No hace tantos años, aunque ahora esos planteamientos suenen extrañamente lejanos e incoherentes, se pretendió que el Estado sustituyese a la iniciativa privada y que el comunismo reemplazase al capitalismo. El proyecto era ambicioso: abolir la sociedad de clases, alumbrar al hombre nuevo, dar a cada uno según sus necesidades y que cada uno aportara según sus capacidades. Marx definió el socialismo como el sistema que permitiría convertirse en Mozart a cada niño con las aptitudes de Mozart. En cualquier caso, no ha habido otro Mozart, ni en el campo socialista ni tampoco en el capitalista.
Ahora soplan otros vientos, ultraliberales, y la inhibición del Estado deja dramáticamente las cosas como están: unos con mucho, otros sin nada, y sin ninguna capacidad de prosperar, puesto que el Estado se reduce y las opciones políticas que prometen liberarles son ahora puro carnaval latino y mero circo. En tales condiciones, es imprescindible que los países que han construido una sociedad del bienestar la conserven y que el Estado siga siendo el regulador capaz de conciliar la libertad y el desarrollo, la iniciativa privada y el acceso a los servicios básicos en condiciones de igualdad. Como sea que los Estados se ven en apuros para realizar tal prodigio, ya que se les exigen más servicios sin aumentar impuestos y más seguridad sin recortar las libertades, resulta fundamental el papel de las fundaciones privadas, como la Fundación Gates, patrocinada por el hombre más rico del mundo, Bill Gates, y su esposa Melinda. Durante las últimas décadas se han creado gigantes económicos más poderosos que muchos Estados y parte de sus beneficios revierten ahora a la sociedad que les permiten seguir creciendo.
Melinda Gates se ha expresado con más claridad que muchos políticos: «Las muertes por malaria son indignantes y no deberíamos permitirlas». Más de un millón de personas mueren cada año por culpa de la malaria y los fallecimientos se han duplicado en algunas partes de África. Melinda Gates ha exigido el aumento de la financiación destinada a la malaria, inferior al 0,3% del total del dinero que se dedica a la investigación sanitaria en todo el mundo. La Fundación Gates ha destinado hasta la fecha unos 580,5 millones de euros para luchar contra la malaria. Del total del presupuesto, dos millones irán a parar a la Fundación Clínic de la Universidad de Barcelona. Estos fondos servirán para la coordinación desde el Hospital Clínic de dos proyectos internacionales en el marco del Consorcio para el Tratamiento Intermitente Preventivo en Niños.
Buenas noticias para tiempos oscuros en lo que concierne al acceso de la población mundial a los fármacos, y una buena dosis de realismo empresarial y de pragmatismo.