El farmacéutico es un profesional financiado y formado mayoritariamente por el sector público para que desempeñe una serie de funciones sanitarias. Esas actividades se basan fundamentalmente en el medicamento, pero rebasan con mucho a éste y se extienden por los ámbitos de la alimentación, la cosmética y los productos sanitarios, de modo que el farmacéutico, contemplado de forma global, es uno de los profesionales con mayor relevancia en el cuidado de la salud, entendida ésta de forma integral y no como un conjunto de sectores sin conexión entre sí.
Para que el farmacéutico pueda desempeñar esas funciones de forma eficaz, no basta con que sea un técnico, un especialista en el medicamento, los productos sanitarios o la cosmética. Hoy día el cuidado de la salud es tan complejo que depende de factores económicos, políticos y éticos, y si los profesionales de la salud no son capaces de descifrar los códigos de la sociedad en la que trabajan, su aportación se empobrece y puede ser fácilmente manipulada.
Conocer la enfermedad, tratar a los enfermos, curarlos, poner en el mercado los medicamentos capaces de combatir la enfermedad, todo eso forma parte de un proyecto social que no sólo se consigue con conocimientos técnicos. La ciencia y la técnica producen innovaciones, pero lo importante es saber cómo se usan. En el siglo xxi existen medicamentos de gran calidad, seguridad y eficacia, pero cada año mueren en el mundo millones de personas a pesar de que esos medicamentos les curarían si les fueran accesibles y asequibles, y es así porque la técnica no basta, y lo determinante es el uso que los políticos y los economistas hacen de los recursos farmacéuticos.
Se ha dicho con acierto que la enfermedad es un fenómeno social. Análogamente, el farmacéutico es un agente cultural, entendida esta palabra en su más amplio sentido, no sólo como cultura sanitaria. A través de la cultura, muchos farmacéuticos se sienten partícipes de la sociedad de la que forman parte. El Ateneo de Madrid ha sido y sigue siendo uno de los escenarios donde se proyecta esa dimensión cultural de los farmacéuticos. Algunos de los farmacéuticos más destacados de los siglos xix y xx han sido ateneístas y en el ateneo madrileño los farmacéuticos estudian la obra de sus antecesores, farmacéuticos o no, que contribuyeron al avance de la ciencia y a un mejor funcionamiento de la sociedad. Un ejemplo encomiable que pone de manifiesto la dimensión cultural de la farmacia y de los farmacéuticos, y que rompe con algunos tópicos, como el conservadurismo de los farmacéuticos del pasado, pues bastantes de ellos apostaron por los procesos reformistas y se comprometieron en una tarea que conjugara el progreso científico con la mejora de las sociedad.
