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Vol. 21. Núm. 11.
Páginas 11 (Diciembre 2002)
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La sociedad abierta y la farmacia
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J. Esteva de Sagrera
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Excepto cuando las sociedades se dejan llevar por el desvarío y el delirio, tienden a la comodidad y al bienestar. Es mejor estar sano que enfermo y es preferible prolongar la vida en cantidad y calidad que llevar una vida mísera aquejado por las privaciones y la enfermedad. La farmacia es uno de los factores con los que se contribuye a la autonomía y a la dignidad de las personas. Es un importante generador de calidad de vida, progreso, libertad y bienestar. Sin embargo, la farmacia ha sido en muchas épocas estéril, incapaz de proporcionar medicamentos seguros, eficaces y de calidad. El progreso farmacéutico se ha producido en muy pocos escenarios históricos y ha coincidido siempre con la implantación de modelos sociales abiertos. Las innovaciones farmacéuticas acontecieron en el modelo griego, pero no en la militarizada y rígida Esparta, sino en las ciudades del mar Jónico, allí donde se producía el intercambio cultural y comercial, donde la sociedad abierta no había sido secuestrada por los ideólogos de los proyectos cerrados. Hubo a continuación siglos de parálisis, hasta tal punto de que en París, en el siglo xvii, se enseñaba a los estudiantes el arte farmacéutico de los bizantinos, que a su vez se habían inspirado en la tradición clásica. Más de mil años de estancamiento farmacéutico.

La renovación farmacéutica prosiguió en las ciudades renacentistas, se apoyó en la revolución burguesa y culminó con la industrialización y el liberalismo político y económico. Los detractores de las democracias liberales, en el siglo xx, construyeron una sociedad cerrada en la que la ideología se impuso a la realidad. El resultado fue que en las sociedades comunistas no se produjo la introducción de un solo medicamento de vanguardia y hoy, cuando se enseña farmacología, no se hace referencia a ningún medicamento investigado y descubierto en el campo socialista. Hace muchos siglos, los teólogos cristianos más radicales prohibieron los medicamentos griegos por considerarlos paganos y afirmaron que la oración, la fe y un comportamiento virtuoso eran los mejores caminos para obtener la gracia de la salud. ¡El buen comportamiento como medicamento! No hará falta añadir que en ese escenario la farmacia no pudo avanzar ni un solo paso.

La farmacia llama a la puerta de la sociedad, pero no siempre ésta le abre el paso; muchas veces se lo cierra invocando criterios que impiden la libertad y el desarrollo. La historia de la farmacia es el mejor ejemplo de cómo las sociedades cerradas dilapidan los recursos que, bien utilizados en el seno de una sociedad abierta, contribuyen a la mejora de la calidad de la vida. La sociedad cerrada se pone de espaldas a la realidad y responde a los problemas proponiendo medidas idealistas y contraproducentes. La sociedad abierta gestiona, día a día, las dificultades e introduce pequeñas mejoras concretas que, a largo plazo, producen cambios espectaculares. No hay prescripción mejor: sociedad abierta, libertad y desarrollo a partes iguales, hágase según arte.

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