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Vol. 20. Núm. 4.
Páginas 11-13 (Abril 2001)
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Sin alarmismos
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J. ESTEVA DE SAGRERA
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La opinión pública se ha visto sacudida por una serie de noticias, varias de ellas de índole sanitario, que han sembrado el alarmismo entre la población, generando el desasosiego. A finales del año 2000, los medios de comunicación se hicieron eco de los riesgos derivados de la utilización de la fenilpropanolamina. Algunos de esos medios, como es habitual, dieron una visión sensacionalista del hecho, exagerando los riesgos del producto y consiguiendo así sus objetivos: llamar la atención de la población, aumentar la audiencia, incrementar los impactos publicitarios, algo que no es en sí censurable, pero que la ética de la profesión periodística debiera rechazar cuando, como en este caso, la audiencia se consigue desinformando a la población y perjudicando a terceros. Lo mismo acontece con la enfermedad de las vacas locas: una cosa son los controles sanitarios que deben efectuarse sobre el ganado vacuno, y otra, bien diferente, es el estado de pánico colectivo, semejante a una psicosis de masas, que ha exagerado los riesgos de la carne vacuna y amenaza arruinar al sector, lo que es una forma de arruinar a los contribuyentes, que son quienes habrán de costear las medidas adoptadas. El uranio empobrecido, la avería del submarino Tireless, la enfermedad de las vacas locas, la fenilpropanolamina, siembran el desasosiego y la incertidumbre en una población a la que los medios de comunicación infantilizan premeditadamente para mantenerla enganchada, incapaz de razonar por sí misma, escuchando a unos informadores que muchas veces contradicen ese nombre y no son más que charlatanes de feria a sueldo de grupos de presión. Exagerando los riesgos, desinformando, magnificando los peligros, dando una información deficiente desde el punto de vista técnico, se propaga la alarma y los ciudadanos se creen amenazados por todo tipo de riesgos, acosados por el Maligno: los otros, sean personas, medicamentos o vacas. Una actitud de ese tipo es peligrosa desde el punto de vista de la cohesión social: el grupo, aterrado, se atrinchera, exige una seguridad imposible en el ámbito de los seres vivos y vislumbra con pánico el exterior: desde las amenazas climatológicas hasta los inmigrantes, del Tireless a la fenilpropanolamina, todo es sospechoso, y la comunidad fantasea y se instala en un mundo ilusorio, en el que hay una seguridad absoluta, algo que nunca ha existido y que no existirá jamás. Los medios de comunicación deberían contribuir a formar adultos, pero contribuyen a que los ciudadanos se comporten como niños. Es el caso de la fenilpropanolamina. El comunicado del Comité de Seguridad de Medicamentos de Uso Humano de la Agencia Española del Medicamento fue riguroso y concluyente. Esta sustancia, utilizada como descongestionante nasal, carece de todo peligro, y sólo es peligrosa empleada como supresor del apetito, indicación que no está autorizada en España. Durante décadas se han vendido en España millones de unidades de productos anticatarrales, sin que se hayan detectado casos de hemorragia cerebral. Sin embargo, bastó que los medios de comunicación trataran el tema de forma frívola, generando alarmismo, para que creciera la desinformación y el pánico, perjudicando gravemente a los laboratorios, del mismo modo que la psicosis colectiva sobre la enfermedad de las vacas locas amenaza con arruinar a ganaderos y carniceros. La enfermedad es un hecho natural. El riesgo es inherente a la existencia. Nadie puede pasar por la vida dentro de una burbuja, sin contacto con el exterior, ajeno a su entorno. No se puede vivir en un mundo aséptico. La vida es una aventura apasionante y compleja, no un parque temático. La naturaleza no es un zoológico. La sociedad no es un quirófano. La fenilpropanolamina no entraña ningún riesgo para la salud pública. Hay que exigir a la Administración las medidas que la ciencia aconseja, pero los medios de comunicación deberían contribuir al fomento de la salud pública renunciando al fácil y turbio negocio de fomentar un pánico que es uno de los negocios más rentables de los medios de comunicación poco o nada escrupulosos.
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