Vivimos una época convulsa para la sociedad en general y para la sanidad en particular. Una época en la que, como farmacéuticos, una de las caras visibles del sistema sanitario, debemos seguir dando lo mejor de nosotros mismos para atender del mejor modo posible a las personas que acuden en busca de consejo o de la medicación prescrita por su médico.
Nuestros clientes son, al igual que nosotros mismos, usuarios del Sistema Nacional de Salud, que con sus años de cotización han sufragado el coste de este sistema sanitario que ahora se tambalea. Ellos son los primeros que han sufrido las consecuencias de unos recortes que merman la calidad de la atención que reciben y que, a mi entender, tienen en buena parte su origen en la mala gestión hecha por algunos responsables sanitarios.
A nuestros clientes, que a menudo tienen enfermedades graves y no son expertos en gestión sanitaria, nadie les consultó sobre la cuota que debían pagar para afiliarse a un sistema de cobertura sanitaria que les permitiese recibir una atención digna cuando la salud les faltase. Así que tienen el derecho constitucional de exigir ser tratados con el esmero y la profesionalidad que se merecen.
Hoy, los vemos indignados, enfadados y asustados. Resulta fácil de entender, porque nosotros también nos sentimos así, no sólo como usuarios del sistema, sino también como proveedores de servicios y prestaciones sanitarias. Estamos indignados porque no nos pagan; enfadados porque nadie nos ha tenido en cuenta y asustados por la incertidumbre de no saber cuánto nos abonarán por las recetas dispensadas y cuándo, o porque ni siquiera sabemos si sobreviviremos a la crisis. Pero debemos actuar con la misma profesionalidad de siempre en deferencia a nuestros clientes.
Nuestra obligación es velar para que clientes, pacientes, familiares o amigos, según sea el caso, tomen la medicación que necesitan, en la dosis y en el momento adecuados. Debemos vigilar para que se sientan, como siempre, arropados por el consejo profesional de quien les atiende tras el mostrador.
Y al mismo tiempo, como empresarios al frente de un negocio gracias al que comemos nosotros y nuestros empleados, tenemos la necesidad de sacar adelante nuestra farmacia, rentabilizando al máximo la relación con nuestros clientes. Para ello, debemos pensar también en todos aquéllos que vienen en busca de consejo cosmético, dietético o fitoterapéutico, y que se sentirán mucho más satisfechos si podemos ofrecerles un amplio catálogo de opciones para escoger.