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Vol. 20. Núm. 10.
Páginas 130-139 (Noviembre 2001)
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El personal de la farmacia en un hospital del siglo XIX (I). El farmacéutico o regente de la botica
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CARLOS ÁNGEL MONCÍNa, IGNACIO ANDRÉSb, Mª CARMEN VIDALc
a Doctor en Farmacia. Especialista en Farmacia Hospitalaria. Hospital Royo Villanova (Zaragoza).
b Doctor en Farmacia. Especialista en Farmacia Hospitalaria. Jefe del Servicio de Farmacia del Hospital Nuestra Señora de Gracia (Zaragoza).
c Doctora en Farmacia. Profesora Titular de Historia de la Farmacia y Legislación Farmacéutica. Facultad de Farmacia. Universidad de Valencia.
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El Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, fundado en el siglo xv, es una institución fundamental en la historia sanitaria de Aragón. En la primera parte del presente trabajo se estudia la figura del regente, farmacéutico que estaba al frente de la farmacia del establecimiento, a comienzos del siglo xix. Durante el período estudiado el hospital dispuso en todo momento de botica propia dirigida por un farmacéutico asalariado.
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Fundado en 1425 por Alonso V el Magnánimo, rey de Aragón, el Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza era una institución amparada por la iglesia, el municipio y el propio monarca. Acogía a todos los pobres sin discriminación de enfermedades o nacionalidad, en consonancia con el lema del establecimiento: Domus Infirmorum Urbis et Orbis1.

Ordinaciones

Con el nombre de ordinaciones2 se conocía el reglamento que estipulaba cuáles eran los órganos de dirección y administración del hospital, así como el personal que trabajaba en él y sus funciones. Las ordinacio nes no hacen referencia a la dotación mínima de personal para la botica. Únicamente mencionan al regente como director de la misma y tratan en algunas disposiciones sobre las funciones de los mancebos o practicantes de la botica, pero sin fijar el número de éstos.

Las ordinaciones de 1656, vigentes todavía a comienzos del siglo xix, prescriben que la botica del Hospital de Gracia sea regida por persona con competencia para ello, al que confieren el título de regente, que será elegido por los regidores mediante oposición, siendo examinados los aspirantes por los médicos de la casa y dos boticarios del Colegio de Zaragoza, nombrados uno por el mismo Colegio, y el otro por los regidores3.

Ya en siglos anteriores estaba encomendada la dirección de la botica a una persona de formación específica. Tal como indica Andrés4, la primera referencia escrita sobre el boticario del Hospital de Gracia aparece en las ordinaciones de Fernando el Católico, elaboradas a comienzos del siglo xvi y en las que el regente de la botica recibe el nombre de speciero.

El regente vivía en el hospital, lo cual ocurría también con los boticarios de otros hospitales del país. En algunos casos incluso era obligatorio y estaba reglamentado que así fuera, como en el caso del Hospital General de Pamplona, en cuyas constituciones se contempla este punto: el boticario debía ser hombre no casado y vivir en el hospital5. También en el Hospital de la Misericordia de Toledo tenía el boticario obligación de vivir siempre en la casa del dicho hospital, residiendo siempre dentro de él, de día y de noche6.

Funciones del regente

Según las ordinaciones, corresponde al regente admitir a los mancebos que crea adecuados para servir en la botica y despedir a los que no considere útiles o no cumplan con su obligación. Hay que decir, sin embargo, que en ocasiones esta atribución quedó restringida. Así, por ejemplo, en enero de 1831, Braulio Alberto Canales, que era en ese momento regente de la botica del hospital, quiso cambiar al encargado de las faenas de la cocina de la botica por otra persona de su confianza. La sitiada, tras informe de la contaduría y el mayordomo, resolvió que esta faena fuera desempeñada por un demente, alegando que siempre había desempeñado uno de estos enfermos los citados trabajos7. Durante la interinidad de Antonio Cebollero se sucedieron cuatro dementes, todos los cuales tuvieron que volver a su departamento debido al mal trato que recibían de los practicantes de la botica. Se dispuso que un asistente de la sala de enfermos hiciese el trabajo; este fue el que no resultó de satisfacción del regente Braulio Alberto Canales8.

Cabe destacar como una de las principales funciones del regente hacer por sí mismo las medicinas más necesarias y asistir a los mancebos en la elaboración de las que les mande hacer, de modo que se confeccionen según arte.

También se encomienda al regente la compra y custodia de las drogas necesarias cuya adquisición hará al precio más ventajoso para la institución, llevando un libro de cuentas donde anotará las compras de drogas y demás cosas necesarias para la botica, así como las cantidades de azúcar que tome del reposte9.

Estará también a cargo del regente de la botica comprar y guardar las drogas necesarias, concertando los precios de ellas a mayor conveniencia del hospital, y llevará libro de cuenta de las drogas y las demás cosas que comprare para la botica, así como de las cantidades de azúcar que toma del reposte, firmando las cuentas de las drogas los boticarios nombrados por los regidores y colegio.

En las compras debía intervenir el receptor10, y para los gastos menores el regente había de llevar un libro donde anotarlos; dicho libro se presentaba en la contaduría para su comprobación y liquidación los días primero de julio y primero de enero de cada año. La intervención de las compras constituyó con frecuencia un motivo de fricción entre el regente de la botica y los regidores y administradores del hospital. En 1834, el entonces regente Pedro Valencia llegó a dirigirse a la sitiada del hospital cuestionando el que fuera función del regente la compra de los géneros medicinales, no en cuanto a su planificación, sino en lo que hace al mismo hecho físico de ir a la droguería, pedir los géneros, pagarlos y llevarlos él mismo a la botica del hospital. Valencia argumentó, creemos que con buen criterio, que sus funciones en relación con la adquisición de los medicamentos eran las de comunicar la necesidad de reponer los artículos que falten en la botica, examinar la calidad de los productos adquiridos, presenciar su peso y certificar su recibo, pero no comprarlos ni pagarlos. En lo que respecta a los gastos menores (géneros medicinales que se compran frecuentemente en cantidades pequeñas), dijo Valencia que él trataba de sacar el mejor partido posible a lo que compraba con el dinero que se le entregaba. Parece, por tanto, que el regente quisiera expresar su disgusto por la sospecha que pudieran existir sobre su buen hacer. La contaduría emitió como respuesta un informe justificando la intervención de las compras.

Todos los administradores del hospital tienen una particular intervención en sus respectivas operaciones hasta de un maravedí, con sujeción además a una cuenta que presentan anualmente con los documentos originales que la justifican. El regente de la botica sufre únicamente intervención en cuanto a la compra al por mayor de drogas, cera, miel y sanguijuelas, pero ninguna responsabilidad presenta de su inversión, o salida; y únicamente da cuenta de los gastos por menor que lleva, y hace, sin intervención alguna; querer evadirse de este pequeño cargo es bien ridículo, mayormente cuando tiene a sus órdenes 7 practicantes y 2 hierberos, de quien puede disponer a su arbitrio; y sus antecesores, que no lo repugnaron, tenían 6 practicantes y un hierbero11.

Era también responsabilidad del regente de la botica ordenar el cuidado del huerto del hospital, haciendo cultivar en él todas las hierbas medicinales necesarias para la cura de los enfermos. Así se recoge en las ordinaciones del hospital12: «Tendrá cuidado el regente de la botica mandar adrezar y cultivar el huerto que tiene el hospital, haciendo sembrar o plantar todas las hierbas necesarias para la cura de los enfermos, y en particular algunas hierbas singulares que no se hallaren en otros huertos, por si fueren menester de noche, o en horas repentinas; y no se puede emplear dicho huerto en hortalizas o cosas de regalo, sino tan solamente en hierbas medicinales para el servicio de los enfermos».

El aspecto más destacado de esta responsabilidad del regente es la exclusividad del destino de la producción del huerto: pueden emplearse las plantas en él cultivadas únicamente para el tratamiento de los enfermos; cualquier otro uso está prohibido. Por otra parte, constituye una especie de depósito de drogas que pueden utilizarse «de noche o en horas repentinas», es decir, en momentos en que no sea posible disponer de esas hierbas por no tenerlas en la propia botica.

También se especifica en las llamadas ordinaciones económicas que el regente deberá hallarse presente cuando se distribuyan los medicamentos recetados supervisando la actuación de los mancebos para evitar cualquier equivocación13.

Existía también lo que puede entenderse como un cierto régimen de incompatibilidades referido al regente, de modo que se afirma que sería muy conveniente que no tuviera a su cargo otra botica que le distrajese de sus funciones en la del hospital. La afirmación no está expresada de modo tajante, pero parece suficientemente expresiva de los deseos de la sitiada del hospital respecto a lo que debería ser la dedicación exclusiva del regente en el establecimiento14. Esta incompatibilidad era usual en los hospitales españoles (en el Hospital General de Valencia el incumplimiento de esta regla se sancionaba con el despido inmediato)15.

Remuneracion del regente

La remuneración del regente de la botica estaba compuesta por el salario o dotación y la ración o manutención, incluida la asistencia sanitaria. La dotación era de 100 libras jaquesas anuales o, lo que es lo mismo, 1.882 reales y 12 maravedís16. Tenía derecho a asistencia de médico, cirujano y botica, así como casa, agua, ropas de cama y demás que disfrutan los dependientes del hospital que viven dentro de él. En cuanto a la ración diaria, en 1830 estaba formada por 12 onzas de carne, 24 de vino, 24 de pan, 2 de garbanzos, 12 de tocino y verdura de la producida en la huerta del hospital, en cantidad que no se especifica; además de 18 onzas de aceite a la semana, un cuartillo de vinagre al mes, sal y carbón.

Fig. 1. Ración y dotación del regente de la botica del hospital en 1808.

 

En 11 de agosto de 1796 fue nombrado regente Pascual Uriel y Juste, quien desempeñó dicho destino hasta su muerte, ocurrida el 14 de febrero de 1811

 

Este salario del regente se mantuvo constante durante todo el primer tercio del siglo xix. En los presupuestos del hospital de 1820 figura el sueldo del regente de 1808 y el previsto para el citado año de 1820, sin que experimente variación su cuantía. En 1834, la relación de empleados también incluye el dato de los salarios, continuando el salario del regente en 1.882 reales y 12 maravedís. Sin embargo, sí que varió la ración o manutención, ya que mientras en 1808 ascendía a 3.413 reales y 28 maravedís, en 1820 tenía un valor de 2.039 reales y 24 maravedís. Ello se explica por el hecho de que en 1808 el regente del hospital, Pascual Uriel, vivía en el establecimiento con su esposa, por lo que se le concedía la ración correspondiente a los dos cónyuges17.

La ración del regente experimentó otras variaciones no debidas exclusivamente a la inclusión de la esposa de éste. Entre 1825 y 1830 ascendía únicamente a 1.500 reales, un 26% menos que 5 años antes. No sabemos a qué puede deberse esta modificación. Entre 1831 y 1834 la ración era de 3.000 reales, pues comprendía también la correspondiente a la mujer del regente18.

Como puede deducirse de las cifras expuestas, la ración suponía una parte muy importante de la remuneración del regente. Aunque la ración se cuantificaba económicamente, el regente no percibía el dinero correspondiente, sino que recibía los alimentos que la conformaban. En la figura 1 podemos ver la comparación entre los valores de la ración y la dotación para el regente en 1808.

También hemos realizado la comparación del salario y la ración del regente de la botica con los de otros trabajadores del hospital (tabla 1). Como se desprende de los datos de la tabla, no existen grandes variaciones entre los datos de 1808 y 1820, excepto en el caso de la ración del regente de la botica, que disminuye por no incluir en 1820 la parte correspondiente a la mujer del boticario19. Otra diferencia importante es la que se observa en el caso del médico colegial. En 1820 había dos médicos colegiales con un sueldo de 1.882 reales y 12 maravedís (idéntico salario que el que percibía el regente de la botica), mientras que los datos de 1808 reflejan la presencia de un solo médico colegial con un salario que es exactamente el doble de los citados 1.882 reales y 12 maravedís. No sabemos si se trata de un error o es que en aquel momento tenía un solo médico colegial que debía que realizar la tarea de dos personas. Esto último nos parece poco probable, pues difícilmente puede una persona desempeñar adecuadamente el trabajo de dos.

 

En la figura 2 puede verse la comparación de los salarios y raciones de diferentes empleados del hospital.

Fig. 2. Comparación de los salarios y raciones expresados en reales del regente de la botica del hospital y otros trabajadores del establecimiento

en 1808.

 

Durante el período 1808-1837 ocuparon el puesto de regente cinco boticarios, uno de ellos de forma interina

 

Destacan por su mayor cuantía los salarios de los altos cargos administrativos del hospital: receptor y secretario. El salario del regente era igual al de los médicos colegiales, aunque en este gráfico aparece un sueldo doble para el médico colegial que, como ya se explicó, puede deberse a un error (se trataría de la suma del salario de dos médicos).

Las raciones para la manutención de los trabajadores del hospital eran de diferente cuantía según la categoría de éstos. Se distinguían seis clases diferentes: las de médico, boticario, enfermero mayor, mayordomo, repostero mayor y eclesiástico correspondían a la primera clase; la segunda clase incluía las raciones de las Hermanas de la Caridad que trabajaban en el hospital (la ración anual de cada hermana ascendía a 1.975 reales y 10 maravedís); la ración de los practicantes de la botica y los de cirugía (cuarta clase) era de 1.309 reales y 24 maravedís. El hierbero percibía una ración de cuarta clase valorada en 1.288 reales y 8 maravedís.

Boticarios regentes

Varios fueron los boticarios que ocuparon el puesto de regente durante el primer tercio del siglo xix. Según consta en la documentación consultada20, Manuel Navas de Carrera desempeñó el cargo hasta 1794. Sin embargo, creemos que el dato es erróneo, pues de la documentación que tenemos sobre Lorenzo Borruel se desprende que este último comenzó a trabajar como regente de la botica en 1774. Además, según Folch y Millán21, Manuel Navas murió el 5 de agosto de 1780.

El 3 de agosto de 1774 fue elegido mediante exámenes de oposición Lorenzo Borruel, quien permaneció en el cargo hasta el 25 de junio de 1797, en que se jubiló con todo su sueldo y ración, que eran 164 libras anuales. En este intermedio (años después volvió a desempeñar el cargo de regente de la botica) fue ordenado presbítero de la Comunidad de Padres Agonizantes22.

En 11 de agosto de 1796 fue nombrado regente Pascual Uriel y Juste, quien desempeñó dicho destino hasta su muerte, ocurrida el 14 de febrero de 1811. Accedió al cargo mediante oposición, en competencia con otros 7 aspirantes. De espíritu ilustrado, fue alumno de la Cátedra de Química y Botánica de la Real Sociedad Aragonesa de Amigos del País. Recuperó la receta de hacer carmín según el método utilizado por el químico aragonés José Velilla. También publicó en el Semanario de Zaragoza sus experiencias destinadas a la extracción del aceite contenido en la semilla de uva. Según Andrés, parece ser que realizaba estos experimentos en la botica del hospital23. Ingresó en septiembre de 1800 en el Real Colegio de Farmacéuticos de Madrid, tras presentar la memoria reglamentaria que trataba sobre el éter vitriólico.

En sitiada de 11 de marzo de 1811 se encargó nuevamente el desempeño de la botica al jubilado mosén24 Lorenzo Borruel con la dotación ordinaria, cesando en su jubilación. Ocupó el cargo hasta el 19 de agosto de 1830 en que murió25. Fue el boticario que más tiempo estuvo al frente de la botica de entre los que ocuparon el puesto de regente durante el período que estamos estudiando. Muy apreciado por los regidores de la sitiada, desempeñó su cargo sin apenas conflictos, a diferencia de sus sucesores.

Dada la gravedad del regente de la botica, acordó la sitiada el día 17 de agosto llamar a Antonio Cebollero (al que Borruel recurría en caso de necesidad) o a algún otro en su defecto, para hacerse cargo del cuidado de la botica. Asimismo, se acordó efectuar convocatoria de oposición para cubrir la plaza de regente de la botica.

El 19 de agosto de 1830 murió Lorenzo Borruel. Accedió a dirigir la botica Antonio Cebollero26 el tiempo que fuera necesario. Esta situación constituía una interinidad en plaza vacante. Era, por tanto, provisional y había de resolverse meses después mediante el sistema de oposición. El 15 de diciembre de 1830 se despidió el boticario interino Antonio Cebollero, ofreciéndose para siempre que fuera necesario.

El 19 de diciembre de 1830 entró a ejercer su plaza Braulio Alberto Canales, continuando por espacio de algo más de 2 años, hasta el día 14 de febrero de 1833 en que fue cesado como consecuencia de un proceso que duró casi 2 meses. El mismo Canales, a instancias de la sitiada, presentó su renuncia el día 13 de febrero, solicitando que se le concediese hasta el día primero de abril. Sin embargo el cese fue inmediato, ya que hubo circunstancias agravantes, pues el primer cirujano del hospital, Roque Bello, denunció a la sitiada las amenazas e insultos que recibió de Canales, el cual le hacía responsable de sus desgracias. Ésta parece ser la causa de que aceptándose la dimisión y renuncia de Canales, se le advirtiera que debía cesar el mismo día 14, dándole ración para 2 días y concediéndole 8 para desalojar la habitación. La sitiada acordó, asimismo, avisar a Pedro Valencia, que había quedado empatado con Canales en las oposiciones, para ofrecerle el empleo.

La causa del cese de Canales fue una medicina dispensada que no tenía la composición adecuada. La denuncia dio lugar a una inspección en la que se detectaron diversas irregularidades.

El día 6 de marzo de 1833 comenzó a ejercer Pedro Valencia, hasta su cese el 30 de noviembre de 1838. Para asumir la dirección de la botica del hospital hubo de levantar Valencia la botica que regentaba en Bardallur, localidad próxima a la ciudad de Zaragoza. Propuso el nuevo regente dar al hospital en calidad de limosna ciertos medicamentos compuestos y simples de la botica que fue de su propiedad «sin más estipendio, ni intereses que el de una Ave María», reservándose otros para vendérselos al droguero que se los había proporcionado. Estos últimos medicamentos fueron analizados por facultativos del hospital, encontrándose adecuados para su uso en el centro, por lo que se acordó comprarlos a Pedro Valencia, pagándole un 75% de su valor, calculado a partir de los precios a que se compraban al proveedor habitual del hospital, Fermín Zacarías Íñigo27.

Oposiciones

El puesto de regente de la botica del hospital se cubría mediante el sistema de oposición. Así se prescribía en las ordinaciones del hospital vigentes en el primer tercio del siglo xix28: «Ordenamos que la botica del Santo Hospital sea regida por un sujeto de habilidad y virtud, con título de regente de ella, a elección de los regidores, y por oposición, siendo examinados los opositores por los médicos de la casa y dos boticarios del colegio de Zaragoza, nombrados el uno por el mismo colegio, y el otro por los Regidores, como lo hallamos dispuesto en la Ordinación antigua: y habiendo hecho éstos relación de la suficiencia de cada uno de los opuestos, elegirán los Regidores el que conforme Dios y sus conciencias entendieren ser más apto y conveniente para regir la botica.»

Hay constancia del proceso de oposición seguido para cubrir la vacante tras la muerte de Lorenzo Borruel. Fueron varios los boticarios que se dirigieron a la sitiada del hospital solicitando el puesto. Así, por ejemplo, Mariano Andreu, que da sus datos personales y currículo profesional29. También lo solicitaron Alejandro Flandes y Ciriaco Loysel30.

Para constituir el tribunal examinador se requirió a los médicos del hospital, a Antonio Cebollero, regente interino, y al presidente del Colegio de Boticarios de la ciudad para que nombrase examinador a uno de sus miembros. Tomás Lozano, presidente del Colegio de Boticarios de Zaragoza, nombró boticario examinador para esta oposición a Rudesindo Lozano. La lista completa de opositores es la siguiente:

 

­ Mariano Andreu, de Villar de los Navarros (Zaragoza).

­ Pedro Valencia, de Bardallur (Zaragoza).

­ Alejandro Flandes, de Moneva (Zaragoza).

­ Braulio Alberto Canales, de Daroca (Zaragoza).

Comenzaron los exámenes en el jueves 11 de octubre de 1830, siendo examinadores Tomás López y Martín Jiménez, médicos de la casa, así como los boticarios Antonio Cebollero y Rudesindo Lozano, en presencia de la sitiada31. Constaban los exámenes de parte teórica y parte práctica, realizándose en la botica el reconocimiento y explicación de cada uno de los géneros medicinales que se les presentaron32. Realizados los exámenes, el orden de puntuación de los aspirantes fue el siguiente:

 

­ En primer lugar, con la misma puntuación, Pedro Valencia y Braulio Alberto Canales.

­ En segundo lugar, Mariano Andreu.

­ En tercer lugar, Alejandro Flandes.

 

En la misma sitiada se procedió a la elección de regente de la botica. No habiendo concurrido por hallarse indispuesto José Latorre y Osset, regidor del hospital, envió su voto por escrito y se procedió a la votación, resultando Pedro Valencia y Braulio Alberto Canales iguales en votos; en vista de ello se convino en que decidiera la suerte, como se había realizado en otras ocasiones, dada la igualdad de circunstancias que concurrían en los dos pretendientes. Se procedió al sorteo y resultó en favor de Canales. En consecuencia, quedó nombrado Braulio Alberto Canales regente de la botica, con las obligaciones inherentes a su destino, e iguales dotación, ración, y emolumentos asignados que los que disfrutó el difunto regente Lorenzo Borruel.

Considerando la sitiada que Pedro Valencia había tenido iguales votos a su favor e iguales informes de sus circunstancias, fue nombrado regente de la botica para el caso de renuncia o fallecimiento de Braulio Canales.

Las siguientes oposiciones tuvieron lugar en 1838. El día 23 de noviembre se realizaron los exámenes para cubrir la plaza vacante tras el cese de Pedro Valencia. Actuaron, en calidad de censores, los médicos Manuel de la Muela y Joaquín Melendo, y en calidad de examinadores y censores, los boticarios Rudesindo Lozano y Carmelo Sarañana. Fueron examinados Agustín Artieda33 y Juan Jubera34, únicos que se presentaron. Se realizaron pruebas teóricas y prácticas. Ambos resultaron aprobados, siendo propuesto en primer lugar Agustín Artieda. En vista de ello, la Junta Municipal de Beneficencia nombró regente de la botica del hospital a Agustín Artieda. Empezó a ejercer el día 1 de diciembre de 183835.

Conclusión

El Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza contó con servicio farmacéutico desde su fundación. La función del regente de la botica era de gran importancia para el correcto funcionamiento del hospital. Entre sus funciones se contaban la admisión y despido de empleados de la botica, adquisición de las drogas y medicamentos necesarias al precio más ventajoso, elaboración de las medicinas prescritas por los médicos para los pacientes asistidos en el hospital y supervisión del trabajo de los mancebos en la distribución y administración de los medicamentos.

Durante el período 1808-1837 ocuparon el puesto de regente cinco boticarios, uno de ellos de forma interina. *

 

 

Bibliografía y notas

 

1. Hogar para los enfermos de la ciudad y del mundo.

2. En otros hospitales del país este reglamento tenía diferentes denominaciones como constituciones en el Hospital General de Navarra y también en el de Valencia y Hospital de la Misericordia de Toledo y definiciones en el Hospital del Rey de Burgos.

3. Archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza (ADPZ). Ordinaciones del Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, hechas en la visita que con autoridad y comisión de la Majestad del Rey N. S. Felipe IV (que Dios guarde) hizo el Obispo de Lérida, de su Consejo, incoada en 10 de Febrero de 1655. Reimpresas de orden de la Ilma. Sitiada de dicho Hospital, en la imprenta de la calle del Coso núm. 11. Zaragoza, 1836.

4. Andrés I. La botica del Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza (1425-1808). Tesis doctoral. Universidad Complutense. Madrid, 1992; 31.

5. Pérez Romero JA. Los servicios farmacéuticos del Hospital General de Pamplona en el contexto de la historia de la farmacia de Navarra. Tesis doctoral. Universidad de Granada, 1973; 98.

6. Gómez Rodríguez MS. El Hospital de la Misericordia de Toledo en el siglo xix. Tesis doctoral. Universidad Complutense. Madrid, 1990; 461.

7. Era usual en el hospital ocupar a los dementes en ciertos trabajos a modo de terapia. Sin embargo, el tratamiento que recibían los dementes fue objeto de crítica por un médico del hospital durante la inspección o visita real que tuvo lugar en 1815.

8. ADPZ. Beneficencia. Legajo n.º 688-1. Expediente acerca del gasto de líquidos en la botica y sobre nombramiento de empleados en la misma. 1822.

9. ADPZ. Ordinaciones del hospital citadas en 3.

10. El receptor ejercía funciones de contable y tesorero. Algunas funciones de contabilidad son desempeñadas también por el contador.

11. ADPZ. Beneficencia. Legajo n.º 28-9. Expediente formado sobre los gastos que causa el sostenimiento de la Botica del Santo Hospital (comprende desde el año 1825) y sobre la contrata de la misma.

12, 13. ADPZ. Ordinaciones del Hospital. Citadas en 3.

14. ADPZ. Beneficencia. Legajo n.º 392. Botica. 1830. Expediente formado sobre admisión de regente de la botica de este Santo Hospital (es decir, boticario mayor) y demás concerniente a dicha oficina y de sus mancebos.

15. Rosado MI. La Farmacia del Hospital General de Valencia (1787-1868). Tesis doctoral. Universidad de Valencia. Departamento de Historia de la Ciencia y Documentación. Valencia, 1989; 123.

16. ADPZ. Beneficencia. Legajo n.º 668. Relación de los Sres. Regidores que componen la Sitiada o Junta de Gobierno del Sto. Hospital Real y General de N.ª S.ª de Gracia de Zaragoza; de los Empleados, Eclesiásticos, Hermanas de la Caridad, Profesores de Medicina, Cirugía, y Farmacia y demás dependientes de ambos sexos con expresión de las dotaciones y salarios que cada uno disfruta. 1834.

17. ADPZ. Beneficencia. Legajo n.º 19-16. Presupuestos del hospital. 1820.

18. ADPZ. Beneficencia. Legajo n.º 28-9. Expediente formado sobre los gastos que causa el sostenimiento de la Botica del Santo Hospital (comprende desde el año 1825) y sobre la contrata de la misma.

19. El hecho que la esposa de un empleado viviera en el hospital y estuviera dotada de ración no era muy frecuente. De hecho, en 1808 y 1820 los dos únicos casos eran los del regente y el repostero mayor. Esto volvió a ocurrir en el caso del regente en los años treinta.

20. ADPZ. Beneficencia. Legajo n.º 392. Citado en 14.

21. Folch G, Millán MP. La farmacia en Zaragoza a través del tiempo. Madrid: Colegio Oficial de Farmacéuticos de Zaragoza y Departamento de Historia de la Farmacia y Legislación Farmacéutica de la Universidad Complutense de Madrid, 1985; 203.

22. ADPZ. Beneficencia. Legajo n.º 392. Citado en 14.

23. Andrés I. Citado en 4; 75.

24. Tratamiento que se da a los clérigos en regiones de la antigua Corona de Aragón.

25. En el documento, fechado el 6 de junio de 1830, dice Borruel, dirigiéndose a la sitiada del hospital, que tras 42 años de servicio como regente no se encuentra ya con fuerzas para continuar y solicita que se le conceda de nuevo la jubilación. El total de 42 años no concuerda con la cuenta que puede hacerse sumando los dos períodos en que ocupó el cargo, ni siquiera contando el tiempo que medió entre ambos, ya que comenzó en 1794 y siguió hasta 1797; el segundo período va desde 1811 hasta 1830. Sin embargo, en la visita de inspección efectuada en los años 1816 y 1817 incluye un documento, de fecha 22 de marzo de 1817, en el que Lorenzo Borruel, regente de la botica del hospital, e Ignacio Ferrer, enfermero mayor, afirman llevar 42 años al servicio del hospital. Vuelve, por tanto, a haber una discrepancia en el número de años. Si hubiesen transcurrido 42 años desde que Borruel se incorporó al hospital como regente hasta 1817, tendría que haber sido nombrado en 1774. Es posible que, efectivamente, el primer período de la regencia de Borruel se iniciase en 1774 en lugar de 1794, fecha esta última que puede haber sido transcrita por error. De este modo, el primer período (1774-1797) sumaría 23 años y el segundo (1811-1830) supondría 19 años más, haciendo el total de 42 años. Ello implicaría que Manuel Navas desempeñó el cargo hasta 1774, en lugar de hasta 1794, fecha esta última que pudo haberse transcrito erróneamente.

26. Antonio Cebollero era doctor en Farmacia, catedrático de Botánica en la Universidad Literaria de Zaragoza, examinador presidente en la propia Facultad y ex visitador durante 4 años de las boticas del reino de Aragón.

27. ADPZ. Beneficencia. Legajo n.º 28-10. Documentos sobre la venta de drogas propias del regente Pedro Valencia, que ofrece vender para el consumo de este Santo Hospital. 1834.

28. ADPZ. Ordinaciones del hospital. Citado en 3.

29. De 45 años de edad y casado, Mariano Andreu estudió 5 años de gramática en las Escuelas Pías de Zaragoza, cursó 3 años de filosofía, de la que se graduó. Practicó durante 5 años la profesión de boticario y tuvo botica abierta durante más de 26 años. Fue examinador por nombramiento de los boticarios del Colegio de Zaragoza y por los que componen el de Madrid.

30. Alejandro Flandes era boticario aprobado titular de la villa de Moneva, en el partido de Daroca (Zaragoza). Ciriaco Loysel, boticario en la villa de Trasobares, se dirige también a la sitiada solicitando el puesto de regente de la botica, afirmando ser licenciado en Farmacia por la Real Junta Superior Gubernativa de Madrid, por lo que, según él, sólo necesita presentar dicho título, tal vez pretendiendo ser eximido de los exámenes. Sin embargo, no aparece luego en la lista de los candidatos que se examinaron, bien porque no se presentó o porque no fue admitido por el tribunal.

31. Los profesores examinadores cobraron por este trabajo. Fueron gratificados cada uno de ellos con un doblón de oro de 80 reales de vellón.

32. ADPZ. Beneficencia. Legajo n.º 688-1. Citado en 8.

33. Agustín Artieda y Esteban cursó sus estudios en el Colegio de Farmacia de San Fernando de Madrid, ejerciendo luego la práctica en la botica de su padre en Calatayud (Zaragoza), obteniendo finalmente el grado de licenciado en Farmacia en dicho Colegio de San Fernando.

34. Juan Jubera, licenciado en Farmacia y boticario titular de la villa de Tauste. Fue alumno del Colegio Nacional de San Fernando de Madrid.

35. ADPZ. Beneficencia. Legajo n.º 688-1. Citado en 8.

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