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Vol. 56.
Páginas 65-76 (Enero - Junio 2017)
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Veneno, secreto y virtud en textos novohispanos de Yucatán
Poison, secret and virtue in colonial Yucatan Texts
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Martín Ramos Díaz
Autor para correspondencia
martinramosdiaz@gmail.com

Autor para correspondencia. Universidad de Quintana Roo, Boulevar Bahía esq. I. Comonfort, Colonia del Bosque, C.P. 77019 Chetumal, Quintana Roo, México. Teléfono: 9831226098.
Departamento de Humanidades, Universidad de Quintana Roo, Chetumal, Quintana Roo, México
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Resumen

Este artículo explora el traslado de narrativas antiguas y medievales de herbolaria, hermética y hagiografía a textos yucatecos de los siglosxvii yxviii. La identificación de libros impresos en el sigloxvi que circularon en la geografía maya —procedentes del viejo mundo— permite cotejar en los textos escritos en el sureste de la Nueva España la continuidad y la bifurcación de narrativas médicas del veneno y remedio; narrativas de revelación de secretos femeninos y astrológicos; narrativas de vidas virtuosas, apariciones y milagros.

El estudio expone en cuatro textos yucatecos del periodo novohispano narrativas procedentes del espacio mediterráneo. Se trata de narrativas complejas que para fines expositivos son reducidas a sustantivos sencillos: veneno, secreto y virtud. Los libros europeos en los conventos de Yucatán y en las pequeñas bibliotecas seculares no desaparecieron con la mudanza de los siglos ni con las inclemencias climáticas del Caribe. Parte del contenido de esos libros antiguos y medievales se trasladó a textos fundacionales de la cultura regional, al origen de la tradición hispánica letrada de Yucatán.

Palabras clave:
Yucatán
Historia de la lectura
Historia cultural
Nueva España
Abstract

The following article explores the transfer of ancient and medieval narratives of herbolaria, hermetica and hagiography to Yucatecan texts of the 17th and 18th centuries. The identification of books printed in the 16th century that circulated in Mayan geography — derived from the old world — allows to check in the texts written in the southeast of New Spain the continuity and bifurcation of medical narratives of poison and remedy; narratives of revelation of feminine and astrological secrets; narratives of virtuous lives, apparitions and miracles.

The study exposes in four Yucatecan texts of the novohispano period narratives coming from the Mediterranean space. These are complex narratives that for expository purposes are reduced to simple nouns: poison, secret and virtue. The European books in the convents of Yucatan and in the small secular libraries did not disappear with the change of the centuries nor with the climatic inclemencies of the Caribbean. Part of the content of these ancient and medieval books moved to foundational texts of regional culture, to the origin of the Hispanic tradition of the Yucatan.

Keywords:
Yucatan
Reading history
Cultural history
New Spain
Texto completo
Introducción

Los expedientes asociados a requisas de libros prohibidos en Nueva España permiten identificar un centenar de estos en poder de clérigos y seglares de Yucatán. Los legajos de Inquisición de libros e impresos fueron publicados por el Archivo General de la Nación (Fernández, 1982, pp. 320-326) desde hace poco más de un siglo. Los estudios regionales de historia cultural han eludido, hasta ahora, cotejar el componente antiguo y medieval en los textos locales a partir del listado de los libros europeos que circularon en la región. Los legajos de Inquisición transcritos por Fernández aún esconden sorpresas, como adelante exponemos.

La identificación de libros europeos en la geografía maya, traídos por religiosos y seglares del sigloxvi, invitan a valorar en los textos yucatecos novohispanos las continuidades y bifurcaciones de narrativas médicas del veneno (mercurio) y del remedio (artemisa), narrativas prohibidas de revelación de secretos femeninos (menstruo) y astrológicos (días propicios), narrativas religiosas de vidas virtuosas, apariciones y milagros (Virgen de Izamal). Las páginas siguientes detallan el traslado de narrativas europeas antiguas y medievales a textos yucatecos del periodo novohispano, particularmente de los siglosxvii yxviii.

El estudio descansa en el análisis de textos de herbolaria y de literatura religiosa usados y leídos en el Yucatán previo a la Guerra de Castas (1847). Se estudia el Libro de medicinas muy seguro y el Quaderno de medicinas1, El libro del judío2 y el Devocionario de nuestra señora de Izamal3. Los resultados de la indagación del componente antiguo y medieval encontrado en los textos yucatecos se expone en tres apartados, tres narrativas del espacio mediterráneo que llamaremos: a) veneno, b) secreto y c) virtud.

VENENO. A partir del vocabulario usado para plantas, animales, piedras y sustancias se precisan las deudas del Libro de medicinas muy seguro y Quaderno de medicinas con la edición en latín del Dioscórides4, un antiguo tratado griego traducido en algunos capítulos del latín al maya por un fraile franciscano del sigloxvii que evangelizó en las aldeas mayas de Yucatán. El sencillo ejercicio de comparar el vocabulario de ambas farmacopeas hace suponer que los autores de El libro del judío, del Libro de medicinas muy seguro y del Quaderno de medicina de las yerbas de la provincia conocieron los capítulos traducidos de fray Bernardino de Valladolid o tuvieron a la vista un ejemplar de la versión en castellano del Dioscórides.

Ambas farmacopeas, la europea y la maya, comparten al menos medio centenar de vocablos, entre nombre de plantas, piedras, animales, frutos, metales y sustancias. Bajo el encabezado de Veneno se da seguimiento a un grupo de plantas, piedras, frutos y sustancias repetidos en ambas farmacopeas. El análisis se circunscribe a una oncena de sustantivos con atributos medicinales que corrobora la conexión entre la herbolaria yucateca y la farmacología del Dioscórides.

SECRETO. El segundo grupo de textos analizados señala la continuidad conceptual asociada al menstruo femenino del De secretis mulierum5, un tomo medieval de literatura secretista, con numerosas recetas de El libro del judío. Fray Bartolomé de Arenas figura en 1586 como propietario en Mérida del libro De secretis mulierum: varios ejemplares de ese tomo medieval debieron circular en la Nueva España, porque durante la misma época los comisarios de la Inquisición registraron otro ejemplar en Guadalajara6.

Después del estudio sobre la herencia medieval de México realizado por Weckmann (1994) no debería sorprendernos que las narrativas del Yucatán novohispano estén impregnadas con los términos, enfoques y creencias de los libros que los viajantes trajeron entre su matalotaje a la región maya. En una época en donde magia y ciencia comparten las páginas de un mismo libro es fácil encontrar la asociación de malestares femeninos con el influjo de los astros. En este sentido, son también continuidad medieval del De secretis mulierum el vocabulario astrológico de los almanaques de Yucatán: cotéjese la descripción de la posición de los astros al inicio de cada mes y los consejos de agricultura y ganadería basados en el movimiento de la estrella solar que figuran en los populares calendarios de Espinosa, impresos en Mérida en el sigloxix7.

VIRTUD. El tercer apartado evalúa un libro de vidas virtuosas como probable fuente de la literatura hierofánica del Yucatán del sigloxvii, como posible antecedente de la narrativa aparicionista de fray Bernardo de Lizana, evangelizador en la provincia. Se trata del compendio conocido como Gesta Romanorum8. Gesta Romanorum es el ejemplo de las vidas virtuosas de las que se alimenta el Devocionario de nuestra señora de Izamal. Lectura de predicadores, los relatos de la medieval Gesta Romanorum fueron muy apreciados como recurso de evangelización. Y también de seducción meramente narrativa puesto que el seglar Antonio Arroyo, vecino de Mérida, figura en 1586 como propietario de un volumen de Gesta Romanorum.

El primer texto medieval al que remite el Devocionario de nuestra señora de Izamal de Lizana es el de Gonzalo de Berceo, Milagros de nuestra señora9. Sin duda Lizana conoció el texto de Berceo, lectura usual entre franciscanos y dominicos. Infortunadamente no pudimos localizar algún registro del libro de Berceo en el Yucatán novohispano. Probablemente Gesta Romanorum es el libro fuente de la escritura de Lizana en tanto que es fuente de la literatura hierofánica novohispana. El franciscano Lizana llegó muy joven a Yucatán y en lo sucesivo su formación intelectual dependió de los libros conventuales existentes en el lugar.

Imperceptibles para el lector contemporáneo, veneno, secreto y virtud permearon las narrativas de los libros novohispanos de Yucatán: el veneno y el remedio explicados en la farmacopea del Dioscórides, el secreto conocimiento medieval de la anatomía y padecimientos femeninos expuesto en De secretis mulierum, la virtud de las vidas narradas en Gesta Romanorum. Triada constante en la historia del libro europeo en la península de Yucatán. Veneno, secreto y virtud transitaron a los libros de Yucatán en el origen de la tradición libresca local, como correlato de la herbolaria y de la religiosidad. La impronta de los libros medievales quedó indeleble en los libros yucatecos del periodo novohispano en un modo que hoy escapa a la contemporánea percepción de la cultura local.

Los estudios enfocados en la imprenta y en el libro europeo de los siglosxv yxvi son un espléndido cimiento para las historias regionales que buscan recuperar el pasado del libro y de la lectura10. El paso siguiente, inspirado en el estudio de Luis Weckmann (1994), es encontrar los casos específicos en los que los libros europeos traídos al sureste de la Nueva España se transformaron en narrativas vernáculas, en libros de Yucatán. ¿Cómo llegaron a tierras mayas en el sigloxvi dos compendios medievales y un antiguo tratado griego de farmacología? En otro lugar hemos narrado cómo un libro medieval de oraciones llegó a Yucatán de manera inusual, antes que las primeras naves españolas de exploración: adelantado de la espada y del evangelio11. Jerónimo de Aguilar, un náufrago español, introdujo el primer libro europeo de oraciones por casi una década entre las aldeas mayas. El extraviado diácono español conservó su libro hasta que Hernán Cortés lo rescató en Cozumel y lo incorporó como traductor en la expedición que fue el inicio de la Nueva España.

Los libros fueron objetos comunes en el equipaje de clérigos y seglares. Los volúmenes que reúnen el conocimiento colectivo a lo largo de centurias terminan por ser anónimos. Atraviesan lo mismo las décadas de las centurias y las leguas de los océanos que separan a los continentes para convertirse en libros de todos, en textos sin autor. Ahora sabemos que Alberto Magno, el maestro de Tomás de Aquino, no fue el autor del De secretis mulierum, como se suponía. Las descripciones anatómicas y esotéricas del De secretis mulierum y los relatos hagiográficos que hacen apología de la vida virtuosa en Gesta Romanorum fueron recogidas en diferentes siglos y lugares, como los venenos y los remedios de la farmacopea del Dioscórides. Los compendios antiguos y medievales terminaron por ir más allá de su extensión original y en ocasiones se alejaron del tema que los originó: Gesta Romanorum tiene poca relación con los hechos de los romanos. Quizá por eso no distinguimos con facilidad la herencia antigua y medieval cuando exploramos la narrativa médica, astronómica, hierofánica y herbolaria de los libros novohispanos de Yucatán.

Veneno

Un breve cotejo del vocabulario del Dioscórides y los sustantivos que se repiten en las fuentes herbolarias yucatecas de los siglosxvii yxviii muestra la influencia sobre la herbolaria local de aquel compendio griego de medicinas y venenos. Cuando se valora la herbolaria del mundo maya novohispano es preciso recordar la relevancia del Dioscórides: entre 1648 y 1652 un fraile franciscano de nombre Bernardino de Valladolid, avecindado en Yucatán, tradujo al maya varios capítulos del libro de Dioscórides Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos. Del fraile y de la traducción al maya del Dioscórides sabemos casi nada: el religioso murió en alguna aldea de la región antes de que el sigloxvii terminara y el texto en maya del Dioscórides se perdió. El único que vio la traducción al maya fue Diego López de Cogolludo, otro religioso franciscano que conoció a fray Bernardino. López de Cogolludo tuvo a la vista algunos capítulos traducidos por Bernardino: estaban acompañados con ilustraciones de las plantas y con el nombre correspondiente en latín, castellano y maya12.

En la farmacopea maya tienen presencia dominante y obvia las sustancias regionales. Las citas a libros de médicos novohispanos notadas por Gubler13 son identificables por los pasajes de Farfán, López de Hinojosa y Esteyneffer. Pero artemisa y llantén son dos ejemplos de plantas cuyo uso médico en la herbolaria yucateca de los siglosxvii yxviii evoca el tránsito de hojas, raíces y semillas en su invisible viaje de Europa a tierras mayas. Los padecimientos que atiende la infusión de artemisa permiten asomarse a las universales preocupaciones de la salud asociadas a la reproducción humana, a las vicisitudes del parto y a los sufrimientos propios de la anatomía femenina: no es extraño que la artemisa tenga un equivalente en el trópico maya, el hauayche. Por su parte, la yerba llantén y sus extendidas virtudes para afrontar distintos padecimientos —como detener hemorragias, cicatrizar heridas profundas, disminuir el dolor de oídos, de cabeza, de ojos, de dientes, curar mordeduras de perro, sanar quemaduras— recuerda el desamparo del género humano en un mundo pretérito, hostil y lúgubre en donde una herida que no cicatrizaba, una encía sangrante mal atendida, un furúnculo que crecía hasta convertirse en tumor sellaban la diferencia entre la vida y la muerte. Ambas plantas, artemisa y llantén, se trasladan a la herbolaria de Yucatán con distinta suerte: la farmacopea local extiende los usos curativos de la artemisa y disminuye los del llantén, como se verá a continuación.

El cocimiento de hojas de artemisa, prescrito para el parto, las irregularidades del menstruo y la inflamación de genitales, tiene en el hauayche del mundo maya su equivalente. La etnobotánica maya de Roys (1931, p. 243) dedica un fragmento al hauayche como artemisa de Yucatán. Dioscórides informa que la artemisa crece en sitios costeros y la infusión de la planta es «vital á las mujeres para atraher el menstruo, las pares, y el parto» (Dioscórides, 1999, p. 345). La anotación etimológica del doctor Laguna, traductor al castellano de Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, no podía ser más oportuna: «Artemisa, de Artemus, llamada por otro nombre Diana. Porque como aquella diosa socorría a las mujeres en el parto, ni más ni menos ella suele siempre ayudarlas» (Dioscórides, 1999, p. 346). En la herbolaria de Yucatán la artemisa bifurca sus virtudes: esa planta se convierte en remedio para el cansancio y bálsamo para la melancolía, en sustancia para urticaria y en antídoto para veneno.

El hauay, sin la partícula «che», es referido en El libro del judío como «Artemisa de Castilla» (véase receta 345) y descrito como yerba de pequeñas flores blancas. El libro de medicinas muy seguro no deja duda: «Para curar la retención de regla ó menstruo de las mugeres cocer muy bien las ojas de la yerba hauayche que es tenida por altamisa»14. En otro párrafo informa: «Para que las mugeres echen las pares detenidas despues del parto […] el hauayche altamissa molidas las ojas»15. El Quaderno de medicinas dice, en recetas en que se apartan del Dioscórides: «Para concebir la muger. Pon artemisa caliente en la boca de la madre y que beba el zumo de las hojas tambien»; «Para criatura muerta en el vientre. […] zumo de artemisa bebido cantidad de un huevo». «Para cansancio, artemisa atada a la rodilla, y á el que va a caballo dentro de la camisa»16. Lo mismo afirma El libro del judío: «tiene hojas como las de la margarita, de flores blancas y cenicientas por debajo; esta yerba el que la trae consigo en el corazón, da esfuerzo, ánimo y osadía; los polvos de esta yerba bebidos dentro de un poco de vino, quita el cansancio del camino»17. Y si para El libro del judío la artemisa se recomienda para curar urticaria en infantes (receta 108) y posee «otras virtudes curativas que recibe de una estrella que los astrónomos llaman el Sol»18, para el Quaderno de medicinas el zumo de artemisas es lombricida.

Los amplios usos medicinales del llantén descritos en el Dioscórides (1999, pp. 208-209) corresponden a la frecuencia con la que el llantén se nombra en las Fuentes herbolarias (2010): «Para bomitos de sangre» (p. 42), «Para disenteria de sangre» (p. 43), «Para fluxo de sangre, común» (p. 45), «Para fluxo de sangre que ahoga» (p. 45), «Para curar fluxo de sangre del vientre» (p. 46), «Para fluxo de sangre que proviene de heridas» (p. 47), «Para todo género de llagas» (p. 75), «Para curar carbunclos» (pp. 82-83, 137), «Para curar escaldaduras de las partes bajas» (pp. 88-90), «Ayuda confortativa» (pp. 125), «Para quaxarones de sangre» (pp. 141), «Para cámaras» (p. 142), «Para cámaras de sangre con sed» (p. 144), «Para cabeza dolorida» (p. 145), «Para lombrices» (p. 159).

De las hojas de llantén Dioscórides escribe que son vitales para curar llagas rebeldes que no quieren cicatrizar, supurantes, afines con la lepra. Lo mismo para llagas antiguas y profundas. Detienen hemorragias de sangre y padecimientos cutáneos que se extienden por el cuerpo. Aplicadas con sal, las hojas de llantén son útiles a las mordeduras de perro, a las inflamaciones y a las quemaduras por fuego. Cocida con sal y vinagre sirven para disentería y otros males del estómago. Cocidas con lentejas se comen como acelgas para la hidropesía, el asma y la gota. El zumo de las hojas arregla las llagas de la boca si a menudo se enjuaga con esa sustancia; mezclado con «tierra Cimolia, o con aluayalde» sana el fuego de San Antón; auxilia en el dolor de ojos y oídos; sana encías sangrantes; «metese en las naturas de las mugeres con vn poco de lana, contra soffocacion de la madre y contra los fluxos de aquellas partes». Su raíz cocida disminuye el dolor de dientes. Hoja y raíz deshechas en vino sirven para las llagas de la «vexiga y de los riñones». Y hay quien se ata al cuello las raíces contra los «lamparones»19.

El pedernal, la cal, el polvo de coral, la ceniza o cualquier piedra limpia sirven para los remedios médicos de El libro de medicinas muy seguro y del Quaderno de medicinas. Pero la piedra bezoar y su polvo tienen un sitio que no pasa desapercibido: en la herbolaria de Yucatán esa piedra cura la melancolía si se lleva consigo, pegada a la piel. El polvo de piedra bezoar, mezclado en vino, remedia el pasmo; diluido en agua caliente, quita las viruelas; molido muy bien en atole, sana el resfriado y el dolor de yjada. Y es antídoto, en caso de envenenamiento por comida20. Incursionar en las propiedades de piedras, polvos y su uso médico en la herbolaria yucateca de los siglosxvii yxviii, circunscrito en el ejemplo de la piedra bezoar, puede conducir tanto a la antigüedad más remota de la medicina de tierra y piedra —un viaje de Galeno a una isla donde fabricaban curativas pastillas de arcilla21— como al esplendor del comercio árabe y al trasiego de la piedra bezoar, con sus fantásticas propiedades contra todo veneno, por las rutas de ignotos desiertos del viejo continente. Adentrarse en esa piedra es ingresar a la seducción curativa, trasladada a Yucatán, del bezoar atesorada en el estómago de los venados y en el buche de las iguanas.

En su recorrido por las propiedades de vinos y metales del libro quinto de Dioscórides, el doctor Laguna agrega una anotación: los árabes refieren una suerte de piedra llamada «bezahar», «la qual celebran por admirable, contra todo género de veneno, contra las mordeduras de fieras emponzoñadas […] contra la pestilentia»22. Agrega sus dudas sobre el color y la forma de la piedra, «ruvio color, lisa y muy reluciente»23. El erudito médico español del sigloxvi anotó sobre el Dioscórides que esa descripción correspondía más al bolo armeno legítimo, amarillo y muy lustroso, descrito por Galeno después de que un hombre le presentó lo que llamaba piedra de Armenia y no tierra. El doctor Laguna concluye su comentario así: «La Bezahar que agora trahen de Levante los Portugueses, tiene el color olivastro, y como de verengena: y toda en si es escamosa, quiero dezir compuesta de varias costras, como cascaras de bellotas, las quales vienen unas sobre otras: empero la primera dellas es muy lisa y lustrosa. Dizese que se halla esta piedra en el vientre de cierta cabra salvage. Mas venga de do viniere, que la virtud es admirable contra todo veneno, contra la gota coral, y contra la pestilencia. Dado a bever el vino en que hoviere hervido: deshaze la piedra de la vexiga y de los riñones»24.

En las fuentes herbolarias de Yucatán se menciona frutos y semillas, locales y foráneos: anona, caña, cacao, dátil, durazno, higo, huaya, guayaba, limón, naranja, mamey, melón, membrillo, papaya, pasas, plátano. Dioscórides dedica un capítulo a la caña (Dioscórides, 1999, p. 70), a los duraznos y membrillos (Dioscórides, 1999, pp. 101-107) y a los higos (Dioscórides, 1999, pp. 118-120). El escaso uso de metales en la farmacopea regional —cobre, plomo, bronce y oro— contrasta con los extensos capítulos que Dioscórides dedica al cobre y plomo (Dioscórides, 1999, pp. 528-530, 532-533). No sucede lo mismo con sustancias como la pez líquida, el agua de gourdon o el agua de solimán que se mencionan continuamente en los remedios de los cuadernos yucatecos de medicina de los siglosxvii yxviii. Como se puede notar, la lista de voces repetidas es variada. Múltiples nombres del Dioscórides figuran en alguna receta de los cuadernos de herbolaria yucateca de los siglosxvii yxviii. Por lo pronto, la comparación de vocabularios en la farmacopea del compendio griego y de los compendios yucatecos arroja un porcentaje de similitud que merece ser estudiado: la muestra es una importante señal de la fusión del Dioscórides en la narrativa médica y farmacológica del Yucatán colonial.

Secreto

Si la «encomienda» fue una institución medieval que se vigorizó en la Nueva España, y la figura del «adelantado» también, ¿por qué no sucedería lo mismo con los conceptos de los padecimientos femeninos y los contenidos astrológicos de los libros medievales que llegaron a Yucatán? Los asuntos de la salud de la mujer, particularmente los asociados al menstruo y a la reproducción, ocupan un espacio notorio en El libro del judío25. En general, la narrativa de los trastornos de la salud femenina y la manera de atenderlos, según se coteja en las fuentes herbolarias yucatecas de los siglosxvii yxviii, son deudores conceptuales del De secretis mulierum. Con el término «mal de madre» se puede explorar la conexión del De secretis mulierum y el Libro del judío. El «mal de madre», histeria en términos contemporáneos, tiene su origen en la matriz para los tratadistas antiguos y medievales. En la tragicomedia de Calisto y Melibea, obra literaria del sigloxv, Calisto expresa con ordinariez: «para el mal de madre, meterle al padre». En el yucateco Libro del judío, el «payche», una yerba de olor desagradable, conocida en las comunidades como «zorrillo», sirve para el padecimiento femenino, «su olor quita el mal de madre» (receta 391). Un arbusto identificado por sus atractivas flores, «paraíso», auxilia también en ese trance: la infusión de sus hojas «tomado en pequeñas dosis, es bueno para curar el histérico de las mujeres» (receta 403). Cerca de las playas crece una planta que los venados comen mucho, bulceh se la nombra, «el cocimiento es bueno para curar el mal de madre», dice otra receta de El libro del judío.

Los libros medievales de secretos tomaron nueva popularidad en las colonias de América. Son comunes en los archivos de la Inquisición los casos de practicantes de astrología judiciaria. En la propia metrópoli de la Corona española, Madrid, se lidiaba con mujeres de posición social acomodada que, lectoras de libros medievales de secretos, interpretaban los sueños. Como Lucrecia, una cuñada madrileña del gobernador de Yucatán aficionada a relatar sus sueños26. La literatura española del sigloxvi toma pasajes completos de la naturaleza femenina que se leen en De secretis mulierum. En La Celestina se pueden identificar fragmentos que son espejo de la descripción de la naturaleza femenina expuesta en el compendio medieval de secretos femeninos27. En el caso de Yucatán se puede cotejar que los almanaques regionales, como el Calendario de Espinosa, reiteran narrativas astrológicas expuestas en el De secretis mulierum. Por su parte, el Libro del judío se coloca frente a una narrativa astrológica médica cuando prescribe que una curación debe ser practicada con luna llena, en un día específico de la semana y en una hora determinada de la noche. De esta comparación desprendemos, además de la convicción en la época de la influencia de los astros sobre la enfermedad, la influencia conceptual del De secretis mulierum sobre la narrativa médica del Libro del judío y de la narrativa astrológica del Anuario de Espinosa. El libro de Bernardo de Lizana, Devocionario de nuestra señora de Izamal, es deudor de las vidas virtuosas expuestas en Gesta Romanorum. Igualmente, una lectura atenta de El libro de medicinas muy seguro y del Quaderno de medicinas evidencia sus préstamos del Dioscórides.

Los cuadernos de herbolaria de Yucatán reflejan las preocupaciones sanitarias más comunes de la época y, naturalmente, despliegan nociones prehispánicas sobre la salud y la enfermedad. Pero también reproducen nociones mágico-medievales en el preparado y en los ritos de aplicación en algunas recetas. El mal de ojo y las propiedades curativas del agua de soliman figuran en el Libro del judío. Aunque parece que atienden a circunstancias regionales, estos elementos provienen de narrativa medieval. El mal de ojo, una enfermedad exclusiva de los niños de pecho, se origina en personas con «mucho fluido magnético», según se describe en el Libro del judío. Estas personas al ver a los niños se prendan de su hermosura y desean abrazarlos, pero como la intención es hecha con toda la fuerza de su pensamiento, «su influencia magnética choca sobre el tierno organismo del niño». La cura incluye bañar al niño en una agua preparada con distintas yerbas, dibujar una cruz de añil en la frente, pecho, nuca, ombligo y mitad de la espalda (las cruces son para prevenirlo de nuevos malos fluidos), así como pedir a la persona que le hizo el «ojo» que un viernes al mediodía abrace y acaricie al niño estampándole cuatro besos en forma de cruz, sobre la frente, la barba y en ambas mejillas (receta 511). Originada en el Oriente, la noción de hacer mal con la mirada, el mal de ojo, es mencionado desde la Edad Media por la literatura médica, «estas concepciones fueron traídas a Iberoamérica donde se popularizaron»28.

Para el Libro del judío, el Icaban, una yerba de media vara de altura, con hojas como las del chile y de flores blancas y menudas, «tiene la misma propiedad curativa que el solimán» y «un secreto terrible que consiste en que haciendo una almohada de sus hojas secas, la persona que la usa durante treinta días, se le presentará una locura incurable» (receta 191). El jugo de la corteza del árbol Jabilla, también conocido como solimán Che, se cataloga como «un poderoso auxiliar para curar la lepra y la elefantíasis», ingiriendo una cucharada cafetera dos veces al día. La tropicalización en Yucatán del solimán, muriate de mercurio dulce, llama la atención porque en la herbolaria local deja de ser un derivado de elemento inorgánico, el mercurio, para transformarse en una yerba y en una corteza de árbol prescritas para lepra en el Libro del judío (véase recetas 415, 455) y para el cáncer en el Quaderno de medicinas de las yerbas de la provincia (2010, p.135-136).En el sigloxvi, en los comentarios a su traducción castellana del Dioscórides, el doctor Andrés Laguna recapitula los efectos tóxicos del mercurio en humanos e informa sobre el modo de preparar la peligrosa sustancia conocida como solimán en Castilla y como argentum viuum sublimatum en lengua Latina (1999, p. 542). El uso medicinal de los derivados del mercurio es el inicio de la medicina química, los historiadores señalan a la Summa perfectionis, un tratado de alquimia del sigloviii, como el texto que ofrece la primera prescripción conocida de esta sustancia29.

Con el bezoar, un mágico antídoto para cualquier veneno en la imaginería medieval, sucedió algo semejante al adaptarse a Yucatán. La piedra bezoar, extraída de las entrañas de la fauna local —de venados y de algunas iguanas—, se convirtió en remedio de una amplia variedad de males: para curar melancolía30, pasmo31, llagas32, viruelas33, resfriado34, mal de orina35 y, por supuesto, envenenamiento por alimentos36. El mal de ojo, incluido con frecuencia en el amplio expediente de la hechicería, las propiedades curativas del agua de solimán y del agua de Gourdon (que también figura en el Libro del judío), así como el bezoar y sus múltiples aplicaciones, todo ello procede de los compendios medievales y transitaron a la narrativa médica del Yucatán novohispano. Los libros yucatecos de herbolaria regional de los siglosxvii yxviii son de distintos modos continuidad y bifurcación de los libros medievales de conocimientos secretos (de la anatomía femenina, de la reproducción humana, de los antídotos para venenos, de la lectura de los astros) similares a De secretis mulierum.

Virtud

El Devocionario de nuestra señora de Izamal, escrito en Yucatán en el sigloxvii por el franciscano Bernardo de Lizana, procede de una tradición narrativa medieval, de tintes tanto hierofánicos como hagiográficos visibles en el compendio Gesta Romanorum. La narrativa de los milagros de la Virgen de Izamal deriva de las lecturas del franciscano de los Flos sanctorum, vidas de santos, como de los Fructus santorum, ejemplos de santos. De comentadores bíblicos proscritos, como Antonio Rampelogis y Nicolas Hanapi; de místicos prohibidos, como Luis de Granada, Bernabé de Palma y Luis de Bonilla. Las lecturas a las que estuvo expuesto el joven Lizana en Yucatán colocaron de manera natural a su Devocionario en la corriente de literatura «aparicionista» que fluyó por distintas regiones de la Nueva España37. Gesta Romanorum y los numerosos libros de hagiografía llevados a Yucatán por religiosos y seglares son, nos permitimos sugerir, la sombra que cobijó la escritura del Devocionario de Lizana en alguno de los conventos del trópico maya.

Los estudiosos de Gesta Romanorum, el compendio medieval de relatos que exalta la virtud y reprocha el vicio, distinguen diferentes orígenes del libro. Para unos fue compilada en Inglaterra entre los siglosxiii y elxiv. Para otros el libro es de origen alemán o francés. Como quiera que sea, lo que inició como una antología de relatos sacados de la historia de Roma creció y se transformó en una colección de relatos procedentes de distintas partes de Europa y de Oriente: «Todos ellos están moralizados y dirigidos al uso de los predicadores»38. En la estructura de Gesta Romanorum se enuncia en primer término alguna virtud o vicio y enseguida el relato correspondiente que transmite una lección o una alegoría.

Las apariciones de vírgenes en distintos rumbos de la Nueva España preceden a la literatura hierofánica local. Los libros que describirán los milagros de las imágenes aparecidas son también el mapa de las ciudades importantes de la Nueva España en aquella época, tal como muestra la completa lista de libros virreinales aparicionistas estudiados por Rubial39. Bien podemos decir que la literatura hierofánica yucateca tiene compañía a lo largo y ancho de la Nueva España, donde distintos autores también recogieron en libros regionales la milagrería de una virgen, un santo, una capilla, una cruz o algún otro símbolo cristiano.

Un breve repaso de los acervos librescos que hoy llamaríamos «fondos conventuales del sigloxvi» permite identificar las semillas que germinaron bajo la forma de «invención de prodigios», como llama Rubial al conjunto de textos novohispanos que dan testimonio de los milagros de vírgenes, santos, cruces y capillas40. De los libros hierofánicos y hagiográficos traídos a Yucatán destaca en primer lugar el libro de Antonio de Rampelogis, Figure Biblie. El texto del erudito monje de la orden de los ermitaños de San Agustín se deja ver en la biblioteca de al menos 10 lectores del sureste de la Nueva España al finalizar el sigloxvi: el vicario de Sotuta y el de Chontalpa (Tabasco) poseían un ejemplar cada uno, en los conventos de Maní e Izamal se encontraron otros dos tomos, y seis distintos religiosos de la catedral de Mérida poseían cada cual su Figure Biblie, de acuerdo al comisario de la Inquisición41. Los Flos sanctorum, relatos de vidas de santos, aparecen con cierta frecuencia entre las posesiones de algunos vecinos de Yucatán. Compendios populares que desde la Edad Media sumaban en cada edición hagiografía proveniente de diferentes lugares del Viejo Mundo, su presencia en Mérida no fue extraña. Tanto el Flos sanctorum y sus variaciones, como el Fructus santorum o el Flosculus sacramentorum, formaron parte del extenso listado de libros requisados en Yucatán a finales delxvi. En Mérida Alonso Aguilar y en Valladolid Juan de Raigoza poseían un Flos sanctorum: muy poco sabemos de estos lectores, salvo que Alonso Aguilar fue abuelo de Pedro Sánchez de Aguilar, el autor de Contra idolorum cultores, un libro yucateco del sigloxvii, acaso uno de los más importantes libros criollos de todo ese siglo. En la capital de la provincia, fray Andrés de Clavijo y fray Bartolomé de Ávila, así como el cura de la catedral de Mérida Domingo Barriga, conservaban un ejemplar del Flosculus sacramentorum. Nuevamente, de los lectores nada sabemos, salvo de fray Andrés de Clavijo: fue, dice López de Cogolludo, un franciscano procedente de Andalucía, muy amado por los mayas42.

Además de las compilaciones que exaltan la virtud en las vidas de los santos, se debe considerar la presencia en Yucatán de autores del renacimiento teológico español del sigloxvi. Circularon en la región por lo menos tres autores espirituales: Luis de Granada, Bernabé de Palma y Luis de Bonilla. Los tres figuran en los registros locales de la Inquisición. Dos ejemplares del Libro de la oración y meditación, del místico andaluz fray Luis de Granada, fueron recogidos a Bartolomé Ximénez, vecino de Mérida, y al licenciado Gómez de Bustamante Andrade, teniente del gobernador de la provincia. Un ejemplar de Vía espiritus, donde fray Bernabé de Palma expone sus prácticas de oración y meditación como camino a lo numinoso, fue confiscado a un tal Francisco de Santamaría, religioso de Mérida43. Y en casi todas las poblaciones importantes de la provincia —Campeche, Mérida, Valladolid, Bacalar— fueron recogidos ejemplares del libro de fray Juan de Bonilla, Consuelo y oratorio espiritual. De las variadas y numerosas biblias en el Yucatán del sigloxvi es relevante destacar la edición Virtutum, viciorum, preparada por Nicolás Hanapi. La biblia de los pobres o Biblia Pauperum con los comentarios de Hanapi se imprimió reiteradamente en el sigloxvi. Las posibles influencias sobre Bernardo de Lizana y su Devocionario de nuestra señora de Izamal proceden de ese contexto. En suma, un recorrido por los registros de libros hagiográficos y herofánicos en el Yucatán del sigloxvi identifica las lecturas conventuales y seglares a las que estuvo expuesto Lizana. Libros medievales como Gesta Romanorum cobran nueva relevancia para la tradición libresca local porque están en el origen de la narrativa del Devocionario de nuestra señora de Izamal, el primero y más importante libro de la literatura aparicionista del Yucatán novohispano.

Conclusiones

La medieval narrativa del veneno y el remedio se percibe con nitidez en las fuentes herbolarias de Yucatán. La mordiente agua de mercurio, el agua de solimán, la sustancia considerada como el inicio mismo de la medicina química, curaron o envenenaron a un número indeterminado de personas en el sureste de la Nueva España. En Yucatán las propiedades curativas de la medieval agua de solimán se extendieron al reino vegetal, según se desprende de dos recetas de El libro del judío: «Soliman che jabilla. El árbol explosivo. Los frutos al secarse se abren con estrépito tirando una bebida […]. El jugo de la corteza es un poderoso auxiliar para curar la lepra y la elefantiasis»44. Con la antigua y humilde artemisa, una yerba de pequeñas flores blancas que crece en las costas, sucedió lo mismo: la narrativa del remedio se bifurcó en nuevos atributos para la herbolaria yucateca. Desde la antigüedad griega, el médico Dioscórides dedicó dos capítulos a la descripción y propiedades de la artemisa: la prescribe para atender una amplia variedad de malestares femeninos45. Los problemas del parto, las irregularidades del menstruo, la inflamación de genitales son circunstancia universal y se entiende que las herbolarias de regiones alejadas entre sí (la península de Yucatán y el espacio mediterráneo) tengan equivalentes: el hauayche es la artemisa de Yucatán, dice Roys en su etnobotánica maya (Roys, 1931, p. 243). En efecto, en las fuentes herbolarias yucatecas de los siglosxvii yxviii analizadas en las páginas precedentes se usa indistintamente hauay y artemisa de castilla46. Algunos pasajes son explícitos: «la yerba hauayche que es tenida por altamisa»47. Lo relevante de esa yerba en la narrativa yucateca del remedio son los nuevos atributos curativos: bálsamo para quien está cansado, recurso para curar melancolía, alivio para la comezón de la urticaria en infantes, antídoto contra veneno por alimentos y lombricida. Los remedios preparados con la humilde planta costera, artemisa, para las dolencias del bajo vientre femenino se multiplicaron en la narrativa herbolaria de Yucatán y alcanzaron las dolencias del intangible ámbito de la melancolía y el cansancio: la artemisa curaba cuerpo y el alma, hoy diríamos en un arrebato literario.

Pegada a la piel, la piedra bezoar fue también remedio efectivo contra la melancolía, según las fuentes herbolarias de Yucatán48. La antigua medicina de piedras, tierra y polvo seduce más por los mundos fantásticos que evoca: la literaria zaga de la piedra bezoar en el mundo medieval se extendió a Yucatán. La especie de piedra que los árabes nombraban «bezahar», reputada de ser antídoto contra cualquier veneno, se trasmutó en Yucatán en piedra atesorada en las entrañas de algunos venados y en el buche de iguanas. Ese bezoar regional remediaba el pasmo, quitaba las viruelas, sanaba el resfriado y el dolor de ijada. Y por supuesto, también era antídoto en casos de envenenamiento por comida49. El encuentro preciso de la farmacopea europea con la farmacopea maya puede documentarse en El libro de medicinas muy seguro, en el Quaderno de medicina o en el popular Libro del judío, tan leídos en el Yucatán novohispano. En esas narrativas de la herbolaria local figura con frecuencia el vocabulario de la farmacopea de Dioscórides: la traducción al maya de varias secciones del Dioscórides, a mediados del sigloxvii, explica la presencia de la herbolaria del viejo continente en los posteriores libros de remedios médicos de Yucatán. El fraile traductor de los capítulos del Dioscórides al maya está al centro de una conmovedora búsqueda de remedios para las epidemias que asolaron a la región Yucatán-Guatemala: la referencia a varios textos medicinales escritos en la localidad durante el periodo novohispano sugiere una preocupación generalizada por la salud. Infortunadamente no todos los libros regionales llegaron al mundo contemporáneo, únicamente los conocemos por referencia de bibliófilos y eruditos: hasta ahora nadie ha encontrado el Diccionario botánico y médico de Yucatán que confeccionó fray Andrés de Avendaño, ni el Florilegio medicinal propio de la provincia de Yucatán que escribió fray Luis Vidales, mencionado por Beristáin (1816, p. 356). Y por supuesto, los capítulos del Dioscórides traducidos al maya tampoco han sido vistos por algún contemporáneo.

La narrativa secretista medieval tiene espléndidos estudios contemporáneos50. Su traslado a los libros de Yucatán de los siglosxvii yxviii puede leerse en la narrativa de recetas, consejos y nociones de mundo que se deslizan en las fuentes herbolarias y almanaques regionales: El libro del judío, por ejemplo, comunica «un secreto terrible» de las hojas secas del icaban: una almohada con la hojarasca de esa yerba, usada por una persona por 30 días, produce una locura incurable. Los ritos para curar mal de ojo incluyen dibujar una cruz de añil en la frente, el pecho, la nuca, el ombligo y la espalda del niño, debe ser en viernes al mediodía y la persona que lo causó estampará cuatro besos en forma de cruz sobre la frente, la barba y las mejillas. En la agricultura los días propicios figuran en almanaques regionales como el de Espinosa. En el femenino entorno de la reproducción humana, la anatomía y los padecimientos del bajo vientre, los conceptos medievales como «mal de madre» figuran reiteradamente en los libros locales analizados, lo mismo que los preconceptos sobre el menstruo y el secretismo alrededor de la biología femenina. El Secretis mulierum proyectó su sombra en la narrativa astrológica, médica y herbolaria local.

El registro de los libros religiosos que hoy llamaríamos «fondos conventuales» de Yucatán en el sigloxvi resulta en una nómina de lecturas a las que estuvo expuesto el joven fraile Bernardo de Lizana y que se reflejan en su libro Devocionario de nuestra señora de Izamal. En la narrativa de este libro yucateco del sigloxvii fluyen con naturalidad los tópicos del medieval tomo de Gesta Romanorum. Las vidas virtuosas, el ejemplo para uso de los evangelizadores, los caminos del misticismo, las discusiones teológicas, transitan con Lizana a la narrativa hierofánica de Yucatán.

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Martín Ramos Díaz. Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma del Estado de México y doctor en Letras por la Universidad Iberoamericana. Es autor de una docena de artículos académicos publicados en revistas indizadas, ha publicado media docena de libros como autor individual y ha colaborado en otros seis como autor de capítulo. Los temas que trabaja se inscriben en tres disciplinas clásicas de las Humanidades: literatura, historia y filosofía. Su último trabajo publicado en Estudios de Historia Novohispana fue «Idólatras y mentores. Escuelas en el Yucatán del sigloxvi» (EHN, vol. 28, 2003, pp. 37-60).

La revisión por pares es responsabilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Se cita en adelante la edición de Gubler: Fuentes herbolarias yucatecas (2010).

Se cita en adelante la edición de Heath: El libro del judío (1979).

Se cita en adelante la edición de Acuña: Lizana (1995).

Se cita en adelante la traducción castellana de Laguna: Dioscórides (1999, facsímil de la edición de 1566).

Se cita en adelante la versión española de Barragán: De secretis mulierum (2012).

Se cita en adelante la versión española de Lozano y de la Torre: Gesta Romanorum (2004).

Se cita en adelante la edición de Baños: Berceo (2014).

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