En su famoso libro ¿Para qué sirve realmente un sociólogo? (2012), Francois Dubet responde que su tarea principal es cuestionar los fundamentos de nuestro sentido común. En otras palabras, un sociólogo debe indagar sobre el origen de las ideas que estructuran a una sociedad en un momento determinado -que no son atemporales- y someterlas a un riguroso análisis, no sólo para cuestionar su procedencia, sino inclusive para refutar y/o reorganizarlas.
El doctor Fernando Escalante Gonzalbo, profesor-investigador de El Colegio de México, ha seguido una trayectoria muy variada. Aunque sus temas de investigación se relacionan con la ciudadanía, sus trabajos se han ocupado de la observación y el análisis de diversas problemáticas sociales, que van desde la violencia en la guerra contra el narcotráfico, hasta este texto sobre el neoliberalismo, pasando por ensayos sobre la moral social, el mercado editorial y otros.
El sentido común de los tiempos que corren encuentra sus fundamentos en los postulados neoliberales. Lo que de una u otra manera damos por sentado respecto de la sociedad, el hombre y el Estado proviene del neoliberalismo -con los debidos matices y sin exagerar en la generalización. Esa normalidad, por ejemplo, nos lleva a considerar que los seres humanos somos naturalmente egoístas y con una racionalidad cercana a la definida por Thomas Hobbes en el Leviatán. El Estado se erige como garante de que esa inclinación natural y racional hacia la maximización de los beneficios individuales no suponga una guerra permanente. Se trata, pues, de encausar el egoísmo innato. Al mismo tiempo, ese Estado es visto con desconfianza y como obstáculo al crecimiento económico; a nadie sorprende que se le considere corrupto, inepto e ineficaz. Pero, ¿cuál es el origen de ese sentido común?
El libro de Fernando Escalante Gonzalbo expone los fundamentos históricos, políticos, sociales y académicos del neoliberalismo. El título de la obra resulta engañoso, pues, lejos de ser una “historia mínima”, el autor realiza una disección que con mucha profundidad discute, explica y critica, en el sentido más kantiano del término. Organizado en diez capítulos, el texto examina el contenido intelectual del neoliberalismo y, posteriormente, su puesta en marcha en programas políticos, con el énfasis necesario en el momento socio- histórico que hizo posible su instrumentación.
El libro se remonta a los orígenes de las ideas neoliberales, que ubica en la década de 1930, cuando se llevaron a cabo conferencias, publicaciones y debates a partir de los cuales se delineó un esquema que daría nuevos bríos al entonces deslegitimado liberalismo. La lectura permite entender, mediante la discusión y la reseña de los textos que dieron sustento al neoliberalismo, tanto las diferencias fundamentales entre éste y el liberalismo, como sus similitudes. Quizá la principal diferencia estribe en el énfasis que hace el liberalismo de la libertad política, frente a la libertad económica (incluso por encima del propio Estado) que preconiza el neoliberalismo.
Una virtud del texto estriba en las pun- tualizaciones y aclaraciones que se hacen a lo largo del mismo para evitar conclusiones anticipadas. Por ejemplo, hablando del Estado, apunta la necesidad de su existencia para el programa neoliberal, que no sostiene las premisas del laissez-faire (otra diferencia con el liberalismo); el Estado se vuelve necesario para crear mercados. Sin embargo, el autor hace una crítica muy puntual al ámbito de lo público, asociado con la ineficiencia, la corrupción y la burocracia. En el mismo sentido, aunque regularmente se le concibe como programa económico, el neoliberalismo contiene una particular sociología, antropología y propuesta jurídica. Es por ello que se nos revela como una ideología cuyos pilares fundamentales son la ciencia y el mercado, o más bien, las ideas que postula al respecto.
De acuerdo con Escalante, la idea de ciencia en la que se fundamenta proviene de la física del siglo xix, que privilegia la objetividad, los hechos y lo demostrable. De ahí que tanto la economía neoclásica como el programa neoliberal, a pesar de sus diferencias, compartan esta visión científica que las aleja del resto de las ciencias sociales (sociología o psicología), por especulativas, al mismo tiempo que las revela como científicas y rigurosas. Lo que persigue es un modelo general ajeno a todo contexto particular, donde la realidad empírica aparece como contingente. La idea es que el rigor científico, como se entiende, debe permitir que se obtengan los mismos resultados, independientemente del país y del momento socio-histórico. El autor parte justamente de esta premisa para analizar las debilidades de los modelos matemáticos en los que se fundamenta el modelo neoliberal.
El mercado, la otra pieza en que se sustenta el neoliberalismo, sirve no sólo para referirse a la actividad económica, sino que la idea se extrapola al hombre, la sociedad y la democracia. De ahí que el neoliberalismo recurra constantemente al uso de términos económicos, tales como incentivos, competi- tividad e ineficiencia, para explicar no sólo el funcionamiento de los mercados económicos (en los que también se detiene, pues ni siquiera todos los mercados funcionan de la misma manera, aunque el modelo dé por sentado lo contrario), sino también para dar cuenta de la sociedad, la política, la educación, etcétera.
La calidad del texto en su totalidad hace que parezca injusto referirnos a lo que podríamos considerar su aportación más interesante, pero ésta probablemente se encuentre en los capítulos 5 y 7, donde se pormenorizan los postulados del neoliberalismo en cuanto al hombre y la sociedad. Visto así, podemos pensar que el cimiento del triunfo neoliberal estriba en estas dos ideas que han permeado en toda discusión pública.
La primera tiene que ver con la naturaleza humana egoísta, maximizadora. Lo más interesante no es el postulado, sino el análisis de cómo el concepto llega al espacio público, desde donde se impone la idea de que el hombre actúa siempre en función de cálculos de costo-beneficio. No es casualidad. Por ello, en el capítulo 10, intitulado “El opio de los intelectuales”, el autor ya nos indica que uno de sus precursores, el alemán Friedrich Von Hayek, confiaba en los second-hand dealers, esto es, los periodistas, opinadores y comentaristas que, sin necesidad de una discusión académica profunda, lograban colocar estas ideas en el imaginario colectivo. Por eso mismo, daría la impresión de que el concepto de naturaleza humana no es muy novedoso e incluso ha permeado en la academia cuya fórmula de la teoría de la elección racional contiene los presupuestos neoliberales.
Uno de los autores fundamentales para comprender esta vertiente académica es el economista Gary Becker, en auien Escalante se detiene varias veces para explicar su influencia en el surgimiento de la traslación del enfoque económico, de maximización y utilidad al ámbito político, en un momento en el que la teoría de juegos ganaba popularidad. En los análisis de Becker, las conclusiones llevan siempre al mercado como solución más eficiente; además, como la elección racional se refiere a formulas algebraicas semejantes a la de la física decimonónica, la ilusión es que hay detrás de ello un conocimiento científico. Valga apuntar que en el texto se habla de otros autores que, con un enfoque similar -como Richard Posner para el derecho-, aplican la misma lógica de pensamiento económico a otras áreas.
La segunda idea, la de sociedad, también se encuentra estrechamente vinculada con la de mercado. Es este vínculo el que permite presentar como necesarias las privatizaciones. Y es que, de acuerdo con el autor, toda vez que para el neoliberalismo el mercado es el único que puede garantizar la eficiencia de los servicios públicos y empresas estatales, el Estado se vuelve un lastre. La asociación de éste con la ineficiencia responde a la falta de guía utilitaria, es decir, del sistema de precios. Sin embargo, este argumento técnico, nos explica Escalante, está acompañado de un argumento moral que supone que el Estado se mueve por intereses políticos que lo llevan a decidir de manera vertical y autoritaria, mientras que el mercado antepone las decisiones libres de los individuos. Llegados a este punto, el autor hace una advertencia insoslayable: los servicios públicos, contrariamente a lo que supone el modelo, no deben orientarse por la búsqueda de ganancias. Más que un sector, lo público es una forma de organizar la provisión y distribución de bienes y servicios diversos, que no deben abandonarse bajo la premisa de que no resultan rentables.
Este mismo análisis lleva a Escalante a revisar las ideas expuestas por James Buchanan, quien consideró que, así como todo ser humano (tal y como lo entiende el programa neoliberal, claro) persigue un interés individual por el cual trata de maximizar su utilidad, nada de raro tiene que los políticos y funcionarios públicos actúen en función de su beneficio propio. Para fortuna del lector, se explican las debilidades empíricas de tal supuesto teórico.
Normalmente, el neoliberalismo suele asociarse con la década de 1980 y, en particular, con los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. El gran triunfo del programa neoliberal, no obstante, se dio en los años setenta, la década de crisis del Estado de bienestar, desgastado en sus pilares keynesianos -después del periodo de estancamiento económico y de inestabilidad político-social. Es a partir de entonces cuando la crítica al Estado y a la burocracia comienza a materializarse en políticas públicas que, además, desconfían poderosamente de la democracia, en tanto que ésta puede implicar decisiones mayoritarias que impongan una redistribución de la riqueza.
Ningún texto reciente sobre el neolibe- ralismo puede dejar de hablar de la crisis económica que se vivió en 2008. El texto de Escalante lo analiza con mucha claridad e incluso abunda en argumentos técnicos que permiten entender el problema en toda su dimensión. El acento lo pone en la profesión económica de corte neoliberal, que a pesar de verse sacudida en sus fundamentos, no abandona sus postulados básicos. En parte, se nos dice, porque hay una insistencia en la funcionalidad del modelo, que si falló no fue por causa de éste, sino por su mala implementación y, en segundo lugar, porque justamente se trata de una defensa de la profesión.
Por último, el autor ensaya algunas alternativas, aunque aclara que no es la intención del libro. Asimismo, advierte que es igualmente importante entender que el neoliberalismo no es una fatalidad y que es posible esbozar algo diferente. Lo primero será partir de una nueva visión del mundo, que no gire alrededor del mercado, así como recuperar la dimensión pública del espacio social. Lo público no es sinónimo de estatal ni de burocracia, ineficiencia e ineptitud. El debate público debe basarse en los mejores textos y éste libro es uno fundamental.
Sobre el autorAlonso Vázquez Moyers es licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Querétaro y maestro en Ciencias Sociales por la misma universidad. Se ha desempeñado como docente en el Colegio Universitario de Humanidades y actualmente realiza estudios de doctorado en Flacso-México. Sus principales líneas de investigación se refieren a los temas de derechos humanos y democracia, sociología del derecho y guerra contra el narcotráfico. Su publicación más reciente es: (con Germán Espino) “La producción discursiva en la guerra contra el narcotráfico en el sexenio de Calderón: en busca de la legitimidad perdida” (Discurso & Sociedad. Revista interdisciplinaria en Internet, 2015).