Aunque Avicena ya había descrito casi perfectamente cómo hacer un buen ensayo clínico, y existen algunos ejemplos aislados previos, no fue hasta los años 40 y 50 del siglo pasado cuando el grupo de Archie Cochrane y otros entusiastas, en su afán de transformar la medicina no solo en una ciencia empírica observacional, sino experimental, sentó las bases del ensayo clínico moderno. Pocos años antes, Philip Hench, reumatólogo de la Mayo Clinic, había comenzado a utilizar extractos de hormona suprarrenal en el tratamiento de la artritis reumatoide; en 1950 recibió, junto con Edward Kendall y Tadeus Reichstein, el Premio Nobel. La ausencia de tratamientos eficaces para prácticamente todas las enfermedades crónicas llevó a que rápidamente se probaran los corticoides en muchas enfermedades. Lloyd Witts y Sidney Truelove diseñaron un elegante estudio, inventando un índice de actividad y valorando la cicatrización mucosa con sigmoidoscopia, y aleatorizaron pacientes a recibir hidrocortisona o placebo. La hidrocortisona redujo la mortalidad, aunque al mantenerla aparecían graves efectos adversos. Este estudio, que fue publicado en 3 manuscritos, es todavía un modelo a seguir en el diseño de ensayos clínicos en enfermedad inflamatoria intestinal.
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