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Vol. 1. Núm. 3.
Páginas 113-116 (Julio - Septiembre 2013)
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Vol. 1. Núm. 3.
Páginas 113-116 (Julio - Septiembre 2013)
Artículo de interés humanístico, histórico o biográfico
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Nacimiento de la cirugía española moderna en el siglo xviii
Birth of modern Spanish surgery in the 18th century
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Juan Manuel Rueda Péreza,b,
Autor para correspondencia
jmrp60@hotmail.com

Autor para correspondencia: C/ Ramón y Cajal, núm. 14, 6.° A, 30204, Cartagena (Murcia). Teléfono: 609615245.
a FEA Adjunto, Comandante Médico del Cuerpo Militar de Sanidad, en situación de excedencia
b Unidad de Pared Abdominal, Servicio de Cirugía General y Digestiva, Complejo Hospitalario Universitario de Cartagena, Cartagena, Murcia, España
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Resumen

A comienzos del siglo xviii, tanto la enseñanza como la práctica de la cirugía en España se hallan en franca decadencia. La Real Armada y el ejército tienen que valerse de cirujanos extranjeros. Con la fundación, en la segunda mitad del siglo, de los Reales Colegios de Cirugía, se sientan las sólidas bases que posibilitarán el creciente desarrollo de la cirugía española en los siglos venideros. Pedro Virgili es el alma de este profundo cambio, al que podemos considerar como un auténtico Renacimiento de la cirugía española.

Palabras clave:
Pedro Virgili
Reales Colegios de Cirugía
Moderna cirugía española
Abstract

At the beginning of the 18th century, both the teaching and the practice of surgery in Spain were in considerable decline. The Navy and the Army had to make use of foreign surgeons. With the founding of the Royal College of Surgery during the second half of the century, solid foundations were laid for the growing development of Spanish surgery over the following centuries. Pedro Virgili is the soul of this profound change, which we can regard as an authentic renaissance of Spanish surgery.

Keyword:
Pedro Virgili
Royal Colleges of Surgery
Modern Spanish surgery
Texto completo
Introducción

Entrado el siglo xviii, la cirugía española se hallaba en franca decadencia; la marina y el ejército tienen que valerse de cirujanos extranjeros.

El afán de mejorar este penoso estado de nuestra cirugía y las crecientes necesidades de nuestra escuadra conducen a la fundación, en 1748, del Real Colegio de Cirugía de Cádiz, seguida de la de los Colegios de Cirugía de Barcelona (1764) y de San Carlos, en Madrid (1787).

Así pues, en la segunda mitad del xviii −el «siglo de la Ilustración»− se sientan las sólidas bases que posibilitarán el creciente desarrollo de la cirugía en España en los siglos venideros.

Don Pedro Virgili (1699-1776) es el alma de este profundo cambio operado en la enseñanza y en la práctica de la cirugía en España.

Contexto histórico: decadencia

Ya hemos comentado la franca decadencia en la que se encontraba, a comienzos del xviii, la cirugía española: la armada y el ejército tenían que recurrir a cirujanos extranjeros.

Según Escribano1, este estado de postración dimana, en gran parte, no solo de la decadencia general, sino también de un grave error cometido por nuestros legisladores del siglo xvii, ya que estos dividieron, por pragmática de El Pardo de 7 de noviembre de 1617, la única carrera de cirujano que se venía admitiendo desde los tiempos antiguos en 2 categorías: cirujanos latinos (o de toga) y cirujanos romancistas, cirujanos barberos o de traje corto2.

Los primeros, para ser aprobados, tenían que mostrar conocimientos superiores a los exigidos para ejercer la medicina y, ante estas exigencias (que no tenían compensaciones efectivas en las realidades del trabajo profesional), los estudiantes mejor dotados preferían dedicarse a la medicina, con lo que desaparecieron sensiblemente aquellos cirujanos ilustrados que tanto brillaron en épocas anteriores; solo quedaron los barberos, que fácilmente alcanzaban su titulación, a pesar de carecer muchas veces de los más elementales conocimientos de su profesión.

Los cirujanos romancistas constituían, frente a los médicos, una carrera vinculada a la clase más pobre de la nación, porque las familias pudientes solían invertir sus ahorros en hacer a sus hijos –o a uno, si no a todos– militares, o teólogos, o legistas o, por lo menos, médicos, preparándolos para los codiciados empleos del Estado o de la Iglesia.

A principios del mencionado siglo reinaba en España una profunda ignorancia en anatomía. Las lecciones sobre el cadáver prácticamente habían desaparecido de nuestras universidades, y durante decenios, o permanecerán olvidadas (como si de nada sirvieran) o serán tenidas en el mayor desprecio. Así, los estudiantes acaban la carrera sin haber asistido a una sola disección, como se desprende de las palabras del anatomista Martín Martínez: «En nuestras universidades, es sabido que no se hacen disecciones, y si alguna se hace, es nula y solo de cumplimiento»3.

El deseo de mejorar este penoso estado de nuestra cirugía y las crecientes necesidades de nuestra escuadra conducen a la fundación del Real Colegio de Cirugía de Cádiz, bajo el reinado de Fernando VI. Este hecho mejora notablemente el porvenir de la cirugía española, no porque pueda influir repentinamente en aquella multitud de pobres cirujanos poco cualificados, sino porque tiende sabiamente a la formación de un profesorado compuesto de hombres con formación científica, investigadores y prácticos a un mismo tiempo, y dedicados expresamente al cultivo y enseñanza de la medicina operatoria, verdaderos sabios y especialistas como los que ya existían en el resto de Europa4.

Don Pedro Virgili es el alma de este profundo cambio que se operó en la enseñanza y en la práctica de la cirugía en nuestra patria; cambio que, sin temor a la exageración, podemos asimilar al nacimiento de la cirugía moderna en España.

Vida y obra de D. Pedro Virgili

D. Pedro Virgili y Vellver, considerado como el restaurador y renovador de la cirugía en España en el siglo xviii y precursor de la floreciente cirugía española de los siglos venideros, nace en Villalonga del Campo (Tarragona) el 15 de febrero de 1699, en el seno de una humilde y honrada familia de labradores. Es el mayor de 8 hermanos y se dedica en su infancia a las labores del campo. Cursa sus primeros estudios en su pueblo natal, y sirve de mancebo y practicante al médico titular, D. Jaime Esteve, cuyas enseñanzas despiertan en él el entusiasmo por la medicina.

A la temprana edad de 14 años, estimulado por un vivo deseo de aprender, marcha a Tarragona, en cuyo hospital aprende a sangrar y donde, como practicante de sangrador, permaneció por espacio de 2 años.

Cuenta con 16 años de edad cuando decide marchar a Francia con el objeto de instruirse bajo la dirección de los mejores maestros, bien por impulso propio y por el afán de ampliar sus conocimientos, bien porque oyera, en cierta ocasión, a sus profesores de Tarragona elogiar a las escuelas médicas francesas.

Con sus modestos ahorros emprende la marcha a pie, impulsado, como muy acertadamente afirma Escribano1, por el entusiasmo y el fervor de los predestinados. Llega a Montpellier, en cuya famosa escuela rápidamente capta las simpatías y la admiración de sus compañeros y profesores, y acaba sus estudios al servicio y bajo la protección del anatómico Levret, uno de sus más sabios maestros.

Virgili se consagra al estudio de la anatomía, y era tal su pasión por ella que, no bastándole para saciar sus anhelos de aprender con los elementos docentes a su alcance, consuma una hazaña semejante a la que se atribuye al gran Vesalio y a la que llevó a cabo el famoso anatómico valenciano D. Pedro Gimeno5: así, una noche, teniendo a la oscuridad como aliada, se encamina al cadalso en busca de los cadáveres de los ajusticiados, cargándolos sobre sus hombros e introduciéndolos sigilosamente en su morada, para practicar sus estudios de disección.

No satisfecho aún con las enseñanzas de la escuela de Montpellier, vuelve a reunir de nuevo sus modestos ahorros, fruto del constante sacrificio y doble trabajo abrumador de estudiante modelo y practicante incansable, gastándolos en ir a París, cuyos centros de enseñanza culminaban entonces sobre los de toda Europa. Permanece Virgili en París hasta la edad de 25 años, aprendiendo y creándose esa aureola y ese prestigio que dan la aplicación y el talento.

Perfeccionados sus conocimientos, Virgili vuelve a España en 1724, ingresa en Sanidad Militar y ocupa la plaza de cirujano mayor del Hospital Real de Tarragona, en el que, como reseñamos, había comenzado su carrera. Dos años más tarde es trasladado al Hospital Militar de Valencia, y pasa a continuación a prestar servicios en campaña en el ejército sitiador de Gibraltar, desempeñando, inicialmente, el empleo de cirujano ayudante, y posteriormente, el de cirujano mayor en el hospital de Algeciras6.

En esta ciudad conoció al cirujano Jean La Combe, llamado por Felipe V para elevar el nivel de los cirujanos de la Armada. La Combe estaba proyectando la creación de una escuela en el Real Hospital de la Armada de Cádiz, en la que, entre otras cosas, existiría la obligatoriedad de asistir a las demostraciones anatómicas. Virgili encuentra tan sugestivo el proyecto que decide abandonar el ejército para ingresar en Sanidad de la Armada en el año 1728, y es destinado al Hospital de Marina de Cádiz como ayudante primero de D. Jean La Combe, cirujano mayor de la Real Armada. Viaja de nuevo a París y por tres veces a América, lo que le sirvió para tomar contacto con los problemas reales de un cirujano en un navío6.

La Combe, que conocía sobradamente las cualidades de su ayudante primero, no se limita a recibirlo a su lado, sino que le concede amplias facultades para que le representase en toda ocasión.

Su designación para la enseñanza en Cádiz por el Marqués de la Ensenada (que hizo más estable y tranquila la vida de Virgili) y la gran confianza depositada en él por La Combe, nos hacen pensar que el gran cirujano debió de consagrarse al estudio y a la enseñanza en el hospital, sin olvidar por ello el progreso de la ciencia quirúrgica, llevando a cabo difíciles operaciones. Una traqueotomía feliz, realizada en el hospital de Cádiz en un soldado agonizante que se asfixiaba, con un éxito que entonces alcanzaba los límites de lo milagroso, le hace célebre en toda España y aun en el mundo, pues la Real Academia de Cirugía de Francia estampa en sus memorias la reseña de la operación y un cumplido elogio del cirujano español (París, 1743, Boletín 3, pág. 11417).

Al fallecer La Combe (en 1748), Virgili es ascendido, por Real Orden del día 4 de enero de 1749, a cirujano mayor de la Real Armada. Fernando VI le nombra, 10 años más tarde, cirujano de Cámara y le concede el título de Marqués de la Salud6.

Entre sus trabajos más meritorios destacamos la Memoria sobre la broncotomía que, en el año 1743, se publicó en París por parte de la Academia de Medicina, y el Compendio del arte de partear, publicado en Barcelona en el año 17656.

Virgili fallece en la ciudad de Barcelona el 6 de septiembre de 1776, después de una larga inhabilitación por causa de graves problemas reumáticos. Deja tras de sí una obra imperecedera y una vida ejemplar.

El acto de mayor transcendencia en la vida de D. Pedro Virgili fue la fundación del Real Colegio de Cirugía de Cádiz en el año 1748 (fig. 1).

Figura 1.

Don Pedro Virgili (1699-1776).

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Fundación de los Reales Colegios de Cirugía: nacimiento de la cirugía española moderna

Las necesidades de nuestra armada, entregada a cirujanos extranjeros no muy peritos pero sí superiores a los nuestros −como reflejan las palabras de D. Diego Velasco2 en la inauguración del Real Colegio de Barcelona: «(…) de ahí la necesidad, no menos perjudicial a la nación, que indispensable, de haber de mendigar cirujanos extranjeros para el servicio de la marina y del ejército, ocupando estos las plazas y establecimientos que debieran premiar el mérito de los nuestros»− y los proyectos de su mayor engrandecimiento abrigados por el Marqués de la Ensenada, D. Zenón de Somodevilla y Bengoechea, a la sazón secretario de Hacienda, Guerra, Marina e Indias, dan ocasión propicia a los deseos y consejos de Virgili, quien recibe, en 1746, el encargo de preparar la fundación de un Colegio de Cirugía para la Armada8.

Para ello, Virgili escoge Cádiz, en cuyo hospital se había formado ya un corto número de cirujanos militares dirigidos por La Combe, los cuales venían dedicándose con gran celo a la enseñanza y práctica de la cirugía. En esta ciudad hace construir de nueva planta un edificio y lo dota de buenos laboratorios y completo y costoso instrumental.

Mientras se realizan estas obras, para no dejar nada a la improvisación, Virgili elige a unos cuantos jóvenes de reconocidas aptitudes y aplicación, y los envía a las principales universidades extranjeras (París, Bolonia, Leyden y Londres), donde completan su educación anatómica y quirúrgica.

En 1748, a los 2 años de haber recibido el honroso encargo, Virgili tiene la satisfacción de ver coronados sus afanes con la solemne inauguración de los estudios en el primer Colegio de Cirugía de España, cuyo personal constaba de un director (D. Pedro Virgili), 10 profesores (uno de ellos secretario) y 50 colegiales internos pensionados (que después aumentaron hasta 100, con lo que quedó así convertido en un verdadero seminario quirúrgico dotado generosamente).

El éxito del Colegio de Cádiz, cuyos primeros profesores (elegidos con gran acierto) no solo acreditan sus enseñanzas dando cirujanos a la nación, sino que además forman un vivero de sabios, da ocasión al propio Virgili para proyectar la fundación de otro colegio en Barcelona, adaptado por completo al plan del Colegio de Cádiz, pero destinado a la formación de cirujanos castrenses para los Reales Ejércitos.

La misma «parsimoniosa cordura» (en palabras de Escribano1) que caracteriza la organización del colegio gaditano se nota al fundar el de Barcelona, pues, iniciado el expediente en 1758 –en vida de Fernando VI– y firmada la Real Orden en diciembre de 1760, los preparativos y obras duran hasta 4 años más tarde (hasta 1764), año en que se inaugura oficial y solemnemente –ya en pleno reinado de Carlos III– con un discurso de D. Diego Velasco, profesor de cirugía del mismo Real Colegio2.

Este nuevo Real Colegio, desde su fundación, tuvo 50 alumnos internos, y para liberarles de toda suerte de conexiones y dependencias con la universidad y el protomedicato (dándoles a la vez un carácter eminentemente militar) se puso aquel bajo la protección y mando del capitán general de Cataluña, por entonces el Marqués de la Mina.

Desde esta fecha de 1764, en que ya tiene la cirugía enseñanza verdadera en España, se prohíbe a las cofradías médicas de San Cosme y San Damián la concesión de patentes de cirujano.

El éxito logrado con la fundación de los Reales Colegios de Cirugía de Cádiz y Barcelona anima a la fundación en Madrid, el día 1 de octubre del año 1787, del Real Colegio de Cirugía de San Carlos, obra fundamentalmente de D. Antonio Gimbernat, discípulo de Virgili en el Colegio de Cádiz9.

Asistimos, pues, a la creación, en un plazo de tiempo que no llega a los 40 años (de 1748 a 1787), de los 3 colegios de cirugía; una monumental obra docente, fruto del espíritu innovador de hombres de la talla de Pedro Virgili y orgullo de la Sanidad Militar y Naval10,11 (fig. 2).

Figura 2.

Escudo del Real Colegio de Cirugía de Cádiz.

(0,2MB).
Conflicto de intereses

Los autores declaran no tener conflicto de intereses.

Bibliografía
[1]
Escribano V. Datos para la historia de la Anatomía y Cirugía españolas en los siglos xviii y xix. Discurso leído en la solemne inauguración del curso de 1916-1917 en la Universidad de Granada. En: García del Real E. Historia Contemporánea de la Medicina. Madrid: Ed. Espasa Calpe; 1934.
[2]
Velasco D. Discurso que, en la primera apertura del Real Colegio de Cirugía, presidida por el Excmo. Sr. Marqués de La Mina, Capitán General de los Ejércitos de su Majestad, y de este Principado de Cataluña, dijo Don Diego Velasco, Primer Ayudante Consultor de los Reales Ejércitos, y Profesor del mismo Real Colegio, en Barcelona a 29 de Marzo de 1764. Barcelona; 1764. En: Riera i Tuèbols S, Vilagrasa F, editores. Discursos inaugurals de les institucions científiques catalanes a cavall dels segles XVIII i XIX. Institut d’Estudis Catalans. Secció Històrico-Arqueològica; 2007. p. 37-49.
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La obra docente de los cirujanos de la Real Armada en el siglo xviii.
Revista General de Marina, 218 (1990), pp. 791-805
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Evolución histórica de la escuela anatómica gaditana (1748-1844). Tesis doctoral.
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Historia de la Medicina.
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Historia del Real Colegio de Cirugía de la Armada de Cádiz.
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Historia del Real Colegio de Cirugía de San Carlos de Madrid (1787-1828).
CSIC, (1948),
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Decadencia y renacimiento de la cirugía española en el siglo xviii.
Medicina Militar, 49 (1993), pp. 461-463
[11]
F. Carbonell Tatay.
Hernia inguinocrural.
Cap. 1: Aproximación histórica al conocimiento de la hernia, 1.ª ed., Ethicon, (2001),
Copyright © 2013. Sociedad Hispanoamericana de Hernia
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