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Vol. 50.
Páginas 250-256 (Enero - Junio 2014)
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Reseña del libro
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Yovana Celaya Nández
Facultad de Economía-Universidad Nacional Autónoma de México
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Desde un enfoque de historia económica y social, Guillermina del Valle traza una línea de investigación en torno a dos eventos medulares en el primer decenio del siglo xix, la Consolidación de Vales Reales y la aprensión de un virrey novohispano. Pero si bien ambas coyunturas constituyen el punto de partida, no son los límites de la investigación, pues la trayectoria del libro revela un cuidadoso y bien documentado análisis desde la perspectiva económica, institucional y social sustentada en una metodología de redes que supera con mucho el marco temporal de las coyunturas. De tal manera, el lector puede comprender los mecanismos de expansión de la economía novohispana en la segunda mitad del siglo xviii, el papel del Consulado de México, como actor político y económico, la formación de una élite ligada al sector agrícola y al sector mercantil y, por último, el funcionamiento del crédito en la economía novohispana.

Estas múltiples aristas permitieron a la autora ofrecer una nueva lectura de las coyunturas ya señaladas y situar un evento local en el marco de las transformaciones políticas y económicas de la monarquía con sus territorios en América y Asia. Una segunda lectura es la importancia del crédito en la economía novohispana, los complejos mecanismos para su existencia y continuidad y los efectos que la política de Consolidación de Vales tuvo en éste. Otra lectura es la construcción de las redes de negocios de un selecto grupo de comerciantes en la agricultura, el comercio, el control del abasto en la ciudad de México y el crédito. Y por último, la lectura de una institución como el Consulado de México en la complejidad de sus actores y representantes y en las variadas interrelaciones que dejan de lado la visión monolítica del mismo. Lecturas todas presentes en los cuatro capítulos en los que se divide la obra y que muestran que más allá del análisis aislado de la política de Consolidación de Vales Reales y la aprehensión del virrey Iturrigaray, por parte de un grupo de connotados súbditos, ambos eventos deben explicarse a la luz de las finanzas de los actores sujetos a la política de Consolidación y a las redes económicas y de sociabilidad que se afectaron con la primera medida, pero también aquellas que se beneficiarían con la destitución del virrey.

El siglo xviii, además del cambio de casa reinante, representó en términos políticos una nueva relación, a veces más evidente que otras, entre la monarquía y sus territorios incorporados de América y Asia. La segunda mitad del siglo xviii marca el inicio de un nuevo equilibrio de poderes entre ambos espacios con el fortalecimiento de la potestad regia en detrimento de los poderes locales. Las instituciones virreinales de largo alcance político y económico frente a la monarquía, por ejemplo el Consulado de México, debieron sortear las medidas administrativas y económicas que fortalecían el gobierno virreinal: administración de la renta de alcabala, proyectos de comercio libre, fundación de nuevos consulados y una mayor presión fiscal, fueron sólo algunas de las medidas más importantes que afectaron a la corporación. No obstante, el análisis de Guillermina del Valle permite advertir que tales medidas no deben leerse como un proyecto paulatino para debilitar la corporación consular, pues ésta mantiene un papel fundamental como actor político y financiero después de 1780 al fungir como intermediario de donativos y préstamos para el financiamiento del estado de guerra, casi permanente, que la monarquía hispánica enfrentó en los últimos decenios del siglo xviii. Una lectura que se ofrece es que tales políticas formaban parte de un nuevo proyecto –que incorporaba nuevos espacios de negociación entre los reinos y la monarquía– institucional, corporativo y nuevos actores económicos.

Es decir, entre 1780 y 1800 asistimos a un proceso político y económico de tensión constante entre un proyecto monárquico de fortalecimiento de la potestad regia y la necesidad de dicha monarquía de recursos económicos, que estaban en manos de las corporaciones de comerciantes y religiosos quienes controlaban los recursos líquidos de la economía novohispana. En el capítulo uno, la autora analiza la construcción de un sistema de crédito desde los fondos piadosos aportados y administrados por una red cerrada de beneficiarios que controlaban el acceso al crédito en Nueva España. Este capítulo ofrece también un registro cuidadoso de connotados miembros de la élite que controlaban las juntas de gobierno de las principales cofradías en la ciudad de México. Ello permite al lector entender el funcionamiento del crédito desde las redes de sociabilidad y confianza entre los miembros de la élite que aportaban recursos a las cofradías, administraban y demandaban los mismos para la continuidad de sus negocios. Dicha red de crédito fue el principal interés de la monarquía en la ejecución de la política de Consolidación de Vales Reales. Desde mediados del siglo xviii los novohispanos aportaron recursos para el sostenimiento de la guerra mediante donativos y préstamos, pero desde 1790 ambos mecanismos de exacción voluntarios dejaron de ser efectivos y hubo más reticencia por parte de la élite para aportar capitales en el sostenimiento de los sucesivos conflictos en Europa. En estas condiciones, la estrategia de la Corona fue ejecutar una política que reportaría los esperados recursos para sostener la guerra al tomar los capitales que movían las cofradías, capellanías y obras pías del virreinato.

El “secuestro universal”, como le denominó el cabildo eclesiástico de Valladolid, representó un acto violento de acceso a la riqueza de los novohispanos y a los capitales de crédito. La demanda de los recursos líquidos desarticuló la lógica de organización de un sistema de crédito y de la disponibilidad del mismo para los diversos sectores productivos del virreinato. Si bien es cierto que la política fue mantener el préstamo y a la Real Hacienda como el sustento de éste y encargada de saldar a los beneficiarios con un rédito anual de 5%, fue una política coactiva de una monarquía que desde 1790 había dejado de ser un garante confiable en la satisfacción de sus deudas. Por otra parte, los afectados por la política de Consolidación no son vistos por la monarquía como dueños de un capital que debe ser restituido, sino como deudores de una hacienda regia que reclama como propios los capitales que habían sido prestados por otra institución y en otro momento, como ejemplifica el fiscal al virrey, los deudores de capitales píos debían ser tratados como cualquier deudor del fisco. Esto refleja las transformaciones de la monarquía borbónica en la política a seguir con sus súbditos americanos y la demanda, coactiva, de una mayor participación de dichos súbditos en la defensa de la monarquía.

A las variadas respuestas a dicho acto violento, Guillermina del Valle dedica el capítulo dos y desde el análisis de las protestas contra la Consolidación de Vales Reales explica las posiciones, no siempre encontradas, de los sectores económicos. Este capítulo, en mi lectura, resulta esclarecedor en el conocimiento de la élite económica del virreinato y el papel del crédito en empresarios agropecuarios, mercaderes, mineros y otros sectores demandantes del préstamo. Desde el tipo de créditos comprender la queja y oposición a la consolidación del sector agrícola quien demandaba capitales a largo plazo. Por el contrario, los comerciantes buscaban capitales que podían satisfacerse a mediano plazo. Sin embargo, la autora evidencia que desde el crédito no puede hacerse una lectura lineal de dos posiciones, agricultores frente a comerciantes, en su respuesta a la Consolidación. Por el contrario, el análisis de redes le permite demostrar que ambos sectores formaban parte de una intrincada comunidad de intereses en uno u otro sector. Y que si bien es cierto fueron los ligados al sector agrícola los que mayor oposición mostraron a la política de Consolidación, el apoyo explícito o vedado a la aprehensión del virrey Iturrigaray muestra el descontento generalizado de la élite novohispana a los mecanismos de exacción que se ejecutaron por la Consolidación de Vales Reales. Es dicha red la que permite a Guillermina del Valle avanzar en la discusión de una política regia, más allá de la dimensión económica y llamar la atención en los actores conjurados y el papel del virrey Iturrigaray.

Los capítulos tres y cuatro estudian al segundo momento coyuntural de la investigación. En ellos, la autora analiza las tensiones políticas y económicas que se generaron durante la gestión del virrey Iturrigaray. Si bien es cierto la política de Consolidación debía ejecutarse por disposición regia, la falta de tacto político por parte del virrey generó animadversión entre la élite de la ciudad de México. Además de seguir escrupulosamente la orden regia, el virrey ganó más adversarios al intentar controlar el abasto de carne a la ciudad, en el cual Gabriel de Yermo tenía especial interés y por ello fue un personaje clave en la conjura, intervenir en el cobro de derechos a la producción de aguardiente de caña, en la autonomía del Consulado y la reintroducción del comercio neutral. Es un hecho que señalar todos estos eventos como causas de la aprehensión del virrey es reducir el acto a una mera venganza en contra de la autoridad. Por el contrario, la lectura que realiza Guillermina del Valle es el análisis de las tensiones generadas entre el fortalecimiento del poder virreinal frente a los actores locales y las estrategias de éstos para defenderse frente a dicha autoridad. Estas tensiones invitan a reflexionar en torno al papel de los actores locales a la luz del reformismo borbónico y a la capacidad de respuesta, que se reivindica en el marco del fortalecimiento de la potestad regia. El apoyo a los participantes de la conspiración para apresar al virrey de manera pública, como en la Gaceta de México, o en silencio, como fue el caso de mercaderes de alto rango, evidenció los derechos de un reino, como el de Nueva España y sus súbditos, a rechazar las disposiciones regias cuando contravinieran los derechos de los súbditos. Una fórmula presente en el discurso jurídico desde el siglo xvi y marco de referencia en los límites de la potestad regia.

El análisis de Guillermina del Valle muestra que la aprehensión del virrey Iturrigaray, además de un evento de carácter político, puede y debe leerse a la luz de las condiciones económicas del virreinato, de la riqueza de sus capitales –de la que tenía constancia la monarquía– y de la red de negocios que se afectó con la ejecución de Vales Reales. Estas dimensiones invitan a repensar la necesidad de reconstruir el escenario económico y político de los actores participantes en la conjura, sus motivaciones económicas para apresar al virrey; tómese en cuenta que no fue la única vez que un virrey fue atacado y debilitado su autoridad frente a la élite novohispana, pero la conjura en contra de Iturrigaray tuvo relevancia por los efectos de corto y largo alcance en el virreinato y en el contexto de la monarquía. La obra de Guillermina del Valle evidencia, desde la historia económica y social, que 1808 es un año con profundas significaciones en el desarrollo de la monarquía hispánica, pero que también tuvo su especificidad en el virreinato novohispano, resultado de tensiones políticas y económicas entre la demanda de capitales y una élite que llevaba un largo proceso de control de sus recursos en sus actividades productivas y mercantiles.

La obra se inscribe en una renovada discusión historiográfica que, sin negar la dimensión política de la aprensión del virrey y la dimensión económica de la Consolidación, propone una relectura de ambos eventos dando peso a los actores individuales, como Gabriel de Yermo y el virrey Iturrigaray, pero también colectivos, como el Consulado de México y las cofradías, actores vistos en el conjunto del virreinato, en el peso de una élite conformada por negocios, por prácticas de sociabilidad y por lugar de procedencia, pero también en la expansión de la economía novohispana del siglo xviii. Sin embargo, se deberá insistir en los efectos que la Consolidación representó en el crédito, en la disponibilidad de capitales líquidos y en la transferencia de propiedades para los deudores y para las comunidades eclesiásticas que debieron subastar algunos bienes. Guillermina del Valle abre una línea de discusión en torno a los beneficiarios de la venta de propiedades para recuperar el capital líquido, lo que pudo representar ampliar las redes de sociabilidad, que las propiedades quedaran en alguien conocido o, por el contrario, que las redes fueran desarticuladas con la pérdida de propiedades y fue necesario un nuevo proceso de construcción. En una economía donde el crédito y los negocios se sostenían en la capacidad de extender las redes, el debilitamiento del vínculo pudo resultar crucial en la trayectoria de la economía de una familia o de una red. Sin duda, la Consolidación y sus efectos en el crédito novohispano, a la luz de la metodología de redes, nos ayudarán a entender un proceso de largo alcance económico y político en el virreinato y en la monarquía hispánica.

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