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Vol. 19. Núm. 3.
Páginas 161-162 (Marzo 2000)
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ANNA NADALa
a Centro de Información del Medicamento del COF de Barcelona.
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Paroxetina: disfunción sexual

 

 

Recientemente, el tema de la salud sexual ha sido motivo de un intenso debate suscitado por la presentación del sildenafilo, el primer tratamiento oral para la disfunción eréctil masculina. Actualmente se acepta con normalidad el concepto de que una relación sexual satisfactoria constituye un aspecto importante del bienestar físico, por lo que se valora todavía más la posibilidad de que los medicamentos puedan ser la causa de ciertas disfunciones sexuales.

Aunque una disfunción sexual no se considere una cuestión de importancia vital, sí puede tener una repercusión notable en las relaciones personales, la calidad de vida y la capacidad para concebir. También es un factor importante en el incumplimiento terapéutico, ya que hay estudios que demuestran que bastantes pacientes con hipertensión, depresión y esquizofrenia suspenden su medicación debido a los efectos secundarios sexuales.

La incidencia total de disfunciones sexuales inducidas por fármacos resulta muy difícil de cuantificar. Con frecuencia, los pacientes no se muestran dispuestos a hablar sobre su salud sexual con los profesionales sanitarios, lo que conduce a menor comunicación de los problemas. Por otra parte, numerosas patologías pueden afectar a la función sexual, lo cual dificulta el poder asignar la causalidad del efecto al fármaco o a la propia enfermedad.

Se sabe que los fármacos antidepresivos que actúan ejerciendo su efecto sobre la serotonina se relacionan con una frecuencia elevada de alteraciones de la eyaculación, disminución de la libido, retardo del orgasmo y anorgasmia, ya que la serotonina parece ejercer un efecto principalmente inhibitorio sobre la función sexual. Las evidencias acerca de que los fármacos pertenecientes al grupo de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) pueden producir disfunciones sexuales se incrementan a medida que su uso va en aumento. La incidencia notificada varía considerablemente, sobre todo debido a las diferencias en la metodología de los estudios, pero se sitúa alrededor del 20%, como mínimo.

Al igual que otros ISRS, la paroxetina es un antidepresivo que actúa facilitando de forma selectiva la neurotransmisión serotonérgica, mediante la inhibición de la recaptación sináptica de serotonina. Algunos resultados indican que la paroxetina puede estar asociada con una incidencia más elevada de disfunciones sexuales que otros ISRS disponibles en el mercado, a pesar de que la mayoría de notificaciones se relacionen con fluoxetina, fenómeno que puede ser debido a un mayor uso en términos globales. Estos resultados requieren de más estudios y experiencia para poder ser confirmados.

Las anomalías relacionadas con la eyaculación, principalmente su retraso, constituyen el efecto adverso más habitual y relacionado con la dosis en hombres. En los ensayos clínicos controlados se manifestó con una frecuencia que osciló entre el 13 y el 28% de los varones tratados con paroxetina. Otras alteraciones que se comunicaron durante los ensayos clínicos son anorgasmia (10%), pérdida de erección (10%), retraso del orgasmo (10%), impotencia (5-10%) y disminución de la libido (3%) en pacientes varones. El retraso de la eyaculación fue el motivo por el que un 2% de los pacientes abandonaron el tratamiento. Por otra parte, un 2% de las mujeres tratadas con paroxetina notificaron alteraciones sexuales, principalmente anorgasmia y dificultad en llegar al clímax o al orgasmo.

Algunos autores opinan que el rango de afectación sexual podría llegar a valores más elevados, ya que la información recopilada se basa en series muy limitadas y no en estudios poblacionales. Factores como el funcionamiento sexual previo, edad, gravedad de la clínica depresiva y dosis del fármaco son relevantes a la hora de hacer valoraciones.

Como consecuencia del efecto sobre la eyaculación, la paroxetina y otros ISRS se están utilizando en el tratamiento de la eyaculación precoz, con buenos resultados después de 2 semanas de tratamiento. Sin embargo, el 90% de los pacientes revierten al estado funcional inicial a las dos semanas de interrumpir la medicación.

Ketoconazol: efectos hepáticos

 

El ketoconazol es un antifúngico del grupo de los imidazoles que se administra por vía tópica u oral. Por vía oral se utiliza en infecciones mucocutáneas que no pueden ser tratadas localmente por su extensión o que no responden a los tratamientos antifúngicos habituales, así como en las micosis sistémicas: candidiasis viscerales, coccidioidomicosis, paracoccidioidomicosis, histoplasmosis y blastomicosis. También se emplea en la profilaxis de infecciones sistémicas en pacientes inmunodeprimidos, aunque es preferible el uso de fluconazol o itraconazol.

Con la administración oral, los efectos adversos más frecuentes son de origen gastrointestinal, como náuseas, vómitos y dolor abdominal (1-10%); dependen de la dosis y pueden minimizarse con la administración conjunta de comida, aunque los alimentos reducen en más de la mitad la absorción oral del fármaco.

En el 10% de los pacientes tratados con ketoconazol por vía oral se han detectado alteraciones transitorias de las enzimas hepáticas sin que se manifiesten signos o síntomas clínicos de afectación hepática. Aunque esta reacción no suele tener importancia clínica, puede ser el indicativo del inicio de alteraciones hepáticas más graves y exige efectuar controles de la función hepática.

Las reacciones hepáticas sintomáticas son mucho más raras y afectan a menos del 0,1% de los pacientes, pero son potencialmente fatales. Las alteraciones suelen presentar carácter hepatocelular en la mayoría de casos, aunque algunas veces son colestásicas o mixtas. Los síntomas suelen hacerse patentes en el transcurso de los primeros meses de tratamiento, aunque en ocasiones pueden manifestarse a los pocos días de su inicio.

Los pacientes que presentan mayor riesgo de sufrir este tipo de efecto son personas con antecedentes de patología hepática, mayores de 50 años, especialmente mujeres, y aquéllos que requieren un tratamiento prolongado. La mayor parte de los casos se han notificado en pacientes tratados con ketoconazol a causa de una onicomicosis .

Como medidas preventivas, es conveniente efectuar un control de la función hepática durante el tratamiento, así como limitar su duración. Siempre que se detecte un incremento continuado de las enzimas hepáticas o que se observen síntomas de hepatotoxicidad (ictericia, fatiga inusual, anorexia, coloración anormal de la orina y/o las heces fecales), el tratamiento debe ser suspendido inmediatamente, ya que se han producido desenlaces fatales en pacientes que han continuado con el tratamiento después de la aparición de signos de lesión hepática. Aunque la hepatotoxicidad suele ser reversible tras la retirada del fármaco, la recuperación puede durar varios meses. *

 

Bibliografía general

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