El pasado mes de febrero, Alberto García Romero, presidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid, reclamaba al Gobierno «una reforma del actual sistema de precios de referencia que impida la actual espiral de precios a la baja...» y abundaba en su demanda reflexionando de forma sincera y transparente sobre «la situación actual de los márgenes, que es insostenible porque deja al profesional de la farmacia vendido y le impide recuperar los gastos y costes fijos...».
Desde aquí deseo agradecerte, Alberto, tu valentía por describir las consecuencias de una coyuntura legal que, en los últimos tiempos, se cierne como losa, lastre y rémora sobre todos aquellos que ejercemos nuestra actividad diaria en la oficina de farmacia, poniendo en verdadero peligro nuestra legítima opción profesional y vital: la de profesionales de la salud y empresarios. Con los márgenes bajo mínimos (la base de nuestro sustento) y la tasa de titulares con dificultades para pagar a proveedores en aumento, no es de extrañar que empecemos a ver espejismos en el horizonte, en forma de farmacias dependientes de multinacionales, bancos, cadenas de distribución o incluso corporaciones públicas. ¡Menudo panorama!
En nuestro colectivo hay quien piensa que esta es la solución: funcionarizarnos y dejar de actuar a nuestro libre albedrío. Ventajas también las hay, desde luego. Es una solución, sin duda, para los poco emprendedores y para quienes prefieren ser dirigidos a dirigir..., pero también para los que ya no pueden más, para los que ya no soportan tanta sangría y tanta lucha constante sin cuartel...
Creo que el presidente del COF madrileño no exagera cuando dice que esta situación se vuelve insostenible e inviable. Parece que las administraciones de turno sólo ven en los farmacéuticos una bombona de oxígeno a la que recurrir para obtener un poco de aire que les salve, aunque sea momentáneamente, de una muerte por asfixia.
La pérdida progresiva y constante de rentabilidad hace que tengamos que apretarnos mucho el cinturón para seguir ofreciendo el servicio que ofrecemos. Y la realidad es que seguimos trabajando como si esto no nos afectara. Pero, ¿hasta cuándo?
