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Vol. 26. Núm. 8.
Páginas 26-29 (Septiembre 2007)
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La violencia intrafamiliar
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J A. Valtueñaa
a Ex-Presidente del Centro Internacional de Educación para la Salud (Ginebra).
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Análisis de una epidemia social

El maltrato dentro del entorno familiar, especialmente el infligido a mujeres y niños, se ha convertido en una auténtica epidemia que desborda los límites geográficos, económicos y sociales. Desde la clásica violencia de género, ejercida mayoritariamente por los varones sobre las mujeres, hasta la ablación de los genitales femeninos hay todo un abanico de prácticas indeseables que se amparan en la tradición, la cultura y el silencio de la sociedad. El autor del presente artículo analiza el proceso de definición de la violencia intrafamiliar, las causas de su ocultación y la dificultad para encontrar soluciones a esta epidemia social.

El padre mata a uno o varios de sus hijos, el marido apuñala a su esposa o pareja, el hijo asesina a uno de sus progenitores o a ambos, o la madre ahoga a su hijo recién nacido, etc. Todas ellas son noticias que, por su carácter horrible, parece que deberían ser absolutamente esporádicas, pero que por su frecuencia en todos los países muestran que las relaciones intrafamiliares están afectadas por una grave crisis. Según un estudio realizado en cuatro cantones suizos, el 58% de los homicidios son cometidos por un familiar de la víctima. En el caso de las mujeres, la situación es todavía más grave, pues en el 85% de los casos el asesino es un familiar, en particular la pareja de hecho o de derecho.

¿Significa todo ello que la familia ha dejado de ser el ámbito donde surgen y se mantienen los mejores sentimientos entre los miembros que la integran? Vivimos una época de cambios ultrarrápidos y de replanteamientos continuados, de modo que ninguna relación puede darse por segura hasta que no se ha probado que puede resistir los embates de las móviles circunstancias que son hoy casi habituales.

Definición de la violencia contra las mujeres

Ya en 1996, un grupo de expertos internacionales convocados por la OMS consideró que la definición de la violencia contra las mujeres adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas era suficientemente amplia y englobaba las distintas manifestaciones del hecho: «Todo acto de violencia dirigido contra el sexo femenino, que cause o pueda causar un daño o un sufrimiento físico, sexual o psicológico, inclusive la amenaza de ese acto, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto en la vida pública como en la privada». Dos años más tarde, en 1998, la OMS estimó que la violencia interpersonal era en el mundo la décima causa de muerte en las mujeres de 15 a 44 años. Según los estudios compilados por la OMS:

Los actos de violencia que sufren las mujeres provienen casi exclusivamente de varones.

Esos varones son, en general, personas conocidas por las mujeres que sufren el acto violento.

La violencia suele ejercerse con particular frecuencia en el seno de la familia, considerada en un sentido amplio.

Las lesiones corporales en el marco de las relaciones íntimas entre varones y mujeres van casi siempre acompañadas de violencia psicológica y verbal grave.

En muchos países, las instituciones sociales encargadas de la protección del ciudadano ignoran con demasiada frecuencia a las mujeres que han sufrido actos de violencia.

Conforme a un estudio encargado por el Banco Mundial, los riesgos de que se den actos de violencia dirigidos contra las mujeres son mayores en los siguientes casos:

Medio cultural que acepta la solución de conflictos por la violencia y que se acompaña de una situación socioeconómica de la mujer que la desvaloriza y la aísla.

Rigidez de las funciones atribuidas a cada sexo, de modo que la virilidad se asocia al dominio y la feminidad al sometimiento.

Situación socioeconómica desvalorizadora de la mujer en el seno de la familia, de modo que el hombre es el gestor exclusivo del patrimonio familiar, por miserable que éste sea.

En muchos países, las instituciones sociales encargadas de la protección del ciudadano ignoran con demasiada frecuencia a las mujeres que han sufrido actos de violencia

La OMS ha señalado de modo reiterado que se precisan datos exactos y comparables sobre la violencia ejercida contra las mujeres. Desgraciadamente, los esfuerzos destinados a recoger datos que permitan medir el alcance de la violencia dirigida contra las mujeres tropiezan con obstáculos importantes, entre los que destacan los dos siguientes:

El modo por el que las normas sociales y culturales determinan lo que se entiende por violencia, que impiden o dificultan sobremanera que se alcance una definición consensuada de la violencia sufrida por las mujeres (p. ej., la situación de las mujeres en Arabia Saudita se consideraría oprobiosa y rayana en la violencia en los países occidentales).

Las notables variaciones observadas en las tasas de malos tratos en los diferentes países, derivadas de la falta de aplicación de la definición de violencia y de las circunstancias en las que se desarrolla la entrevista (en privado, en el marco familiar, etc.).

La frecuencia de los actos violentos cometidos en el marco de la familia, considerada como el conjunto de personas que viven bajo un mismo techo, pone en cuestión el concepto tradicional de la familia como un remanso de paz y tranquilidad. Parece que vivimos en una época en la que todo queda trastocado. Ni siquiera el personal sanitario se ha visto libre de ovejas negras. Da la impresión de que basta modificar el medio para que surja lo peor de cada persona. No puede explicarse de otro modo, por ejemplo, la participación de destacados psiquiatras, como el austriaco Heinrich Gross, en la exterminación programada y sistemática en la Alemania nazi de los niños que presentaban minusvalías psíquicas o mentales.

Una violencia ocultada

En fecha reciente, la Dra. Margaret Chan, directora general de la OMS, ha renovado el nombramiento de la modelo etíope Liya Kebede como embajadora para la salud de la madre, el recién nacido y el niño, después de desempeñar con éxito esa responsabilidad desde el Día Mundial de la Salud de 2005. Como embajadora de buena voluntad, Liya Kebede continuará llamando la atención sobre las 1.600 madres que, como término medio, mueren cada día en el mundo a consecuencia de complicaciones relacionadas con el embarazo y el parto, y sobre los 11 millones de niños que fallecen cada año antes de alcanzar los 5 años.

Liya Kebede ha resaltado los efectos devastadores de las fístulas obstétricas, casi desconocidas en los países occidentales, y que, según las estadísticas de la OMS, afectan a unos 300 millones de mujeres en el Tercer Mundo, a las que se suman cada año 20 millones de nuevos casos. Las fístulas se producen en el curso de un parto prolongado debido a desgarros de la vagina, la vejiga o el recto, con la consiguiente aparición de una incontinencia urinaria y fecal crónica.

La mayoría de las mujeres que sufren de fístulas de origen obstétrico han parido sin la asistencia de una partera cualificada. Por otra parte, las mujeres que presentan este trastorno son con frecuencia abandonadas por su cónyuge y excluidas de su familia o de su comunidad. En India y Pakistán, por ejemplo, alrededor del 70% de las mujeres que tienen fístulas obstétricas han sido abandonadas o forzadas a divorciarse.

La formación de fístulas obstétricas guarda relación con la práctica, habitual en casi todos los países subsaharianos, de la mutilación genital practicada a las niñas antes de los 10 años de edad. Un estudio publicado por la OMS ha mostrado que ese tipo de mutilación se asocia a una mayor probabilidad de la aparición de problemas en el curso del parto. Según Joy Phumaphi, «la mutilación genital femenina es una práctica anclada en la cultura y las tradiciones, pero a la que habría que poner término. Debemos apoyar a las comunidades que intenten abandonar esa práctica y mejorar la atención dispensada a sus víctimas. Debemos también oponernos categóricamente a la medicalización de la mutilación genital femenina. La OMS ha expresado su total rechazo a que la mutilación genital femenina sea llevada a cabo por personal médico».

Hay cuatro formas de mutilación sexual de la mujer:

Tipo 1. Escisión del prepucio, con o sin escisión parcial o total del clítoris.

Tipo 2. Escisión parcial del clítoris, asociada a la escisión parcial o total de los labios menores.

Tipo 3. Escisión parcial o total de los órganos genitales externos e infibulación (sutura con estrechamiento) del orificio vaginal.

Tipo 4. Perforación o incisión del clítoris y de los labios menores y mayores, asociada a la cauterización del clítoris y del tejido vecino.

Además de esas auténticas barbaridades, en África se practican otras menos codificadas, como el raspado del orificio vaginal, la incisión de la vagina y la introducción de sustancias corrosivas o de plantas en la vagina para causar hemorragias o para estrecharla. La forma más corriente de mutilación genital femenina es la de tipo 2.

La mayor parte de los casos de mutilación sexual femenina se producen en 28 países africanos, casi todos subsaharianos, pero esta práctica tiende a extenderse en lugar de disminuir. Así, se han descrito casos en Australia, Canadá, Estados Unidos y varios países europeos, entre ellos España. En el Hospital Universitario de Zurich se dio el caso realmente excepcional de que la intervención mutilante fuera ejecutada, naturalmente de modo clandestino, por un enfermero.

Los familiares de las niñas y adolescentes sometidas a la bárbara práctica aquí descrita citan varios motivos que pasamos a comentar a continuación.

Desgraciadamente, los esfuerzos destinados a recoger datos que permitan medir el alcance de la violencia dirigida contra las mujeres tropiezan con obstáculos importantes

Psicosexuales

Reducción o eliminación del tejido sensible de los órganos genitales externos, en particular del clítoris, a fin de atenuar la apetencia sexual en la mujer; mantener la virginidad y la castidad antes del matrimonio y la fidelidad en el curso de la vida matrimonial, y aumentar el placer sexual del varón.

Sociológicos

Identificación con la herencia cultural, iniciación de las adolescentes a la condición de mujer, integración social y mantenimiento de la cohesión social.

Higiénicos y estéticos

Consideración de los órganos genitales externos de la mujer como sucios y carentes de estética, de modo que su eliminación favorecería la higiene y aumentaría el atractivo de la mujer.

Persistencia de mitos

La intervención aumentaría la fecundidad de la mujer y favorecería la supervivencia de los futuros hijos.

Religiosos

Ciertas comunidades musulmanas practican la mutilación sexual femenina alegando que forma parte de la cultura islámica, pero de hecho es anterior a la aparición de la religión mahometana.

La OMS ha estimado que 100-140 millones de mujeres, adolescentes o niñas han sufrido una mutilación de los órganos sexuales, y que cada año otros 2 millones de ellas son sometidas, de grado o por fuerza, a esta práctica aberrante.

Difíciles soluciones

En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, Suiza afrontó una grave crisis económica que condujo a la mayor emigración de su historia. Originó a la vez una ola de suicidios sin precedentes. Estimando que la publicación en la prensa de noticias de suicidios podía suscitar un fenómeno de imitación en las personas deprimidas, los directores de los periódicos de mayor tirada acordaron no dar a conocer ningún suicidio. Ese acuerdo se ha mantenido de modo muy estricto, de modo que en mis muchos años de permanencia en Suiza (en 1963 ingresé en la OMS) nunca he leído en la prensa cotidiana o semanal ninguna noticia relativa a un suicidio.

Ese fenómeno de imitación se está produciendo tal vez en el caso de la violencia contra las mujeres en España. En 2006, 68 mujeres murieron víctimas de la violencia de sus parejas o sus ex parejas, y todo permite prever que en 2007 esa cifra va a ser igualada o incluso superada, y ello pese a la adopción del mayor arsenal de medidas legales contra la violencia de género que nunca ha existido en nuestro país. Desde 2004, año en que se promulgó la Ley Integral Contra la Violencia de Género, se han creado juzgados especiales, se han incrementado considerablemente las dotaciones policiales responsables de la vigilancia y persecución de los delincuentes, se ha creado el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, el Ministerio de Sanidad y Consumo ha redactado el protocolo común para la actuación sanitaria ante la violencia de género (acción prevista en el catálogo de medidas urgentes contra la violencia de género aprobado en diciembre de 2006) y se ha tratado por todos los medios de sensibilizar a la población respecto a este problema. Tal vez, en este último aspecto ha sido más llamativo el fracaso, pues es muy corriente que los familiares o vecinos de las víctimas ignoren o digan ignorar los malos tratos infligidos a las mujeres que vivían junto a sus agresores.

Con ser grave y preocupante la situación en España, lo es menos si se compara con lo que sucede en el mundo. En un estudio patrocinado por la OMS, titulado «Salud femenina y violencia doméstica contra las mujeres», basado en entrevistas a más de 24.000 mujeres de zonas urbanas y rurales de 10 países (Bangladesh, Brasil, Etiopía, Japón, Namibia, Perú, Samoa, Serbia y Montenegro, Tailandia y Tanzania), se afirma que el problema primordial es que el maltrato sigue envuelto en un manto de silencio. El 20% de las mujeres maltratadas entrevistadas por los investigadores responsables del estudio nunca habían referido el maltrato. A pesar de las consecuencias sanitarias que ese tipo de agresión puede acarrear, muy pocas mujeres señalaron que habían solicitado ayuda a servicios públicos, policiales o sanitarios, o a personas investidas de autoridad. Todo lo más que hacían era recurrir a amigas, vecinas o parientes. Las que solicitaban ayuda oficial tendían a ser maltratadas con más violencia.

En relación con el problema aquí examinado, un prejuicio que ha de eliminarse es el que centra la violencia en las clases pobres. Michèle Gigandet, responsable de un centro especializado de Ginebra, afirma que han recibido en su consulta a víctimas de médicos, abogados, diplomáticos e incluso cooperantes humanitarios. En Friburgo, uno de los cantones suizos más prósperos y de paisajes más paradisíacos, Pierre Schuwey, jefe de la policía, señala que, como término medio, sus fuerzas realizan una intervención diaria por violencias conyugales.

Es evidente que un problema tan ubicuo no va a resolverse en breve, pero al menos se ha dado un paso importante para su solución: no ocultarlo.


Bibliografía general

Arnal S, et al. Drames familiaux. Lausana (Suiza): L'Hebdo; 2006.

Del Águila C. Frenar la violencia machista. Jano. 2007;1651:16.

OMS. Declaración de la Dra. Margaret Chan en el Día Internacional de la Mujer. Ginebra; 2007.

OMS. La mutilación genital femenina. Ginebra; 2006.

OMS. Women's Health and Domestic Violence Against Women. Ginebra; 2005.

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