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Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research
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Vol. 11. Núm. 3.
Páginas 202-203 (Octubre 2015)
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Vol. 11. Núm. 3.
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Craig Muldrew. Food, Energy and the Creation of Industriousness. Work and Material Culture in Agrarian England, 1550-1780. Cambridge, Cambridge University Press, 2011, XVII+355 págs., ISBN: 978-0-521-88185-2.
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David Carvajal de la Vega
Universidad de Valladolid, Valladolid, España
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Durante los últimos años, la teoría de la «revolución industriosa» propuesta por J. de Vries se ha convertido en uno de los modelos más sugerentes aplicados a los estudios sobre el desarrollo económico anterior a la industrialización europea. Sobre este fértil campo teórico, y gracias a los numerosos aportes de la historiografía anglosajona, Craig Muldrew propone un sólido análisis de los labourers o jornaleros ingleses –de sus condiciones de vida y de trabajo– a lo largo de los poco más de 2 siglos que transcurren entre 1550 y 1780. Una cronología convulsa en lo político (revoluciones, Restauración, expansión colonial, etc.) y en lo socioeconómico (importantes crisis como la de fines del xvi, disminución de la pequeña propiedad y expansión de los enclosures, fases de contracción y crecimiento demográfico, procesos migratorios, etc.) que resulta de especial interés por ser precedente de la gran Inglaterra del siglo xix.

A priori, el estudio de los labourers en el período propuesto parte de importantes limitaciones documentales por tratarse de un grupo cuya presencia en las fuentes es menor que la de mercaderes, yeomen o gentry. En este sentido, uno de los aspectos más reseñables del trabajo es la capacidad de análisis del autor a partir de fuentes como los inventarios, que si bien ya han sido usados en estudios clásicos sobre consumo y niveles de vida, son susceptibles de ser analizados desde otros puntos de vista, como tendremos ocasión de comentar. Por esta razón, además del acopio de un considerable volumen de datos historiográficos y de testimonios de la época, este trabajo puede considerarse como un referente entre los estudios socioeconómicos del mundo rural inglés.

La importancia del libro radica en las conclusiones que el autor presenta sobre 2 cuestiones relativas a la revolución industriosa y que desgrana de forma ordenada a través de una estructura especialmente cuidada. La primera de ellas hace referencia a la importancia de la alimentación entre los jornaleros. Partiendo de un principio básico como la necesidad de ingerir la cantidad suficiente de calorías para desarrollar más trabajo –en horas y en intensidad–, Craig Muldrew analiza en detalle los componentes de la dieta de los jornaleros. El autor muestra que, efectivamente, las exigentes necesidades energéticas de un entorno rural industrioso eran cubiertas gracias al consumo de importantes cantidades de productos cárnicos, derivados lácteos, cereales, pan y cerveza. En un acertado símil, el autor plantea el paralelismo entre 2 fuentes de energía vinculadas a 2 grandes «revoluciones»: la comida y la bebida (sobre todo la cerveza) a la que tenían acceso los jornaleros fueron el petróleo de la revolución industriosa. Desde nuestra óptica, resulta llamativo observar dietas que superaban con facilidad las 5.000kcal diarias. Este aporte era fundamental para que un jornalero realizase jornadas de 8-10h, que en períodos como la siega podían ser más intensas o prolongarse. No obstante, las proyecciones numéricas, siempre bien fundamentadas, podrían quedarse en mera especulación. Para evitarlo, el autor no deja de lado 2 pilares básicos sin los cuales sería difícil aceptar que los jornaleros ingleses tenían un buen acceso a los alimentos necesarios para mantener su esfuerzo: la capacidad global de producción de los diferentes tipos de alimentos consumidos y el acceso que los jornaleros tenían a los mismos gracias a sus salarios. Ambas cuestiones también son resueltas por el autor al demostrar que, efectivamente, Inglaterra poseía los recursos necesarios para asumir los niveles de producción requeridos, mientras que el análisis de los salarios y del consumo familiar aporta cifras que permiten concluir que los jornaleros ingleses –salvo en etapas críticas como las décadas de 1590 y siguientes– disponían de los caudales necesarios para comprar alimentos.

La segunda cuestión tratada por el autor hace mención a los cambios observados en las pautas de consumo de los jornaleros ingleses. Los primeros planteamientos de la revolución industriosa se basaron en la defensa de la mejora del consumo de nuevos productos por parte de los grupos analizados por De Vries. En este caso, Muldrew ofrece un recorrido por la cultura material de los jornaleros que, a través de los inventarios, muestra un aumento del consumo de bienes vinculados al ajuar, al menaje o a la elaboración de alimentos como queso, mantequilla o cerveza, matizando las teorías de J. de Vries que ponían especial énfasis en el consumo de nuevos productos. Especialmente interesante es el análisis de las realidades que sustentaron esta mejora en los estándares de vida y que sí validan parte de las teorías del autor holandés. La capacidad y la cantidad de trabajo desarrolladas por los miembros de una familia –los hombres como jornaleros, las mujeres trabajando en el campo e hilando, los menores sirviendo en casas ajenas, etc.– respondieron de forma adecuada a la demanda de trabajo en el mundo rural inglés. Esta capacidad de trabajo, y sobre todo la posibilidad real de trabajar más horas y que estas fuesen convenientemente remuneradas, eran la base de economías familiares sólidas, sobre todo desde mediados del siglo xvii hasta 1780. En este sentido, son especialmente interesantes las ideas planteadas por el autor para calcular las ganancias totales de una familia, que como muchos historiadores suponen pero pocos se atreven a contabilizar, no solo consistían en la entrega de un jornal al hombre. Los pagos en especie o las entregas extraordinarias, la creciente importancia de los ingresos vinculados al hilado –hasta la introducción del hilado mecánico en la segunda mitad del siglo xviii–, la posibilidad de comprar alimentos a crédito al empleador, etc., han permitido analizar los ingresos a lo largo del tiempo con el fin de observar tendencias y cambios que podrían ser comparados con los de otros territorios europeos a través de estudios similares.

Entre las muchas bondades de la obra cabe citar la meticulosa elaboración de los datos que fundamentan los análisis y las conclusiones expuestas, lo cual la dota de un rigor que pocas veces puede apreciarse en un trabajo de este estilo. Destaca, así mismo, la capacidad para plantear situaciones generales que pudieron afectar a la totalidad o a buena parte de los jornaleros ingleses, y la materialización de estos modelos a nivel micro, a través de ejemplos procedentes de inventarios o de otra información económica. Como contrapartida, y a pesar de su interés, la constante comparación de todo tipo de visiones historiográficas, de fuentes primarias y de datos –precios, salarios, informes, textos literarios, etc.– dificulta en ocasiones la comprensión del fenómeno que desarrolla.

En definitiva, la obra de Craig Muldrew permite conocer mejor el papel desempeñado por los industriosos jornaleros ingleses que, provistos de alimentos y con salarios dignos, trabajaron, consumieron y protagonizaron el desarrollo de un grupo que llegó a ser bien considerado por coetáneos como Adam Smith.

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