A veces, la vorágine del trabajo diario y los problemas cotidianos que debemos afrontar en todos los órdenes —no sólo como farmacéuticos y profesionales de la salud, sino también como seres humanos— nos impiden advertir lo importante, dejando a la vista sólo lo urgente. El mundo cambia a nuestro alrededor y en ocasiones no nos percatamos de cómo evoluciona hasta que alguien o algo nos hacen caer en la cuenta.
Hoy, sentada ante el teclado pensando en lo que quería decir en este editorial, he prestado especial atención a la gente que entraba en mi farmacia y me he dado cuenta de lo mucho que ha cambiado el barrio en el que está ubicada.
Algunos clientes que estaban con nosotros desde que abrimos nos han dejado este año. La mayoría eran personas de edad avanzada, afectadas por enfermedades típicas de las sociedades desarrolladas (patologías cardiovasculares, accidentes cerebrales, etc.). Los nuevos clientes traen aires distintos, que se manifiestan en el tipo de establecimientos que se abren en el barrio y que le aportan un nuevo color. La multiculturalidad está muy presente en las calles, donde se mezclan fisonomías, idiomas e indumentarias.
La farmacia también ha cambiado y nosotros con ella. Nos hemos preparado para las nuevas necesidades de los clientes y nos hemos ido adaptando a los cambios, poco a poco. Es un proceso que requiere esfuerzo, pero también nos depara nuevas oportunidades.
Como digo, el cambio ha sido gradual, pero hoy, al ser testigo de la enorme diversidad de los clientes que cruzaban el umbral de mi farmacia, la visión de esa nueva realidad ha sido más nítida y se ha puesto de manifiesto con todas sus implicaciones. ¿Por qué hoy y no otro día? No sé. Tal vez la Navidad me haya hecho mirar con otros ojos.
MERCÈ PRATS
Feliz Navidad.