El mejoramiento cognitivo farmacológico es un tema que en la actualidad merece una atención especial considerando el aumento en la demanda de los pacientes para su prescripción. Es esencial examinar las implicaciones bioéticas de su uso, particularmente cuando no constituye una intervención inocua.
La efectividad de los mejoradores cognitivos arroja evidencia inconsistente respecto a sus beneficios putativos, como aumento de concentración o mejor memoria, debido a que los resultados muestran poca consistencia, abarcando un espectro desde efectos deletéreos hasta efectos benéficos en tareas específicas.
Considerando este trasfondo es evidente la necesidad de evaluar qué tan ético es prescribir o recomendar el uso de estos medicamentos; esta evaluación puede ser realizada a la luz de los principios bioéticos de no maleficencia, beneficencia, autonomía y justicia. La no maleficencia es una preocupación cuando se revisan los potenciales efectos adversos. La beneficencia no es clara, particularmente cuando es dudoso que los beneficios demostrados en algunos estudios puedan traducirse en un mejor desempeño en la vida real. Aunque la efectividad actual del mejoramiento cognitivo farmacológico hace que no supongan un problema para el principio de justicia, este no debe ser un aspecto sin consideración, puesto que esto puede cambiar con el desarrollo de mejoradores cognitivos más efectivos.
The use of cognition-enhancing drugs is a topic that currently requires special attention, particularly given the growing patient demand for their prescription. It is essential to examine the ethical aspects inherent to the use of these drugs, especially when they are not an innocuous intervention.
The effectiveness of these cognition-enhancing drugs lacks the scientific evidence that supports the benefits attributed to them, such as more focus or better memory, as the results in studies show little consistency covering a spectrum from deleterious effects to beneficial effects in certain tasks.
Considering this background, it is obvious that an assessment is required on how ethical it is to prescribe or recommend them. This assessment can be made based on bioethical principles of non-maleficence, beneficence, autonomy, and justice. Non-maleficence is a concern when reviewing potential adverse effects. Beneficence is unclear, particularly when it is doubtful that the benefits shown in some studies translate into improved performance in the real world. Although the current effectiveness of cognition-enhancing drugs suggests that they do not pose a problem to the justice principle, this should not be an aspect to be dismissed considering that this may change with the development of more effective cognition-enhancing drugs.