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Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research
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Vol. 14. Núm. 2.
Páginas 135 (Junio 2018)
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Juan Antonio Inarejos Muñoz, Los (últimos) caciques de Filipinas. Las elites coloniales antes del 98, Granada, Comares- Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, 2015, 157 págs.
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Miguel Artola Blanco
Universidad Carlos III de Madrid, Madrid, España
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Las élites políticas de la España liberal, las prácticas de patronazgo y el caciquismo fueron temas predilectos de la historiografía española durante las décadas de 1980 y 1990. En los últimos años, estos problemas han merecido de una menor atención por parte de la comunidad académica, si bien ello no es óbice para que existan importantes lagunas en nuestro conocimiento de la época. Uno de ellos afectaba precisamente a la posición de las élites de poder en Filipinas, un tema que aborda con precisión Juan Antonio Inarejos en este libro que traza su historia desde mediados del siglo xix hasta los años que preceden a la pérdida de la colonia en 1898.

El relato que presenta el autor toma como vector fundamental las elecciones que se celebraban de forma periódica para elegir a las autoridades políticas municipales (los gobernadorcillos). Desde mediados del siglo xix, estos puestos eran provistos sobre una terna de notables, si bien la última palabra la tenía el Gobernador General de la isla. Lo interesante del proceso radica en que tanto el cura párroco como la Guardia Civil debían emitir sendos informes donde señalaban la idoneidad de los candidatos a la luz de sus cualidades políticas, su capacidad económica y su conducta moral. El autor demuestra en este campo una notable capacidad crítica, de forma que es capaz de interpretar las afirmaciones más contundentes de los protagonistas, pero también los elocuentes silencios. Inarejos presenta así una imagen mucho más detallada de la vida política de lo que se conoce para muchas localidades de la Península, y aclara cuáles eran las condiciones necesarias para ser un cacique en Filipinas. Además de contar con bienes de fortuna (fincas rústicas o casas), todo candidato debía de ser una persona que no despertase pasiones ni enfrentamientos en la sociedad local, llevase una vida familiar intachable, alejado del juego y del alcohol, y, por supuesto, no hubiese manifestado oposición a la dominación española (ser un filibustero). El poder económico iría entonces necesariamente ligado a poseer un determinado capital social y simbólico.

El libro va más allá de describir los problemas relacionados con las elecciones, y dedica otros sendos capítulos a los conflictos raciales, a la recaudación de impuestos (muy en particular a los retos que planteaba la nueva contribución de cédulas personales), y a las dificultades que tenía la administración colonial por establecer un dominio efectivo en el norte de Filipinas. Sin embargo, es precisamente en estos temas en donde el libro carece de un hilo argumental convincente. No queda claro por qué se han elegido estos problemas (y no otros). Puede incluso sospecharse que el autor se ha dejado llevar demasiado rápido por las descripciones sumamente ricas que presentan las fuentes empleadas. A cambio, se echa en falta un estudio más sistemático de los problemas que afrontaban las autoridades españolas en el territorio filipino, un análisis más extenso de las estrategias de reproducción de las élites o una perspectiva comparada con otras colonias españolas (Cuba y Puerto Rico) o los imperios francés, holandés o británico. También es de extrañar que, más allá de indicar cómo las élites locales solían contar con un importante patrimonio, apenas se profundice en las dinámicas del mercado de la tierra (propiedad, contratos de arrendamiento, endeudamiento, etc.). Resulta igualmente recurrente que, en cada capítulo, el autor se lance rápidamente a describir los problemas y conflictos que se manifestaban en una localidad en particular, pero a cambio faltan unas conclusiones más generales.

Estas lagunas pueden excusarse si se entiende este libro como una primera incursión en las relaciones de poder en Filipinas durante el siglo xix. De ser así, el libro de Juan Antonio Inarejos merece ser valorado por situar de nuevo a las élites coloniales en el foco de la historia.

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