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Vol. 20. Núm. 9.
Páginas 11-13 (Octubre 2001)
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Dos caminos
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J. ESTEVA DE SAGRERAa
a Director Científico
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Los farmacéuticos españoles se han acostumbrado a las malas noticias, lo que no es una buena noticia. Hace mucho tiempo que no se produce en el sector una novedad positiva, que suscite un clima de expectativas favorables. El resultado es una sensación de malestar y, en algunos farmacéuticos, la sensación de ser víctimas de una persecución. Mala es la autocomplacencia, y malo es también dramatizar una situación que sigue ofreciendo un panorama positivo, por más que existan muchos y graves problemas. A veces es bueno alejarse de éstos, distanciarse de los conflictos cotidianos y de los enojos que ocasionan, y contemplar la profesión como lo haría un espectador imparcial. Se llegaría entonces a la conclusión de que la farmacia española goza de excelente salud, de que es un sector clave en la economía del país y un eslabón fundamental de la asistencia sanitaria. En una sociedad en la que los médicos se han proletarizado y han perdido su papel de profesionales liberales, los farmacéuticos siguen siendo unos empresarios de la salud, propietarios de sus oficinas, conservan todo el sector de la custodia y dispensación de los medicamentos y están presentes en el sector, dinámico y con grandes perspectivas, del bienestar, de la salud y de la parafarmacia.

A falta de buenas noticias concretas, sirva de consuelo que los farmacéuticos conservan cuanto fue arduamente conseguido y que tienen ante sí dos ámbitos, el comercial y el de la atención farmacéutica, en el que pueden desarrollar sus potencialidades. Mitad ciencia, mitad comercio, la farmacia española sigue siendo capaz, hoy como ayer, de conciliar ambos aspectos y de encontrar su equilibrio sin que la balanza se decante definitivamente hacia uno de los sectores en litigio. La atención farmacéutica le abre al farmacéutico las puertas que le cerró la industrialización. La información sobre los fármacos es tan compleja y es tan necesario hacer el seguimiento de la medicación prescrita, que el farmacéutico recupera, como experto en comunicación sobre medicamentos, unas funciones sanitarias que algunos temían perdidas para siempre desde el momento que las oficinas dejaron de elaborar los medicamentos.

El otro polo de la profesión es igualmente atractivo: las posibilidades de negocio son muchas para quienes quieran y sepan ser empresarios eficientes y emprendedores. Las farmacias que no evolucionen tienen ante sí una economía deprimida, de pocos vuelos, pero aquellas que sean competitivas y aprovechen sus recursos tienen un futuro esperanzador, hasta hace poco inimaginable. Desde una perspectiva excesivamente conservadora, se reprocha la imaginación empresarial de que hacen gala esos farmacéuticos y farmacéuticas para atender las necesidades de sus clientes, para satisfacer a la población. El puritanismo es una coartada perezosa, que evita afrontar la realidad y permite escudarse en la inflexible defensa de unos principios considerados inamovibles. Es, en suma, una ofensa a la libertad y a la imaginación. La profesión debe avanzar con un pie en cada camino: el de la profesionalidad y el de la innovación empresarial. *

 





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