Hace pocos días vino a la farmacia María, esposa, o mejor dicho, viuda de Paco. Llevaba las manos llenas de bolsas que contenían el resto de los medicamentos y productos sanitarios (bolsas de ostomía, absorbentes para incontinencia urinaria, material de cura, alimentación enteral...) que ya no utilizaría Paco, y los ojos llenos de gratitud.
Todo el equipo de la farmacia salimos a darle el pésame y para todos y cada uno de nosotros tuvo palabras de agradecimiento. Todos hemos vivido el día a día del último tramo de la vida de Paco, más aún, la incertidumbre previa al diagnóstico del mal que le aquejaba: ayudando a María a buscar los absorbentes de incontinencia urinaria que más se adaptaban a las necesidades de su marido, buscando y localizando las bolsas de ostomía con sus accesorios, no siempre fáciles de encontrar, adelantando el tratamiento paliativo con morfina cuando el médico (aunque cueste de creer) se olvidaba o no disponía de las recetas de especial control médico indispensables para poder entregar el medicamento (quebrantando, por tanto, la ley, pero siendo coherentes con la esencia de nuestra profesión) y, sobre todo, acompañándola en las dudas y el dolor. En estas tareas pusimos toda nuestra dedicación y cariño.
El Programa Público de Atención Domiciliara y Equipos de Soporte (PADES) colaboró estrechamente con la familia en los últimos día de la vida de Paco e indudablemente, sin ellos, el proceso hubiera sido más doloroso para él y para los que le querían, pero el agradecimiento que María expresó por nuestro cariño surgía de lo más profundo de su corazón, en un gesto que engrandece y dignifica las relaciones entre las personas, también en el ámbito de la salud.
Así, mientras las Administraciones me ningunean asimilando mi labor a la de un manipulador de mercancías, con todo el respeto para quienes hacen de esta tarea su profesión, mis clientes ven en mí algo muy distinto: un auténtico agente de salud, física y emocional, con quien pueden contar cuando más lo necesitan, una figura realmente útil e imprescindible para la sociedad.
Con este editorial quiero transmitir el agradecimiento de María a todos los farmacéuticos que, como yo, viven a diario experiencias humanas muy duras, ante las cuales nuestra reacción profesional nos da la medida de lo que valemos.
MERCÈ PRATS