España es un país de viejos y lleva camino de ser uno de los más envejecidos de la Unión Europea en la próxima mitad de siglo. Las enfermedades crónicas representan ya actualmente el 50% de las muertes al año y se espera un incremento del 23% en los próximos 20 años. Por tanto, la atención a las personas mayores con enfermedades crónicas y multimorbilidad se revela uno de los retos más importantes a los que se enfrenta la sanidad de nuestro país y que afecta a todos los profesionales que trabajamos en el ámbito de la salud.
Desde nuestra perspectiva de eslabón entre la sanidad y el paciente, constatamos día a día este proceso de envejecimiento. En nuestro ejercicio profesional diario detectamos, prevenimos y atajamos, siempre que nos es posible, problemas de posibles duplicidades de medicamentos, interacciones, efectos secundarios indeseados, etc. y colaboramos, aunque nadie nos lo pida, en el seguimiento farmacoterapéutico y, más allá, en la dispensación informada del medicamento, por medio de los protocolos de atención farmacéutica, y en la supervisión del cumplimiento terapéutico por medio de los sistemas personalizados de dosificación.
Desde mi punto de vista, ni nosotros solos ni ningún otro profesional sanitario individualmente puede aportar a este problema una solución integral. Debemos fomentar la comunicación y el trabajo en equipo con otros profesionales y otras organizaciones que interactúan cada día con pacientes crónicos. Me refiero tanto a médicos de primaria, como a enfermeros, equipos de atención domiciliaria, etc. Unas pautas de actuación bien estudiadas, consensuadas y aplicadas con convicción por todos los eslabones que conforman la cadena de atención al paciente (éste incluido) redundarían, sin duda alguna, en unos resultados mucho mejores en términos de salud y en un uso mucho más eficiente de los recursos disponibles.
La atención a estos pacientes debe ser una prioridad para cualquier consejería de salud que ser precie. Tendría que financiarse adecuadamente la colaboración entre la asistencia privada como es en este caso la que presta el farmacéutico comunitario y la de los profesionales con salario a cargo de fondos públicos. Para ello se deberían crear espacios de cooperación y planificación que garanticen el cuidado de estos pacientes tanto a nivel hospitalario como a ambulatorio. Es tarea de todos el ponernos en marcha.