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Vol. 21. Núm. 9.
Páginas 57-60 (Octubre 2007)
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Violencia doméstica
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Adela-Emilia Gómez Ayala
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Tabla. I. Consecuencias de la violencia en la salud de las mujeres
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Papel del farmacéutico

En este trabajo se analizan las causas, las consecuencias y el impacto sanitario de la violencia doméstica, así como el papel que puede desempeñar el farmacéutico comunitario en la prevención, detección y abordaje de un problema que, inevitablemente, requiere un planteamiento integral y la coordinación con otros profesionales e instituciones.

La violencia en la pareja es una de las formas de violencia doméstica y, con frecuencia, sinónimo de maltrato a la mujer. Los profesionales de la salud, entre los que se incluye obviamente el farmacéutico, no pueden permanecer ajenos a este importante problema de salud pública.

La magnitud de la violencia contra las mujeres llevó a que la Organización Mundial de la Salud la declarara en su día problema prioritario de salud pública. Según los datos de la macroencuesta realizada por el Instituto de la Mujer en el año 2000, este problema está afectando en España a 1 de cada 7 mujeres y da lugar a más de medio centenar de muertes cada año. En 2005 y 2006, el número de mujeres asesinadas fue de 88 y 96, respectivamente.

La violencia doméstica comporta graves riesgos para la salud de las víctimas, tanto físicos como psicológicos, y el impacto emocional que genera esta situación es un factor de desequilibrio para la salud mental, tanto de las víctimas, como de los convivientes y su entorno. La bibliografía muestra consistentemente que las víctimas de violencia doméstica presentan, en comparación con las que no la sufren, más problemas crónicos de salud como fibromialgia, trastornos gastrointestinales (síndrome del colon irritable) y ginecológicos (enfermedades de transmisión sexual), así como trastornos por estrés postraumático, ansiedad y trastornos depresivos, entre otros. El amplio rango de trastornos asociados al maltrato conduce a pensar que las víctimas harán uso de diferentes servicios sanitarios, entre ellos la farmacia comunitaria, desde los cuales se puede desempeñar un papel crucial para ayudar a estas mujeres y remitirlas a los recursos asistenciales pertinentes.

Concepto y tipos de violencia

Para contextuar la cuestión, se relacionan, seguidamente, algunas definiciones de los distintos tipos de violencia doméstica.

Violencia familiar. El Consejo de Europa, en una declaración de 1987 definía como violencia familiar «todo acto u omisión en el marco familiar por obra de uno de sus componentes que atente contra la vida, la integridad corporal o psíquica o la libertad de otro componente de la misma familia, o que amenace gravemente el desarrollo de su personalidad».

Violencia contra la mujer. La Asamblea General de Naciones Unidas definió en 1993 la violencia contra la mujer como «todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada».

Violencia de género. La sentencia 568/199 del juzgado de lo penal número 1 de Sevilla, de 26 noviembre de 1999 describe la violencia de género como aquélla «llevada a cabo por el varón contra la mujer (de ahí que se hable de violencia de género: masculino/femenino) para perpetuar una serie de roles y estereotipos creados por el primero y asignados al segundo con el fin de continuar con la situación de desigualdad, inferioridad y sumisión que tiene la mujer en nuestra sociedad. Se trata de una agresión contra las mujeres que no siguen la norma o esquema del género, aquéllas que no se mantienen sumisas y dóciles al varón».

Violencia doméstica. Según un informe del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Valencia de 2004, se entiende por violencia doméstica «la violencia de género en el ámbito familiar, y abarca todas las situaciones de amenazas, malos tratos físicos o psíquicos y agresiones sexuales ocasionadas a la mujer, dentro del ámbito familiar, de pareja o de cualquier tipo de convivencia».

Conductas violentas

La violencia contra las mujeres generalmente se asocia a una violencia física grave, con palizas, agresión con armas o muerte. No obstante, no debe olvidarse que hay otras formas de violencia además de la física, y que se relacionan con el maltrato psicológico, sexual, el aislamiento y el control social. Lo más común es que estas otras formas de violencia pasen más inadvertidas.

Las conductas violentas pueden incluirse en 4 grandes grupos:

­ Mantenimiento de relaciones sexuales sin consentimiento o forzadas.

­ Control de los movimientos de la mujer, junto con dificultades para que acceda a la información o a la asistencia (impedimentos para estudiar, trabajar, control económico), y aislamiento de sus amigos, familia y relaciones sociales en general.

­ Maltrato psicológico, que incluye conductas de intimidación, desvalorización, desprecio y humillación, en público y/o en privado.

­ Agresión física propiamente dicha (pellizcos, bofetadas, golpes, palizas).

En numerosos casos, el maltrato comienza con conductas de control y desvalorización de la pareja, a lo que sigue el maltrato sexual y si no se consigue la sumisión de la mujer, aparece el maltrato físico. Es evidente, por tanto, que en una misma relación de pareja coexisten diferentes tipos de violencia.

A la vista de lo anterior, parece claro que el maltrato a la mujer no suele ser un fenómeno de carácter ocasional, sino más bien un proceso lento, que tiende a cronificarse a medida que pasa el tiempo. Es fundamental, por tanto, una detección y un tratamiento precoz, que evite el mantenimiento de la situación, y sus consiguientes secuelas.

Origen y factores de riesgo de la violencia de pareja

El desequilibrio en las relaciones de poder entre varones y mujeres en los diferentes ámbitos de la vida se halla en la raíz de la violencia contra las mujeres, que desde tiempos ancestrales han sido consideradas como propiedad de los varones, quienes podían tratarlas como juzgasen más apropiado. Afortunadamente, la historia reciente ha evolucionado notablemente a este respecto y se han producido grandes avances en la legislación nacional e internacional en favor de la igualdad de derechos y obligaciones entre varones y mujeres.

Algunos estudios han perfilado el denominado marco «ecológico», que incorpora todos los factores de riesgo que pueden favorecer la violencia contra las mujeres. En este sentido, y partiendo de una base social que acepta el predominio del varón sobre la mujer y que acepta igualmente la violencia como forma válida para la resolución de conflictos, hay toda una serie de factores que interactúan y que pueden favorecer la violencia o proteger frente a ella.

Epidemiología

La incidencia real de este problema es desconocida. A nivel internacional, los estudios muestran prevalencias variables, que van desde el 10% a más del 40% en países de nuestro entorno.

Se conocen las cifras de denuncias presentadas en los últimos años en España, que van desde las 43.313 en 2002 a las 59.758 en 2005. Este incremento en el número de denuncias presentadas puede no corresponder a un aumento real de los malos tratos, sino a una mejor información de la mujer, a la mayor sensibilidad social ante el problema y a un aumento de los recursos disponibles y del apoyo social para la mujer maltratada.

En una macroencuesta realizada por el Instituto de la Mujer en el año 2000, el 14,2% de las encuestadas reconocía recibir algún tipo de trato vejatorio, aunque no se consideraba mujer maltratada. La percepción subjetiva de malos tratos por parte de las mujeres en el año 2003 fue del 4,2%. Estas mujeres presentaban una mayor gravedad en las formas de maltrato. La diferencia entre las mujeres objetivamente maltratadas y las que se consideraban a sí mismas objeto de malos tratos indica que para muchas mujeres el hecho de estar sometidas a humillación, desprecio, abuso sexual y control de sus vidas por parte de sus parejas forma parte de la cotidianeidad y no tienen conciencia de estar siendo agredidas en su dignidad y en sus derechos ni de hallarse inmersas en relaciones destructivas.

La citada macroencuesta muestra que la violencia doméstica no está confinada a un determinado ámbito (rural o urbano), ni a una clase social específica. En este sentido, se trata de un problema que se pone de manifiesto independientemente de la clase social, el nivel económico y educativo, y el ámbito, ya sea rural o urbano.

Por otra parte, los varones que ejercen violencia sobre sus parejas tampoco tienen ninguna peculiaridad en lo que respecta a su edad, nivel educativo y situación laboral. La única característica común a buena parte de ellos es su relación con el alcohol, ya que el 37% de las mujeres que denuncia malos tratos indica que su pareja bebe o bebía demasiado. También se ha evidenciado que los procesos de ruptura generan más violencia; así un 26% de las mujeres que se separa refiere haber sufrido amenazas, mientras que un 19% revela haber sufrido acoso.

Figura 1. Modelo ecológico de factores asociados con la violencia de pareja.

Consecuencias de los malos tratos en la salud de las mujeres

Estudios llevados a cabo durante las 2 últimas décadas demuestran que la mujer que está sometida a una relación de violencia ve mermada su salud, tanto a largo, como a corto plazo.

El maltrato, además de las lesiones físicas, lleva asociados numerosos síntomas físicos y psicosomáticos, así como un enorme sufrimiento psíquico, que se traduce en disminución de autoestima, ansiedad y depresión.

El maltrato implica la existencia de un estrés crónico, que favorece la aparición de diferentes patologías y el agravamiento de otras ya existentes. Es relativamente común que se entremezclen síntomas psíquicos con síntomas físicos de carácter crónico e inespecífico, como cansancio, dolor de espalda y cefaleas, entre otros.

La tabla I muestra las consecuencias para la salud de la mujer, recogidas en las diferentes investigaciones.

El profesional de la salud ante la violencia doméstica

Las mujeres que son madres, estando sanas y sólo por su condición, suelen tener un contacto más asiduo con los servicios sanitarios que los varones a su misma edad. Embarazos, crianza de los hijos, revisiones ginecológicas y pediátricas, etc., determinan ese contacto. Dado que la violencia doméstica en numerosísimas ocasiones acaba acarreando problemas de salud, es más que evidente que los profesionales de la salud, y entre ellos el farmacéutico comunitario, pueden desempeñar un papel fundamental en la detección y ayuda a las mujeres víctimas de este problema. El primer paso para abordarlo es, obviamente, su detección, que no siempre resulta fácil, ya que las víctimas no suelen hablar del tema espontáneamente. Como no hay unos indicadores específicos que lo identifiquen, las situaciones de maltrato son difíciles de detectar, a no ser que haya lesiones físicas.

Consejos para la atención a las mujeres víctimas de violencia doméstica

Algunos consejos para atender a las víctimas de la violencia doméstica son los siguientes:

­ Es fundamental una escucha atenta y activa.

­ Es conveniente valorar los sentimientos de las mujeres, con objeto de que aumenten la confianza en sí mismas y alberguen la esperanza de poder modificar su realidad.

­ Conviene hacerles entender que su malestar, así como sus problemas de salud, están íntimamente ligados a la violencia y al miedo.

­ Las mujeres maltratadas deben entender que el maltratador se comporta según unos patrones de conducta más o menos fijos. Deben aprender a conocerlos y analizarlos de forma objetiva para poder distanciarse y aprender a liberarse de su posible dependencia emocional.

­ Si la situación lo permite, se debe dar a la mujer información legal sobre sus derechos.

­ Es importante no victimizar más a las mujeres adoptando actitudes o haciendo comentarios que traten de infravalorar la violencia o culpar de ella a la mujer.

­ Si es posible, se debe proporcionar información sobre los recursos públicos disponibles para ayudarlas a superar su situación.

­ Es importante que la víctima sea consciente del peligro real que corre y de la necesidad de protegerse.

­ Evitar un lenguaje en el que se empleen palabras técnicas o etiquetas.

­ Intentar lograr el desahogo emocional de la mujer, evitando realizar juicios de valor.

­ Hacer saber a la víctima la existencia del secreto profesional y la obligación de mantenerlo que tiene el profesional de la salud.

­ El profesional sanitario debe incrementar sus conocimientos sobre la violencia doméstica.

Mitos

Al enfrentarse a mujeres víctimas de violencia doméstica, los profesionales de la salud deben rechazar algunos mitos o ideas que sólo aportan confusión:

­ No cabe aducir falta de tiempo para negar asistencia a una víctima de malos tratos. Su vida puede estar en juego, de modo que debemos prestarle ayuda.

­ La posible crisis emocional de la mujer no debe ser un impedimento para preguntarle sobre su situación y tratar de abordar el tema.

­ Rechazar la idea de no hay nada que pueda hacerse para ayudar a la mujer víctima de malos tratos.

­ No se debe temer que la mujer se ofenda si se le pregunta por la posible existencia de malos tratos.

­ Es erróneo creer que las mujeres víctimas de malos tratos sólo pueden ser ayudadas por profesionales de programas específicos.

­ Es irreal creer que entre nuestros pacientes no puede haber víctimas de malos tratos.

Siete reglas fundamentales

En su dossier sobre violencia doméstica, el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Valencia apunta 7 reglas fundamentales que conviene observar cuando se trata de intervenir en un posible caso de violencia doméstica:

1. Escuchar con atención la experiencia de malos tratos que relata la paciente o usuaria.

2. Asegurarle que no está sola y que no es culpa suya.

3. Defender su derecho a vivir sin el temor a la violencia.

4. Aplazar la prescripción o recomendación excesiva de medicamentos sedantes.

5. Animarla a buscar servicios de apoyo en la comunidad.

6. Responder a sus necesidades de realizar un plan de seguridad.

7. Apoyarla y asistirla en sus decisiones.


Bibliografía general

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