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Vol. 23. Núm. 5.
Páginas 11 (Mayo 2004)
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El farmacéutico, la salud y la cultura
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J. Esteva de Sagreraa
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Algunos, creyéndose ambiciosos, definen al farmacéutico como el científico del medicamento; otros, más humildes, lo consideran el técnico del medicamento. La proyección social del farmacéutico va, sin embargo, mucho más allá del ámbito delimitado por los medicamentos. El farmacéutico es un agente de salud, y desde su oficina de farmacia realiza una importante función de educación sanitaria. El farmacéutico no es un simple técnico del medicamento; eso, que a algunos parece mucho, es en realidad muy poca cosa. Como licenciado universitario, el farmacéutico forma parte de una elite social, que tiene acceso a los conocimientos más avanzados. En este sentido goza de una situación de privilegio, y su amplio bagaje científico y sanitario le permite difundir la salud desde múltiples ámbitos, sean éstos la nutrición, la higiene, la fitoterapia o la información sobre el buen uso de los medicamentos.

Crear salud es uno de los objetivos más nobles, porque las salud es el bien más preciado, aquel sin el cual los demás carecen de sentido. La humanidad se distingue de otras especies zoológicas por su inconformismo ante la desgracia y la enfermedad, por defender que las personas enfermas tienen los mismos derechos que las sanas. Somos el animal que ha sido capaz de luchar contra el dolor y el sufrimiento y de conceder dignidad a los enfermos y desvalidos.

La cultura sanitaria es un activo de gran valor: gracias a ella son posibles la salud, el bienestar y la calidad de vida, todos los valores de la civilización, entre ellos el arte y la democracia. En un sentido todavía más amplio, el farmacéutico es un agente de cultura: de la cultura sanitaria y del medicamento, pero también de la cultura sin más, un fenómeno sin el que la vida retorna a la animalidad.

Un mundo sin arte ni cultura sería un mundo insufrible. Los farmacéuticos han difundido la cultura en las reboticas, los ateneos, la universidad y las academias, y han asumido un importante protagonismo cultural en el medio rural. Hay entre los farmacéuticos figuras que han alcanzado la excelencia cultural, como León Felipe, Federico Mayor Zaragoza, Raúl Guerra Garrido o Javier Puerto Sarmiento, pero la cultura no es tan sólo un cúmulo de figuras señeras, el vértice de la pirámide, sino que es ante todo la aportación que realizan cada día miles de personas anónimas desde la base de esa misma pirámide.

El compromiso de Offarm con el farmacéutico es al mismo tiempo profesional y cultural. Farmacia y humanidades son las dos caras de un mismo proyecto: hacer el mundo más humano, difundir el bienestar, hacer más grata la existencia, adornar con la civilización y la cultura una vida que sin ellas sería poco más que lucha por la supervivencia, la dictadura temporal del más fuerte y la primacía del instinto sobre la razón.

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