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Clínica e Investigación en Ginecología y Obstetricia
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Vol. 32. Núm. 2.
Páginas 39 (Marzo 2005)
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Ya en otras ocasiones se ha dedicado esta página editorial a comentar la problemática de la información médica vertida por los diversos medios de comunicación, casi siempre para acabar manifestando nuestra opinión, creemos que bien fundamentada, de la frecuente valoración negativa de dicha información; por sensacionalista, por sesgada, por incompleta, por alarmista y por tantos otros aspectos escasamente positivos. Traemos hoy el tema a colación, a la vista de la campaña mediática que se ha desencadenado en algunos medios de información sobre el problema de la terapia hormonal sustitutiva y el cáncer de mama.

Que esta problemática ha sido y es motivo de gran preocupación, desde hace años, está fuera de toda duda y queda bien demostrado por la gran cantidad de publicaciones que, desde hace años, aparecen en la literatura médica. Que los resultados de las últimas publicaciones científicas al respecto son preocupantes también parece cierto. Que no se trata de una terapia intrascendente en cuanto a posibles efectos secundarios también es indudable. Que su uso debe ser bien meditado, valorando pros y contras, y que sólo debe administrarse de forma juiciosa, como debe hacerse con cualquier medida terapéutica, parece de toda evidencia.

Sin embargo, ello no es óbice para que se deba condenar las publicaciones y campañas que están «satanizando» el uso de la terapia hormonal sustitutiva con espectaculares afirmaciones, como la más utilizada que advierte que los estrógenos provocan cáncer de mama.

Esto último es un habitual giro semántico, totalmente falso, muy utilizado en la información médica, incluso, a veces, en la que procede de ciertas instituciones médico-sociales.

Al igual que se dice que los estrógenos producen cáncer de mama, se dice que el tabaco produce cáncer de pulmón, lo cual es también falso. En ambos casos, y en muchos más, lo que se produce es un incremento del riesgo de presentar un determinado tipo de cáncer o una determinada afección, lo cual es muy distinto.

Se intuyen, aunque no sean fáciles de demostrar, qué intereses mueven estas campañas, aunque parece desprenderse de su forma de ser presentadas que en ellas no sólo juega el beneficio de los pacientes.

Bueno es que haya información sobre riesgos, pero ya no lo es tanto crear fobias, desorientación y desprestigio, donde lo que debe haber es conocimiento profesional, precaución y buen juicio.

Pero parece ser que, casi siempre, se está menos por la información juiciosa que por la espectacularidad de la noticia.

Lo cierto es que cada vez es más difícil hacer de médico, ya que la «información desinformada» lo mediatiza y cuestiona casi todo, pero también cada vez es más difícil ser paciente, pues la desconfianza y el temor son el fruto de la misma siembra.

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