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Vol. 31. Núm. 1.
Páginas 32-39 (Enero - Febrero 2014)
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Detener el reflujo: Una actualización del tratamiento sintomático de las venas varicosas
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Kristen Elaine Armstrong
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LAS VENAS VARICOSAS AFECTAN al 10-30% de todos los varones y mujeres, y su prevalencia aumenta con la edad1. Muchas personas consideran que las venas varicosas son únicamente una cuestión estética, pero realmente son algo más que ello. Con el paso del tiempo pueden dar lugar a signos y síntomas de carácter debilitante.

Las venas varicosas aparecen con mayor frecuencia en las extremidades inferiores y corresponden a venas superficiales alargadas que experimentan dilatación hasta alcanzar un diámetro de 3mm o más2. El fracaso del sistema valvular venoso unidireccional normal hace que la sangre se acumule en las extremidades inferiores, lo que puede dar lugar a una disminución significativa del retorno venoso. En este artículo vamos a ver la etiología, el diagnóstico y el tratamiento de las venas varicosas, comenzando con la anatomía de las extremidades inferiores.

Anatomía y fisiología

El sistema venoso de las extremidades inferiores se clasifica en los componentes superficial y profundo. Las venas profundas (como las venas femoral, poplítea y tibial) tienen un calibre mayor que las superficiales, se localizan en los compartimientos musculares profundos y están rodeadas por fascia muscular2 (véase el recuadro Venas principales de la extremidad inferior: vista anterior). El sistema venoso profundo es el responsable principal del retorno venoso hacia el corazón.

Las venas principales del sistema venoso superficial (en el que se incluyen las venas safena mayor y safena menor) se localizan en el espacio superficial que queda entre la fascia muscular y la dermis. Las venas comunicantes ponen en conexión a las estructuras venosas de un mismo sistema; por ejemplo, las venas del sistema venoso superficial se conectan con otras venas pertenecientes también al sistema venoso superficial. Las venas perforantes ponen en conexión las venas superficiales con las venas profundas2.

Las venas de la extremidad inferior muestran en su interior válvulas unidireccionales de gran eficiencia. Con ayuda de los músculos esqueléticos que comprimen de manera intermitente las venas de la pierna (bomba muscular), estas válvulas venosas desplazan normalmente la sangre hacia el corazón e impiden el flujo sanguíneo retrógrado (véanse los recuadros Las válvulas venosas mantienen el flujo anterógrado y Los músculos esqueléticos bombean la sangre en dirección anterógrada).

El reflujo venoso tiene lugar cuando las válvulas fallan debido a un traumatismo, a los efectos de la trombosis venosa o a diversos factores que conllevan una sobrecarga excesiva de las propias válvulas, como la permanencia prolongada en bipedestación. El reflujo da lugar a la acumulación de la sangre en las venas de las extremidades inferiores, lo que puede ser causa de problemas circulatorios importantes. La intensidad del problema varía en función de que el reflujo solo afecte a zonas aisladas o bien tenga lugar en los sistemas venosos superficial, profundo o ambos completos2 (véase el recuadro Comparación entre las venas normales y las venas alteradas).

Los factores de riesgo para la aparición de las venas varicosas son la edad avanzada, los antecedentes de trombosis venosa profunda (TVP), los aspectos genéticos, la permanencia en posiciones de bipedestación o de sentado durante períodos prolongados, la actividad física intensa, las situaciones fisiológicas o patológicas con concentraciones elevadas de estrógenos, el embarazo y la obesidad. Cualquier actividad que incremente la presión sobre las válvulas venosas, incluyendo los deportes de elevado impacto, puede dar lugar al fallo de las válvulas. Muchas mujeres desarrollan sus primeras venas varicosas durante el embarazo, al tiempo que en muchos varones las venas varicosas tienen un carácter hereditario3.

Signos y síntomas clínicos

En el sistema venoso normal las venas superficiales son visibles tan solo de forma mínima y no siempre es posible la palpación de las venas safenas. La aparición de telangiectasias o de venas reticulares indica una enfermedad venosa crónica de grado leve1. A pesar de que muchas personas pueden considerar que las telangiectasias son antiestéticas, realmente no causan síntomas importantes y tampoco progresan necesariamente hacia una enfermedad venosa crónica más grave como la correspondiente a las venas varicosas. Muchos pacientes muestran este tipo de lesiones durante años sin solicitar asistencia médica por ello.

La enfermedad más avanzada da lugar a una protrusión venosa excesiva acompañada de dolor, edema, sensación de pesadez y fatiga en las extremidades inferiores, y prurito. Los signos y los síntomas de la insuficiencia venosa crónica (enfermedad venosa grave) son úlceras por estasis venosa, TVP y pigmentación cutánea.

La pigmentación cutánea consiste en la aparición de un oscurecimiento de color marrón en la piel debido a los depósitos de hemosiderina que acompañan a la extravasación de los hematíes. Es más frecuente en los tobillos pero también puede aparecer en la pierna o el pie2.

Hay varias herramientas que permite clasificar la gravedad de la enfermedad venosa crónica. Entre ellas el sistema CEAP (clínica, etiología, anatomía, fisiopatología; clinical-etiology-anatomy- pathophysiology). Si en la historia clínica de un paciente aparece una frase como “el paciente muestra enfermedad vascular C3”, ello se refiere al componente de la clasificación clínica del sistema CEAP respecto a las enfermedades venosas crónicas4.

  • C0: ausencia de signos visibles o palpables de enfermedad venosa.

  • C1: telangiectasias, venas reticulares y corona flebectásica, también denominada “resplandor” maleolar o del tobillo (patrones “en abanico” de las venas intradérmicas pequeñas del pie o del tobillo).

  • C2: venas varicosas.

  • C3: edema sin alteraciones cutáneas.

  • C4: alteraciones cutáneas secundarias a la enfermedad venosa como pigmentación, eccema venoso o lipodermatosclerosis (inflamación y fibrosis cutánea crónica localizada en la parte inferior de la pierna).

  • C4a: pigmentación o eccema.

  • C4b: lipodermatosclerosis o atrofia blanca (atrophie blanche) (una región localizada que tiene coloración blanquecina y que está rodeada por capilares dilatados y, posiblemente, por zonas de hiperpigmentación).

  • C5: las alteraciones cutáneas señaladas previamente, además de ulceración inactiva.

  • C6: las alteraciones cutáneas señaladas previamente, además de ulceración activa.

  • S: fase sintomática con molestias, dolor, sensación de pesadez o tirantez, irritación cutánea y calambres musculares.

  • A: fase asintomática.

Valoración del reflujo venoso mediante ecografía dúplex

Además de elaborar la historia clínica (lo que incluye la documentación de los factores de riesgo respecto a la enfermedad venosa crónica) y de llevar a cabo la exploración física con un interés especial en las extremidades inferiores, el clínico tiene que efectuar estudios de ecografía para establecer el diagnóstico definitivo.

El estudio ecográfico del reflujo venoso bilateral permite identificar los vasos sanguíneos y la dirección del flujo de la sangre, y es la herramienta diagnóstica estándar para evaluar los cuadros de reflujo o de obstrucción del sistema venoso5.

La ecografía dúplex se suele llevar a cabo con el paciente en bipedestación y sin carga del peso corporal sobre el miembro inferior afectado. Se coloca alrededor del muslo, la pantorrilla o el tobillo un manguito para determinar la presión arterial (PA), que se hincha y se deshincha de manera seriada mientras el ecógrafo evalúa el reflujo. Un tiempo de reflujo superior a 0,5 s en una vena safena se considera patológico5. Si el tiempo de reflujo en la vena safena es normal puede haber una rama perforante que sea la causa de los síntomas del paciente.

También se puede llevar a cabo una valoración informal del reflujo venoso con el paciente en decúbito. Bajo guía ecográfica, el clínico puede determinar la dirección del flujo en el interior de una vena simplemente comprimiendo y relajando un segmento distal de esta. Esta sencilla exploración se lleva a cabo en el centro hospitalario en el que ejercen los autores de este artículo, el University of California Davis (UC Davis) Vascular Center Vein Program, en Sacramento, con el objetivo de valorar de forma rápida en las visitas de seguimiento los resultados que se consiguen con el tratamiento.

En primer lugar, el tratamiento conservador

Los objetivos genéricos a alcanzar en los pacientes con venas varicosas son los de mejorar y mantener un retorno venoso óptimo hacia el corazón, aliviar o eliminar los signos y síntomas, y prevenir la progresión de la enfermedad. El tratamiento cotidiano con medidas de carácter conservador conlleva la aplicación de una estrategia que se ha denominado de las 3 “E”: ejercicio físico (Exercise), elevación de las piernas (Elevation of the legs) y, lo más importante, uso de medias de compresión elásticas (Elastic compression hose). Dado que no hay medicamentos para incrementar el retorno venoso, los cuidados que se aplique el paciente a sí mismo son clave para controlar la enfermedad.

El ejercicio físico incrementa el retorno venoso a través del efecto de la bomba muscular. Los pacientes deben mantenerse físicamente activos para potenciar la circulación venosa anterógrada, evitando al mismo tiempo los deportes con nivel elevado de impacto. Los paseos diarios y la realización de ejercicios de flexión con el tobillo mientras permanecen sentados son estrategias sencillas que pueden aplicar la mayor parte de los pacientes6. La elevación del miembro inferior permite que la fuerza de la gravedad actúe a favor y no en contra de las válvulas, incrementando el retorno venoso y disminuyendo el edema. En función de lo señalado por el médico, la enfermera debe animar a sus pacientes a que eleven los pies al menos hasta el nivel del corazón y durante períodos de media hora varias veces al día6. La elevación del miembro inferior puede aliviar en gran medida el dolor tras una actividad prolongada.

La compresión se ha utilizado de una u otra manera desde hace siglos en el tratamiento de las venas varicosas. Las medias de compresión graduadas (MCG) permiten aplicar una presión externa graduada que es máxima en el tobillo y que disminuye de manera progresiva en dirección ascendente, de forma que es menor en la pantorrilla y en el muslo. Las MCG incrementan la presión intersticial, disminuyen el volumen sanguíneo y la presión venosa superficial, y mejoran el retorno venoso7. Se comercializan modelos con distintos grados o fuerza de compresión, desde 8 hasta 50mmHg.

Las MCG comprimen los músculos, lo que impide la protrusión venosa y ofrece un soporte a las válvulas, facilitando así el retorno venoso. También disminuyen el dolor y el edema, y —lo más importante— tienen utilidad para prevenir la progresión de la disfunción valvular venosa.

Hay comercializados muchos modelos de MCG fabricados con distintos materiales, con el objetivo de animar a los pacientes a mantener el tratamiento prescrito. Muchas personas, incluyendo los deportistas, utilizan de manera profiláctica medias de compresión para prevenir el reflujo venoso que puede acompañar a la actividad física excesivamente vigorosa. Algunos pacientes tienen dificultades para colocarse las MCG, pero con el uso de dispositivos de ayuda para ponerlas y con dedicación y buenos consejos es posible colocarlas. (Hay más información relativa a tratamiento con métodos de compresión en el recuadro La compresión en el tratamiento de las úlceras venosas de las piernas, en el ejemplar de enero de NursiNg2013, edición americana.)

La prescripción de las MCG debe especificar el tipo de media, el grado o fuerza de compresión y su longitud. Los clínicos que ejercen en el UC Davis Vascular Center Vein Program consideran que una fuerza de compresión de 20 a 30mmHg representa un equilibrio apropiado entre la compresión suficiente y la comodidad del paciente.

Durante años, los clínicos prescribieron el método de las 3 “E” solo durante un período breve, durante la fase de curación correspondiente a los tratamientos aplicados frente a las venas varicosas. Sin embargo, los pacientes que en la actualidad hace más de 10 años que fueron tratados están volviendo a sus médicos señalando que el tratamiento fracasó. Tras la cirugía aplicada sobre las venas varicosas la tasa de recidiva del problema a los 5 años es del 52-65%8. Los clínicos saben ahora que las medidas correspondientes a las 3 «E» se deben mantener durante toda la vida con el objetivo de prevenir la progresión de la enfermedad.

Tratamientos más invasivos

El segundo componente del tratamiento de las venas varicosas consiste en la aplicación de intervenciones de carácter invasivo para potenciar el retorno venoso en las extremidades inferiores a través de la desviación de la sangre desde las venas no funcionantes hacia las venas competentes.

Para ello se elimina funcionalmente el segmento afectado, bien mediante la anulación quirúrgica de las venas varicosas o bien mediante su destrucción.

Las técnicas quirúrgicas consisten en la ligadura y la eliminación física de las venas (denudamiento venoso o flebectomía), generalmente bajo anestesia general o anestesia raquídea. Esta fue la estrategia terapéutica principal durante muchos años, pero en la actualidad hay tratamientos más recientes y menos invasivos que se aplican con mayor frecuencia. Estos tratamientos más recientes pueden ser menos dolorosos y se acompañan de un tiempo de recuperación menor. En función de la gravedad de la enfermedad, a menudo se pueden llevar a cabo en el contexto ambulatorio.

La ablación endovenosa es un método con el que simplemente se ocluye la vena varicosa y es un procedimiento que habitualmente se lleva a cabo de forma ambulatoria. En la mayor parte de los pacientes no son necesarias la sedación ni la analgesia por vía intravenosa (i.v.), aunque ambas medidas pueden tener utilidad en los pacientes con ansiedad. Los múltiples pinchazos con aguja que son necesarios para el tratamiento representan la causa más habitual de molestias durante el procedimiento. Cualquier cuadro de dolor que aparezca tras el procedimiento se puede tratar habitualmente mediante la administración de paracetamol o de ibuprofeno.

La ablación endovenosa se puede llevar a cabo para la oclusión de la vena safena y de algunas venas perforantes de calibre grande9. Este procedimiento se aplica con mayor frecuencia sobre la vena safena mayor. Bajo guía ecográfica, el clínico introduce un catéter en el interior de la vena y, después, inyecta una solución de anestesia tumescente alrededor del vaso para eliminar la sensibilidad de la zona, inducir la constricción del vaso y proteger los tejidos adyacentes respecto al calor.

La anestesia tumescente se lleva a cabo mediante la inyección en el tejido de un anestésico local diluido, como lidocaína, para conseguir una anestesia local. La solución inyectada también puede contener otros medicamentos como bicarbonato o adrenalina, para controlar la hemorragia. Se aplican entre 100 y 500ml de la solución analgésica, y la dosis máxima de la solución tumescente viene determinada por los medicamentos que se utilizan y por el peso corporal del paciente. Habitualmente, no es necesario utilizar la dosis máxima3. Una vez que ha finalizado la preparación preoperatoria se lleva a cabo la ablación del vaso al tiempo que se retira lentamente el catéter.

Aspectos relativos al calor

Las 2 modalidades para la cauterización del vaso durante la ablación endovenosa son el tratamiento mediante láser intravenoso (EVLT, endovenous laser treatment) y la ablación mediante radiofrecuencia (RFA, radiofrequency ablation). En la punta del catéter de EVLT hay un láser que aplica calor hasta 450°C. A medida que el catéter es retirado de forma lenta y sostenida, el elevado calor que emite actúa sobre la pared del vaso causando una trombosis. El tiempo total de láser promedio es de 2-4min, en función de la longitud de la vena que está siendo tratada. No es necesario ningún tipo de contacto tisular con la punta del catéter en la que se localiza el láser10.

Los 7cm últimos del catéter de RFA contienen un elemento de calentamiento mediante radiofrecuencia que aplica calor hasta 120°C. Dado que esta temperatura no es muy alta, es necesario que el catéter entre en contacto con la pared del vaso para que el tratamiento sea efectivo. Con el objetivo de garantizar el contacto entre el catéter y la pared de la vena tratada se aplica una presión manual sobre la zona del tratamiento. La vena es tratada a intervalos de 6,5cm y durante períodos de 20 s en cada uno de ellos. El clínico puede tratar 2 veces algunas partes de la vena para conseguir una oclusión apropiada. Tal como ocurre con el EVLT, el tiempo de ablación total promedio es de 2-4 min10.

La RFA y el EVLT son métodos prácticamente idénticos. ¿Cuál de ellos da lugar a resultados mejores? En un estudio reciente se demostraron tasas de oclusión del 95% a los 10 días de la intervención mediante RFA y mediante EVLT10. En otro estudio, las mejoras conseguidas con ambos métodos en los aspectos clínicos y en la calidad de vida eran similares a las 6 semanas de la aplicación del tratamiento11.

En un estudio no publicado y realizado en el UC Davis Vascular Center se obtuvieron resultados similaresi. Este estudio consistió en una encuesta realizada a 25 pacientes tratados mediante RFA y a 23 pacientes tratados mediante EVLT, a todos se les pidió información acerca de su grado de dolor durante la noche siguiente a la realización del procedimiento; los intervenidos mediante EVLT señalaron presentar dolor con una intensidad de 5 en una escala de 0 a 10, mientras que los intervenidos mediante RFA señalaron que su dolor tenía una intensidad de 3 en la misma escala. A las 24h, los pacientes tratados mediante EVLT valoraron su dolor con una intensidad de 4 mientras que los tratados mediante RFA señalaron sentir un dolor de intensidad 2. Entre el 75 y el 80% de los pacientes de ambos grupos presentaron equimosis tras el procedimiento.

La escleroterapia es un método menos invasivo que la RFA y el EVLT, y se puede aplicar para la oclusión de las venas varicosas de calibre pequeño. En la vena se inyecta directamente un compuesto esclerosante, como suero salino hipertónico, polidocanol o tetradecil sulfato sódico, lo que induce su fibrosis. Los clínicos utilizan la dosis menor posible y aplican una compresión para prevenir la extensión del trombo hacia el sistema venoso profundo.

Las venas perforantes e incluso algunas venas safenas de calibre pequeño pueden ser tratadas mediante escleroterapia con espuma. En este caso, el polidocanol o el tetradecil sódico se mezclan formando una espuma esclerosante que mantiene un contacto apropiado con la pared venosa.

Tratamiento tras el procedimiento

El buen resultado del tratamiento depende de la compresión que se aplique después de procedimiento para mantener una oclusión permanente. Las MCG y otras formas de compresión, como los vendajes compresivos elásticos, se pueden aplicar según lo prescrito por el médico, generalmente durante 24h al día (excepto cuando el paciente se ducha), al menos a lo largo de la primera semana tras el procedimiento, cualquiera que sea el que se haya efectuado.

Una vez que se consigue la oclusión de la vena varicosa grande, los demás vasos conectores distales comienzan a ocluirse.

Después, los vasos siguen presentando curación u oclusión durante un período de hasta 1 año.

Tras el tratamiento, el paciente es controlado durante 6-8 semanas hasta que se determina con claridad la forma con la que está progresando el proceso de curación. Las ramas perforantes incompetentes pueden dar lugar a la aparición de reflujo en otras áreas que no estaban conectadas con la vena tratada inicialmente, lo que hace que persista el compromiso del retorno venoso. Con el transcurso del tiempo, en muchos pacientes son necesarios tratamientos múltiples y en localizaciones distintas para controlar los síntomas y mantener un retorno venoso óptimo.

En algunos pacientes pueden ser necesarios los tratamientos continuados durante muchos años, en función de la gravedad de su enfermedad. La obtención de fotografías clínicas antes del primer tratamiento y entre los distintos tratamientos tiene utilidad para que los clínicos puedan evaluar la progresión del proceso.

Complicaciones y tratamiento durante el seguimiento

A los 3-5 días de la ablación endovenosa mediante EVLT o RFA se debe realizar una ecografía dúplex para descartar la aparición de TVP y para comprobar la oclusión de la vena tratada. Las venas se pueden volver a abrir, especialmente si los pacientes no cumplen las recomendaciones relativas al tratamiento de compresión.

La enfermera debe evaluar los signos y los síntomas de la TVP y de otras posibles complicaciones, como la infección de la herida; no obstante, en los distintos estudios de investigación efectuados al respecto se ha demostrado que el riesgo de infección asociado a la ablación endovenosa es bajo, en comparación con la cirugía11. La enfermera debe comparar la extremidad tratada y la no tratada, y valorar la posibilidad de que hayan aparecido edema, dolor, parestesias o alteraciones en la coloración o la temperatura de la piel. Las equimosis no se pueden prevenir y no necesariamente representan una alteración; en algunos casos, no aparecen en absoluto y en los casos peores pueden abarcar una zona de 5-6cm de ancho a lo largo de toda la vena tratada.

La TVP es una complicación que aparece en aproximadamente el 3% de los pacientes intervenidos mediante ligadura o extirpación quirúrgica de las venas.

Tras el procedimiento se observan TVP o extensión del trombo en el 0,7 y el 0,2% de los pacientes tratados mediante RFA y EVLT, respectivamente9. Si se descubre cualquiera de estos problemas después de cualquiera de los procedimientos señalados, se deben prescribir enoxaparina o warfarina, y realizar una ecografía dúplex para vigilar el trombo, que puede mantenerse durante semanas o meses.

La lesión nerviosa puede evolucionar clínicamente en forma de parestesias leves en la extremidad tratada; generalmente tiene una intensidad mínima y experimenta resolución en el transcurso de varios meses.

A pesar del uso de una anestesia tumescente se pueden producir quemaduras en el tejido subdérmico adyacente a la vena tratada. También se puede producir una quemadura cutánea durante el tratamiento mediante ablación endovenosa de una vena safena extremadamente superficial. Esta quemadura da lugar a una pigmentación oscura que se aclara después a lo largo de un período prolongado.

Las áreas tratadas también pueden mostrar aumento de la consistencia y sensibilidad dolorosa a la palpación. Cuando son tratados vasos de calibre grande, como las venas safenas, toda la longitud del vaso puede ser palpada como una fina cuerda bajo la piel. Este problema desaparece con el tiempo.

Puede producirse una tromboflebitis con edema, eritema y sensación de quemazón en los casos en los que es difícil acceder al vaso durante el tratamiento. Las venas de calibre pequeño inyectadas pueden endurecerse o presentar una coloración oscura, pero estos cambios desaparecen a medida que se disuelve el trombo.

La inyección de un compuesto esclerosante puede dar lugar a una pigmentación marrón permanente en la superficie de la piel. Los pacientes que prefieren la escleroterapia por razones de tipo estético debe saber que al final van a sustituir una simple vena varicosa antiestética por una zona de pigmentación cutánea.

Las zonas que rodean a la rodilla o la cadera y que son inyectadas pueden presentar dolor con el movimiento debido a la aparición de un tejido cicatricial duro que comprime diversas partes de estas articulaciones. Esta es la forma de evolución esperada durante el proceso de curación y debe ser conocida por los pacientes.

Consideraciones de enfermería

Las instrucciones relativas al postoperatorio son muy variables en función de cada médico, pero deben estar centradas en la actividad física y en el uso constante del tratamiento mediante compresión. La vena puede no quedar ocluida de forma permanente en los pacientes que no siguen apropiadamente el régimen terapéutico de compresión.

Antes del procedimiento, la enfermera debe comprobar que los pacientes son capaces de colocarse las MCG y que las pueden tolerar durante al menos 5 días. Tiene que informarles que no se va a programar el procedimiento hasta que se comprometan a utilizar de manera constante las MCG durante el prolongado período necesario tras los tratamientos de oclusión y de ablación o extirpación.

Generalmente, los pacientes deben utilizar MCG hasta el muslo o la cintura después del tratamiento de la enfermedad vascular por encima de la rodilla, especialmente si ha sido tratada la vena safena mayor. Las MCG hasta la rodilla tienen utilidad para controlar el reflujo de la vena safena menor, pero pueden ser incómodas si aprietan en zonas sensibles al dolor en el espacio poplíteo.

Los pacientes deben intentar mantener una buena circulación sanguínea tras el procedimiento dando para ello uno o 2 paseos de 30min al día. Los clínicos del UC Davis Vascular Center recomiendan a sus pacientes que eviten durante la semana siguiente al procedimiento la actividad muscular intensa, como la correspondiente a la carrera o al levantamiento de pesos, dado que la tensión generada por ese tipo de actividad física puede dar lugar a una reapertura del vaso. Con el objetivo de prevenir la infección, el paciente debe saber que durante la primera semana tras el procedimiento tiene que evitar la natación y el mantenimiento de la extremidad afectada en el agua.

La enfermera debe poner en conocimiento de sus pacientes que la vena trombosada puede ser dura y dolorosa a la palpación durante un período prolongado, pero que lentamente se va a reblandecer y a desintegrar con el paso del tiempo. A pesar de que la mayor parte de los pacientes experimenta en este sentido un cierto alivio rápido, el resultado final no es instantáneo. La enfermera debe comprobar que el paciente sabe que el proceso de curación correspondiente a cualquiera de sus tratamientos se va a tener que continuar durante un período de 1 año.

Finalmente, la enfermera también debe educar a sus pacientes en el sentido de que las venas varicosas representan un trastorno que persiste durante toda la vida y que puede requerir la aplicación de tratamientos múltiples, aunque en todos los casos el tratamiento se lleva a cabo de manera programada. El paciente puede elegir una estrategia de carácter conservador y mantener únicamente el método de las 3 «E». En casos infrecuentes esta estrategia de las 3 «E» permite por sí misma reparar una vena varicosa con alteraciones de carácter marginal.

Los pacientes que deciden no continuar con el método de las 3 «E» se colocan en una situación de riesgo respecto a la aparición de problemas futuros. La enfermera debe indicar a estos pacientes que si no aplican sobre sus venas un sistema de soporte mediante compresión pueden aparecer úlceras por estasis venosa u otras complicaciones.

Dado que las MCG se acompañan de dificultades extremas para su colocación, la enfermera debe dedicar el tiempo necesario a enseñar a sus pacientes las técnicas y las herramientas que les pueden ayudar en este sentido. En el caso de los pacientes que no pueden utilizar las MCG, la enfermera debe educarles respecto a las distintas opciones de compresión existentes.

Las venas varicosas son susceptibles de tratamiento. Cuanto antes se diagnostican y antes se aplica el método de las 3 «E», mayores posibilidades hay de evitar la progresión de la enfermedad. La enfermera debe poner en conocimiento de sus pacientes toda esta importante información, con el objetivo de ayudarles la conocer y tratar su enfermedad.¿

Kristen Elaine Armstrong es coordinadora de casos clínicos y enfermera de recursos en el Vein Program at the University of California, Davis Vascular Center Clinic, en Sacramento, Calif.

La autora declara no tener conflicto de interés económicos relacionados con este artículo.

Referencia no citada

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El análisis estadístico se llevó a cabo a través del Biostatistics Shared Resource (Director, Laurel Beckett, PhD) del UC Davis Cancer Center, con la ayuda P30CA093373. La encuesta fue aprobada por el comité de revisión institucional.

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