La inmigración está transformando la sociedad española hasta hacerla irreconocible. Los cambios demográficos, culturales y económicos son de tal entidad que la inmigración constituye, sin duda, el principal desafío que deben acometer y resolver tanto la Administración como la sociedad civil.
Todas las sociedades son intolerantes con el otro, con el extranjero, aunque muchas personas, que no son nada democráticas, están convencidas de ser muy tolerantes. La actual inmigración adquiere tales proporciones que amenaza ampliar la intolerancia y el racismo latentes en una población que no es tolerante pero que cree serlo. Las repercusiones en el tejido social, en la atención sanitaria y en el modelo farmacéutico son evidentes, y como la inmigración no se detendrá, hay que integrarla en nuestras sociedades. Al farmacéutico, la inmigración le afecta como profesional, pero ante todo como ciudadano. Incluso si en su farmacia el fenómeno es de poca entidad, se encontrará con las consecuencias de la inmigración en su vida diaria como ciudadano.
Si la inmigración no se encauza e integra, si los inmigrantes no se convierten en ciudadanos y se comportan como marginados e inadaptados, la sociedad española pude verse abocada a una crisis de dimensiones imprevisibles. El proletariado autóctono casi se ha extinguido y los antiguos obreros forman hoy parte de las clases medias y se comportan como tales, con prudencia y de forma conservadora, como demuestran los resultados electorales y las encuestas de opinión. Pero el proletariado no ha desaparecido, está formado por los inmigrantes que desempeñan los trabajos más duros y peor remunerados. Ahora el proletariado es de otra cultura y a veces de otra religión y raza.
El proletariado aún existe, pero se ha hecho inmigrante. Sólo con pragmatismo, sentido de la realidad y ausencia de prejuicios puede resolverse un problema sin precedentes. Las próximas generaciones pueden vivir el mismo inquietante escenario de otros países de nuestro entorno, con grandes bolsas de inmigrantes e hijos de inmigrantes a la vez pobres e inadaptados, y eso debe preocuparnos como farmacéuticos y como ciudadanos.