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Vol. 21. Núm. 3.
Páginas 64-67 (Marzo 2002)
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Atención farmacéutica en la universidad
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MANUELA PLASENCIA
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Conseguir que la sistemática de atención farmacéutica (AF) se implante, como toda innovación, exige un lento proceso de adaptación, asimilación, concienciación y propagación entre los farmacéuticos en activo, y un no menos lento proceso de organización, estructuración y desarrollo en todos los estamentos profesionales. Para ello, se están haciendo verdaderos esfuerzos por conseguir adeptos entre los más inquietos, valientes y vanguardistas de los profesionales farmacéuticos, a través de innumerables cursos, máster y videoconferencias. Sin embargo, estamos descuidando el germen mejor abonado de nuestro terreno, que es la facultad de farmacia. Hoy por hoy, todas las iniciativas que parten de las universidades van dirigidas a la formación posgrado, pero las promociones de licenciados siguen saliendo de las facultades sin haber recibido nociones en esta materia.

 

Para implementar la AF existe un método infalible, definitivo y trascendente que permite diseñar, dibujar y perfilar las generaciones del futuro desde su más tierna infancia profesional: modelar y esculpir las concepciones, actuaciones y tendencias novedosas; adoptar, inculcar y aplicar las técnicas modernas de profesionalidad. Y esto se puede y se debe hacer desde la universidad, desde la facultad y más concretamente desde la asignatura de prácticas tuteladas.

Las prácticas tuteladas son el punto de encuentro entre el futuro farmacéutico (alumno tutelado) y el presente profesional (farmacéutico tutor); entre el potencial humano y la realidad social. Conviene que exista la menor distancia posible entre ambos para facilitar su entendimiento y aproximación. Por ello, el farmacéutico tutor debe estar a la altura de las circunstancias y reflejar lo más puntero del ejercicio profesional para conectar con los jóvenes, transmitir ilusión y entusiasmo, y avanzar juntos en los nuevos senderos.

Nuestros jóvenes están abiertos de par en par a la ilusión y a la esperanza de un futuro prometedor, y la AF les va a permitir entender y asimilar el carácter social y sanitario de la carrera que han cursado: Farmacia. La AF es una materia propia de la farmacia clínica hospitalaria y comunitaria, y los 6 meses de estancia de los alumnos en una farmacia que realice AF son suficientes para que perciban la potencialidad o efectividad del servicio que se ofrece a la sociedad.

Condiciones previas

Habría que impulsar desde todos los sectores implicados en la AF el fomento de acciones conjuntas para establecer una serie de condiciones que lo hagan posible:

 

­ Que se resuelva definitivamente la situación de provisionalidad de las prácticas tuteladas, desarrollando los acuerdos entre las partes implicadas.

­ Que se asigne un área de conocimiento para incorporar las prácticas tuteladas a un departamento de cada facultad de farmacia, con la dotación oportuna de profesores tutores contratados que aseguren la planificación, desarrollo y continuidad de un programa homogéneo en temario y contenido para todos los alumnos, incluyendo la iniciación a la AF.

­ Que se incorpore la disciplina de AF como materia propia a impartir en la asignatura de Prácticas Tuteladas de cada facultad.

­ Que todos y cada uno de los alumnos tutelados realice el estudio y seguimiento de algún caso práctico de AF durante su período de estancias de 6 meses en la farmacia tutorial, bajo control y supervisión de su tutor.

­ Que el farmacéutico tutor esté implicado y familiarizado con los procedimientos de AF de manera efectiva, para garantizar la buena guía y calidad en el proceso de formación del alumno.

 

Cierto es que los tutores de prácticas, actualmente, no reciben la adecuada compensación, ni el reconocimiento efectivo del trabajo que desempeñan. Sin embargo, cuanto más reforcemos la carga de su tarea, más evidente será para todos la importancia de su papel en la docencia. Los tutores pueden y deben ser los impulsores de la AF entre los estudiantes de la facultad, sobre todo en esta etapa de reestructuración de los planes de estudios de la carrera de Farmacia, y en tanto no se defina su perfil docente. De esta manera lograremos que las promociones de cada año se incorporen al mercado laboral con un conocimiento y capacitación en materia de AF suficiente para ampliar y desarrollar las actuaciones en su campo de acción profesional. Por otro lado, se podrían realizar estudios y trabajos de investigación en colaboración con las farmacias tutoriales, que actuarían como farmacia piloto para numerosas experiencias.

 

Reconocimiento oficial

La presentación y publicación del Consenso sobre AF representa el espaldarazo definitivo que confirma las expectativas de aceptación y reconocimiento institucional, sin reticencias, de la AF como actividad de utilidad social y sanitaria, con participación en el Sistema Nacional de Salud y ejercida por un farmacéutico desde una farmacia. Nunca hemos sentido tan cerca la valoración y el reconocimiento oficial del trabajo que se desempeña en una farmacia, y estamos en el camino de lograrlo. A partir de ahora hay que demostrarlo, y no hay marcha atrás. Llegados a este punto, ¿acaso podríamos negarnos a llevar a cabo los procedimientos y objetivos de la AF que tanto hemos ponderado y defendido ante la Administración y ante la sociedad? Si fuera así, otro agente social lo realizaría, porque ya se ha creado la necesidad, ya se ha aceptado su utilidad, ya se han establecido los objetivos y ya se han visualizado las metas.

Los que desde siempre han sido conscientes de su profesionalidad y responsables de su labor social, los que han hecho AF sin saberlo, han sido los primeros en apuntarse al carro de esta iniciativa porque ya estaban mentalmente preparados, personal mente dispuestos y técnicamente dotados. Los que han mantenido una formación continuada, los que se han ido modernizando o adaptando a las nuevas tendencias, no tendrán problemas para subirse al tren de la AF. Sin embargo, el camino a recorrer es largo y angosto para los anclados en el pasado. En primer lugar, tienen que adoptar una nueva concepción del servicio dirigido de forma prioritaria hacia la salud del paciente y hacia el uso racional de los medicamentos. En segundo lugar, tienen que proveerse de personal facultativo especializado, aumentando su plantilla profesional para desarrollar las actividades propias y particulares que requieran las circunstancias. Por último, necesitan una dotación técnica básica para aplicar los procedimientos y utilizar los recursos precisos para cada situación. Esto lleva tiempo y dinero, que son dos factores negativos en la ecuación farmacéutica (para despejar la incógnita tendremos que simplificar al máximo los términos). Pero actualización y renovación siempre van asociados a tiempo y dinero, y la AF supone ambos conceptos.

Relevo generacional

Si conseguimos que las nuevas promociones de licenciados estén preparados para llevar a cabo actuaciones de AF, por un lado les abrimos una puerta al mercado laboral para ocupar ese puesto en las oficinas de farmacia cuyo titular no puede o no quiere asumir esa función y puede, o quiere, delegarla. Por otro lado, aseguramos el futuro de la AF en manos de las generaciones que nos relevarán. Enlazar la AF con las prácticas tuteladas es el camino más corto hacia el futuro inmediato.

Como se puede traducir por lo expuesto, soy una entusiasta defensora de la AF y la aplico desde mi puesto como farmacéutica comunitaria. Al mismo tiempo, como profesora de prácticas tuteladas, inicio a mis alumnos en esta disciplina, conforme al programa que he presentado y que se ha establecido en la Facultad de Farmacia de Alcalá de Henares al ser aceptado por el equipo de tutores y por el mismo decano.

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