La Enfermería, como profesión central en el cuidado de la salud, desempeña un papel fundamental en la garantía de unos cuidados excelentes para las poblaciones. Sin embargo, en la actualidad el déficit de personal, las condiciones laborales, el burnout y la fuga de profesionales al extranjero siguen siendo algunos de los principales problemas que están poniendo en riesgo el óptimo desempeño de este colectivo profesional y, por tanto, el funcionamiento del propio sistema sanitario en nuestro país. La visibilidad mediática 1–3 y el reconocimiento público 4–6 alcanzado en la pandemia parecen haberse diluido. Varios investigadores sentencian que fue una oportunidad perdida en la que las enfermeras no lograron posicionarse en las mesas de decisión política 7–9.
Si las enfermeras quieren contribuir a revertir la situación y promover cambios significativos y sostenibles en los sistemas sanitarios, es imprescindible que trasciendan su papel clínico para convertirse en agentes transformativos. El desarrollo y el ejercicio de su competencia política puede contribuir a ello 10.
Si tomamos como base trabajos previos de enfermeras referentes en este campo en España, ya Alberdi 11 definió la competencia política enfermera como: “la capacidad para intervenir en la redacción, desarrollo y gestión de las políticas públicas con el objetivo de cambiar las condiciones que producen inequidad”. Esta definición inicial podría ampliarse incorporando algunos matices como: la suma de conocimientos, habilidades y actitudes que permiten a las enfermeras participar con eficacia en los espacios de decisión donde se debaten y acuerdan cuestiones que afectan directa o indirectamente a los cuidados en salud que la sociedad precisa y de los que las enfermeras son garantes por ser estos cuidados la columna vertebral, la razón de ser su profesión.
La política juega un papel decisivo en la distribución de recursos sanitarios, la regulación de la práctica profesional y la definición de prioridades de salud 10. En el contexto actual, marcado por una creciente demanda de servicios de salud, recursos limitados y desigualdades persistentes, la participación activa de las enfermeras en los procesos de toma de decisiones políticas no es solo deseable, sino una necesidad.
Sin embargo, su participación en la política ha sido históricamente limitada, en parte debido a barreras culturales, estructurales y educativas, como los estereotipos de género 12, la escasa visibilidad de enfermeras líderes 13,14, la fragmentación de la profesión, la sobrecarga laboral o la falta de conocimiento y formación en su rol político 15,16.
A pesar del amplio listado de debilidades mencionadas, la competencia política de las enfermeras es una responsabilidad moral, incluida en los códigos profesionales e informes que regulan y guían esta disciplina 17,18. La propia acción de cuidar convierte a las enfermeras en “guardas” de los derechos de sus pacientes (también conocido como el rol de advocacy). Hay una amplia evidencia que respalda que lo que se decide en los ámbitos políticos o en foros de decisión afecta al desempeño profesional de las enfermeras y al cuidado que reciben sus pacientes 10.
Además, las enfermeras disponen de un conocimiento único sobre las necesidades que tienen los pacientes, las familias y la comunidad 19. Están en contacto directo con ellos, han sido formadas para diagnosticar y proporcionar un cuidado centrado en la persona. Conocen las necesidades que experimentamos los pacientes y saben cómo queremos ser cuidados. Gracias a la relación enfermera-persona cuidada que se establece, las enfermeras conocen en profundidad las necesidades de las personas, mucho más allá de la dolencia física.
Por otra parte, es incuestionable la contribución de las enfermeras en la sostenibilidad del sistema sanitario, actuando como elementos indispensables en la búsqueda de la eficiencia e identificando áreas susceptibles de mejora. Por todo ello, su visión integradora y humanizadora debe estar presente en el diseño de las políticas sanitarias, en los espacios de deliberación y en la toma de decisiones.
Líneas de acciónPara lograr que más enfermeras activen y potencien su competencia política se proponen dos líneas de acción: formación y mayor visibilidad de su capacidad transformativa.
FormaciónPara combatir la falta de formación de las enfermeras en competencia política, se plantea: realizar un benchmarking de la formación impartida en otros países en este campo 15,20 y crear desde ese conocimiento una propuesta adaptada a la realidad cultural del país en el que se quiera ofertar 16,21. En algunas facultades de Enfermería a nivel internacional tales como la de Pensilvania, número 1 en el ranking mundial, o la George Washington, ya se imparten asignaturas centradas en la adquisición de esta competencia. Incluso han creado centros de investigación específicos como el Center for Health Outcomes and Policy Researcher, o el Center for Health Policy and Media Engagement.
La evidencia publicada confirma que la formación en competencia política se refuerza con otras dos competencias: la investigadora y la comunicativa 13,22,23.
La competencia investigadora permite a las enfermeras obtener y poder trabajar con la evidencia más actual para aplicarla en su práctica diaria. Desde ahí, se identifican las oportunidades de mejora, diseñando o participando en investigaciones que ampliarán la ciencia enfermera que fortalecerá los cuidados. No cabe duda: el conocimiento es el mejor ariete para poder influir 10.
Por otra parte, la competencia comunicativa 24,25 posibilita que la evidencia adquirida desde la práctica asistencial, gestora, investigadora o docente llegue a las mentes de quienes deben dictaminar cuáles son las políticas, acciones o decisiones más adecuadas para garantizar el derecho humano a la salud.
Las enfermeras formadas en competencia política saben que solo podrán influir si tienen evidencia y son capaces de transmitirla de manera relevante y atractiva a aquellos que ostentan el poder de decisión 26.
Visibilización de la capacidad trasformativaUnida a la formación es necesario visibilizar casos de éxito que sirvan como referentes e inspiren a otras enfermeras para activar su competencia política, no sólo convirtiéndose en políticas al asumir puestos de responsabilidad, sino incluso desde el ejercicio asistencial que desempeñan 27. Hay que mostrar que no hace falta ser política para activar la competencia política. El empoderamiento que se genera desde el conocimiento disciplinar es un buen aliado y permite que estas enfermeras puedan transformarse en motores de cambio cuando la realidad lo requiera 28.
Por ello, es imprescindible fomentar esa capacidad de influir por parte de enfermeras que lideran líneas de investigación, forman parte de las juntas directivas de entidades asociativas, asesoran en comisiones u ostentar puestos relevantes de dirección en entidades sanitarias públicas o privadas, pero también lo es para las enfermeras asistenciales. Mostrar a las enfermeras las diversas fases 29 y la amplia gama de situaciones y mecanismos a través de los cuáles pueden activar su competencia política 30 puede contribuir a que muchas den un paso al frente.
Cada enfermera puede activar su competencia política al abordar el trabajo diario desde una posición proactiva, capaz de, con evidencia científica, proponer y modificar las directrices establecidas que no sean adecuadas para sus pacientes 10.
Sin embargo, hay que ser conscientes de que potenciar esta competencia de manera individual no es sencillo. La evidencia hallada muestra que el asociacionismo vertebrado correctamente en colegios profesionales, asociaciones de enfermeras, sociedades científicas, facultades, grupos de investigación, equipos de trabajo, sindicatos, etc. son contextos idóneos para desarrollar la competencia política enfermera de manera eficaz 31,32.
Con el objetivo de respaldar el papel político de las enfermeras que ya han dado un paso al frente e inspirar al resto, desde estas líneas se plantea una llamada directa a la acción.
Las enfermeras, siempre que tengan la oportunidad, deben contar, explicar, hacer pedagogía de lo que son y a qué se dedican; de las necesidades que tienen las personas a las que aportan cuidados y de los cambios que precisan los sistemas sanitarios en los que trabajan 33. Deben explicar con eficacia que son la columna vertebral del sistema sanitario que, desde una disciplina propia, lideran el cuidado de las sociedades saludables que queremos construir y deseamos habitar y que sus conocimientos y experiencias deben estar en las mesas en las que se toman las decisiones de salud 34,35.
De la reflexión a la acciónCampañas como Nursing Now han contribuido a fomentar y visibilizar un mayor reconocimiento de las enfermeras como líderes en el diseño y la implementación de políticas sanitarias 36. En países con sistemas sanitarios bien establecidos, las enfermeras ocupan posiciones de liderazgo en organismos sanitarias y gubernamentales y se crear figuras como las chief nurse que confirman cómo la perspectiva enfermera puede influir y mejorar las decisiones políticas. Sin embargo, el desarrollo político y el liderazgo enfermero avanzan de manera desigual en diferentes regiones y contextos. En España, todavía queda mucho por hacer, pero desde una óptica optimista se podría afirmar que se avanza, que no es poco.
La participación política enfermera es una condición indispensable para garantizar unos cuidados de calidad y equitativos. A medida que las demandas del sistema sanitario continúan creciendo, las enfermeras deben asumir su rol como líderes políticos y agentes de cambio. Solo a través de una acción colectiva y estructurada se podrá construir un sistema de salud más justo, eficiente y centrado en las necesidades de las personas.



