Cuando se habla de la vertiente empresarial de la farmacia, se tiende generalmente a magnificar la importancia de las acciones encaminadas a incrementar las ventas, como promociones, descuentos, campañas de temporada, etc.
Actualmente, crece en importancia la implantación de nuevos servicios centrados en el paciente (determinaciones analíticas, toma de la tensión arterial) que conviertan la farmacia en un verdadero espacio de salud, preventiva y curativa, sin olvidarnos de las herramientas ya conocidas, a las que hay que sacarles el mayor partido posible. Entre ellas, encontramos el marketing farmacéutico, que permite potenciar un determinado servicio o producto; la promoción comercial, que acerca el producto al consumidor; la gestión del personal que trabaja en la farmacia reorganizando horarios y labores para aumentar la implicación y, por ende, la productividad de todos y cada uno de los empleados; la revisión de la política de precios en función del precio medio de la competencia, tanto de otros farmacéuticos establecidos en la zona, como la de otros comercios que comparten con la farmacia la venta de determinados productos como la dermocosmética, la alimentación infantil, la dietética, etc.
Es evidente que todas estas acciones han de ser meditadas y planificadas para poder, con el tiempo, saber si hemos acertado o no a través de la medida de los resultados obtenidos.
Pero no menos importante es una buena política de compras, algo a lo que muchos farmacéuticos no le dedicamos el interés necesario ya sea por falta de tiempo, por la necesidad de priorizar otras acciones, por la burocracia que nos come la jornada y la energía o porque, a veces, para entender las facturas de distribuidores y laboratorios farmacéuticos hay que hacer un máster en economía.
Sin embargo quiero desde aquí animaros a que dediquéis el tiempo necesario a revisar facturas, contar descuentos, fechas de pago, etc., porque desde el punto de vista empresarial tan importante es vender mucho como comprar bien.