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Vol. 20. Núm. 11.
Páginas 114-123 (Diciembre 2001)
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El personal de la farmacia en un hospital del siglo XIX (II). Practicantes, aprendices y hierbero
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CARLOS ÁNGEL MONCÍNa, IGNACIO ANDRÉSb, Mª CARMEN VIDALc
a Doctor en Farmacia. Especialista en Farmacia Hospitalaria. Hospital Royo Villanova (Zaragoza).
b Doctor en Farmacia. Especialista en Farmacia Hospitalaria. Jefe del Servicio de Farmacia del Hospital Nuestra Señora de Gracia (Zaragoza).
c Doctora en Farmacia. Profesora Titular de Historia de la Farmacia y Legislación Farmacéutica. Facultad de Farmacia. Universidad de Valencia.
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En la primera parte de este trabajo los autores describieron la figura y funciones del regente de la farmacia del Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza. En esta segunda parte abordan las características del personal auxiliar que trabajaba en dicha farmacia. Tres tipos de personal auxiliar ayudaban al regente en su trabajo: los mancebos o practicantes, los aprendices y el hierbero.
En el presente trabajo se describen las funciones, remuneración y formación que recibían en la propia botica del hospital.
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En ocasiones el regente encargaba al hierbero que recolectara hierbas medicinales para

el uso en la botica del hospital

 

A comienzos del siglo xix en la farmacia del Hospital de Gracia de Zaragoza, bajo la dirección del regente o farmacéutico trabajaban diferentes auxiliares. Se distingue tres tipos de personal auxiliar: mancebos o practicantes, aprendices y hierberos.

Mancebos o practicantes

El regente tenía autoridad para admitir los mancebos que entendiera más hábiles y convenientes para servir en la botica, y despedir a los que le parecieran inútiles, o que no cumplieran con su obligación. El núme ro de practicantes de la botica fue variando a lo largo de los años. En el momento de realizarse la visita real de inspección, en el año 1815, eran 5: Domingo Sariñena, Félix Hernando, Joaquín Abadía, José Prado y Francisco Pérez1.

En el siglo xviii se distinguían mediante un ordinal como mancebo primero, mancebo segundo, mancebo tercero, etc. de modo que cada uno tenía unas funciones definidas tal como describe Andrés2. Sin embargo, en el siglo xix no encontramos estas distinciones entre mancebos en lo referente a sus funciones y al hablar de los trabajos que debían realizar se trata en conjunto, sin diferenciar entre ellos (aunque se mantienen las denominaciones de mancebo primero, mancebo segundo, mancebo tercero, etc.)

A pesar de que los puestos de mancebo eran muy solicitados, las condiciones en que se desarrollaba su trabajo no eran todo lo buenas que hubiera sido deseable. Así se observa en las quejas de los propios interesados, que sostenían que a causa de la disminución de empleados en la botica, se había deteriorado su salud por haber aumentado su trabajo y por haber sufrido de tifus. También se quejaban de que no se les daba íntegra su ración de comida y amenazaban con abandonar al regente si no se les aliviaba la carga de trabajo (solicitaban dos compañeros más) y se les daban los alimentos que les correspondía. Firmaban Manuel Campos, mancebo primero; Pablo Rodrigo, mancebo segundo, Bruno Salvo, mancebo tercero; Santos Franco, mancebo cuarto, y Vicente Pellicer, mancebo quinto. En vista de todo ello, y de acuerdo con el informe de Bernardo Segura, regidor comisionado de la botica, la sitiada acordó contratar un mancebo más y aumentar la ración de pan de catorce onzas a diecisiete y media3.

Fig. 1. Porcentaje de ración y dotación de los mancebos de la botica del hospital en 1808.

Había en la botica personal de guardia, de modo que el servicio farmacéutico estaba cubierto día

y noche

Aprendices

Además de los mancebos o practicantes, en la botica del hospital había aprendices que pagaban por la formación recibida. Con frecuencia, los aspirantes a trabajar en la botica accedían a ella solicitando su admisión como supernumerarios o meritorios. Se trataba de estudiantes que ofrecían al hospital el pago de una cantidad en pago de la formación que iban a recibir. Era una forma de colocarse en primera fila para cuando quedara una plaza vacante de mancebo en la botica.

Así, por ejemplo, en octubre de 1837 Genaro Casas se dirigió a la Junta de Beneficencia del Hospital Civil de Zaragoza exponiendo que iba a comenzar en el próximo curso el primer año de medicina, por lo que para mejorar su instrucción solicitaba ser admitido como mancebo supernumerario pagando 2 reales de vellón diarios hasta que quedara plaza vacante y pudiera pasar a ocuparla. Tras un informe favorable del regente de la botica, la petición fue estimada. Igualmente, Lucas Brumós, estudiante de medicina, solicitó ser admitido como mancebo supernumerario pagando 3 reales de vellón diarios. Fue admitido tras un informe favorable del regente la botica, aunque en él constaba que la motivación del peticionario era evadirse de la quinta y sorteo en su pueblo, Aragüés del Puerto, y sujetarse a los de Zaragoza mediante acreditación de que servía como mancebo asalariado en la botica del hospital, para una vez salvado el trance desistir de su empleo.

Una solicitud posterior a las mencionadas presentada en similares términos por el estudiante Lucas Burillo fue desestimada. En mayo de 1838 la Junta Superior de Beneficencia admitió en calidad de mancebo meritorio, en contra del parecer del regente de la botica, a un estudiante de filosofía hijo de un empleado del hospital.

Hierbero

Se encargaba de cuidar el huerto en que se cultivaban las plantas medicinales. Dado que su cometido específico se relacionaba con la botica y que su sueldo figuraba entre sus gastos en los libros de cuentas, era considerado como personal de dicha oficina. De hecho la contaduría del hospital lo consideraba así cuando decía que el regente tenía a sus órdenes siete practicantes y dos hierberos de quienes podía disponer a su arbitrio4.

En ocasiones el regente encargaba al hierbero que recolectara hierbas medicinales para el uso en la botica del hospital. En 1833, el hierbero, Francisco Vidal, fue enviado a recolectar raíz de lampaza a las inmediaciones del Reino de Navarra, y habiendo llegado al término de Novillas le insultaron y robaron unos reales. Por ello pidió el hierbero que para estas expediciones se le facilitase el documento correspondiente de modo que los justicias de los pueblos le protegiesen. La sitiada del hospital accedió a la petición de modo que se le entregaría una certificación tanto al hierbero como a los demás empleados que salieran con encargos de la casa para que fueran reconocidos y protegidos por los justicias, curas párrocos y cuestores de los pueblos donde transitaran5.

Fig. 2. Comparación de los salarios y raciones (expresados en reales) de los mancebos de la botica del hospital y otros trabajadores

del establecimiento en 1808.

El salario del regente era nueve veces mayor que el de los mancebos de la botica (203 reales frente a 1.882), aunque esta relación se reduce si tenemos en cuenta la remuneración en su conjunto

 

Funciones

En ocasiones se denominaba a los mancebos o practicantes como mancebos boticarios. Sus funciones vienen especificadas en diversos documentos.

 

­ Elaboración de medicinas. En las ordinaciones de 16566 se indica que era función suya elaborar las medicinas que les mandase hacer el regente, quien les asistía para ello.

­ Anotación de las prescripciones en el libro recetario durante la visita de los médicos. Debían acompañar en la visita a los médicos con un libro para asentar en él las recetas que éstos dispusieran7.

­ Administración de medicamentos. El mancebo y aprendiz de semana de la botica tenía que suministrar las purgas, jarabes, polvos o píldoras que se hubiera recetado a los enfermos de las cuadras primeras, Rey y Arzobispo.

 

En las conclusiones de la inspección realizada por los visitadores reales éstos ordenaron una serie de cambios en distintos aspectos relacionados con el funcionamiento de la botica como, por ejemplo, en lo relativo a las compras de géneros medicinales. También añadieron una nueva obligación para los mancebos de la botica con la finalidad de evitar posibles equivocaciones en las anotaciones que se hacían en los libros recetarios. Ya hemos dicho que los mancebos debían acompañar a los médicos en la visita a los enfermos y registrar en el libro recetario las prescripciones correspondientes a los pacientes. Los visitadores mandaron que una vez realizada la anotación por el mancebo, éste debía leer en voz alta lo que había escrito para que el médico diera su conformidad o corrigiera lo que fuera necesario, de modo que no se cometieran errores en la trascripción que pudieran derivar en la administración a los pacientes de medicamentos o dosis diferentes de las que el médico prescribía.

Existían en el hospital botiquines o depósitos de medicamentos cuyo objetivo era tener más a mano los medicamentos necesarios para atender debidamente a los pacientes que precisasen asistencia en cualquier momento del día o de la noche. Había en la botica personal de guardia, de modo que el servicio farmacéutico estaba cubierto día y noche8.

En cuanto al hierbero, sus funciones eran las siguientes:

 

­ Cultivar el huerto en el que había plantas medicinales destinadas a su utilización en la botica del hospital para elaborar medicamentos destinados a los enfermos del mismo.

­ Viajar a los lugares que se le ordenase para recolectar las plantas medicinales que le indicara el regente. Como ya hemos dicho, esta labor le acarreó en ocasiones al hierbero problemas con los habitantes de los lugares que visitaba (llegaron a robarle e insultarle).

Remuneración

La remuneración del personal auxiliar de la botica, al igual que la de la mayor parte de los trabajadores del hospital, se componía de la ración o manutención y la dotación o salario. En 1808 había en la botica del hospital 5 mancebos o practicantes cuyo salario anual era de 203 reales y 10 maravedís. La ración para la manutención de cada mancebo era de cuarta clase y tenía un valor de 1.309 reales y 24 maravedís. Como se deduce de estas cifras en el caso de los mancebos la parte de su remuneración correspondiente a su manutención era mucho más cuantiosa que la tocante a su salario, con una relación porcentual mucho más acusada que en el caso del regente (recordemos que la ración del regente en 1808 suponía el 52% de su remuneración) (tabla 1).

Se daba una formación teórica y práctica a los mancebos y practicantes de la farmacia del hospital, que debía de ser bastante profunda, teniendo en cuenta la época

 

Como ya hemos dicho, además de los mancebos había en la botica aprendices que en los años 1837 y 1838 pagaban una cantidad diaria por la formación recibida. También existía este personal en años anteriores. En 1808 había dos aprendices que recibían una remuneración consistente en un salario anual de 112 reales y 32 maravedís y una ración anual cuyo valor era 1.309 reales y 24 maravedís. No sabemos si los aprendices que había en la botica a finales de los años treinta, que pagaban por su formación, recibían salario o manutención.

Además de los mancebos y aprendices, había un hierbero que se encargaba de cultivar en el huerto las plantas medicinales que le indicaba el regente. La dotación del hierbero estaba constituida también por la ración y el salario.

Podemos comparar la remuneración de los mancebos, aprendices y hierbero de la botica con la de otros trabajadores sanitarios y también con personal no sanitario que trabajaba en el hospital

Podemos hacer algunas observaciones sobre las cifras de la tabla anterior. Existía gran diferencia entre los salarios del personal sanitario más cualificado como era el caso de médicos y boticario (el salario del boticario regente era de más de 1.800 reales) con los salarios del personal sanitario de menor cualificación y otros trabajadores del hospital. Estas diferencias también se dan en la actualidad, aunque en menor proporción, y se relacionan con la formación que requiere cada trabajo y la responsabilidad que implica. El salario del regente era nueve veces mayor que el de los mancebos de la botica (203 reales frente a 1.882), aunque esta relación se reduce si tenemos en cuenta la remuneración en su conjunto (ración más dotación) de modo que, en 1820, resultaría tres veces más la asignación total del regente que la de uno de los mancebos (1.383 reales éstos frente a 3.921 aquél).

Analizando separadamente las raciones de los distintos trabajadores es cuando observamos las mayores diferencias. Las raciones correspondientes al regente y médicos se sitúan en torno a los 2.000 reales, mientras que las de los mancebos y aprendices de la botica apenas superan los 1.300 reales en 1808. En ese año las raciones del hierbero y de los practicantes enfermeros y de cirugía no alcanzan los 1.100 reales, mientras que las de las criadas suponen 901 reales. Estas diferencias respecto a las raciones de boticarios y médicos de la casa son más difíciles de explicar puesto que, aunque no conocemos las cargas de trabajo de cada uno de los empleados del hospital, es muy probable que, por ejemplo, el trabajo de una criada fuera de una gran dureza.

Hay algunos aspectos que no hemos podido explicar con la información de que disponemos como es el hecho de que algunos trabajadores no tuvieran asignada ración, pues aunque no viviesen en el hospital para consumirla, podrían haberla cobrado en efectivo, lo que parece que no ocurrió ya que no consta en los presupuestos. También son sorprendentes las diferencias en los porcentajes de incremento de los salarios y raciones de unos años a otros. Los salarios de médicos, boticario y altos cargos administrativos permanecieron constantes, mientras que las raciones disminuyeron en el caso del regente y médico velante y aumentó en el caso del enfermero mayor. Sin embargo las raciones del personal no sanitario y del personal sanitario no médico ni farmacéutico disminuyeron, permaneciendo constantes sus salarios en la mayoría de los casos, salvo excepciones como los practicantes enfermeros cuyos sueldos aumentaron a más del doble, o las criadas de las salas cuyo salario aumentó más de un doscientos por ciento. No hemos podido averiguar los criterios utilizados por la sitiada del hospital para establecer estas variaciones salariales. En el caso de las grandes subidas salariales para el personal no sanitario, podrían deberse a la escasez de mano de obra para ejecutar ciertos trabajos, de modo que, por la ley de la oferta y la demanda, fuera preciso aumentar el sueldo de estos trabajadores.

Formación

Además del desarrollo habitual de sus funciones, cabe destacar como actividad complementaria, de extraordinaria importancia en la botica, la formación continuada que recibían los mancebos y practicantes de dicha oficina. En efecto, en un informe dado en 1767 por el regente Manuel Navas de Carrera, se dice que anualmente, desde el 9 de septiembre hasta el 15 de abril, exceptuando los domingos, «tres días de la Pascua de la Natividad, y dos días de Pascua de Resurrección, a la bela, desde las quatro de la mañana, hasta las seis el mancebo mayor o primero daba clases a todos los mancebos y practicantes, que los mancebos dan de lección preparaciones y elecciones, para el conocimiento de separar los buenos de los malos de todos los entes, assi del País como de Indias, y demás que se hallan en uso y la parte perteneciente a la Botánica»9. De donde podemos deducir que se daban clases de lo que podíamos denominar en la actualidad galénica, química farmacéutica y botánica.

Sigue el informe indicando que los sábados el boticario regente daba a los practicantes una explicación general de todo lo que habían estudiado en la semana. Que el mancebo mayor hacía mensualmente una composición de «especial cuidado, ya sea de Química ya Galénica» en presencia del regente, quien aclaraba cuantas dudas pudieran presentarse y preguntaba a los alumnos sobre dichas cuestiones.

Más explícito es aún un expediente que se hizo para el establecimiento de un Colegio de Cirugía en 1769, en el propio Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, citado por Folch y Millán10. En él, aparte de los que se señalan para los médicos y cirujanos, existe un capítulo que tras el título general de Boticarios, dice: Methodo que observan los Professores de Boticarios en el Hospital R' y Gen' de Gracia de Zaragoza, assi en el estudio de la Theoría, como de la Práctica, en sus respectivas obligaciones.

En este documento se dice que desde el 8 de septiembre al 6 de abril tenían dos horas de vela que dedicaban a estudiar los cáno nes, elecciones y preparaciones de La Fuente. Podemos suponer que se refiere a Tirocinio de Gerónimo de La Fuente Pierola.

También se describe en el documento cómo además de las aclaraciones realizadas por el maestro y el mancebo mayor, los practicantes debían de hacer ante ellos la operación de más habilidad de las que tenían encomendadas, con lo que se demuestra que, como dice el título del documento, también se daban clases prácticas.

Por todo lo reseñado, nos encontramos con el hecho muy destacable de que en el siglo xviii, en Zaragoza, se daba una formación teórica y práctica a los mancebos y practicantes de la farmacia del hospital, que debía de ser bastante profunda, teniendo en cuenta la época. Pero además al establecer las obligaciones del personal de la botica, a excepción del practicante cuarto encargado exclusivamente de la limpieza, contemplaban el mantenimiento y reparación de hornillos, la preparación de masa para enlodar los vidrios (redomas y retortas), reconocer los ungüentos existentes en las orzas para avisar de su consumo o falta, de cuidar que no faltasen las plantas precisas en la farmacia y cuidar de los inventarios. Todo esto completaría las enseñanzas teóricas con una práctica diaria, que pensamos que era mucho más amplia que la que se pudiera realizar en cualquier farmacia privada.

Sin embargo, no era únicamente en Zaragoza donde se daban enseñanzas para la formación del personal que trabajaba en las farmacias de los hospitales. En las constituciones y ordenanzas de los Hospitales General y de la Pasión de Madrid, aprobadas por Carlos III en 1760, se contemplaba entre las obligaciones del boticario mayor que para que los mancebos de la botica adelantaran en su facultad y adquirieran con la práctica el conocimiento de las yerbas, simples y compuestos, sería de la obligación del Boticario Mayor hacer por sí mismo las elaboraciones químicas y galénicas, enseñándoles al mismo tiempo y dándoles por el invierno un curso de operaciones químicas y otro de botánica en primavera, con explicación de las virtudes y efectos de las drogas extranjeras, y todo cuanto pudiera conducir a su mayor adelantamiento11. Esta normativa para la formación del personal en la botica de los Hospitales General y de la Pasión de Madrid fue puesta brillantemente en práctica. Así nos lo describe Folch Andreu12 en su estudio sobre la instrucción farmacéutica durante el siglo xviii en los hospitales generales de Madrid.

Si trasladamos la experiencia de formación efectuada en las boticas de estos hospitales del siglo xviii a la actualidad, nos atreveríamos a compararla con el sistema de formación de farmacéuticos especialistas en farmacia hospitalaria llevado a cabo en los hospitales de la Seguridad Social desde finales de los años setenta, copiando al sistema estadounidense de formación de médicos y farmacéuticos especialistas.

Según otros autores13, puede decirse de una forma general que lo que se realizó en materia de formación del personal auxiliar en estas boticas de hospital, fue la base de las enseñanzas que en el siglo xix se establecieron oficialmente en las facultades de farmacia para la enseñanza de farmacéuticos.

Conclusión

Los diferentes auxiliares que trabajaban en la botica del Hospital de Nuestra Señora de Gracia (mancebos, aprendices y hierbero) ejercían funciones de gran importancia para el correcto funcionamiento de la farmacia, siempre bajo la dirección del regente. La remuneración del personal auxiliar era mucho menor que la del regente, especialmente la parte correspondiente al salario. Los mancebos recibían en la propia botica una formación que podía considerarse de gran calidad. *

Bibliografía
[1]
Visitas pastorales. Caja n.º 10, carpeta n.º 30, cuaderno 1.º. Visita del Hospital Real y General de N.ª S.ª de Gracia de la Ciudad de Zaragoza incoada por los Ilmos. SS. Dn. Pedro Valero, obispo de Gerona, y Dn. Benito Fernández Navarrete, deán de la Iglesia Metropolitana de dicha ciudad.
[2]
La botica del Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza (1425-1808). Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid, 1992; 87-89.
[3]
Beneficencia. Legajo n.º 688-1. Expediente acerca del gasto de líquidos en la botica y sobre nombramiento de empleados en la misma; 1822.
[4]
Beneficencia. Legajo n.º 28-9. Expediente formado sobre los gastos que causa el sostenimiento de la Botica del Santo Hospital (comprende desde 1825) y sobre la contrata de la misma.
[5]
Beneficencia. Libro n.º 640. Libro de Resoluciones de la Sitiada (1833).
[6]
Ordinaciones del Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, hechas en la visita que con autoridad y comisión de la Majestad del Rey NS Felipe IV (que Dios guarde) hizo el obispo de Lérida, de su Consejo, incoada en 10 de Febrero de 1655. Reimpresas de orden de la Ilma. Sitiada de dicho Hospital, en la imprenta de la calle del Coso n.º 11. Zaragoza, 1836.
[7]
Beneficencia. Legajo n.º 392. Botica. 1830. Expediente formado sobre admisión de regente de la Botica de este Santo Hospital (o sea Boticario Mayor) y demás concerniente a dicha oficina y de Mancebos de la misma.
[8]
Beneficencia. Legajo n.º 688-2. Reunión de la Cataplasmería a la Botica de este Santo Hospital, y otras medidas tomadas a consecuencia de dicha disposición.
[9]
Madrid. Consejos, Leg. 19256, n.º 10, fol. 473-474.
[10]
La farmacia en Zaragoza a través del tiempo. Madrid: Colegio Oficial de Farmacéuticos de Zaragoza y Departamento de Historia de la Farmacia y Legislación farmacéutica de la Universidad Complutense de Madrid, 1985; 108.
[11]
La Farmacia Clínica en los reales hospitales General y de la Pasión de Madrid, según las Constituciones y Ordenanzas aprobadas por Carlos III en 1760. XXIII Congreso Nacional de la Asociación Española de Farmacéuticos de Hospitales. Zaragoza, 1979; 259-263.
[12]
La instrucción farmacéutica durante el siglo xvii en los Hospitales Generales de Madrid. Madrid, 1941.
[13]
Farmacia hospitalaria. Farmacéutico y Sociedad. Monografías Beecham. Madrid, 1982.
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