La trazabilidad
El Ministerio vuelve a incidir en la trazabilidad en su Plan Estratégico, reconociendo implícitamente que el RD 725/2003 no es la mejor solución posible. En efecto, el decreto no aporta ninguna ventaja a la calidad, seguridad y eficacia de los medicamentos; tampoco implica ventaja alguna en caso de alertas o retiradas de producto del mercado y, sin embargo, representa una inversión innecesaria para los mayoristas y, lo que es peor, su puesta en marcha llevaría a una enorme lentitud del proceso de preparación de pedidos y, en consecuencia, fuertes retrasos en las entregas a las farmacias. No hay que olvidar que los números de lote no forman parte del código de barras y los asigna cada laboratorio como mejor le place: sin ninguna característica común que permita la más mínima armonización de procesos y sistemas.
La industria farmacéutica tiene un gran interés en poder controlar la trazabilidad de sus productos y, también, prevenir las crecientes falsificaciones, que se han convertido en una gran amenaza para la salud de los ciudadanos y de los laboratorios productores. Se estima que su valor alcanza ya el 8% del mercado, principalmente en zonas como Asia, África o Rusia. Sin embargo, también se han detectado numerosos casos en Estados Unidos y algunos, más limitados, en Reino Unido. Por ello, los grandes laboratorios y otras grandes empresas, principalmente supermercados como Wal-Mart, están desarrollando la trazabilidad de productos mediante etiquetas provistas de un minúsculo microchip (EPC), prácticamente inapreciable y legible por radiofrecuencia (RFID), que permitirá luchar contra las falsificaciones, prevenir los robos y, en definitiva, controlar la trazabilidad mediante lo que se ha dado en llamar «comercio silencioso». Evidentemente, las ventajas van mucho más allá, ya que gracias a través de estos dispositivos se incrementa sustancialmente la eficiencia en la optimización de stock y la preparación de pedidos, se mejora la productividad o, por nombrar algún logro más impactante, se puede leer el contenido de los carritos de la compra sin sacar de ellos los productos o leer la historia clínica de una persona en cualquier lugar del mundo gracias a un microchip previamente implantado bajo su piel.
Así pues, parece que lo más sensato sería crear una comisión mixta entre Farmaindustria y Fedifar a fin de alcanzar una solución satisfactoria para todos; o mucho mejor aún, estudiar la futura, pero segura adaptación a los sistemas de EPC-RFID, que tendrán un importante coste pero, también, enormes ventajas que permitirán recuperar la inversión mejorando el servicio y la productividad. *