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Vol. 22. Núm. 6.
Páginas 276-277 (Noviembre - Diciembre 2010)
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Páginas 276-277 (Noviembre - Diciembre 2010)
IN MEMORIAM
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Don Amador
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José A. Gutiérrez Fuentes
Médico Internista, España
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Pensar en Amador Schüller Pérez es evocar el recuerdo de una persona querida. No solo para quien estas líneas escribe, sino para cuantos tuvimos la suerte de conocerle, más aún si además recibimos de él sus enseñanzas como hombre y como médico o compartimos algunos de sus proyectos y el ejercicio de la medicina, la docencia y la investigación.

Teníamos noticia de Don Amador como un notable profesor de medicina y un gran clínico, consideraciones ambas merecidas a través de su trayectoria y desarrollo personal en su Cátedra de Patología y Clínica Médicas de la Facultad de Medicina de Cádiz y la jefatura del Servicio de Medicina Interna del vecino Hospital 12 de Octubre. En ambos sitios dejó imborrable recuerdo y nostalgia por su marcha.

Llegó al Clínico en 1977, asumiendo la Cátedra de Patología y Clínica Médicas y la jefatura de Servicio de Medicina Interna II, así como la dirección de la Escuela Profesional de Enfermedades de Aparato Digestivo de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense.

Pronto tuvimos oportunidad de comprobar la veracidad de la fama que le precedía, y pronto también su interés por aunar la clínica y la docencia con la investigación que se traduciría en la creación de la Unidad de Lípidos y Aterosclerosis del Hospital Clínico San Carlos. En este empeño, resultó pionera su iniciativa de unir a clínicos y bioquímicos procedentes de la Facultad de Química de la UCM. Perseguía con ello introducir un mayor nivel científico en la investigación clínica haciendo trabajar conjuntamente a los que teníamos los pacientes y el conocimiento clínico con aquellos que dominaban las más modernas tecnologías del laboratorio. Fue un preclaro avanzado de lo que hoy sigue siendo un permanente reclamo: el acercamiento de nuestros hospitales a los centros de investigación universitarios, del CSIC o los modernos y superdotados centros nacionales o autonómicos.

Su interés y dedicación al estudio del metabolismo lipídico y de las enfermedades relacionadas con sus alteraciones se tradujo pronto en numerosas aportaciones científicas recogidas en una abundante bibliografía. Otras líneas de investigación a las que prestó especial atención fueron el alcoholismo (su discurso de ingreso en la Real Academia Nacional de Medicina fue sobre «Aspectos metabólicos y clínicos de la hepatopatía alcohólica»), las porfirias y la obesidad.

Nunca nos defraudó. Su entrega a la Medicina Interna, sus conocimientos actualizados y sin límite (dedicaba al estudio muchas horas todos los días), su arte médico, su saber estar ante los pacientes, su maestría enorme hacia los estudiantes de medicina y cuantos integramos su equipo, su autoridad emanada de todo lo anterior y del respeto que todos le profesábamos, convirtieron aquellos años en el Hospital Clínico en fuente inagotable de buena Medicina, de la que beber e impregnarnos los que a su lado ejercimos el arte de ser médicos, más aún, de ser médicos internistas.

Maestro e investigador inagotable, ocupó los más notables cargos dentro de la profesión médica siendo Rector Magnífico de la Universidad Complutense de Madrid y Presidente de la Real Academia Nacional de Medicina. Mereció todo tipo de menciones y honores y aconsejó a las más altas instancias españolas, desde centros de investigación, universidades, ministerios, e inclusive S.M. el Rey, quien le recibió en numerosas ocasiones.

Pero, quizás lo que más tuvo a gala fue ser médico, médico internista. Solo hace unos meses escribía en el prólogo del libro «Medicina Interna. Su función en la educación médica: pasado, presente y futuro», editado por la Cátedra de Educación Médica Fundación Lilly-UCM, lo siguiente: «Habrá de conseguirse de forma definitiva y segura una coordinación efectiva, lo que se entiende por una integración real y práctica de internistas generalistas y especialistas, tanto en las clínicas generales como en las áreas de especialidad. La Medicina Interna deberá permanecer fiel a una visión amplia sin renunciar a la profundidad, yendo desde el cuidado primario de enfermedades no complicadas, hasta la atención continuada de pacientes con enfermedades múltiples, complejas o crónicas».

Con su sabio consejo y el cariño y admiración por quien supo ser tanto en nuestra Medicina sin vanagloriarse nunca de ello, concluyo lo que ha querido ser el humilde pero agradecido testimonio de quien tuvo la suerte inmensa de conocer y compartir a Don Amador. Descanse en paz.

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