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Vol. 27. Núm. 2.
Páginas 66-72 (Febrero 2008)
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La farmacia de las porporciones armónicas. De Tales a Hipócrates
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Juan Esteva de Sagreraa
a Facultad de Farmacia. Universidad de Barcelona.
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Texto griego y traducción latina del juramento hipocrático.

Los presocráticos fueron los primeros autores que plantearon en Occidente que el organismo era el resultado de la buena o mala mezcla de sus elementos estructurales y de las funciones realizadas por el quinto elemento. La salud se definió como la armonía de los ingredientes del cuerpo, la enfermedad era el desequilibrio resultante del predominio de un elemento y la terapéutica tenía por objetivo recuperar la armonía perdida mediante la administración de medicamentos.

Los griegos elaboraron unas concepciones filosóficas, médicas y farmacéuticas que perduraron más de dos mil años en escenarios diferentes: Grecia, Roma, Bizancio, el mundo árabe, la Europa latina y el Renacimiento. La medicina griega no sufrió el primer ataque de envergadura hasta el Renacimiento europeo, con la figura de Paracelso, pero sobrevivió a ese ataque y la mayoría de médicos siguieron siendo galenistas, partidarios de un sistema que tenía explicación para todo y que proporcionaba a los médicos una visión racional de la enfermedad y una justificación al tratamiento empleado.

Tales de Mileto

En sus estudios sobre la naturaleza, los presocráticos se desvincularon del pensamiento mágico y del azar, se propusieron conocer el origen del mundo y formularon todas las explicaciones posibles. Para Empédocles había una pluralidad limitada a cierto número de sustancias elementales, cuatro, los cuatro elementos. Según Tales, Anaxímenes y Heráclito, hay una sola sustancia primordial, de la que proceden todas las demás. Tales de Mileto afirmó que la naturaleza estaba regida por leyes fijas e inmutables y que el hombre podía conocerlas gracias a la observación y al razonamiento. Según Tales, el principio primordial era el agua; para Anaxímenes lo era el aire y, según Heráclito, el fuego. Leucipo y Demócrito defendieron que existe una sustancia sin cualidades, dividida en elementos últimos que no pueden ser divididos, los átomos, que por asociación forman todo lo existente. Según Pitágoras lo primordial no era el origen ni el número de elementos, sino las relaciones matemáticas que existen entre los seres. Anaximandro y Anaxágoras defendieron que en el origen existía una multiplicidad infinita de sustancias. Para Anaximandro, el principio creador es el apeiron, materia prima caótica y confusa. Es una visión materialista. Según Anaxágoras, el mundo procede del espíritu, el noûs. De todas las teorías sostenidas por los presocráticos, la de Empédocles y la atomista tuvieron una gran repercusión médica y farmacéutica.

Cuatro elementos

Empédocles sostuvo que los cuatro elementos forman la naturaleza y el cuerpo humano. El agua, el aire, la tierra y el fuego se convirtieron en los cuatro únicos componentes de la materia. La tierra, el agua y el aire corresponden a los estados sólido, líquido y gaseoso, mientras que el fuego es la energía.

La naturaleza estaba formada por energía, cuerpos sólidos, líquidos y gaseosos. También el hombre estaba formado por los cuatro elementos: el agua estaba en la orina y las lágrimas, la tierra en los músculos y los huesos, el viento en la sangre y el fuego en el calor interno. Los hipocráticos convirtieron los cuatro elementos en el eje de su doctrina humoral y vincularon cada elemento con su humor correspondiente.

Xilografía de los siete sabios de Grecia realizada por Hartmann Schedel para el Liber Chronicarum, el más ilustrado incunable del mundo, editado en Nuremberg en 1483.

Átomos

Según Leucipo y Demócrito el mundo es el resultado de la asociación de las últimas partículas indivisibles, los átomos, que se desplazan por el universo de modo que su movimiento, ordenación y conglomeración se produce por azar. El encuentro entre átomos imperfectos o con formas que no coinciden conduce a formas inferiores; el encuentro entre átomos de formas regulares y su unión en una estructura superior producen formas más y más perfectas.

La escuela metodista romana se inspiró en las ideas atomísticas y postuló que la enfermedad era el resultado de una acumulación de átomos, la plétora, que debía combatirse con masajes, gimnasia, ejercicio y una nutrición equilibrada. También recurrían a medicamentos que abriesen o cerrasen los poros del cuerpo, para que los átomos del organismo pudieran comunicarse con los átomos del exterior. Clasificaron los medicamentos en astringentes o relajantes según cerrasen o abriesen los poros de la piel, sobre la que aplicaban una nueva forma farmacéutica, los esparadrapos, que contenían principios medicinales que actuaban sobre la piel. Según el tipo de átomos que predominasen en los medicamentos, clasificaron estos en dulces, amargos, salados, astringentes y grasos.

Alcmeón de Crotona

Alcmeón, médico griego del siglo VI a.C., definió la salud como la mezcla proporcionada de sus cualidades, la symmetros krâsis, la mezcla simétrica, eucrasia o buena mezcla. La enfermedad era la mezcla incorrecta, la discrasia. La salud depende de la isonomía, la «igualdad de derecho» de los componentes que forman el cuerpo humano. Si cada uno consigue aportar sus funciones y características, el cuerpo está sano. Si se enfrentan entre sí y unos se imponen a otros, se pierde el orden natural, la naturaleza es violentada y surge la enfermedad, la monarquía, la tiranía en la que un elemento sojuzga a los demás. La terapéutica buscaba restablecer los equilibrios, la eucrasia y la isonomía. La enfermedad se considera un desequilibrio y la terapéutica es la restauración del orden alterado por la enfermedad.

Su terapéutica se basaba en la cura por contrarios: cada exceso se corregía con medicamentos opuestos a la cualidad que era responsable de la enfermedad. Los textos de historia de la medicina dan una importancia decisiva al texto de Alcmeón y lo consideran el inicio de la medicina clásica y técnica y el punto de ruptura con la medicina simbólica.

Imagen al óleo de José de Ribera: Heráclito.

Imagen del Liber Chronicarum con la representación de Tales de Mileto (1483).

La imagen de Demócrito que aparece en el Liber Chronicarum. Nuremberg (1483).

Hipócrates y Demócrito representados en un grabado alegórico.

Imagen al óleo de José Ribera: Pitágoras.

Manuscrito con la imagen de Tales.

Pitágoras, manuscrito conservado en La Haya.

Tales y Pitágoras, manuscrito conservado en La Haya.

Teofrasto

Teofrasto (372-288 a.C.) orientó el Liceo aristotélico hacia el estudio de la botánica, alejándolo de la biología, disciplina preferida por su maestro Aristóteles. Escribió Historia de las plantas en nueve libros, el noveno de los cuales está dedicado al estudio de las propiedades medicinales de las plantas. También escribió sobre mineralogía: su De lapidibus fue la base de todos los lapidarios posteriores, tratados del uso farmacéutico de los metales y minerales. Teofrasto, Plinio y Dioscórides son las tres grandes autoridades de la materia medicinal, del estudio de los fármacos que proporciona la naturaleza. Plinio fue fantasioso, Teofrasto y Dioscórides mantuvieron mayor seriedad y rigor en sus descripciones. Teofrasto escribió la mejor botánica farmacéutica de la antigüedad y sólo fue superado, siglos más tarde, por otro griego, Dioscórides. Clasificó los vegetales según su tamaño y aspecto en árboles, arbustos, subarbustos y hierbas.

Empirismo

La escuela griega de Cnido, anterior a la hipocrática de Cos, se apoya exclusivamente en el empirismo. Los médicos formados en la escuela observaban los síntomas de los enfermos y la acción producida por las plantas y los archivaban en sus colecciones clínicas. Ante un enfermo, comparaban sus síntomas con los padecidos por enfermos anteriores y aplicaban una medicación que hubiese tenido éxito en un caso precedente, sin buscar más explicaciones y sin desarrollar ningún sistema teórico. El humoralismo disponía de una sólida elaboración doctrinal y ofrecía un sistema que tenía una explicación para la enfermedad y para su tratamiento. La escuela empírica, en cambio, no tenía explicación alguna. No sabía qué era la enfermedad ni por qué unos medicamentos curaban y otros no, se guiaba a partir de las observaciones realizadas por los médicos de la escuela, aunque en varios textos está presente la idea del humor de la escuela de Cos.

En Cnido introdujeron la auscultación, técnica que se abandonó posteriormente y que tardó siglos en reaparecer. En farmacia, cada vez que una planta tenía éxito lo anotaban y esperaban un caso semejante para emplearla de nuevo. No utilizaron muchas drogas, pero las combinaron de múltiples maneras. Utilizaron fumigaciones, purgantes, vomitivos, fermentaciones, pesarios y estornutatorios. Muchos de sus medicamentos eran expulsativos, para liberar al cuerpo del mal que lo dañaba. Hicieron uso frecuente de los eméticos, los purgantes y de sustancias irritantes que introducían por la fuerza en el esófago para provocar la tos. En algunos casos recomendaron la embriaguez como medicamento. Era frecuente que acumulasen muchos simples en una misma fórmula: como todas las escuelas de la antigüedad, su farmacia curaba por acumulación, era una polifarmacia.

Hipocrátes

El Corpus Hippocraticum (450-350) está formado por 53 tratados de medicina general, anatomofisiología, dietética, patología, terapéutica, cirugía, oftalmología, ginecología, obstetricia y pediatría. No es la obra de un autor, sino la aportación colectiva de varios médicos de una misma escuela, que compartían un mismo concepto de la enfermedad y de su tratamiento. No por ello todas las obras mantienen idénticos puntos de vista. Incluso ante una cuestión previa fundamental, como es la relación entre la medicina y la filosofía, los manuscritos del Corpus Hippocraticum mantienen las tres actitudes posibles: que la medicina tiene sus fundamentos en la filosofía, que la medicina tiene que relacionarse con la filosofía, y que debe ser totalmente independiente de la filosofía.

Los hipocráticos creían que habían encontrado la clave para explicar el organismo: el concepto de humor. Lo definieron como un elemento secundario del cuerpo, caracterizado por su fluidez y miscibilidad, que era el soporte, el sustrato material de las cuatro cualidades elementales, el calor, la frialdad, la sequedad y la humedad. Los cuatro elementos se manifestaban en la naturaleza como agua, aire, tierra y fuego; en el organismo se habían adaptado a la fisiología humana y eran transportados por los humores, que eran los equivalentes fisiológicos de los cuatro elementos de la naturaleza.

La mayoría de textos asocian el agua con el humor pituita, el aire con el humor sangre, la tierra con el humor bilis negra y el fuego con el humor bilis amarilla; pero otros textos hablan de sangre, pituita, bilis y agua; otros de pituita, bilis y sangre, e incluso alguna obra de la escuela reduce los humores a dos: pituita y bilis.

La teoría humoral contribuyó al auge de la escuela y sirvió para que, codificada por el galenismo, sobre todo el bizantino, predominase en la medicina durante más de dos mil años. Además de la teoría, el hipocratismo destacó por su práctica clínica, por sus observaciones sobre la evolución de los síntomas. El resultado fueron unas colecciones clínicas sin parangón en la historia de la medicina.

Todavía hoy se emplea la expresión facies hipocrática para referirse a un rostro demacrado por la enfermedad, que augura un desenlace dramático. Es éste el aspecto imperecedero de la escuela hipocrática, no su doctrina humoral, sino su clínica, su actitud ante el enfermo para ayudar a la naturaleza en su tendencia espontánea hacia la salud. El médico hipocrático se consideraba un ayudante de la naturaleza, a la que intentaba no violentar, huía de las actuaciones que forzasen al organismo y lo perjudicasen, lo que no le impidió caer en los excesos de la flebotomía y las purgas, que fueron consecuencia de la doctrina humoral, no de la clínica hipocrática.

Cada humor conducía a un determinado temperamento o predisposición fisiológica. El predominio del agua, transportada por el humor pituita, daba lugar al temperamento flemático o pituitoso; el temperamento sanguíneo era el resultado del predominio de la sangre, que transportaba al aire; el predominio del fuego daba lugar al temperamento colérico, transportado por la bilis amarilla; el temperamento melancólico era el resultado del predominio de la tierra, transportada por el humor bilis negra. Cada temperamento tenía sus características propias y en función de ellas era proclive a padecer diferentes enfermedades, por lo que era preciso emplear alimentos y medicamentos distintos de los que corresponden a los otros temperamentos.

Los cuatro elementos y humores eran dinamizados y puestos en movimiento por el pneuma o quinto elemento, el impulsor, refrigerante y vivificador del organismo, relacionado con el espíritu vital, el éter o quinto elemento del aristotelismo y la quintaesencia de los alquimistas.

La salud era el resultado del equilibrio humoral y la enfermedad era la mezcla desacertada de los humores, el predominio excesivo de uno y la debilidad de otros. Las causas de la enfermedad eran externas e internas. Las externas se dividían en animadas (parásitos), psíquicas (las emociones) e inanimadas (temperatura, clima, alimentación, los venenos). Las internas eran la raza, la edad, el sexo, la herencia, el medio ambiente y las enfermedades congénitas.

Los hipocráticos describieron la enfermedad a partir de sus fases: inicio, incremento, el clímax y la resolución. Cada fase presentaba unos síntomas que, correctamente interpretados por el médico, permitían acertar en el tratamiento. El momento culminante era el clímax o acmé, en el que la enfermedad hacía crisis o cocción y se resolvía el enfrentamiento entre las fuerzas curativas de la naturaleza y las destructivas de la enfermedad. Cuando la enfermedad hacía crisis, el médico debía actuar con celeridad para decantar la lucha a favor de las fuerzas curativas. Era el momento de emplear las purgas y sangrías, lo que explica su uso excesivo. Si la cocción conducía a la victoria de la enfermedad, el pronóstico era desfavorable y la enfermedad se precipitaba hacia un desenlace fatal. La medicina hipocrática parece haber construido este esquema sobre la evolución de la fiebre y la inflamación, los síntomas que según los hipocráticos se producían en la fase de acmé.

En los tratados hipocráticos se utiliza el vocablo phármakon como medicamento y también como alimento, y en ocasiones como medicamento purgante.

Las escuelas de Cos y Cnido describen poco más de doscientas plantas medicinales, de las que falta la descripción botánica. Las más numerosas son las purgantes, ya que los medicamentos más empleados por los hipocráticos eran los purgantes: asafétida, coloquíntida, escamonea, eléboro negro, lechetreznas (del género Euphorbia), nueza y verdegambre. Como laxantes utilizaban ajo, puerro, cebolla, col, acelga, pepino, melón, remolacha, uva, higo, granada, perejil, poleo, mostaza, menta y miel. Como diuréticos prescribían apio, puerro, cebolla, perejil, menta y tomillo. Uno de los medicamentos más reiteradamente citados es el opio.

El filósofo jonio Anaximandro, discípulo y continuador de Tales

La naturaleza según los presocráticos

Empédocles: cuatro elementos, agua, aire, tierra y fuego.

Tales de Mileto: un elemento primordial, el agua.

Anaxímenes: un elemento primordial, el aire.

Heráclito: un elemento primordial, el fuego.

Pitágoras: primacía del número, de las matemáticas.

Atomistas (Leucipo, Demócrito): la materia está formada por átomos, que no se pueden dividir y que se agrupan formando cuanto existe.

Anaximandro: primacía del apeiron, la materia prima.

Anaxágoras: primacía del noûs, el espíritu.

Elementos, cualidades, humores, temperamentos y virtud terapéutica de los medicamentos

Cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego

Cuatro cualidades: frialdad, calor, sequedad y humedad

Dos cualidades en cada elemento: agua (fría y húmeda), aire (cálido y húmedo), fuego (cálido y seco), tierra (fría y seca)

Cuatro humores: bilis negra (tierra), bilis amarilla (fuego), flema o pituita (agua), sangre (aire)

Cuatro temperamentos: colérico (fuego, bilis amarilla), sanguíneo (aire, sangre), flemático (agua, pituita o flema), melancólico (tierra, bilis negra)

Cuatro grados de los medicamentos (virtud medicinal): temperado (sin grado), primero (imperceptible para los sentidos, lo capta el entendimiento), segundo (manifiesto), tercero (enérgico), cuarto (radical, peligroso, cercano a la toxicidad)

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