada variable en relación con la inclinación actitudinal al voto.

Variables individuales

El primer conjunto de indicadores que analizaremos son los factores individuales asociados a los recursos de la edad y el nivel educativo. En relación con el Gráfico 2, puede apreciarse que la edad no muestra un impacto visible sobre la participación. Respecto del tratamiento conceptuade la edad, existen dos perspectivas analíticas: la del ciclo vital y la de la generación. Desde la hipótesis del ciclo vital, según la cual las personas al crecer adquieren distintos recursos que facilitan la participación, se esperaba que los consultados de mayor edad manifestaran más predisposición al voto.30 Sin embargo, tal planteamiento no se ajusta al contexto argentino actual, donde los distintos grupos etarios manifiestan similares niveles de predisposición al voto. Lejos de verificarse que a mayor edad se advierte una propensión a votar más altalos resultados evidenciaron una menor tendencia abstencionista entre los jóvenes: entre los cuales sólo 10% no votaría si las elecciones no fueran obligatorias. Una vez que se descartó la vía explicativa del clico vital, la tesis del impacto generacional parece sintonizar mejor con el escenario que estudiamos, al sugerir la presencia de una cohorte socializada políticamente bajo una atmósfera de intensa efervescencia política y polarización, que han sido los rasgos distintivos del ecosistema político y cultural de la Argentina reciente.

Gráfico 2.

Predisposición actitudinal hacia el voto según la edad, 2015 (en %)

(0,08MB).
Fuente: Elaboración propia con base en Ibarómetro (2015).

Con respecto a la educación (Gráfico 3), el cruce de variables alumbra una estrecha y potente relación con nuestro tema de interés. A medida que crece el nivel educativo de los consultadosaumenta en forma muy pronunciada la proporción de quienes “seguramente irían a votar”mientras que la inclinación abstencionista se reduce de manera considerable. Dicho hallazgo es consistente tanto con las expectativas teóricas como con los resultados de distintas investigaciones que reiteradamente —y en muy diversas sociedades— acreditan la correlación entre el niveeducativo y el grado de participación política. Como confirma el caso argentino, la educación formal contribuye al desarrollo de habilidades cognitivas y recursos necesarios para la participación, al mismo tiempo que favorece la cristalización de actitudes sociales en las que el acto de no votar adquiere un sentido negativo. El modelo desarrollado por Verba31et al. encuentra aquuna rotunda confirmación.

Gráfico 3.

Predisposición actitudinal hacia el voto según el nivel educativo, 2015 (en %)

Pregunta: “¿Cuál es su máximo nivel de educación alcanzado? Hasta primaria completa (nivel bajo); hasta secundaria incompleta o completa (nivel medio); terciaria o universitaria incompleta o completa (nivel alto)”.

(0,07MB).
Fuente: Elaboración propia con base en Ibarómetro (2015).

El segundo conjunto de variables testeadas se vincula con la tradición teórica que ha reflexionado e investigado el lugar del capital social, que se entiende como el tejido asociativo que surca y enhebra una comunidad y/o sociedad. Existen distintos caminos para medir los mayores o menores niveles de capital social de una comunidad; por nuestra parte, observamos esta dimensión a través de la confianza interpersonal (“capital social subjetivo”), así como del nivel de pertenencia y participación en organizaciones de la sociedad civil (“capital social objetivado”). Siguiendo las tesis de Putnam,32 los bajos o altos niveles de participación ciudadana en distintas esferas del espacio público tienen una raíz común, íntimamente vinculada con el capital social que presente la sociedad. En el primer caso, el Gráfico 4 muestra que confiar en la gente aumenta en casi 20 puntos porcentuales la predisposición a votar. En el segundo caso, también surge una estrecha relación: cuanto mayor es el nivel de pertenencia en organizaciones sociales, mayor es la predisposición a votar (Gráfico 5). En síntesis, la tesis de Putnam según la cual una sangría del capital social de una sociedad atomiza a sus ciudadanos, pulveriza sus redes colectivas y, por lo tanto, reduce la participación ciudadana, pareciera confirmarse en nuestro caso de estudio. En suma, a mayor capital social, mayor es la predisposición a participar de las elecciones.

Gráfico 4.

Predisposición actitudinal hacia el voto según el nivel de confianza interpersonal, 2015 (en %)

Pregunta: “¿Cuán de acuerdo está usted con la siguiente afirmación: ‘Se puede confiar en la mayoría de la gente’ (totalmente de acuerdo, parcialmente de acuerdo, parcialmente en desacuerdo o totalmente en desacuerdo)?”. El total/parcial acuerdo fue recodificado como alto nivel de confianza interpersonal, el total/parcial desacuerdo fue recodificado como bajo nivel de confianza.

(0,08MB).
Fuente: Elaboración propia con base en Ibarómetro (2015).
Gráfico 5.

Predisposición actitudinal hacia el voto según el nivel de pertenencia y participación en organizaciones de la sociedad civil, 2015 (en %)

Pregunta: “Me gustaría conocer su relación con cada una de las siguientes agrupaciones o asociaciones que le voy a nombrar a continuación: parroquia u otro tipo de asociación religiosa, grupo cultural o de ocio, partidos o agrupaciones políticas, organización de apoyo social o derechos humanos, sindicato. ¿Usted pertenece y participa activamente; pertenece pero no participa activamente; antes pertenecía pero ahora no o nunca ha participado?”. No pertenecer o participar en ninguna agrupación fue recodificado como nivel de pertenencia y participación nulo; pertenecer y participar en una agrupación fue recodificado como nivel de pertenencia y participación bajo, y pertenecer o participar en dos o más agrupaciones fue recodificado como nivel de pertenencia y participación medio-alto.

(0,08MB).
Fuente: Elaboración propia con base en Ibarómetro (2015).
Gráfico 6.

Predisposición actitudinal hacia el voto según el interés político declarado, 2015 (en %)

Pregunta: “¿Diría usted que la política le interesa mucho, bastante, poco o nada?”. Mucho/bastante fue recodificado como alto interés político, mientras que poco/nada fue recodificado como bajo interés político.

(0,09MB).
Fuente: Elaboración propia con base en Ibarómetro (2015).

A continuación evaluamos el desempeño de una serie de indicadores vinculados con la escuela de Michigan cuyos principales planteamientos enfatizan el papel de las actitudes políticas. Esto, con el fin de dar cuenta del comportamiento más o menos participativo de los ciudadanos. De acuerdo con esta perspectiva, cuanto mayor sea el involucramiento subjetivo en política de una persona, mayor propensión tendrá a participar y votar. Los tres indicadores que desarrollamos ilustran la validez de la conceptualización de Michigan para el escenario argentino. El indicador que exhibe el impacto más fuerte es el interés político declarado. Como deja ver el Gráfico 6, casi 90% de quienes dicen tener un alto interés en la política seguramente iría a votar si las elecciones no fuesen obligatorias. Semejante intensidad observada en la relación entre ambas variables podría estar escondiendo cierta endogeneidad, en la que es difícil detectar cuál es el factor explicativo y cuál es su efecto. En otras palabras, ¿participo porque me gusta la política o me gusta la política porque participo? En cualquier caso, el interés político mantiene un íntimo nexo positivo con la predisposición actitudinal al voto.

Otra de las variables centrales del arsenal explicativo de Michigan reside en la “identidad partidaria”. En nuestro estudio, hemos utilizado una variable alternativa (“simpatías políticas”) que actúa como un proxy de identidad partidaria. Nuevamente, e incluso en el contexto argentino caracterizado por un sistema de partidos inestable, los datos convalidan las tesis de Michigan: simpatizar por algún partido o agrupación eleva considerablemente la predisposición positiva hacia el voto. Las identificaciones partidarias podrían estar otorgando una sensación de competencia vicaria (“compito a través de mi partido”) y también añadir un profundo sentido al acto de votar, acentuar su carácter expresivo y operar como una manera de reafirmar identidades preexistentes. Por último, en relación con las competencias autopercibidas para entender la realidad política —“eficacia política interna” (epi)— los ciudadanos que se perciben más equipados de competencias para comprender la política exhiben una mayor inclinación a votar. Es decir, mayores niveles de epi incrementan sustancialmente el interés por votar.

Incentivos de contexto

A continuación examinaremos la relación que tiene con la predisposición al voto una serie de variables que hemos conceptualizado como factores de contexto o contextuales. Anduiza33 —en el libro utilizado por este artículo como principal guía conceptual—, expresa a través de un interrogante binario cuáles son las dos principales rutas explicativas hacia la abstención electoral: ¿individuos o sistemas? Nuestro enfoque introduce una variación respecto del esquema de la autora, que podríamos sintetizar reformulando su pregunta: ¿individuos, sistemas o contextos? Consideramos que los factores contextuales merecen ser recortados analíticamente, al conformar una tercera dimensión desprendida del hemisferio sistemático dentro del cual Anduiza los examina. Las variables típicamente sistémicas —como el régimen electoral o el nivel de desarrollo de una sociedad— gozan de una estabilidad y profundidad mayores que las que presentan los componentes contextuales, tales como el nivel de polarización, el tipo de oferta electoral de una elección específica, la naturaleza de la comunicación política que la envuelve o los niveles de popularidad del gobierno vigente durante las elecciones. El contexto actúa como mediador entre las variables sistemáticas y las individuales y configura elecciones de menor o mayor atractivo para los electores. Asimismo, recortar la dimensión “contexto” resulta necesario a la luz de la creciente gravitación que adquieren las variables de corto y mediano plazo en el comportamiento electoral. En el momento de explicar el voto de los ciudadanos, los estudios sobre comportamiento electoral han señalado la creciente importancia de los factores de corto o mediano plazo en detrimento de los factores de largo plazo, esto es: aquel mapa surcado por clivajes estables retratado por Lipset y Rocakkn34 se ha tornado mucho más fluido o líquido. Aquí sencillamente aplicamos esa tesis sobre la decisión de votar o no votar.

Una segunda innovación concierne a una alternativa que transitamos para observar factores contextuales —habitualmente medidos a través de indicadores agregados que no provienen de encuestas— mediante datos de sondeos de opinión pública. En este sentido, creemos que todos los datos originados en encuestas no deberían ser clasificados necesariamente como individuales, dado que cada respuesta a una pregunta de un cuestionario lleva las huellas de fenómenos sociales más amplios y las marcas de los contextos sociopolíticos que los enmarcan. En nuestra investigación de la dimensión contextual examinamos tres variables que hemos clasificado bajo la siguiente dimensión: evaluación del gobierno, competitividad electoral percibida y “nihilismo político”.

En lo concerniente a la relación entre la aprobación del gobierno y el voto, pueden seguirse dos intuiciones teóricas con conclusiones divergentes. Una evaluación negativa del desempeño del gobierno podría alentar a los desaprobadores a acercarse a las urnas, incentivados con “castigar” la gestión en curso; en este caso serían los opositores quienes mostrarían una predisposición al voto más alto. En un segundo caso, los aprobadores estarían más motivados para votar y de esa manera expresar su deseo de continuidad con el rumbo político vigente. El Gráfico 9 ilustra el impacto de la evaluación del gobierno sobre la predisposición al voto en sintonía con la segunda interpretación: algo más de 80% de quienes realizan una evaluación positiva del gobierno —en este caso, la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner— seguramente iría a votar si votar no fuera obligatorio. De esta manera, la correlación entre opiniones oficialistas e inclinación actitudinal hacia votar parece reflejar más la expresión de continuidad en el rumbo político que la penalización de quienes se oponen. Asimismo, esta asociación positiva puede revelar un solapamiento entre la confianza en el gobierno y la legitimidad atribuida al sistema político en su conjunto. Esta asociación positiva indicaría que para la ciudadanía existe una frontera difusa entre el desempeño del gobierno y la confianza en el sistema político.

Gráfico 9.

Predisposición actitudinal hacia el voto según la evaluación del gobierno, 2015 (en %)

Pregunta: “¿Podría decirme qué imagen tiene del gobierno nacional de Cristina Fernández de Kirchner: muy buena, bastante buena, bastante mala o muy mala?”. Muy buena/bastante buena fue recodificado como evaluación positiva, mientras que bastante mala/muy mala fue recodificado como evaluación negativa.

(0,07MB).
Fuente: Elaboración propia con base en Ibarómetro (2015).

En relación con la competitividad, la teoría y los casos estudiados proponen —aun con matices— que cuanto más reñida sea una elección, mayor es el incentivo de los ciudadanos para participar y hacer valer su voto.35 Tal relación se apoya teóricamente en que un escenario competitivo incentiva la participación al atemperar la paradoja del votante: en una elección disputada, la “utilidad” de cada voto es mayor y en consecuencia la participación debería ser más elevada. No obstante, nuestros datos van en sentido contrario y no parecen ser concluyentes (Gráfico 10). Por poca diferencia, las personas consultadas que perciben un bajo nivel de competitividad se manifiestan con mayor predisposición al voto. De cualquier manera, de ningún modo los datos obtenidos nos habilitan a invalidar la relación consignada ni mucho menos a defender la relación opuesta; resulta plausible que la competitividad de una elección puede ser medida con ayuda de otros observables capaces de perfeccionar la medición del nexo entre competitividad e interés en votar.

Gráfico 10.

Predisposición actitudinal hacia el voto según el nivel de competitividad percibida, 2015 (en %)

Pregunta: Pensando en las elecciones a presidente, ¿cuál es su nivel de acuerdo con la siguiente frase: ‘Las elecciones presidenciales de este año ya están definidas, ya se sabe quién va a ganar’, total acuerdo, parcial acuerdo, parcial desacuerdo o total desacuerdo?”. El total/parcial acuerdo fue recodificado como bajo nivel de competitividad, mientras que el total/parcial desacuerdo fue recodificado como alto nivel de competitividad.

(0,07MB).
Fuente: Elaboración propia con base en Ibarómetro (2015).

Por último, nos ocuparemos de lo que hemos denominado “nihilismo político”, una variable de especial importancia para nuestro planteamiento y que, a diferencia del resto de los indicadores presentados hasta el momento, representa una novedad en relación con la literatura sobre abstención electoral. Definiremos “nihilismo político” como la actitud por la cual los ciudadanos perciben de manera homogénea y negativa al conjunto de la clase dirigente. Se trata de una variable con dos caras, ya que incorpora tanto un aspecto individual, el cinismo político y el escepticismo, como un aspecto contextual vinculado con escenarios políticos de mayor o menor polarización. Bajos niveles de “nihilismo político” significan que la mayoría de los ciudadanos percibe que los políticos no son todos iguales, es decir, que los ciudadanos reconocen contrastes en la oferta electoral. Por el contrario, un escenario fuertemente teñido de “nihilismo político” alude a un contexto de desafección ciudadana aguda que suele distinguirse por una mirada homogénea a la clase dirigente, en la que no se identifican contrastes. Por ejemplo, la crisis de representación política que experimentó la Argentina en 2001 fue condensada por una consigna muy elocuente: “que se vayan todos”. Para la sociedad argentina de entonces no existían diferencias dentro de su clase dirigente.

En relación con los datos que se presentan (Gráfico 11), el “nihilismo político” mantiene una fuerte asociación con la predisposición al voto. Cerca de 1 de cada 3 consultados que piensan que “todos los políticos son iguales” no iría a votar si no estuviese obligado. En síntesis, el “nihilismo político” constituye un virus altamente promotor del desencantamiento del voto.

Gráfico 11.

Predisposición actitudinal hacia el voto según el nivel de “nihilismo político”, 2015 (en %)

Pregunta: “Pensando en las elecciones a presidente, ¿cuál es su nivel de acuerdo con la siguiente frase: ‘Todos los políticos son iguales’, total acuerdo, parcial acuerdo, parcial desacuerdo o total desacuerdo?”. El total/parcial acuerdo fue recodificado como alto nivel de “nihilismo político”, mientras que el total/parcial desacuerdo fue recodificado como bajo nivel de “nihilismo político”.

(0,07MB).
Fuente: Elaboración propia con base en Ibarómetro (2015).
Análisis multivariado: Jerarquización de pesos explicativos a partir de modelos de regresión logística

Ahora bien, ¿cuál es el peso relativo que tienen las diferentes variables analizadas para explicar los diversos niveles de predisposición actitudinal hacia el voto? Para responder a este interrogante, hemos desarrollado algunos modelos de regresión logística, superando las limitaciones propias del análisis bivariado reseñado anteriormente. De esta manera, se podrá observar el impacto relativo de cada incentivo y variable explicativa sobre la predisposición actitudinal hacia el voto, controlando en forma simultánea la influencia de las demás variables.

En los modelos que presentamos a continuación, nuestra variable dependiente es la predisposición actitudinal hacia el voto y distingue a las personas que manifiestan que seguramente irían a votar incluso si no estuvieran obligadas por la ley (cerca de 70% de la muestra 2015, véase Gráfico 1), del resto. En este caso, en el que la variable dependiente por explicar es dicotómica, resulta apropiado emplear regresiones logísticas con el fin de determinar el efecto de distintas variables sobre la probabilidad de estar predispuesto a votar. La pregunta que entonces subyace es: ¿cuáles son los factores que gravitan con mayor y/o menor intensidad sobre esta actitud favorable a la participación electoral? Las variables independientes o explicativas serán todas aquellas que hemos presentado hasta el momento, utilizándolas en forma dicotómica, al considerar las respuestas que, en términos teóricos, se asocian con mayores grados de participación. Entre las variables analizadas, únicamente hemos excluido del modelo el “interés político declarado”, ya que, debido a su alto nivel de endogeneidad, “intoxica” la interacción explicativa de las demás variables. A continuación, presentamos las variables e indicadores utilizados.

Tabla 2.

Operacionalización de las variables utilizadas en los modelos de regresión logística empleados.

Grupo de variables  Variables  Indicadores 
Implicación políticaSimpatías políticas  “¿Se considera simpatizante de algún partido o agrupación política?”. Recodificado 1 = simpatiza; el resto = 0. 
Eficacia política interna  Se considera la adhesión a tres frases: “En general me considero un ciudadano que entiende de política”, “No estoy de acuerdo en que la gente como yo no tiene ninguna influencia sobre lo que hace el gobierno” y “No estoy de acuerdo en que todos los políticos son iguales”. Recodificado 1 = se está de acuerdo con tres frases; el resto = 0. 
Capital socialConfianza interpersonal  “¿Cuán de acuerdo está usted con la siguiente afirmación: ’Se puede confiar en la mayoría de la gente’, totalmente de acuerdo, parcialmente de acuerdo, parcialmente en desacuerdo o totalmente en desacuerdo?”. Recodificado 1 = total/parcial acuerdo (nivel alto); el resto = 0. 
Pertenencia y participación en organizaciones  “Me gustaría conocer su relación con cada una de las siguientes agrupaciones o asociaciones que le voy a nombrar a continuación: parroquia u otro tipo de asociación religiosa, grupo cultural o de ocio, partidos o agrupaciones políticas, organización de apoyo social o derechos humanos, sindicato. ¿Usted pertenece y participa activamente, pertenece pero no participa activamente, antes pertenecía pero ahora no o nunca ha participado?”. Recodificado 1 = pertenecer o participar en dos o más agrupaciones fue recodificado (nivel medio-alto); el resto = 0. 
RecursosEdad  “¿Me podría decir su edad?”. Recodificado 1 = 51 años o más; el resto = 0. 
Nivel educativo  “¿Cuál es su máximo nivel de educación alcanzado?” Recodificado 1 = Hasta terciaria o universitaria incompleta o completa (nivel alto); el resto = 0. 
Competitividad percibida  “Pensando en las elecciones a presidente, ¿cuál es su nivel de acuerdo con la siguiente frase: ‘Las elecciones presidenciales de este año ya están definidas, ya se sabe quién va a ganar’, total acuerdo, parcial acuerdo, parcial desacuerdo o total desacuerdo?”. Recodificado 1 = total/parcial desacuerdo (nivel alto); el resto 0. 
Contexto“Nihilismo político”  “Pensando en las elecciones a presidente, ¿cuál es su nivel de acuerdo con la siguiente frase: ‘Todos los políticos son iguales’, total acuerdo, parcial acuerdo, parcial desacuerdo o total desacuerdo”. Recodificado 1 = total/parcial desacuerdo (nivel bajo); el resto = 0. 
Evaluación del gobierno  “¿Podría decirme qué imagen tiene del gobierno nacional de Cristina Fernández de Kirchner: muy buena, bastante buena, bastante mala o muy mala?”. Recodificado 1 = muy buena/bastante buena; el resto = 0. 

En primer lugar, el Gráfico 12 exhibe el peso explicativo de cuatro grupos de variables dentro de los cuales clasificamos conceptualmente todos los indicadores disponibles. Los grupos y las variables que compiten por la conquista explicativa son:

  • 1.

    “implicación política” (simpatías políticas y eficacia política interna),

  • 2.

    “capital social” (confianza interpersonal y pertenencia y participación en organizaciones),

  • 3.

    “recursos” (edad y nivel educativo), y

  • 4.

    “contexto” (competitividad percibida, “nihilismo político” y evaluación del gobierno).

Gráfico 12.

Variabilidad de la predisposición actitudinal hacia el voto explicada por cada grupo de factores (en %)

Nota: Cálculos con base en el R de Nagelkerke de cada modelo de regresión logística asociado a cada factor. Variable dependiente: si votar no fuera obligatorio, seguramente iría a votar.

(0,07MB).
Fuente: Elaboración propia con base en Ibarómetro (2015).

Para comparar el alcance explicativo de los distintos grupos, se realizaron cuatro modelos de regresión logística, uno para cada conjunto de indicadores, que nos permiten ver en qué medida éstos pueden explicar la predisposición actitudinal a participar electoralmente. Lo anterior quiere decir que hemos generado un modelo por cada factor explicativo —por ejemplo, en el factor recursos se consideró la edad y el nivel educativo— para comparar en términos estadísticos cuál sería el de mayor impacto.

Para dar cuenta de dicho impacto, hemos tomado como referencia el r2 de cada modelo: la parte de variabilidad explicada de la variable dependiente por parte de las variables independientes. Las variables asociadas al contexto y a la implicación política son las que poseen mayor peso explicativo. El contexto explica cerca de 23% de la variabilidad de la predisposición a participar (r2 de Nagelkerke = 0.232), mientras que la implicación política explica casi 21% r2 de Nagelkerke= 0.209). El capital social y los recursos, por su parte, muestran un potencial explicativo mucho más modesto. La confianza interpersonal y la pertenencia y participación en organizaciones de la sociedad civil, consideradas en conjunto, dan cuenta de menos de 10% de la activa predisposición a votar (r2 de Nagelkerke = 0.086). Por último, el factor asociado a los recursos no parece tener en sí mismo un peso determinante (r2 de Nagelkerke = 0.026).

En segundo término, la Tabla 3 exhibe otro modelo que considera todas las variables explicativas en forma conjunta y simultánea. Al tomar los recursos, el capital social, la implicación política y el contexto, se logra explicar casi 35% de la predisposición a votar. Si bien es un valor alentador, esto nos quiere decir que todavía hay una parte importante de la predisposición actitudinal hacia el voto que no puede ser explicada sólo a partir de incentivos contextuales o individuales, o al menos desde las variables consideradas. Como hemos desarrollado en el análisis bivariado, existe un núcleo de participación —los que seguramente votarían— que es insensible a los distintos factores testeados. Posiblemente sean los incentivos sistémicos no considerados en este trabajo aquéllos que puedan terminar de explicar en forma más concreta los motores de la participación electoral.

Tabla 3.

Regresión logística. Los determinantes de la predisposición actitudinal hacia el voto.

Simpatías políticas (simpatiza)  1.154**
(0.127) 
3.172 
Eficacia política interna (alta)  0.721**
(0.166) 
2.056 
Confianza interpersonal (alta)  0.528**
(0.128) 
1.695 
Pertenencia y participación en organizaciones (media-alta)  0.516*
(0.197) 
1.675 
Edad (51 o más años)  0.024
(0.130) 
1.025 
Nivel educativo (alto)  0.671**
(0.167) 
1.957 
Competitividad percibida (alta)  –0.102
(0.134) 
0.903 
“Nihilismo político” (bajo)  1.053**
(0.129) 
2.867 
Evaluación del gobierno (positiva)  0.791**
(0.142) 
2.207 
Constante  –1.198**
(0.145) 
0.302 
N  1800   
r2de Nagelkerke  0.341   
Porcentaje predicho correctamente  77.9   

Nota: Las entradas exhiben los coeficientes B con errores estándares en paréntesis y el valor exponenciado de los coeficientes, Exp (B). Variable dependiente: si votar no fuera obligatorio, seguramente iría a votar.

*

Estadísticamente significativo a 90%.

**

Estadísticamente significativo a 95%.

Fuente: Elaboración propia con base en Ibarómetro (2015).

La Tabla 3, asimismo, presenta los odds ratio, el exponencial de los coeficientes B de la regresión logística —Exp (b)— para cada variable explicativa. Vale decir: ¿cuál es la probabilidad de que un encuestado tenga una predisposición positiva al voto? Según lo que puede observarse, al controlar por todas las variables, tanto la edad (tener 51 años o más) como la competitividad percibida no alcanzan significación estadística, en consonancia con el análisis bivariado presentado anteriormente. Por el contrario, las simpatías políticas y el “nihilismo político” muestran una asociación fuerte con la predisposición al voto. Considerarse simpatizante de algún espacio político hace 3.17 veces más probable que un encuestado seguramente vote si votar no fuera obligatorio, mientras que entre quienes están en desacuerdo con que todos los políticos son iguales hizo que resultara 2.87 veces más probable que una persona manifieste una predisposición positiva al voto. Luego, son tres las variables que presentan un impacto medio: hacer una evaluación positiva del gobierno, manifestar un alto nivel de eficacia política interna y tener un nivel educativo alto. Por último, con una influencia más modesta, pero estadísticamente significativa, se encuentran la confianza interpersonal y la activa pertenencia y participación en organizaciones de la sociedad civil. En suma, la predisposición actitudinal hacia el voto está asociada con variables sociológicas “duras” y con condiciones estructurales, pero la evidencia empírica recogida refleja que la decisión de participar en las elecciones descansa fundamentalmente sobre un conjunto de actitudes, motivaciones y percepciones del contexto político.

Comentarios finales

A partir de una encuesta realizada en Argentina durante el 2015, este artículo intentó analizar el componente motivacional de la participación electoral: la predisposición al voto. En el curso de su estudio creemos que hemos formulado aportes que colaboran con la explicación y comprensión de la abstención electoral. Un primer aporte radicó en investigar un tema poco estudiado desde una perspectiva individual a partir de encuestas en las democracias presidencialistas de América Latina, en general, y en Argentina, en particular. Luego, se tomó la decisión de operacionalizar la participación a partir de la predisposición a votar y no del voto declarado. Por último, a diferencia de parte de la literatura sobre el tema, distinguimos entre factores sistémico-estructurales e incentivos contextuales, argumentando la necesidad de estudiar estas dos dimensiones por separado y acreditando la fuerte gravitación de variables contextuales en la predisposición al voto.

Asimismo, reconocemos una serie de limitaciones en nuestra investigación. En primer lugar, los datos y sus hallazgos se limitan a un contexto en particular: Argentina durante 2015. Aquí sería conveniente poder ampliar no sólo el rango temporal sino también los países bajo estudio. ¿Qué tan parecida será la predisposición actitudinal a votar en Chile o Brasil, por citar algún ejemplo, en relación con Argentina? En segundo lugar, esta investigación no contempla la totalidad de los indicadores señalados por la literatura especializada para el estudio de la abstención electoral. Tercero, aquí no hemos tratado ninguna variable de carácter sistémico, lo cual sería muy pertinente si se pretende estudiar el fenómeno de la participación electoral en su totalidad. Como hemos visto, existe un núcleo de participación —los que seguramente votarían incluso si el voto no fuese obligatorio— que es insensible a los distintos indicadores incluidos en este análisis.

En contextos políticos polarizados suelen aparecer discursos que impugnan los desacuerdos intensos y que insisten sobre la necesidad de coincidencias entre la dirigencia política. Desde una perspectiva alternativa, hemos comprobado una externalidad muy virtuosa para la democracia de la polarización política: ciudadanos con más ganas de votar.

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Ignacio Ramírez es sociólogo por la Universidad de Buenos Aires y cuenta con el diploma de estudios avanzados (dea) en comunicación política por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es director del posgrado en opinión pública y comunicación política de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (flacso), sede Argentina, y director de Ibarómetro (consultora argentina de opinión pública).

Guido Moscoso, doctorante en ciencias políticas en la Universidad Torcuato Di Tella, politólogo por la Universidad de Buenos Aires (uba), y maestro (magíster) en ciencias políticas (uba). Actualmente es director del área de opinión pública de Ibarómetro.

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Consultora especializada en investigaciones de opinión pública que los autores integran como director general (Ignacio Ramírez) y director del área de opinión pública (Guido Moscoso).

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Anduiza, op. cit.

Nota del editor.- Los corchetes y los paréntesis en esta cita son de los autores del presente artículo.

Ibidem, p. 28.

Michael Martinez, op. cit.

Agustina Haime, What Explains Voter Turnout in Latin America? A Test of the Effect of Citizens’ Attitudes and Perceptions, tesis de maestría, Georgetown University, Washington, D.C., 2016.

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Agustina Haime, op. cit.

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Anduiza, op. cit.

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Ignacio Ramírez, “Del nihilismo al punto de vista. Ecosistema cultural de la Argentina reciente“, Revista Latinoamericana de Opinión Pública, año 5, núm. 5, Teseo-Wapor, Buenos Aires, 2015, pp. 139-172.

Se trata de una encuesta de alcance nacional en Argentina, de 2 000 casos, llevada a cabo entre el 2 y el 4 de septiembre de 2015 bajo un diseño muestral probabilístico estratificado por población, con un margen de error de +/− 2.2 por ciento a 95 por ciento de confianza. Para más información, consultar con los autores.

Rafael López Pintor y Maria Gratschew, op. cit., pp. 78, 81.

Lewis Beck, William Jacoby, Helmut Norpoth y Herbert Weisberg, op. cit.

En su libro clásico El hombre político, Seymour Lipset sostiene como “ley universal” que, a medida que crece la edadse incrementa la implicación política de los ciudadanos. Al menos en la dimensión que estudiamos, la evidencia empírica que hemos recogido no convalida su tesis.

Sidney Verba, Kay Lehman Schlozman y Henry Brady, op. cit.

Robert Putnam, Bowling Alone. The Collapse and Revival of American Community, Simon & Schuster Paperbacks, Nueva York, 2000.

Anduiza, op. cit.

Seymour Lipset y Stein Rokkan, op. cit.

Michael Lewis-Beck, William Jacoby, Helmut Norpoth y Herbert Weisberg, op. cit.

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