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Vol. 23. Núm. 2.
Páginas 82-92 (Febrero 2004)
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La gripe
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Antonieta Garrote, Ramón Bonet
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Tabla 1. Tipos de vacunas contra la gripe
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Prevención y tratamiento con antigripales

Con el período invernal se hace patente con mayor intensidad la gripe, una afección respiratoria que, aunque se halla catalogada como una enfermedad benigna, su extensa distribución social y alta infectividad la convierten en un fenómeno con repercusiones mayores a las estrictamente derivadas del campo sanitario. Las consecuencias socioeconómicas derivadas, tanto directa como indirectamente, del absentismo laboral que provoca se ven reflejadas en los indicadores macroeconómicos de cada una de las sociedades afectadas.

La gripe es una infección de las vías respiratorias superiores de origen viral, altamente contagiosa y que, en los casos más leves, puede llegar a confundirse con el denominado resfriado común. En aquellos casos en los que la gripe afecte a personas sanas y jóvenes podrá catalogarse como un mal menor, que no deja secuelas y capaz de remitir en el plazo de una semana, aproximadamente. Sin embargo, cuando esta infección viral afecta a determinados grupos de población (enfermos debilitados, con cardiopatías graves, enfermedades pulmonares crónicas, ancianos) su pronóstico es grave y puede llegar a ser mortal.

El virus influenza caracterizado, fundamentalmente, por su gran capacidad de mutación, es el agente causal de este tipo de patologías respiratorias de evolución autolimitante. Pertenece a la familia Ortomixoviridae y, atendiendo al resultado de reacciones inmunológicas, puede clasificarse en los tipos A, B y C, que no presentan inmunidad cruzada entre ellos.

La denominación de Mixovirus proviene de su afinidad por la mucina, mucoproteína presente en las secreciones, suero sanguíneo, membranas de los hematíes y algunos tejidos epiteliales.

Estos virus poseen un tamaño que oscila entre 80 y 120 nm, forma esférica o filamentosa y una nucleocápside o parte central, formada por ácido ribonucleico (ARN) helicoidal monocatenario, una nucleoproteína soluble, polimerasas y proteínas no estructurales. Su capa externa de naturaleza lipídica bimolecular se prolonga externamente por unas proyecciones glucoproteicas con dos tipos de actividad enzimática: una con actividad hemaglutinante (HA) y otra con actividad enzimática similar a la neuraminidasa (N). La combinación de las diferentes variedades de glucoproteínas H y N son las que confieren el patrón antigénico al virus de la gripe, en cualquiera de sus tipos A, B o C.

Una peculiaridad destacable de estos virus es que sus antígenos de superficie modifican su secuencia de aminoácidos muy fácilmente, modificándose, con ello, el comportamiento antigénico y haciendo inviable conseguir una inmunidad permanente frente al virus de la gripe.

Los virus tipo A y B son los responsables de las manifestaciones gripales clínicas en el hombre. El virus influenza A es el que presenta mayor variabilidad superficial e infectividad y es el agente causal más común de la mayor parte de epidemias gripales, más o menos extensas geográficamente, y también de las grandes pandemias que han afectado a la humanidad. El virus tipo B, aunque en menor medida, también origina procesos gripales, pero únicamente será capaz de producir epidemias. El virus tipo C, en cambio, tiene una influencia patológica poco significativa y sólo provoca cuadros respiratorios de poca importancia.

El virus influenza, causante de la gripe, afecta a la mucosa respiratoria, especialmente la de la nariz, garganta y pulmones. Para iniciar el proceso de infección, los ortomixovirus se unen a un receptor específico de la célula diana, mediante la hemaglutinina. Seguidamente, el virus o su material genético entra en la célula. En el interior celular tiene lugar la replicación del ácido nucleico viral y la síntesis de las envueltas virales. A continuación, en un proceso en el que participa la neuraminidasa, se procederá a la liberación de nuevos virus, que procederán a invadir nuevas células.

La amplia difusión y elevada infectividad de la gripe es consecuencia del elevado número de virus existentes en las secreciones respiratorias de los portadores, que infectan a nuevos individuos a través del pflügge --minúsculas gotículas expelidas al toser, hablar y estornudar--. Estas gotitas quedan suspendidas en el aire y dan origen a una vía de contagio rápida.

El contacto directo con estos materiales infecciosos, con objetos con ellos contaminados o, simplemente, el contacto con personas con capacidad infectiva (muchos de ellos todavía en fase asintomática) son suficientes para adquirir la infección. Este patrón de diseminación hace que el uso del pañuelo al estornudar, utilizar pañuelos desechables, lavar con frecuencia las manos, no frecuentar lugares cerrados y muy concurridos o evitar el contacto con personas enfermas sean algunas de las medidas higiénicas y preventivas más efectivas, que puedan contribuir a no diseminar indiscriminadamente la epidemia.

Las manifestaciones clínicas inespecíficas del proceso gripal se manifiestan, de forma brusca, tras un período de incubación que oscila entre 18 y 48 horas. En términos generales, la clínica de esta enfermedad, en un primer estadio, se caracteriza por escalofríos, hipertermia elevada (39-40 ºC), mialgias y dolores articulares (acentuados en piernas y zona lumbar), fatiga, cefaleas (normalmente frontales) o dolor retroorbitario (que se intensifica al efectuar movimientos oculares). En una segunda fase, aparecen con mayor intensidad los síntomas catarrales, aunque en un inicio sólo se presentan de forma leve. El cuadro respiratorio en esta etapa está caracterizado por dolor e irritación de garganta, tos seca improductiva, estornudos, fluidificación de la secreción nasal, lagrimeo y, ocasionalmente, se presenta acompañado de náuseas y vómitos (especialmente en niños). Transcurridos 2-4 días desde el inicio de la sintomatología, la fiebre suele remitir y el resto de la sintomatología se hace menos manifiesta.

Una de las principales complicaciones de la gripe es la bronconeumonía y son los enfermos con cardiopatías y enfermedades pulmonares obstructivas crónicas los más proclives a desarrollarla. La bronconeumonía viral primaria es su complicación aguda más grave, causada por el propio virus gripal, y aparece a las 24 horas de la instauración de la gripe. Esta patología se manifiesta clínicamente por un cuadro marcado por las dificultades respiratorias, aumento de la frecuencia respiratoria, el paciente se vuelve progresivamente cianótico y presenta expectoración con sangre. La evolución es fulminante: provoca un rápido agravamiento de la sintomatología y la muerte del paciente entre 5-10 días después del comienzo de los síntomas.

Con mejor pronóstico, aunque también dentro de la gravedad, aparecen las bronconeumonías bacterianas secundarias, que son más frecuentes dentro de este tipo de complicaciones respiratorias posgripales. El neumococo es el principal responsable de la mayoría de ellas, aunque también pueden estar provocadas por Staphylococcus aureus y Haemophylus influenzae, entre otros. Aunque la sintomatología de esta enfermedad parece ser una prolongación en el tiempo de los síntomas gripales, hay manifestaciones peculiares que permiten identificarlas de forma inequívoca: la existencia de esputos purulentos y la auscultación torácica patológica (nunca presente en los casos de gripe). Un tratamiento antibiótico eficaz conllevará a que estas complicaciones tengan un pronóstico mucho mejor que el de la neumonía gripal primaria, anteriormente comentada. Otras complicaciones menos relevantes y asociadas al aparato respiratorio son sinusitis y otitis media.

Las manifestaciones clínicas inespecíficas del proceso gripal se manifiestan, de forma brusca, tras un período de incubación que oscila entre 18 y 48 horas

Prevención

La profilaxis es la piedra angular de la estrategia antigripal. Si bien es cierto que la prevención es la mejor manera de atajar cualquier enfermedad a cualquier edad, las peculiaridades de la gripe hacen especialmente importante este apartado, a la hora de minimizar el impacto de esta enfermedad en al sociedad.

El farmacéutico, como uno de los eslabones de la cadena sanitaria más próximo al paciente, desempeña, junto con el médico de familia, un papel muy importante a la hora de promover medidas que puedan evitar la adquisición y diseminación de la gripe. Así, el consejo farmacéutico, frente a esta patología tan recurrente, puede orientarse desde tres grandes puntos de vista: hábitos higiénicos y sanitarios, vacunación y quimioprofilaxis.

Hábitos higiénico-sanitarios

Si bien evitar el contagio, a través de esta vía, es muy difícil, existen una serie de medidas sencillas, basadas todas ellas la aplicación del sentido común, que si se aplican regularmente y con detenimiento, pueden ayudar, tanto a prevenir como a evitar la propagación de esta molesta y, en determinados casos, seria enfermedad:

* Evitar el contacto con personas enfermas.

* Evitar permanecer en lugares cerrados y muy concurridos o con ambientes muy cargados, aglomeraciones de gente, así como el uso o abuso de tabaco.

* Utilizar pañuelos desechables, proteger la nariz y la boca al toser o estornudar, así como lavarse a fondo y con frecuencia las manos.

* Evitar el frío y los cambios bruscos de temperatura, condiciones que, aunque por si mismas no son causa de resfriados, sí hacen que el individuo se halle más indefenso ante las infecciones virales. De igual modo, ambientes con la calefacción demasiado fuerte pueden provocar cambios fisiológicos e impedir que los mecanismos de defensa, ubicados en este nivel, actúen con normalidad.

* Beber abundantes líquidos es una manera de mantener la humedad de las mucosas y, por tanto, de mantener su funcionalidad protectora.

* Llevar una dieta sana y equilibrada, rica en fruta y verduras, proporcionará un aporte vitamínico y mineral completo, que ayudará al organismo a enfrentarse con éxito ante una infección de tipo viral. En particular, un aporte combinado de cobre y cinc y de betacarotenos (provitamina A) y vitamina C actuarán como un amplificador del sistema inmunitario.

* Evitar compartir vasos, cubiertos u otros utensilios, destinados a ser utilizados en boca y/o nariz, con pacientes afectados.

* Reemplazar el cepillo de dientes, al principio de la convalecencia, una vez finalizada la fase crítica de la gripe y una vez finalizada la total recuperación puede llevar a acortar el ciclo de la enfermedad y prevenir posibles recaídas a corto plazo.

Por definición, la inmunoprofilaxis requiere la participación «activa» del organismo, para generar los anticuerpos, que evitarán la futura infección

Vacunación

La vacunación sistemática de los denominados grupos de riesgo (pacientes que presenten enfermedades pulmonares, cardiovasculares, metabólicas y/o renales crónicas, individuos mayores de 65 años, personal sanitario y asistencial) es la medida más eficaz de prevenir la aparición de la gripe, reducir sensiblemente la gravedad del proceso, en el caso de que éste se instaure, y, consecuentemente, de las complicaciones, que de ello se derivan. Se estima que confiere una protección, que varía entre el 50 y el 80%.

Por definición, la inmunoprofilaxis requiere la participación «activa» del organismo, para generar los anticuerpos, que evitarán la futura infección y, ello, hace que el efecto de las vacunas esté fuertemente condicionado por factores como la edad, la inmunocompetencia o las condiciones físicas de la persona vacunada. Así, la respuesta inmunitaria de ancianos y/o enfermos crónicos es muy inferior a la que se obtiene en la población infantil y población sana. Por tanto, es un hecho que la eficacia de la vacuna estará condicionada a una serie de factores intrínsecos del paciente, además del grado de similitud, que se consiga de las cepas empleadas en la elaboración de la vacuna, con las que realmente circulan durante la estación de riesgo de la gripe. Si esta similitud no ha sido conseguida suficientemente, el resultado será una disminución de la gravedad del cuadro gripal y de sus complicaciones, cuando se produzcan.

La campaña de vacunación antigripal debe instaurarse en los meses de otoño (de septiembre a noviembre) y con una cadencia anual, ya que el efecto protector que ofrece no se prolonga más de un año. La protección que genera la vacuna se hace efectiva, aproximadamente, de 1-3 semanas después de haberse efectuado su administración, por lo que los meses más críticos de contagio (diciembre a marzo) se verán cubiertos, si se realiza la pauta descrita con anterioridad.

Las vacunas antigripales se administran en la población adulta y en niños mayores de 12 años, en una única dosis de 0,5 ml, por vía subcutánea profunda o intramuscular. En niños menores de 12 años su administración suele ser fraccionada en dos administraciones separadas 4 semanas, excepto si el niño ha sido vacunado en los últimos 4 años o ha presentado la infección, en cuyo caso, una sola dosis será suficiente.

Actualmente, las vacunas existentes en el mercado son vacunas polivalentes, es decir que incluyen en su composición distintos tipos de virus (A y B), y de cada subtipo de virus se incluirían las variedades antigénicas previstas por la OMS. Esta entidad emite, anualmente, las pautas para la elaboración de la vacuna antigripal de la próxima temporada, a partir de los datos epidemiológicos y estadísticos recogidos en casi un centenar de países, así como las recomendaciones para su uso.

El tipo de vacunas, que se encuentran en las farmacias hoy día, pueden pertenecer a tres grandes familias, dos de ellas incluyen virus inactivados y un tercer grupo, que se elabora a partir de antígenos de superficie. Los tipos de vacunas, así como sus propiedades, se resumen en la tabla 1.

Respecto a los efectos adversos derivados de su aplicación son leves y de poca importancia en la gran parte de los casos. Se limitan a molestias locales en el lugar de la inyección (dolor, inflamación, eritema) en un 5% de los casos y, muy esporádicamente, fiebre o reacciones sistémicas. Excepcionalmente, se han descrito reacciones alérgicas en personas que también lo son a los huevos, puesto que los medios de cultivo de los virus, que intervienen en la preparación de las vacunas son huevos con embrión de pollo.

Las investigaciones actuales están dirigidas en este campo a la obtención de vacunas de nueva generación, que confieran una mayor protección y más prolongada, una fabricación más simple y un sistema de aplicación más cómodo. La administración inhalatoria es una de las vías de investigación abiertas hoy día, ya que mejoraría sustancialmente la aceptación de la vacunación, además de mejorar el patrón de inmunización producido, puesto que se utilizaría para su administración la misma vía que utiliza el virus para infectar al individuo.

Quimioprofilaxis

La utilización de fármacos antivirales trata de evitar la proliferación de los virus dentro del organismo infectado y, por tanto, que el número de replicas del agente infeccioso llegase a ser lo suficientemente importante como para provocar las manifestaciones clínicas. Dentro de este grupo cabe destacar el uso de amantadina y rimantadina, fármacos relacionados químicamente, por tanto, con unas características muy similares.

La amantadita, cuando es administrada durante un período de 3-5 días, posee una efectividad del 70-90% como agente preventivo en las infecciones causadas por virus tipo A, pero no contra los de tipo B. Su mecanismo de acción no está bien definido, pero, probablemente, interfiere el desdoblamiento en el ciclo de replicación. Debe evitarse su administración, en casos de insuficiencia renal y en mujeres gestantes, ya que no se conoce si puede presentar efectos teratogénicos.

Se están llevando a cabo estudios para poder incluir otros agentes profilácticos de nueva generación, como son los inhibidores de la neuraminidasa (zanamivir, oseltamivir), en el tratamiento profiláctico de la gripe.

Los esfuerzos que, desde cualquier centro sanitario se realizan para la implantación de medidas preventivas útiles y eficaces contra la infección gripal, son importantes y necesarios. Por todo ello, todo personal sanitario implicado, directa o indirectamente, tanto en la educación sanitaria de la población como en el tratamiento, seguimiento y mantenimiento del estado de salud de los pacientes, deberá apostar por concentrar gran parte de su esfuerzo en transmitir las medidas preventivas, que permitan y consigan disminuir el número de casos de esta enfermedad en concreto, así como la de cualquier otra.

Tratamientos de la gripe

El tratamiento básico, para la gran mayoría de pacientes, es sintomático y consistirá en la administración de fármacos que alivien las molestias propias de esta patología respiratoria, que, frecuentemente, coinciden con las de otras afecciones del tracto respiratorio (resfriado común, rinitis).

Los preparados destinados a paliar la sintomatología clínica gripal son catalogados por el público en general como antigripales, denominación errónea, pero aún así «aceptada» en muchos círculos sanitarios. Estrictamente, los fármacos antigripales son aquellos que curan la enfermedad, es decir actúan activamente frente a los virus influenza con el fin de eliminarlos. Durante mucho tiempo, ha quedado desierto este grupo terapéutico al no disponer la farmacología de un tratamiento eficaz y específico contra esta enfermedad. Actualmente, el arsenal terapéutico cuenta con un grupo de moléculas innovadoras, zanamivir y oseltamivir que inhiben selectivamente la neuraminidasa e impiden, de este modo, la replicación viral.

Ambos principios activos consiguen una reducción efectiva del período de convalecencia de la patología, de 24 a 48 horas, y alivian la sintomatología gripal. Para optimizar la eficacia del tratamiento, estos fármacos tienen que ser administrados en las dosis adecuadas en el plazo de las primeras 48 horas de contraída la gripe, cuando los síntomas son menos evidentes. La administración de zanamivir es únicamente por vía inhalatoria oral, por lo que, para su aplicación, será necesaria la presencia de un inhalador. El oseltamivir se administra vía oral.

Su administración sólo deberá realizarse bajo control médico en adultos y adolescentes mayores de 12 años que muestren la típica sintomatología gripal y siempre y que sea patente la existencia del virus en el entorno del enfermo. En todos los casos de administración de zanamivir es muy importante tomar especiales precauciones en pacientes asmáticos o con enfermedad obstructiva crónica (EPOC), puesto que estos pacientes podrían desarrollar broncospasmo o dificultad respiratoria.

El antiviral zanamivir ha sido, y está siendo, estudiado como fármaco de gran utilidad en el tratamiento profiláctico de la gripe. Hasta el momento, los resultados obtenidos confirman que la inhalación oral una vez al día de este principio activo es bien tolerada y previene, en gran medida, la aparición de la gripe.

Tratamiento sintomático

Se incluyen en este apartado aquellos fármacos destinados a aliviar los síntomas y molestias originadas por la gripe, que dejan que sean las propias defensas del individuo las encargadas de eliminar el virus en los casos no complicados de gripe. Estos medicamentos paliativos, para ser efectivos, tienen que ir acompañados por reposo en cama, una ingestión de líquidos adecuada para cubrir las necesidades generadas durante el período febril, buena ventilación y toda una serie de medidas higiénicas y sanitarias, que ayuden a acortar la clínica gripal.

Las asociaciones medicamentosas son muy frecuentes en las formulaciones de este tipo de preparados, preferentemente, en los de administración oral. Todas ellas están encaminadas a reducir la fiebre, aliviar la congestión, el dolor de cabeza, el dolor muscular, la tos y demás manifestaciones clínicas que acompañen el proceso gripal.

Las formas sólidas orales son las prescritas en mayor grado, puesto que son de fácil administración, tanto dentro como fuera de casa. Los sobres granulados y los comprimidos efervescentes son los que tienen mayor aceptación, puesto que la absorción se realiza antes y, por consiguiente, los efectos se manifiestan de una forma más rápida. Las formas líquidas serán las de elección en el tratamiento de la gripe infantil, dada su fácil administración y el eficaz enmascaramiento de las características organolépticas desagradables de los principios activos utilizados.

Analgésicos y antipiréticos

Son considerados el tratamiento de elección para paliar los síntomas originados por la gripe. Este tipo de principios activos disminuyen la temperatura corporal y alivian los dolores articulares y musculares, así como las cefaleas. Los representantes más comúnmente utilizados son el ácido acetilsalicílico, que en adultos se administra en dosis de hasta 600 mg cada 4 horas y el paracetamol, cuya dosificación es de 650 mg cada 4-6 horas. En niños será variable según su edad (inferior a un año: 60 mg; de 1 a 2 años: 60-120 mg; de 2 a 6 años: 120 mg y de 6 a 12 años: 250 mg, todos cada 4-6 horas).

Como reacciones adversas se hallan descritos los trastornos gastrointestinales que puede ocasionar la administración de ácido acetilsalicílico y, en caso de sobredosificación de paracetamol, necrosis hepática aguda. En niños menores de 5 años, la confluencia de una infección gripal, causada por el virus de tipo B y la administración de AAS, se considera factor de riesgo en la aparición del síndrome de Reye, por lo que la administración de AAS a niños se halla del todo contraindicada.

Otros fármacos de este grupo, administrados solos o en asociación, son el ibuprofeno, pirazolonas, acetilsalicilato o clonixinato de lisina.

Antitusivos

La tos que caracteriza las afecciones gripales es una tos seca, no productiva, persistente y sin expectoración, por lo que, paralelamente a la administración de un antitusivo, es conveniente, para aumentar la efectividad del tratamiento, proveer al paciente de un ambiente con la humedad necesaria para que el tracto respiratorio no se seque e instarlo a que aumente la ingestión de líquidos.

En estos casos, los fármacos de elección serán los agentes béquicos de acción central, entre los que destacan, por su eficacia, el fosfato de codeína y el dextromertorfano.

La codeína es el antitusígeno prototipo frente al que se comparan todos los demás. Su dosificación media en adultos oscila alrededor de los 15 mg/toma. Dentro de estos márgenes, y durante cortos períodos, este opioide no provoca peligro de dependencia ni física ni psíquica.

El bromhidrato de dextrometorfano es un derivado sintético de la morfina utilizado con fines antitusivos, ya que no posee propiedades analgésicas. No presenta los efectos indeseables de los opioides, como la farmacodependencia y la constipación y está contraindicado en pacientes tratados con IMAO.

Mucolíticos y expectorantes

Si en el proceso gripal la tos es productiva, también llamada húmeda, hay que tener en cuenta que es una tos útil, por lo que es conveniente no tratar de eliminarla totalmente, ya que ayudará a expulsar las secreciones bronquiales. En estos casos, un aporte de líquidos generoso (agua, zumos, infusiones) es también importante, ya que facilitará la secreción pulmonar.

Ante la existencia de tos productiva, tradicionalmente se han venido utilizando los agentes mucolíticos, es decir aquellos destinados a disminuir la viscosidad de la secreción bronquial, fluidificarla y facilitar la expulsión del esputo, así como los agentes expectorantes, que estimulan los mecanismos de secreción bronquial.

Antihistamínicos

El tratamiento sintomático de afecciones respiratorias, que cursan con congestión nasal, está basado, principalmente, en la utilización de agentes antihistamínicos, que previenen los efectos que se producen cuando se libera histamina, como resultado de la unión antígeno-anticuerpo. La liberación de histamina, en procesos gripales, provoca una vasodilatación importante, un incremento de la permeabilidad capilar y edema, que se manifiesta de forma más intensa en la nariz, puesto que es una zona muy bien irrigada. Para el tratamiento de estas afecciones respiratorias, los antihistamínicos más utilizados son clorfeniramina, difenhidramina, clorpromazina y doxilamina, que, dada su acción anticolinérgica, provocan una disminución de la secreción acuosa y mejoran la rinorrea.

Si la pauta de dosificación es correcta, estos principios activos pueden ser considerados seguros, tanto si son administrados en niños como en adultos. La somnolencia es el efecto indeseado más habitual en adultos. Será necesario que el médico que prescriba este tratamiento conozca si el enfermo presenta otras patologías (enfermos con glaucoma tratados con anticolinesterásicos, enfermos tratados con ansiolíticos, sedantes y/o hipnóticos, puesto que potencian su acción, diabéticos, hipertensos) y, en función de ello, dictamine la conveniencia o no de su uso.

Descongestivos nasales

Son aminas simpaticomiméticas de acción general, activas sobre receptores alfa-adrenérgicos, que, administradas oral o tópicamente, son utilizadas para aliviar la obstrucción nasal. Estos fármacos provocan una vasoconstricción en los vasos de la mucosa nasal, con la consiguiente reducción del flujo sanguíneo, alivio de la sensación obstructiva, mejora la ventilación nasal y facilitación del drenaje de las cavidades sinusales.

El conocido efecto secundario es el resultado de un incorrecto ajuste de la dosis y de la posología de este grupo de fármacos, debido a su sobredosificación. Deriva en una congestión secundaria, resultado de la isquemia, que se ha producido en la mucosa nasal y de la propia irritación local, que ha producido la aplicación tópica del fármaco.

Vía tópica suelen prescribirse en forma de gotas, nebulizaciones o geles los siguientes principios activos: efedrina, fenilefrina, nafazolina, oximetazolina y xilometazolina, cuya principal diferencia reside en la intensidad y duración de su acción.

Se hallan también disponibles descongestivos nasales de administración oral: fenilefrina, fenilpropanolamina y seudoefedrina, cuya acción es más duradera, aunque de menor intensidad que la de los preparados tópicos. Como ventaja, frente a los agentes tópicos del mismo grupo, cabe señalar que no presentan congestión secundaria, debido al menor grado de vasoconstricción y a la ausencia de irritación local. Como desventaja, poseen un mayor número de efectos secundarios, por lo se deberá prestar especial atención, a enfermos que presenten hipertensión, hipertiroidismo, diabetes, trastornos cardíacos isquémicos y no deberán ser administrados en pacientes tratados con IMAO.

Antiinfecciosos faríngeos tópicos/anestésicos locales

Una de las primeras manifestaciones, que se detectan en las afecciones gripales es la sequedad y dolor de garganta. Son prolíficos los preparados destinados a paliar o aliviar esta molestia y, para ello, se recurre a la formulación de distintas formas galénicas: comprimidos, pastillas, nebulizadores, colutorios y gargarismos, con el fin de poder ofrecer, a cada paciente, la forma más adecuada y cómoda, o que mejor se ajusta a sus gustos y necesidades. Su eficacia estará condicionada al alcance que tenga cada forma farmacéutica sobre las membranas mucosas del tracto oral. La mayor parte de ellos tienen como componentes básicos anestésicos locales y agentes antisépticos, aunque en su composición, también podemos encontrar antifúngicos y antiinflamatorios, entre otros grupos de fármacos.

Los antisépticos y agentes antibacterianos presentes en estas formulaciones resultarán útiles para tratar infecciones bacterianas secundarias a la gripe, aunque por si mismos no tienen mucho valor, cuando se utilizan para tratar los síntomas del dolor de garganta. Los más utilizados son la clorhexidina, hexetidina, fenoles, alcohol, povidona yodada y compuestos de amonio cuaternario.

Los agentes anestésicos son los que realmente proveen de efectividad al preparado, cuando se intenta eliminar, o al menos disminuir, el dolor. Este grupo desensibiliza de forma temporal los nervios sensitivos faríngeos proporcionando un alivio transitorio.

CONSEJOS DESDE LA FARMACIA

Información y precauciones en torno a la gripe

* Fomentar la vacunación de todos aquellos grupos considerados de riesgos

* Difundir los consejos higiénico sanitarios (en texto) que ayuden tanto a prevenir contagio como diseminar la enfermedad

Si el proceso viral está instaurado

* Aporte hídrico abundante

* Reposo

* Administración de fármacos que alivien la sintomatología: analgésicos/antipiréticos, antitusivos, descongestivos nasales, antihistamínicos...

Precauciones, contraindicaciones y efectos adversos

* Está desaconsejado el uso de antibióticos en todas aquellas infecciones gripales que cursen sin complicaciones de tipo bacteriano o sin riesgo elevado de presentarse

* La administración de especialidades antivirales está contraindicada en pacientes asmáticos y que presentan EPOC

* No deberá recomendarse la administración de ácido acetilsalicílico a niños menores de 5 años, por ser un factor de riesgo de aparición del síndrome de Reye

* Deberá informarse del riesgo de aparición de dolencias gastrointestinales y hepáticas, respectivamente, si el paciente abusa de la posología recomendada de ácido acetilsalicílico y paracetamol.

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