Tabaquismo
El tabaquismo es la mayor causa de mortalidad prevenible en los países desarrollados. En España fue responsable de 55.613 muertes en 1998, lo que supone el 16% de todos los fallecimientos en individuos mayores de 35 años (el 92,5% varones y el 7,5% mujeres)1. El 36,1% de estas muertes lo fueron por enfermedades cardiovasculares (tabla 1), y además, la cuarta parte de ellas ocurrieron antes de los 65 años de edad.
Por otra parte, el número de fallecimientos atribuibles al tabaquismo ha ido aumentado, debido en parte al aumento de la prevalencia del tabaquismo2, especialmente en las mujeres (tabla 2). La prevalencia en adolescentes de 14-18 años es muy grande en nuestro país: en 2002, el 28,8% de los estudiantes consumía tabaco de forma habitual (el 24,2% de los chicos y el 33,1% de las chicas) y la edad media de inicio de consumo era de 13,1 años (14,4 para el consumo diario)3.
Intervención farmacéutica
Si bien la cesación tabáquica conlleva, tanto a corto como a largo plazo, una serie de beneficios, su ejecución es compleja. Existen distintas guías y protocolos4-6 cuyo seguimiento favorece la consecución del objetivo. La decisión de abandono no es puntual, sino que el individuo debe pasar por varias etapas para conseguir el éxito (tabla 3). La primera actuación consiste en la identificación de la etapa en la que se ubica el individuo (fig. 1).
Fig. 1. Identificación de la etapa del fumador que acude a la farmacia (PC: precontemplación; C: contemplación).
Si el individuo se halla en fase de precontemplación, se realizará al menos una mínima intervención, aconsejándole sobre los beneficios del abandono; también puede discutirse con él el contenido de algún folleto explicativo. Si la fase identificada es la de contemplación, también se ofrecerá ayuda posterior para el abandono. Si hemos detectado a un fumador en fase de preparación, se pasará al programa de cesación tabáquica, evaluando previamente el grado de motivación con el test de Richmond y el de dependencia nicotínica con el de Fagerström (tablas 4 y 5, respectivamente).
La intervención no farmacológica consiste inicialmente en el consejo para abandonar el tabaco. Éste ha de ser claro, específico, personalizado y adecuado a la etapa del individuo6. En él se exponen los perjuicios del tabaco y, sobre todo, las ventajas de su abandono. A continuación se pacta con el fumador una fecha para dejar el tabaco.
La intervención farmacológica conlleva la administración de los medicamentos disponibles a tal efecto: sustitutos de nicotina y/o bupropión (tabla 6).
Finalmente, se marcarán unas visitas de seguimiento, a la semana y al mes del inicio, así como una mensual posteriormente. Dado el elevado índice de recaídas, no se considera ex fumador hasta que hayan pasado 12 meses sin fumar. En ese momento, sólo menos de un 10% de los que comenzaron volverán a fumar.