Buscar en
Nursing
Toda la web
Inicio Nursing Cuando no se puede curar, ¿son suficientes los cuidados?
Información de la revista
Vol. 23. Núm. 6.
Páginas 38 (Junio 2005)
Compartir
Compartir
Descargar PDF
Más opciones de artículo
Vol. 23. Núm. 6.
Páginas 38 (Junio 2005)
Acceso a texto completo
Cuando no se puede curar, ¿son suficientes los cuidados?
Visitas
1682
Nancy Miller
Este artículo ha recibido
Información del artículo
Texto completo

La paciente "inconsciente" que se expone a continuación ofreció la respuesta.

Cuidar de Sara F. me recordó que la relación enfermera/paciente es una iniciativa conjunta. La relación que mantuvimos nos transformó a las dos. La Sra. Sara F., de 60 años de edad, padecía diabetes mellitus tipo 2. La paciente había sido intervenida mediante cirugía con circulación extracorpórea 2 meses antes, sin que inicialmente hubiera complicaciones importantes. Sin embargo, hacía unas pocas semanas se hizo necesaria la rehospitalización de la Sra. Sara F. en la unidad de cuidados intensivos debido a que presentaba un cuadro de dificultad respiratoria y a que parecían existir infecciones tanto en las heridas superficiales que presentaba en ambas piernas como en las incisiones realizadas en el tórax.

Para el momento en el que se convirtió en mi paciente, su situación había caído en picado. Permanencia aislada debido a que en las incisiones torácicas se había cultivado Staphylococcus aureus resistente a meticilina (SARM) junto con los hongos Aspergillus y Mucor, mientras que en ambas piernas se habían detectado infecciones por SARM en los tejidos profundos. La paciente fue intervenida mediante varios procedimientos quirúrgicos de desbridamiento de las heridas y mediante una esternectomía con colocación de un colgajo muscular en la pared torácica; esta intervención le había dejado una profunda herida torácica en la que era necesario un abundante relleno en la proximidad de órganos y tejidos delicados. La paciente comenzó a presentar signos de insuficiencia hepática y dejó de mostrar respuesta al dolor y a la estimulación.

Atrincherada en mi ropa estéril de protección, levanté sus párpados y comprobé sus pupilas. Sin embargo, en vez de encontrarme con una mirada fría y sin vida, tal como esperaba, pude observar un débil brillo de la Sara F. real. Me vi llamándola "Sara" en vez del trato más impersonal de "Sra. Sara F.".

Aquel día había sido agotador: horas y horas de cambio de apósitos, de intervenciones quirúrgicas de desbridamiento en la herida del tórax, de administración de medicamentos y de sueroterapia intravenosa, de transfusiones sanguíneas múltiples y de documentación completa de todo ello. A lo largo del día, acaricié su cara y la cogí de la mano. También le hablé, explicando los procedimientos, estimulándola, comentándole las noticias del día y los programas de televisión, e incluso le conté chistes, todo ello para romper la barrera del aislamiento.

A la mañana siguiente conocí a su marido, Juan. Con el temor a "estar demasiado cerca", Juan permanecía lejos de la cama y sólo hablaba en susurros. Cuando finalmente respondió a mis indicaciones y se acercó, cogió la mano de su esposa y le habló; ella abrió brevemente los ojos y le miró: era el primer signo de respuesta que presentaba desde hacía semanas.

Desde ese día, me convertí en la enfermera responsable de Sara. En todos mis turnos de trabajo hablaba con ella y la tocaba de manera tranquilizadora. Me preocupé de lavar y peinar su pelo, cuidar sus uñas y aplicar una loción en el pelo seco. Juan también se implicó en sus cuidados. Ver a Juan cómo le decía a Sara lo bella que estaba y lo mucho que la quería, mientras me ayudaba a cambiar los apósitos de sus grandes heridas o a ocuparme de sus problemas en las piernas, me enseñó muchas cosas acerca del amor.

Cada día, a medida que la paciente presentaba unos niveles cada vez mayores de alerta y de respuesta, encontré nuevos progresos que comunicar tanto a Juan como a Sara. Sara comenzó a sonreír con mis viejos chistes. Su analítica mostraba una mejoría lenta y cada vez era menos frecuente la necesidad de efectuar procedimientos quirúrgicos de desbridamiento.

Al volver de vacaciones, encontré a Sara sin ventilación mecánica y hablando con todo el personal (¡incluso dando órdenes en ocasiones!). Con su fuerte voz me llamó por mi nombre y me dio las gracias por haberla tratado como una persona durante todo su calvario. Me dijo que las caricias que le había ofrecido le habían dado la fuerza necesaria cada día para seguir adelante y que siempre había reconocido mi voz.

Sin embargo, la recuperación de Sara fue breve, ya que la infección volvió a presentar una exacerbación. Su fuerza y resistencia se mantuvieron todavía durante un corto período de tiempo, pero cuando la infección alcanzó el cerebro, Sara entró en coma y falleció.

Lo único que nos salvó fue que pudimos conseguir que Sara y Juan pasaran algo más de tiempo juntos. Personalmente, me sentía satisfecha por haber ayudado a que Sara recibiera uno de los regalos más grandes de la vida: la esperanza. Además, Sara me había enseñado una de las lecciones más importantes que puede aprender el profesional de enfermería: incluso cuando no podemos curar, siempre podemos cuidar.

Nancy Miller es profesional de enfermería en la fuerza aérea, en la Keesler Air Force Base de Biloxi, Missouri, Estados Unidos. Además, está realizando un MSN en la University of Alabama en Birmingham, Alabama, Estados Unidos.

Opciones de artículo
Herramientas
es en pt

¿Es usted profesional sanitario apto para prescribir o dispensar medicamentos?

Are you a health professional able to prescribe or dispense drugs?

Você é um profissional de saúde habilitado a prescrever ou dispensar medicamentos