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Vol. 74.
Páginas 57-80 (Septiembre - Diciembre 2017)
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LA SOCIEDAD CIVIL RURAL EN UNA FRONTERA MEXICANA NARCOVIOLENTA: ALGUNAS REFLEXIONES INICIALES
Rural civil society in a mexican narco-violent border: some initial reflections
A Sociedade civil rural numa frontera mexicana narcoviolenta: algumas reflexôes iniciais
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Artemisa López León1
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¿Por qué la sociedad civil rural fronteriza de Tamaulipas no se ha organizado para combatir la narcoviolencia que ha afectado severamente las actividades agrícolas en la principal región productora de sorgo-grano en México? Para dar respuesta a esta inquietud, se reflexiona sobre el concepto de sociedad civil, las características de la sociedad civil rural en la región de estudio y tres rasgos socioculturales profundamente arraigados en la frontera: el asociacionismo y el individualismo que son parte constitutiva de la producción agrícola y la ilegalidad que ha sido un elemento primordial para la generalización de la narcoviolencia en la región fronteriza. El análisis se basa en una estrategia metodológica cualitativa, a través de entrevistas a profundidad, focalizadas y semiestructuradas a actores clave vinculados con la dinamización del sistema-producto sorgo en la región.

Palabras clave:
Sociedad civil
agroproductores
asociacionismo
ilegalidad
narcoviolencia
estudios fronterizos
Summary

Why the border rural civil society in Tamaulipas has not been organized to combat the narco-violence that has severely affected agricultural activities in the main producing region of sorghum in Mexico? To answer this concern, the reflection focuses on the concept of civil society, the characteristics of rural civil society in the region under study and three deeply rooted sociocultural traits in the frontier region: associationism and individualism that are constitutive of agricultural production and illegality that has been essential to the spread of narco-violence. The analysis relies on a qualitative methodological strategy; specifically, the information was collected through semi-structured, focused and in-depth interviews that were made to key informants involved in the dynamization of the regional sorghum's product system (cultivation and marketing of the grain).

Keywords:
Civil Society
agricultural producers
associationism
illegality
narcoviolence
border studies
Resumo

Por que a sociedade civil rural fronteiriça de Tamaulipas não tem se organizado para combater a narcoviolência que tem afeitado severamente as atividades agrícolas na principal região produtora do sorgo grano no México? Para dar uma resposta a essa inquietude, vai se reflexionar sobre o conceito da sociedade civil, as caraterísticas da sociedade civil rural na região do estudo e três rasgos socioculturais profundamente arraigados na fronteira: o asociacionusmo e o individualismo que são parte constitutiva da produção agrícola e a ilegalidade que tem sido um elemento primordial para a generalização da narcoviolência na região fronteiriça. O análisis se basa numa estrategia metodológica qualitativa, especificamente, se arrecadou a informação através das entrevistas a profundidade, enfocadas e semiestruturadas para atores chave vinculados com a dinamização do sistema-produto sorgo na região.

Palavras-chave:
Sociedade civil
agroprodutores
asociacionismo
ilegalidade
narcoviolência
estudos fronterizos
Texto completo
Introducción

La narcoviolencia ha trastocado de manera radical la dinámica de trabajo y la cotidianidad de los productores agrícolas, ¿por qué la sociedad civil rural fronteriza de Tamaulipas no se ha organizado para combatirla? Esta inquietud guía la reflexión sobre una grave problemática que no es exclusiva del campo fronterizo pero es relevante analizarla en ese ámbito, porque es la principal zona productora de sorgo en México y este sistemaproducto sorgo se dinamiza regionalmente a través de variadas figuras asociativas.

La tradición organizativa en torno a un relevante producto agrícola presupondría la viabilidad de la acción colectiva de la sociedad civil rural para combatir la narcoviolencia que los afecta de forma severa; así ocurrió en la Tierra Caliente de Michoacán cuando los productores limoneros se constituyeron como autodefensas. En la frontera norte, en específico en el este de la colindancia Tamaulipas–Texas, el narcotráfico, la violencia y la inseguridad asociados a la lucha entre cárteles de la droga se ha enfrentado con estrategias de supervivencia no-colectivas. A ello han contribuido tres tradiciones socioculturales regionales: asociacionismo, individualismo e ilegalidad. Esta inacción colectiva de ninguna manera demerita la existencia de una sociedad civil rural fronteriza, pero ésta se organiza, fundamentalmente, en torno a actividades agroproductivas y no se ha distinguido por la confrontación abierta con el Estado.

Para dar respuesta a la inquietud que origina este análisis, utilizo una metodología cualitativa; la información empírica se basa en una treintena de entrevistas a profundidad, focalizadas y semiestructuradas realizadas entre 2012 y 20151 a ejidatarios y productores privados que siembran en los municipios de Matamoros, Valle Hermoso, Río Bravo, Reynosa y San Fernando,2 a funcionarios municipales y federales y a integrantes de organizaciones vinculadas al sistema-producto sorgo en la región. La reflexión se organiza en tres apartados. En el primero abordo el concepto de sociedad civil rural; después se caracteriza la región de estudio en términos agroproductivos y se tratan el asociacionismo y el individualismo como rasgos socioculturales que dinamizan el agro; finalmente, se examina la ilegalidad como otro rasgo sociocultural que ha contribuido a la narcoviolencia.

La sociedad civil rural: un concepto relevante, debatible y adjetivado

En las últimas décadas del siglo pasado proliferó el interés por la sociedad civil. En América Latina, su descubrimiento nace en la experiencia del miedo de los perseguidos de los regímenes autoritarios, por la búsqueda de protección en un contexto de terrorismo de Estado, y se da en el marco de la transición hacia la democracia y hacia el modelo económico neoliberal. Al “despertar” de la sociedad civil contribuye la propagación de movimientos sociales, el ejercicio de la ciudadanía como estrategia de “los de abajo” y los escritos de Antonio Gramsci –una inspiración para la renovación de la cultura política de las izquierdas y del trabajo académico. La sociedad civil ha emergido y cobrado relevancia por su dicotómica relación con el Estado, aunque nació anclada a las relaciones mercantiles; sociedad, Estado y mercado son esferas constitutivas y condicionantes, relativamente autonómica pero no reducibles una a la otra. Por todo ello, la sociedad civil se constituyó en un objeto y campo de lucha.3

A pesar de la relevancia y el interés por analizar la sociedad civil, hay discrepancia entre los especialistas sobre la propia definición de la sociedad civil y sus características,4 ya que es un concepto de difícil aprehensión y delimitación. El acuerdo generalizado parece limitarse a señalar que la sociedad civil es un actor colectivo que no es homogéneo pero que va más allá de sus organizaciones.5 Por ello, frecuentemente, se identifica a las Organizaciones No Gubernamentales (ong) con la sociedad civil o se utiliza como sinónimo del “tercer sector”.6 En el ámbito rural, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (fao), engloba en la sociedad civil a las ONG, los movimientos sociales y las Organizaciones Basadas en los Miembros (obm)7 pero reconoce que esta clasificación no siempre es clara y, por ello, deben analizarse los casos específicos.8

Los analistas de las “Organizaciones de la Sociedad Civil” (osc) encuentran características comunes: son entidades –distintas al Estado y al mercado– organizadas/institucionalizadas, no lucrativas, autónomas/ separadas de los niveles de gobierno, que realizan trabajo voluntario.9 La relevancia de las OSC en las esferas económica y política, y el tenue deslinde entre sociedad-Estado-mercado, se aprecian en los dos principales discursos sobre el rol social de las OSC. Un discurso resalta la lucha de las OSC por demandas sociales que el gobierno no puede cumplir y considera a las OSC como panacea de los problemas sociales; el otro discurso se enlaza al principio de participación ciudadana para promover la relación sociedad-Estado y se vincula a la gobernabilidad democrática.10

Sumado a ello, en los últimos años se ha originado una tendencia a vincular la sociedad civil al concepto de civilidad –y no al ejercicio de la ciudadanía como lo hace Willem Assies– para subrayar que la sociedad civil no sólo genera valores positivos que contribuyen a la democracia.11 Ante la vaguedad del concepto, la importancia que han dado algunos investigadores a recuperar la noción de civilidad –además de que ninguno de éstos niega la relevancia del análisis de la sociedad civil– en los últimos años, autores como Mark N. Jensen están a favor de abandonar la idea de un marco teórico universal y de definirla bajo un concepto único; más bien, propone que la reflexión sobre la sociedad civil considere lo teórico, empírico e histórico.12

En el caso de México, comparto con Ilán Bizberg13 su apreciación de la sociedad civil como un actor débil que contribuye a que la transición hacia la democracia sea controlada desde arriba, mediante reformas progresivas. Sin embargo, esta apreciación no debe leerse de manera simplista, porque la sociedad civil mexicana empezó a fortalecerse con el surgimiento del movimiento estudiantil de 1968, tuvo un importante robustecimiento a partir del sismo de 198514 y ha contribuido a esas reformas progresivas, como lo demuestra la promulgación de la Ley de Fomento a las actividades realizadas por Organizaciones de la Sociedad Civil en 2004, que resulta de la lucha y la negociación de la sociedad civil.15 Justamente, a través de la nueva figura de las OSC, se han beneficiado algunas comunidades rurales.16

La complejidad analítica que conlleva abordar a la sociedad civil ha contribuido a la escasez de trabajos académicos centrados en su especificidad rural. Sin embargo, a partir de mediados de la década de los noventa del siglo pasado, ha proliferado un particular interés por reflexionar sobre ello.17 Por un lado, en varios estudios se reflexiona sobre la sociedad civil en espacios catalogados como rurales, de tradición no-occidental, en Asia (China, India y Bangladesh) y África (Senegal, Guinea-Bissau, Ghana y Kenia) aunque hay algunos análisis sobre la sociedad civil rural de países como Alemania o Canadá. De estos estudios hay que subrayar que, en varios casos, lo rural se restringe a delimitar lo rural de lo urbano. Por otro lado, investigadores como Michael Traber y Jonathan Fox han abordado la sociedad civil rural en términos conceptuales. Traber reflexiona sobre el sureste de África e invita a prestar atención a los recursos sociales y culturales que tienen las sociedades rurales para generar acción colectiva.18 Desde hace dos décadas, Fox ha analizado la sociedad civil rural; en un primer momento, reflexionó sobre el engrosamiento de la sociedad civil, bajo la perspectiva del capital social y destacó la relevancia de la sociedad civil indígena en México, a partir del movimiento zapatista de 1994.19 En un segundo momento, ha analizado la relevancia de la sociedad civil migrante –con un importante componente rural, particularmente étnico– y su incidencia en la esfera pública de México no sólo a través de sus remesas sino de sus organizaciones; y en Estados Unidos, donde esta sociedad civil ha incrementado su activismo, a través de clubes y organizaciones de migrantes y con su inserción en sindicatos, en el campo y/o la ciudad.20

La sociedad civil, como concepto, ha sido muy relevante para reflexionar en torno a la relación sociedad-Estado, así como para subrayar la diferenciación analítica y la relativa autonomía que existe entre sociedad, Estado y mercado. La importancia de reflexionar la sociedad civil imperante en regiones con importantes actividades productivas agropecuarias, se robustece cuando la dinamización del sector se vincula estrechamente a figuras organizativas, como ocurre en el este de la frontera México-Estados Unidos.

Asociacionismo e individualismo: tradiciones que dinamizan la producción agrícola fronteriza21

Indiscutiblemente, el sector maquilador fronterizo22 es muy relevante como fuente de empleo y para el desarrollo económico regional y del estado de Tamaulipas, sin embargo, también lo es la actividad del campo. Tamaulipas, en 2015, aportó “3.5 por ciento de la producción agrícola nacional, con una producción de un millón 186 mil hectáreas que arrojaron ocho millones de toneladas de productos agrícolas”.23 Es de destacarse la actividad agrícola de la franja fronteriza tamaulipeca en la producción de sorgo-grano que es el principal producto agrícola regional desde los años sesenta del siglo pasado, luego de la crisis del algodón que había sido el producto agrícola líder regional.24 En la actualidad, Tamaulipas no sólo es el principal productor nacional: cinco municipios fronterizos (Matamoros, Valle Hermoso, Río Bravo, Reynosa San Fernando) concentran un tercio de la superficie cosechada así como de la producción en toneladas y en valor en miles de pesos (Figura 1). En algunos ciclos agrícolas, los productores sustituyen el sorgo por el maíz, por lo que se calcula que hay 900 mil hectáreas agroproductivas en esta región.25

Figura 1.

Producción agrícola de sorgo grano en México, ciclo 2014

Fuente: SAGARPA (2014a), “Cierre de la producción agrícola por estado”, base de datos.

(0,55MB).

Aunque la violencia generalizada en Tamaulipas durante el 201026 tuvo consecuencias en el agro, el repunte productivo del sorgo-grano requirió únicamente de dos años (Figura 2). Esto no es fácil de lograr porque se trata de un producto que depende de los mercados internacionales, se cotiza en la Bolsa de Chicago y se maneja a través de la agricultura por contrato. Esta rápida recuperación puede relacionarse con el asociacionismo y el individualismo, dos rasgos socioculturales de la región, en apariencia contradictorios, que se reflejan en la tradición agroproductiva fronteriza

Figura 2.

Superficie sembrada de sorgo grano en Tamaulipas 2005-2014

Fuente: SAGARPA (2014b), “Cierre de la producción agrícola por cultivo”, base de datos.

(0,13MB).

Con respecto al asociacionismo, hay diversas organizaciones de apoyo para la producción y la comercialización del grano –desde la etapa de búsqueda de créditos para sembrar el grano y adquirir maquinaria–, el aseguramiento de la cosecha y la venta del grano; estas organizaciones de apoyo, en muchos casos, se vinculan a otras organizaciones como el Comité Municipal Campesino de Matamoros y la Asociación Agrícola de Matamoros.27

La intervención de asociaciones en la producción y comercialización agrícola es un rasgo productivo de tradición regional. De ello da cuenta el auge algodonero que se vivió de finales del siglo xviii a la década de los sesenta del siglo xix. En esa época, dos organizaciones tuvieron gran relevancia: el Sindicato de Jornaleros y Obreros Industriales y la Asociación Agrícola de Matamoros. El sindicato es el más importante de Matamoros, fue creado en 1932 y se afilió a la Confederación de Trabajadores de México (ctm) en 1935; aunque ya no hay jornaleros agrícolas en el sindicato, se conserva este perfil en su denominación porque fueron un grupo de trabajadores muy importante vinculado a la industria algodonera.28 La Asociación Agrícola de Matamoros, se fundó a inicios de los años sesenta del siglo pasado, en plena decadencia de la producción de algodón en la región y en el paso a la generalización del cultivo del sorgo-grano; esta asociación se mantiene vigente, alberga a más de dos mil productores privados29 y juega un importante rol sociopolítico en materia agrícola.

A pesar de la histórica relevancia organizativa en la agricultura regional, la producción del sorgo-grano es una actividad individualista que considero un rasgo sociocultural regional, por su arraigo y porque marca una diferencia importante con respecto de otras regiones del país donde se vive y se trabaja en el campo. Este rasgo tiene sus bases en la mecanización de la producción y el desapego a la tierra poseída y/o cultivada.

Con respecto a la mecanización del campo, el norte de México y el sur de Estados Unidos, comparten rasgos agrícolas característicos como acceso constante a sistemas de riego, preferencia en cultivos de mayor valor comercial, grandes unidades agrícolas y acceso a nuevas tecnologías asociadas a habilidades directivas.30 Debido a ello, en el lado mexicano del este de la frontera norte, por ejemplo, durante un mismo ciclo agrícola, un agricultor que posee cien hectáreas se apoya en el mayordomo (capataz) que puede ser el mismo tractorista; si la extensión a sembrar lo requiere, contrata a un ayudante. En etapas específicas de la siembra, como el desahije de la planta, o en caso de tierras de riego, se contratan trabajadores temporales; de 40 a 100 si la extensión supera las cien hectáreas; esos trabajadores, generalmente, viven en ejidos o poblados circunvecinos y laboran varios años con un mismo patrón. Los ejidos tienen una dinámica similar pero al poseer menor extensión territorial, se reduce la necesidad de contrataciones temporales.31

En lo referente a la dinámica sociocultural de los productores agrícolas fronterizos, primero, los ejidos tienden a ser absorbidos por las ciudades, como ocurre en Matamoros y Reynosa; en el caso del municipio de Río Bravo, hay una tendencia a conurbarse y dinamizarse con Reynosa; los ejidos que no han sido integrados a esta dinámica, buscan hacerlo a través de la instalación de pequeñas industrias maquiladoras que brinden trabajo a sus pobladores para que no tengan que trasladarse a la zona industrial, pues ello implica recorrer grandes distancias y gastos.32

Segundo, en la región es costumbre que un mismo productor –ya sea ejidatario o productor privado, dueño de grandes predios o una parcela de 10 hectáreassiembre tierras en diversos lugares y ello se debe a su poder adquisitivo o la facilidad para arreglarse “a medias” con el dueño de la tierra. Por ello, un productor puede tener tierra de riego y temporal, ubicada en municipios no colindantes o puede rentar una parcela durante algunos años y después rentar en otro municipio; asimismo, es común que un agricultor trabaje tierras de algún(os) familiar(es) y éstas se pueden ubicar en lugares distintos.

Tercero, no es costumbre vivir en el lugar donde se siembra aunque esta práctica es más común en productores privados que en ejidatarios. Respecto a los ejidatarios, a partir del auge de la industria maquiladora en la frontera hubo un descenso poblacional en los municipios agrícolas, a la par de un incremento de emigrantes hacia las ciudades.33 En cuanto a los productores privados, ya en la época del auge algodonero, era práctica habitual vivir lejos de la tierra cultivada. En este caso hay dos excepciones: los productores privados que habitaban el poblado matamorense de Control –donde se sitúa la infraestructura central del Distrito de riego– y los productores que decidieron construir una casa de descanso.

Aún estos perfiles de excepción han dejado de vivir o visitar el campo por la narcoviolencia, pues con los enfrentamientos entre cárteles se vuelve peligroso estar en lugares apartados, pueden ser objeto de extorsión o cobro de derecho de paso y, según han reportado diversos medios, las zonas rurales de San Fernando, Matamoros y Reynosa han sido encontradas narco-fosas y narco-cocinas.34

Asociacionismo e individualismo, lejos de ser limitantes para el desarrollo agrícola regional, contribuyeron a que, en dos años, repuntara la producción de sorgo que decayó con la generalización de la violencia (véase la Figura 2). El asociacionismo ha sido fundamental para mantener el dinamismo de un cultivo regido por mercados internacionales que responden a la lógica capitalista y a las tendencias globales productivas. El individualismo ha favorecido la prevalencia del sistema productivo porque es la continuidad a una tradición agrícola regional. En una época y un contexto determinados por la narcoviolencia, es muy favorable que la producción dependa de escasa mano de obra y que los dueños de los predios vivan lejos del área de labor.

Ilegalidad: del contrabando a la narcoviolencia en la región sorguera fronteriza

La narcoviolencia en la franja fronteriza difícilmente se comprende mirando el pasado reciente; tiene profundas raíces relacionadas con el comercio ilícito. Para nadie es un secreto que las fronteras favorecen el contrabando y en esta región sorguera ha prevalecido, al menos desde el siglo XVII, cuando se comercializaban productos no autorizados cuya venta contaba con la venia del rey; la propia frontera contribuye al delito puesto que facilita el escape de alguna persecución legal, al facilitar el cruce hacia otro país.35

En el caso de Matamoros, su ubicación estratégica en la frontera MéxicoEstados Unidos “ha promovido históricamente el contrabando de mercancías y con ello la creación de organizaciones delictivas y el desarrollo de la corrupción aduanal”.36 Reynosa, por su parte, tiene una gran importancia “para el comercio al menudeo, que implica masivos cruces fronterizos; es también propicia para bandas criminales que trafican con droga hacia Estados Unidos”.37 La propia dinámica regional fronteriza ha favorecido la ilegalidad, por ejemplo, la cercanía de Valle Hermoso, con Matamoros y Reynosa, “hace de este municipio un espacio con probabilidades de que la presencia del crimen organizado se vuelva más real y al mismo tiempo, de que las instituciones locales de seguridad se vean involucradas activamente o por omisión en las actividades ilegales allí desarrolladas”.38 Estas prácticas también se presentan en Río Bravo y se expresan en el abandono de viviendas aunque no ha podido establecerse –como ha ocurrido en el municipio fronterizo de Camargo– una relación causal entre abandono de vivienda-narcotráfico-violencia-desplazamiento forzado.39 Las consecuencias de la arraigada ilegalidad que, cabe decir, ha favorecido al narcotráfico y la violencia asociada a éste, han sido conocidas mundialmente por sucesos tan dramáticos y lamentables como la masacre de 72 migrantes en San Fernando, en agosto de 2010.40

Lo anterior ha contribuido a que en la región sorguera fronteriza, los productores rurales enfrenten tres problemas relacionados con el narcotráfico y la violencia adyacente: el robo de maquinaria, la invasión de bodegas y el uso de la agricultura para lavado de dinero pero, en ninguno de los casos, se denuncia, por temor a perder la vida. Respecto al robo de maquinaria y la invasión de bodegas los productores han optado por volver a adquirir lo que les robaron y por esperar a que sus bodegas sean desocupadas por la delincuencia organizada. En relación con el lavado de dinero, es difícil saber cómo opera pero los productores se percatan de ello cuando perciben una inversión de capital evidentemente innecesaria o mucho mayor a lo acostumbrado.41

Ningún sector poblacional rural se ha salvado de padecer la narcoviolencia, llámense avecindados, ejidatarios, trabajadores del distrito de riego, productores privados, pobladores del campo, dueños de bodegas o graneros; muchos han sido amenazados, amedrentados, golpeados o secuestrados; otros más han sufrido el robo de implementos agrícolas o la ocupación de sus bodegas y a varios les han cobrado derecho de pase/ piso. La afectación de los productores rurales, por parte de los cárteles de la droga, no es de extrañar en un estado como Tamaulipas, que es zona privilegiada para el cruce de mercancías –por la frontera terrestre hacia Estados Unidos y por mar a otras zonas del mundo–, pues posee una vasta extensión territorial de tipo rural, cuyos caminos y brechas de terracería facilitan el tráfico de lo ilegal, incluidos el tráfico de personas, principalmente migrantes.

Ante esta nueva realidad, las organizaciones agroproductivas no han emprendido alguna acción colectiva contra la violencia porque ha sido prioritario preservar la vida. Los campesinos ejidatarios muestran preocupación por la violencia que les afecta y han buscado el apoyo de las autoridades del Comité Municipal Campesino del Partido Revolucionario Institucional (cmc-pri) pero no han actuado porque, como los propios líderes dicen, “le atoraba cuando no se trataba de muertes, ahora me matan”.42 Entre los usuarios del Distrito de riego también hay preocupación; en alguna ocasión los usuarios plantearon a uno de sus líderes natos su intención de tomar las instalaciones de la Agencia de Servicios a la Comercialización y Desarrollo de Mercados Agropecuarios (aserca), en Reynosa, para exigirle al gobierno federal el adeudo de los apoyos por la cosecha pero el líder en cuestión decidió no apoyarlos porque, al tomar las instalaciones, se exponían a ser atacados por el Ejército o los narcotraficantes y no valía la pena morir por dinero.43 Los productores privados que integran la Asociación Agrícola de Matamoros han planteado sus inquietudes sobre la violencia y la inseguridad, inclusive en las más altas esferas de gobierno, pero están conscientes que eso no garantiza que las autoridades resuelvan el problema.44

Tal ausencia de acción colectiva no debe sorprender porque “a mayor miedo y desconfianza de las personas, menor el potencial para la organización colectiva (…) El miedo lleva a las personas a dotarse de estrategias de protección que empobrecen todavía más la vida colectiva”.45 Así lo demuestra la inacción de las organizaciones de esta región sorguera.

Ese miedo no debe sorprendernos porque “es una reacción de inquietud frente a un peligro, real o imaginario, al que se considera como una amenaza para la estabilidad o sobrevivencia de los sujetos”.46

El miedo real o imaginario, como dice Roberto Briceño-León,47 contribuye a agigantar el fantasma de la violencia y esa es una razón por la cual el temor adquiere las mismas magnitudes en zonas particularmente violentas o en donde la violencia no es tan grave; en ambos casos, se iguala la angustia compartida y eso es fundamental para contribuir a la falta de acción ciudadana para combatir a los narcotraficantes que, con sus acciones violentas, han sembrado el terror en la región sorguera de Tamaulipas, pues hay un fundamento real en el temor de los productores: las narcofosas, las narco-cocinas, la ocupación de bodegas, el cobro de piso, las balaceras y las distintas amenazas que han padecido en carne propia, o sus allegados.

Conclusión

Es indudable que existe una sociedad civil rural, más allá del uso adjetivado del concepto –para diferenciar la acción colectiva que se genera en las urbes–. La frontera norte de Tamaulipas es una región con una fuerte e histórica incidencia de la sociedad civil en el desarrollo de la región, a través de variadas organizaciones que contribuyen a la dinamización agroproductiva. Sin embargo, las organizaciones de la sociedad civil rural, generalmente, no evidencian la dicotomía sociedad-Estado, que ha sido el principal eje de análisis y diferenciación para referirse a la acción de las colectividades de un espacio dado. La tradición organizativa regional fronteriza y los objetivos específicos del asociacionismo rural muestran el entrecruzamiento entre sociedad y mercado, un tenue deslinde que, muchas veces, se desdibuja por la relevancia de la interacción sociedad-Estado.

Una de las principales características de la sociedad civil rural fronteriza es su histórica capacidad organizativa para la producción y comercialización agrícola. Esto ha sido fundamental para que, a pesar de la narcoviolencia, la región mantenga el liderazgo en un sistema-producto que se rige por el mercado internacional y responde a una lógica capitalista. A ello también ha contribuido el individualismo, pues la tecnificación/mecanización del campo y el desapego a la tierra han facilitado la producción, sin que los productores expongan su vida continuamente.

Si bien es cierto que el individualismo no contribuye a la cohesión social, no debe darse por hecho que el individualismo ha sido el principal factor que ayuda a explicar la inacción de la sociedad civil ante los embates de los cárteles de la droga. Más bien, hay que considerar el entrecruzamiento de dos factores fronterizos: la arraigada tradición del comercio de lo ilícito y la narcoviolencia cotidiana que obliga al repliegue de la población de la región. Si se considera lo anterior es entendible que los productores rurales no enfoquen sus esfuerzos autodefensa del territorio porque, por un lado, el comercio de lo ilícito es cotidiano y parte de la realidad fronteriza y, por otro, la violencia asociada al narcotráfico ha sido tan atroz que ha provocado un miedo que paraliza cualquier acción, por simple y llana estrategia de supervivencia.

En la región sorguera fronteriza la violencia aún no ha disminuido porque continúan reconfigurándose las fuerzas de las organizaciones delictivas. Por ello es difícil afirmar que el panorama se mantenga como hasta ahora; tal vez en el mediano o largo plazo la sociedad rural opte por alguna estrategia colectiva para enfrentar la narcoviolencia; o quizá decidan hacer uso de la afianzada estructura organizativa agroproductiva para exigir al Estado que reconsidere la estrategia emprendida para disminuir esa violencia que ha empezado a dejar graves consecuencias: el miedo a la acción.

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Doctora en Ciencias Sociales en el área de Estudios Rurales, investigadora de El Colegio de la Frontera Norte, adscrita al Departamento de Estudios de Administración Pública, en la sede Matamoros. Líneas de investigación: Acción colectiva, participación sociopolítica, políticas públicas.

Las entrevistas fueron realizadas por quien escribe, con excepción de cinco hechas en 2012: Juan Felipe Mayo Carrillo entrevistó a un ejidatario y tractorista de Matamoros y Mirna Chávez Pérez a cuatro pequeños productores privados de Valle Hermoso.

Aunque San Fernando no delimita con los Estados Unidos ni cumple con los parámetros para considerarlo como frontera –ubicarse a un máximo de 100 millas de la franja delimitante–, la interacción entre los cinco municipios y los rasgos socioproductivos compartidos lo hacen parte de la región sorguera fronteriza; véase López León, Artemisa (2014a), “Producción de sorgo y organizaciones agrícolas en el noreste de México”, en Lutz, Bruno y Carlos Chávez Becker (coords.), Acción colectiva y organizaciones rurales en México, UAM-X/Ediciones del Lirio, México, pp. 137-139.

Assies, Willem (2002), “Apuntes sobre la ciudadanía, la sociedad civil y los movimientos sociales”, en Marco Antonio Calderón Mólgora, Willem Assies y Ton Salman (editores), Ciudadanía, cultura política y reforma del estado en América Latina, Colmich/IFE Michoacán, México, pp.147, 152, 156, 158 y 163.

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Alberto J. Olvera, en Somuano, Ma. Fernanda (2011), Sociedad civil organizada y democracia en México, COLMEX, México, p. 22.

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Coinciden en señalar esas características Somuano, Ma. Fernanda (2011), Sociedad civil organizada y democracia en México, COLMEX, México, p. 25; y Loera González, Juan Jaime F. (2008), Las organizaciones de la sociedad civil y la fundación del empresariado chihuahuense, INAH, México, p. 23.

Loera González, Juan Jaime F. (2008), Las organizaciones de la sociedad civil y la fundación del empresariado chihuahuense, INAH, México, pp. 39-40.

Sobre esta interrelación entre sociedad civil y civilidad, pueden consultarse los trabajos de Akman, Ayhan (2012), “Beyond the objectivist conception of civil society: Social actors, civility and self-limitation”, en Political Studies, vol. 60, pp. 321-340; Bayat, Asef (1997), “Un-civil society: The politics of the ‘informal people”’, en Third World Quarterly, vol. 18, n.1, pp. 53-72; Gready, Paul y Simon Robins (2017), “Rethinking civil society and transitional justice: lessons from social movements and ‘new’ civil society”, The International Journal of Human Rights, pp. 3-5; Rucht, Dieter (2011), “Civil society and civility in twentieth-century theorizing”, European Review of Histor-Revue européenne d’histoire, vol. 18, n. 3, pp. 387407.

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López León, Artemisa (2014b), “La sociedad civil matamorense: filantropía y desarrollo en el noreste de México”, ponencia presentada en el Segundo Congreso Internacional de Ciencia Política Sociedad civil y cultura democrática, organizado por la AMECIP, Toluca, Estado de México, septiembre, p. 2.

Godoy Ramos, Ernestina y Rafael Reygadas Robles Gil (1999), “Reforma del Estado y organizaciones civiles”, UAM-A, Alegatos, núm. 42, México, pp. 249-264.

Como ejemplo, véase el realizado en el Estado de México por Hernández Martínez, Juan Antonio, Francisco Herrera Tapia y Cristina Chávez Mejía (2015), “Capacidades, liderazgos y estrategias de gestión de organizaciones de la sociedad civil en zonas rurales”, Contaduría y Administración, Revista Internacional, núm. 60, pp. 817-835.

Información basada en una búsqueda general por bases de datos reconocidas como JSTOR, Springer, Cage, Wiley, Thomson, Sage, Oxford, Taylor & Francis y Cambridge Journals.

Traber, Michael (1995), “The challenge of rural civil society: Response to the paper by Lloyd M. Sachikonye”, Innovation: The European Journal of Social Sciences, European Association for the Advancement of Social Sciences, vol. 8, Issue 4, December, Reino Unido, pp. 413-417.

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La información empírica sobre la dinámica agroproductiva y las características de la región sorguera fronteriza que se menciona en este apartado y el siguiente se basa, principalmente, en las entrevistas cualitativas mencionadas en la introducción del artículo. En los puntos que se considere necesario o pertinente, se citará la fuente concreta.

Chihuahua y Coahuila son los estados que mayor participación tuvieron en la industria maquiladora en el 2000 y cinco ciudades fronterizas se destacan por los elevados porcentajes de participación del empleo en el sector manufacturero: Acuña (54.5%), Nogales (43.7%), Ciudad Juárez (46.3%), Matamoros (39.9%) y Reynosa (36.4%), de acuerdo con Mendoza, Jorge Eduardo (2010), “El mercado laboral en la frontera norte de México: estructura y políticas de empleo”, Estudios Fronterizos, UABC, vol. 11, núm. 21, México, pp. 9-17.

Redacción SDP Noticias (2015), “Tamaulipas aportó 3.5% de la producción agrícola del país”, Ediciones Locales SDPNoticias.com, SDPNoticias.com, 25 de diciembre, México.

La crisis del algodón se debió a las sequías, los costos de producción y la aparición de la fibra sintética, de acuerdo con Quintero Ramírez, Cirila (2008), “Producción agropecuaria y organización de productores en Matamoros”. Ponencia presentada en el Coloquio Sector Agropecuario, agroindustria, empresa y empresariado en el norte de México, 1930-2005, El Colegio de la Frontera Norte, H. Matamoros, Tamaulipas, México, 30 de mayo.

Un conocedor de la agricultura en la región, a quien entrevisté el 25 de mayo de 2015, me hablaba de 300 mil hectáreas de riego y alrededor de 600 mil de temporal aunque, en su mayoría, se dedican a la producción de sorgo y no de maíz.

La generalización de la violencia y la percepción de inseguridad de la población en Tamaulipas puede apreciarse en los datos recabados en el reporte técnico del estudio sobre inseguridad y grupos primarios en Tamaulipas coordinado por Jurado Montelongo, Mario Alberto (coord.) (2013a), Proyecto “Grupos sociales primarios e inseguridad en las áreas urbanas de Tamaulipas” CLAVE TAMPS-2010-C27-151913 [Informe, Reporte Técnico], financiado por FOMIX-Tamaulipas y presentado a SEDESOL-Tamaulipas, 331 pp.

Para conocer datos más precisos y detallados del asociacionismo en el sistemaproducto sorgo en véase López León, Artemisa (2014a), “Producción de sorgo y organizaciones agrícolas en el noreste de México”, en Bruno Lutz y Carlos Chávez Becker (coords.), Acción colectiva y organizaciones rurales en México, UAM-X/Ediciones del Lirio, México, pp. 133-166; López León, Artemisa (2015), “Asociatividad, competitividad y producción de sorgo en la frontera norte”, en Héctor B. Fletes Ocón y Katia Lozano Uvario (coords.), Tomo III. Transformaciones y resistencias. Hacia nuevas perspectivas de desarrollo rural [libro electrónico], AMER/UAM-A/UMSNH/UAN/UNACH, México, pp. 71-86.

Canseco Botello, José Raúl (2001), Historia de Matamoros, s/e, sin lugar de edición, p. 265.

Entrevista a Leonel Soto Pérez, director general de la Asociación Agrícola de Matamoros, realizada el 18 de abril de 2012.

Rochin, Refugio I. (1985), “Mexico's agriculture in crisis: A study of its Northern States”, Mexican Studies/Estudios Mexicanos, University of California, Institute for Mexico and the United States, Universidad Nacional Autónoma de México, vol. 1, núm. 2, EUA/ MEXICO, p. 256.

Información basada en una entrevista realizada por Juan Felipe Mayo Carrillo, en julio de 2012, a un ejidatario de Matamoros; y en la entrevista que realizó la autora, el 19 de mayo de 2015, a Enrique Zolezzi, un productor privado desde hace más de 40 años.

Entrevista a Julián Álvarez Montemayor, dirigente del Comité Municipal Campesino de Matamoros, realizada el 23 de mayo de 2012.

Trujeque Díaz, Juan Antonio (2009), “Dinámicas de la urbanización periférica en ciudades de la frontera noreste de México, 1990-2005”, en García Ortega, Roberto, Socorro Arzaluz Solano y Jesús Manuel Fitch Osuna (coords.), Territorio y ciudades en el noreste de México al inicio del siglo XXI, Colef/Miguel Ángel Porrúa, México, pp. 143-197.

Basta poner en algún buscador de internet los nombres de los municipios de la zona sorguera Tamaulipas y las palabras “narco-fosa” y “narco-cocina” y saldrán más de diez notas de los últimos dos años, donde se mencionan los parajes rurales donde el narcotráfico ha penetrado.

Zárate Ruiz, Arturo (2012), “Introducción”, en Arturo Zárate Ruiz (coord.), Diagnóstico de las violencias sociales en Valle Hermoso, Tamaulipas. Reporte técnico, COLEF, México, concluido el 25 de abril, p. 6.

Jurado Montelongo, Mario Alberto (2013b), “Capítulo 7. El caso de Matamoros, Tamaulipas”, en Mario Alberto Jurado Montelongo (coord.), Proyecto “Grupos sociales primarios e inseguridad en las áreas urbanas de Tamaulipas” CLAVE TAMPS-2010-C27-151913 [Informe, Reporte Técnico], financiado por FOMIX-Tamaulipas y presentado a SEDESOL-Tamaulipas, p. 207.

Corrales C., Salvador (2013), “Capítulo 8. El caso de Río Bravo Tamaulipas”, en Mario Alberto Jurado Montelongo (coord.), Proyecto “Grupos sociales primarios e inseguridad en las áreas urbanas de Tamaulipas” CLAVE TAMPS-2010-C27-151913 [Informe, Reporte Técnico], financiado por FOMIX-Tamaulipas y presentado a SEDESOL-Tamaulipas, p. 240.

Sánchez Munguía, Vicente (2012), “15. Diagnóstico general de las instancias de seguridad”, en Arturo Zárate Ruiz (coord.) Diagnóstico de las violencias sociales en Valle Hermoso, Tamaulipas. Reporte técnico, COLEF, México, concluido el 25 de abril, pp. 352.

Jurado Montelongo, Mario Alberto (2013c), “Capítulo 9. El caso de Río Bravo, Tamaulipas”, en Mario Alberto Jurado Montelongo (coord.), Proyecto “Grupos sociales primarios e inseguridad en las áreas urbanas de Tamaulipas” CLAVE TAMPS-2010-C27-151913 [Informe, Reporte Técnico], Proyecto “Grupos sociales primarios e inseguridad en las áreas urbanas de Tamaulipas” CLAVE TAMPS-2010-C27-151913 [Informe, Reporte Técnico], financiado por FOMIX-Tamaulipas y presentado a SEDESOLl-Tamaulipas, pp. 294-296.

Basta escribir en Google la frase “masacre de migrantes en San Fernando Tamaulipas” para que el sistema arroje más de 36 mil resultados, entre ellos una entrada para el tema en la conocida “Wikipedia”.

Información basada en las entrevistas realizadas, en mayo de 2015, a dos productores agrícolas privados de Matamoros, Tamaulipas; uno de ellos cultiva sorgo grano en Valle Hermoso y Rio Bravo y el otro en Matamoros y San Fernando.

Entrevista a un ejidatario con cargo directivo [2011-2013] en el Comité Municipal Campesino del Partido Revolucionario Institucional en Matamoros, realizada en febrero de 2013.

Entrevista a un ex presidente de un Módulo de Riego de la Asociación de Usuarios del Distrito de un Riego del Bajo Río Bravo, realizada en mayo de 2015.

Entrevista a un productor privado, con cultivos de sorgo en Matamoros y San Fernando, realizada en mayo de 2015.

Cárdia, Nancy (2000), “Los impactos de la exposición a la violencia: ¿aceptación de la violencia o pavor continuo? El caso de San Pablo”, en Susana Rotker (editora) Ciudadanías del miedo, Nueva Sociedad, Venezuela, p. 151.

Jiménez Ayala, René (2013), “La cultura y el miedo; la violencia y la dominación”, en Arenas, Revista Sinaloense de Ciencias Sociales, núm. 33, p. 12.

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