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Vol. 21. Núm. 9.
Páginas 36-40 (Octubre 2002)
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F. Fernández
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Ha pasado buena parte de su vida compaginando su trayectoria profesional con su vocación literaria, a caballo entre el laboratorio de análisis clínicos y la máquina de escribir. Gerard Vergés, escritor y farmacéutico tortosino, pertenece a una especie en peligro de extinción: la de aquellas personas que, además de poseer una sólida formación científica, han sabido vestir su espíritu con las mejores galas del saber humanístico. En su casa de Tortosa, muy cerca de su querido río Ebro, Gerard Vergés habla para los lectores de Offarm sobre sus experiencias como escritor y farmacéutico.

Gerard Vergés

Escritor y farmacéutico

«No sólo es fácil compaginar dos vocaciones, sino que incluso es sano»

Usted es de esas pocas personas en que el conocimiento científico no ha excluido la profundización en la literatura y el arte. ¿Cómo ha podido compaginar ambas vocaciones?

Pienso que no sólo es fácil compaginarlas, sino que incluso es sano, porque permite ir de un campo a otro y no incidir en exceso en quebraderos de cabeza relacionados con cuestiones farmacéuticas o, al revés, con cuestiones literarias. Es decir, quienes desarrollamos dos vocaciones jugamos en un doble campo y eso, mentalmente, es bueno.

Parece que no ha tenido prisa en publicar, un objetivo que alcanzó ya en plena madurez. ¿Fue debido a las horas que le robaba su trabajo como farmacéutico o a que no sentía la necesidad de ver su obra impresa?

Ocurre que en un momento de mi vida considero que mi profesión ha de servirme para vivir, por lo que me dedico plenamente a ella. Esto me obligó, naturalmente, a relegar la literatura, no como lector, pero sí como escritor. Ser escritor es una cosa que se lleva dentro desde pequeño, al menos esa es mi experiencia, así que ante la voluntad de escribir, en mi caso se produjo como un freno, como una retención que me obligó a esperar tiempos mejores. A esta circunstancia hay que añadir que yo no soy un escritor muy prolífico. Por ejemplo, he publicado cuatro libros de versos, y entre el tercero y el cuarto han transcurrido diez años. Yo no soy de los que se autoflajelan y se comprometen a publicar un libro para cada Diada de Sant Jordi, ni mucho menos. Siempre digo que, por ejemplo, Víctor Erice, que para mí es el mejor director de cine español, ha hecho tres películas en treinta años y, sin embargo, estas tres películas --El espíritu de la colmena, El Sur y El sol del membrillo-- son de las mejores que se han realizado en España. Por tanto, pienso que no es necesario correr.

Los escritores como usted deben de sentirse como bichos raros en el mundo literario actual, en el que prima la prolijidad de los autores, su proyección mediática, las estrategias de márketing...

A mí me gusta más relacionarme con mis amigos, disfrutar de la vida y escribir cuando me place. Entiendo que hay escritores a los que les gusta salir en la televisión y publicar muchos libros, lo cual me parece muy lícito, pero cada cual tiene un camino. Aquí, en Cataluña, tenemos a un escritor como Jesús Moncada, que es un hombre que no asiste a ninguna reunión pública, no concede entrevistas y se limita a volcarse en su trabajo de escritor. Y esto también es bueno.

Lengua y tierra

La materia con la que usted crea sus obras es la lengua catalana. ¿Cuál es el estado de salud actual de la literatura escrita en catalán?

Ni mejor ni peor que la castellana, teniendo en cuenta, eso sí, que su ámbito de influencia es mucho menor y, por tanto, es una literatura más modesta. Creo que hay escritores muy sólidos y muy bien preparados, pero evidentemente no es una literatura de muchos millones de hablantes.

«La poesía ha de expresar todos los sentimientos e incluso las cosas más feas de la vida, pero siempre con un cierto voltaje»

Algunas de sus obras están muy ligadas a la geografía y la historia de su tierra natal. ¿Cuáles serían los símbolos de las Terres del Ebre como universo literario?

Siempre he dicho que el hombre es él y su paisaje. Uno crece al lado de un río, junto a unas determinadas montañas, y esto, quieras que no, imprime carácter. Uno vuelve siempre a esos paisajes, porque en definitiva es la tierra que ama, la más cercana y la más entrañable. Aunque entrañable es un adjetivo que no me gusta.

En su obra ha frecuentado la poesía, la biografía y el ensayo. ¿Cuál de estas tres disciplinas es la más exigente?

La más exigente siempre es la poesía, porque necesita un cierto voltaje del que la prosa puede prescindir. Decía el poeta inglés Coleridge que la prosa consiste en ordenar bien las palabras y la poesía consiste en ordenar bien las mejores palabras. Evidentemente, pretender hacer poesía a partir de lunas y estrellas no tiene sentido. La poesía ha de expresar todos los sentimientos e incluso las cosas más feas de la vida, pero siempre --insisto-- con un cierto voltaje.

Sabemos que, en poesía moderna, siente predilección por Eliot, Kavafis y Pessoa, pero ¿qué poetas modernos, en castellano y en catalán, son de su agrado?

Esto de elegir poetas puede ser bastante fluctuante. Hoy me pueden gustar unos y mañana me pueden gustar más otros. Pero si tengo que manifestar mis preferencias actuales, en poesía escrita en castellano me quedaría con la obra de Pablo Neruda, y en catalán, con la del poeta valenciano Vicent Andrés Estellés. Podría citar a más, pero a estos dos poetas los tengo, como suele decirse, en un altar.

¿Nos puede decir en qué está trabajando ahora, literariamente hablando?

Ahora mismo estoy en un compás de espera, haciendo un poco el golfo, pues el dolce far niente es una de las cosas buenas que tiene la vida. En estos momentos estoy sobre todo leyendo y, como se dice vulgarmente, cargando las pilas.

Fòssil

Aquest caragol fòssil del Juràssic

(científicament, un gasteròpode de fa cent milions d'anys)

era gran com el puny i un perfecte helicoide,

sexualment hermafrodita.

Va viure en densos boscos de coníferes, valls d'humides falgueres

i vora una mar càlida.

Un cop petrificat,

va patir terratrèmols, gelades, rius de lava,

corrents marins, diluvis, huracans,

calamarces, tornados, l'impacte dels aeròlits.

Miraculosament, va arribar indemne a avui, el caragol.

Un fill meu (de nou anys i angelical, per cert),

com qui no vol la cosa, va esberlar-lo en mil trossos.

Fósil

Este caracol fósil del Jurásico

(científicamente, un gasterópodo de hace cien millones de años)

era grande como el puño y un perfecto helicoide,

sexualmente hermafrodita.

Vivió en densos bosques de coníferas, valles de húmedos helechos

y a la orilla de una mar cálida.

Una vez petrificado,

sufrió terremotos, heladas, ríos de lava,

corrientes marinas, diluvios, huracanes,

granizadas, tornados, el impacto de aerolitos.

Milagrosamente, el caracol llegó indemne hasta hoy.

Un hijo mío (de nueve años y angelical, por cierto),

como quien no quiere la cosa, lo partió en mil pedazos.

Cultura y farmacia

Se afirma con frecuencia que la creación poética es una suerte de alquimia verbal. ¿Encuentra alguna conexión íntima entre la farmacia y la poesía?

Pues, sí. Es más, no sólo encuentro esa relación entre la poesía y la farmacia, sino también entre la poesía y las ciencias en general. En el último libro de poemas que he publicado* hay un poema que lleva por título Fòssil cuyos versos no serían exactamente iguales si detrás del poeta no hubiera una formación científica.

*Se refiere a La insostenible lleugeresa del vers. Véase el poema original y su traducción al castellano en el recuadro adjunto.

En la literatura, los personajes farmacéuticos aparecen casi siempre ligados al mundo de la pequeña burguesía ilustrada. ¿Cree que el farmacéutico de hoy día mantiene el mismo prurito cultural que los boticarios de antaño?

Seguramente, antaño se vivía de forma más plácida, y esto daba pie a que el farmacéutico, sobre todo el del medio rural, pudiera dedicarse más a otros placeres. Incluso dentro de la profesión, es notable la gran cantidad de botánicos farmacéuticos del siglo xix que, a parte de su pasión por la flora, le dedicaban un tiempo al estudio y a colmar su amor por la naturaleza. Esto ya se está perdiendo, pero no sólo entre los farmacéuticos, sino en todas las profesiones.

«No sólo encuentro relación entre la poesía y la farmacia, sino también entre la poesía y las ciencias en general»

Por ejemplo, antes el farmacéutico era un asiduo de las tertulias culturales. Recuerdo que en la farmacia de mi abuelo, que estaba en el Palacio del Marqués de Capmany, aquí en Tortosa, había un patio precioso en el que se organizaban tertulias todas las tardes entre los prohombres de la ciudad. Allí se hablaba de lo divino y de lo humano, lo que era, sin duda, un buen caldo de cultivo para que pudieran aflorar una serie de intereses literarios, políticos y de todo tipo.

Tengo entendido que usted viene de una saga de farmacéuticos que se remonta al siglo xix. ¿Fue eso lo que le decidió a hacerse farmacéutico?

En realidad, una vocación farmacéutica absoluta no la he tenido nunca, en el sentido de haber experimentado una llamada para ser farmacéutico. Ahora bien, yo siempre digo que el hombre es muy camaleónico, muy adaptable y muy mimético, pues todo lo que está a su alrededor le influencia. Por eso, ser nieto e hijo de farmacéuticos evidentemente te condiciona. De modo que cuando te haces mayor y tienes que tomar una decisión sobre tu futuro profesional no aparecen demasiadas dudas al respecto.

¿Cuál ha sido su trayectoria profesional en el ámbito de la farmacia?

Cuando acabé el bachillerato en los jesuitas de Sarrià, en Barcelona, entré en la antigua Facultad de Farmacia de esa misma ciudad, donde cursé toda la carrera. Después hice el doctorado. Al volver a Tortosa, empecé a trabajar en la industria farmacéutica. Pasados unos años, se me ocurrió montar un laboratorio de análisis clínicos, que ha funcionado hasta 1997, año en que me jubilé. Ya con anterioridad había formado, con un compañero farmacéutico de Amposta, una pequeña sociedad, fruto de nuestra experiencia en los análisis, para hacer reactivos para biodiagnóstico. Esta sociedad continúa funcionando en la actualidad.

¿Ha sentido alguna vez la tentación de abandonar el laboratorio y dedicarse exclusivamente a la literatura?

Rotundamente, no. La prueba de ello es que ahora que estoy jubilado paso casi todas las tardes por la empresa, no a trabajar, pero sí a observar, charlar, debatir proyectos, etc. En nuestra empresa, que cuenta con 24 empleados, hay 8 titulados universitarios entre químicos y farmacéuticos, lo cual quiere decir que tenemos un cierto nivel.

¿Cómo ve el futuro de la oficina de farmacia?

No tengo mucha autoridad para analizar este tema. Pienso, sin embargo, que la farmacia actual está mucho más profesionalizada que hace unos años. En este sentido, la figura del farmacéutico ha ido mejorando. Le contaré una anécdota. El otro día discutí con un médico que me lo acababan de presentar y lo primero que me dijo fue: «Ustedes los farmacéuticos van a por todas, porque antes había que consultar al médico, y ahora lo primero que dicen es que se consulte al farmacéutico». Y yo le contesté: «Eso es cierto, pero las consultas a los farmacéuticos son gratis». Esta nueva realidad amplía nuestra responsabilidad, pero también refuerza nuestra imagen, y eso es bueno.

Para finalizar, ¿por qué cree que hay tantísima gente renuente a leer poesía?

Es muy difícil, porque es una cuestión de formación. Cuando la poesía es como la de Campoamor, la de Núñez de Arce o la de todos aquellos poetas del siglo xix que escribían una poesía superficial pero con muy buen oído, esto llega a todo el mundo. Pero cuando la poesía se hace más conceptual y, en definitiva, más poesía, deja de tener gancho para la gente poco cultivada. Entonces la poesía acaba convirtiéndose, para su desgracia, en lectura para las elites que tienen una formación muy superior a la media de la población. Naturalmente, como este colectivo de personas es mucho menor, la poesía se lee menos, y a la postre ocurre que sólo leen poesía los poetas. Lo que nos salva aquí, y esto es aplicable al resto de España, es que, como me comentó en cierta ocasión el poeta Pere Quart, se publica más poesía en Cataluña que en el Reino Unido. Pero si tenemos en cuenta la enorme diferencia que hay entre el número de angloparlantes y el de catalanohablantes, la cosa es demencial.


Biografía profesional

Gerard Vergés i Príncep nació en Tortosa (Tarragona) en 1931 y estudió Farmacia en la Universidad de Barcelona, donde obtuvo el grado de doctor. Pertenece a la Real Academia de Farmacia de Cataluña desde diciembre de 2001. Escritor y analista clínico, Vergés ha compaginado su trayectoria farmacéutica con la creación de una obra literaria en la que se incluye la poesía, el ensayo y la pincelada biográfica. Fundador de la revista tortosina Gèminis, ha publicado cuatro libros de poesía: L'ombra rogenca de la lloba (La sombra rojiza de la loba, premio Carles Riba 1981), Long Play per a una ànima trista (Long Play para un alma triste, 1986), Llir entre cards (Lirio entre cardos, 1988) y La insostenible lleugeresa del vers (La insoportable levedad del verso, 2002). En el terreno del ensayo ha publicado El pintor tortosí Antoni Casanova (1983) y Eros i art (1991), y en el biográfico Tretze biografies imperfectes (Trece biografías imperfectas, 1986), libro que fue galardonado con el premio Josep Pla. En 1994, fue premio Serra d'Or de traducción poética por su versión catalana de los sonetos de William Shakespeare. Gerard Vergés fue distinguido, en 1997, con la máxima condecoración oficial que se otorga en Cataluña, la Creu de Sant Jordi.

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