En 1932, la colitis ulcerosa ya era una entidad reconocida, y se habían publicado algunos casos que, muy probablemente, correspondían a una enfermedad de Crohn. Sin embargo, la tuberculosis intestinal era mucho más frecuente, y la serie de casos que había recopilado Albert Berg en el Hospital Monte Sinaí de Nueva York, fue sistematizada en una publicación por Burrill Crohn, en la que distinguió claramente la enteritis regional de la tuberculosis intestinal y ya se resaltaban sus principales características clínicas, radiológicas e histológicas. Podemos discutir sobre la oportunidad del epónimo, puesto que la contribución de Berg, Ginzburg y Oppenheimer fue, seguramente, más importante que la del primer firmante. También por la conveniencia de asignar nombres más genéricos a las entidades nosológicas. Perderemos el tiempo. Fuera como fuera, Crohn fue el primer firmante, y se ha quedado con el nombre de la enfermedad. Es un primer ejemplo de la necesidad de colaboración interdisciplinar: solo la conjunción del patólogo, el cirujano y el internista llevaron a reconocer que la entidad era algo diferente. ¿Por qué es recomendable leer el artículo original? Se disfruta, y mucho. Cuanto mejor se conoce la enfermedad de Crohn, más se saborea esta lectura.
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