España ha experimentado un desarrollo económico espectacular, por encima de la media de los países de la Unión Europea, y acumula un ciclo de crecimiento ininterrumpido de más de un decenio. Esta evolución le ha permitido convertirse en un país desarrollado y sus empresas de mayor envergadura han acometido una expansión internacional impensable hace unos años. El crecimiento económico ha beneficiado a todas las clases sociales sin excepción y ha aumentado el poder adquisitivo de los ciudadanos. La farmacia española se ha beneficiado de todo ello y, a pesar de los problemas, la profesión ha vivido uno de sus mejores momentos, con paro cero entre los licenciados, alto precio de traspaso de las farmacias y una rentabilidad que, sin ser espectacular, permite el funcionamiento de las boticas y asegura un umbral de rentabilidad aceptable.
Todo indica que el ciclo económico está, si no agotado, sí en un proceso de desaceleración, en parte por el contexto internacional y en parte por el propio agotamiento del modelo de crecimiento español y su dependencia de la construcción y del incremento constante de la mano de obra barata. España ha aumentado su riqueza y su población y vivirá, dentro de poco, los problemas de los países desarrollados y dejará atrás la fase de crecimiento que le ha permitido ponerse a la altura de países que hace 15 años parecían inalcanzables. Cuando se consigue un notable desarrollo económico, unos niveles altos de protección social y una determinada densidad de población, es difícil seguir creciendo, salvo que el país sea muy innovador en tecnología y desarrollo. España dejará de crecer a ritmo rápido y compartirá los problemas de Alemania, Francia e Italia, países en los que se vive bien, pero que crecen poco y que deben acometer reformas importantes para aumentar la productividad y asegurar la pervivencia de los sistemas de protección social. En ese nuevo entorno, los farmacéuticos habrán de adaptarse a una fase de menor crecimiento. Será posiblemente entonces, y no ahora, cuando se producirán las reformas farmacéuticas que ya se están llevando a cabo en muchos países europeos por imperativo económico y que aquí todavía se aplazan amparados en la situación actual.
La desaceleración puede incluso ser positiva si frena la especulación, pone los precios en su lugar y hace que los farmacéuticos adopten reformas que aseguren la calidad del servicio y la rentabilidad en un entono globalizado y competitivo en el que los márgenes se estrechan progresivamente y desaparecen los espacios protegidos acostumbrados a moverse al margen del mercado.
J. Esteva de Sagrera. Director