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Vol. 28. Núm. 5.
Páginas 34-37 (Septiembre 2014)
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Plantas medicinales para el tratamiento del acné
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M. Tránsito López Luengoa
a Farmacéutica
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El acné es una afección dermatológica muy común, que puede aparecer en cualquier etapa de la vida, aunque se presenta con mayor frecuencia a lo largo de la adolescencia (80%). Para las mujeres, la edad de mayor incidencia se sitúa entre los 14-16 años, mientras que para los varones se sitúa en los 17-19 años. La fitoterapia ayuda a favorecer la depuración, la eliminación de bacterias y la reducción de la producción de grasa.

El acné (acne vulgaris) es una enfermedad inflamatoria crónica y autolimitada que se caracteriza por la inflamación de los folículos pilosebáceos de la piel y el aumento de la secreción de grasa. Esto conduce a la obstrucción de dichos folículos dando lugar a la formación de lesiones inflamatorias como comedones, pápulas, pústulas, quistes y, en ocasiones, nódulos o cicatrices. Normalmente, estas lesiones se desarrollan en las áreas del cuerpo dónde las glándulas sebáceas son más numerosas y activas (a excepción del cuero cabelludo), es decir, en la cara (pómulos y frente), la parte superior del tórax y la espalda.

En la mayoría de las ocasiones, su evolución es benigna y se resuelve espontáneamente (aproximadamente solo un 30% de los casos precisa tratamiento). Sin embargo, se trata de una patología de gran impacto psicológico y emocional que puede conducir al desarrollo de alteraciones conductuales correlacionadas con la severidad de las lesiones.

Factores condicionantes

Está bien documentado que la herencia genética influye en el desarrollo de esta enfermedad (la historia familiar de acné, principalmente en alguno de los padres, incrementa el riesgo de dicha enfermedad en adolescentes), así como los factores étnicos (los individuos de raza blanca presentan mayor incidencia que negros y asiáticos).

Otro factor conocido que interviene en el acné es el tabaco, de manera que los fumadores activos tienen mayor riesgo de presentar dicha afección respecto a los no fumadores. Del mismo modo, la administración de ciertos medicamentos (andrógenos, antitiroideos, barbitúricos, corticoides, derivados yodados, isoniazida, litio, vitamina B12 o vitamina D), cosméticos no «libres de grasa» y algunos productos químicos, influye en su desarrollo y persistencia. Sin embargo, todavía no se dispone de estudios serios que demuestren la relevancia de la alimentación en relación al desarrollo de esta enfermedad, aunque sí se sabe que las dietas con altos niveles de grasas y/o carbohidratos influyen en la producción de sebo.

Por otro lado, el hecho de que el acné se presente mayoritariamente en la pubertad se debe a la acción de los andrógenos que estimulan la secreción sebácea, lo que hace suponer que esta enfermedad está relacionada con el aumento de la producción de hormonas sexuales. De hecho, existen otras etapas fisiológicas en las que también tienen lugar cambios hormonales importantes, como la menstruación y el embarazo, durante las cuales los cuadros clínicos de acné son frecuentes.

El hecho de que el acné se presente mayoritariamente en la pubertad se debe a la acción de los andrógenos que estimulan la secreción sebácea, lo que hace suponer que esta enfermedad está relacionada con el aumento de la producción de hormonas sexuales

Desarrollo de las lesiones

El acné tiene una etiología compleja que implica una hiperplasia epitelial con seborrea, alteración en crecimiento y diferenciación folicular, colonización secundaria con Propionibacterium acnes y una respuesta de hipersensibilidad inmunitaria. Como se produce en la unidad pilosebácea, las lesiones tienen lugar en las áreas corporales donde existe mayor concentración y actividad, es decir, cara, pecho y espalda.

La lesión primaria es el microcomedón, que se desarrolla en la parte superior del canal folicular. Esta estructura aparece como consecuencia de una mayor secreción sebácea, la cual se va eliminando por descamación de la piel. Este proceso provoca un exceso en la producción de queratina (hiperqueratinización) por parte de las células que tapizan el canal folicular, lo que conducirá al bloqueo del canal, una mayor dificultad para la evacuación del exceso de sebo y, en definitiva, a la formación de tapones de grasa en dichos folículos (comedones).

Por tanto, el microcomedón evoluciona a comedón que puede ser abierto o cerrado, según sea el grado de bloqueo del conducto. El primero aparece como una pequeña elevación coronada por un punto negro de consistencia córnea, que al ser comprimido libera una masa pastosa y blanquecina que es el sebo acumulado en el folículo. Éste, si no es manipulado no suele dar lugar a lesiones inflamatorias. Sin embargo, el comedón cerrado sí que puede dar lugar a este tipo de lesiones. Dicho comedón consiste en una pequeña pápula que, por presión de la masa retenida sobre la pared folicular, produce una ruptura de la misma y la consiguiente invasión del material hacia la dermis. Este hecho iniciará el proceso inflamatorio que conducirá a la aparición de pápulas, pústulas y nódulos.

Por otro lado, el cúmulo de sebo en el canal pilosebáceo favorece la proliferación de bacterias, como Propioni-bacterium acnes, integrantes de la flora cutánea normal. Estas bacterias liberan enzimas que descomponen el sebo produciendo moléculas fuertemente irritantes y comedogénicas. Si las áreas infectadas de la piel son profundas, pueden expandirse dando lugar a la formación de quistes. En estos casos, la glándula sebácea continúa produciendo grasa, pero en vez de romperse la pared del folículo, ésta continúa agrandándose y formando un bulto duro (quiste) debajo de la piel.

La presencia de unas u otras lesiones depende de la profundidad y de la intensidad de la reacción inflamatoria y, con frecuencia, un mismo afectado puede presentar más de un tipo de lesión.

Medidas higiénicas

El tratamiento del acné debe ir encaminado a regular la secreción sebácea, evitar la obstrucción del folículo pilosebáceo, mantener controlada la flora microbiana dérmica, disminuir la inflamación y evitar, en la medida de lo posible, que las lesiones acaben provocando cicatrices permanentes. Pero independientemente de las medidas terapéuticas indicadas para tratar esta afección, se deben seguir unas normas de higiene básicas.

En este sentido, los consejos relacionados con el aseo de la piel deben ser claros. En el acné, la limpieza debe realizarse solamente dos veces por día, en forma suave, con agua templada, el jabón adecuado y prescindiendo de usar toallas y esponjas. El lavado exagerado y el uso de jabones agresivos y alcalinos, está contraindicado porque causa disrupción de los folículos y puede aumentar la irritación e inflamación.

Evidentemente, las lesiones no se deben manipular o presionar con los dedos o uñas porque esto supone un riesgo de sobreinfección y puede conducir al agravamiento de las mismas. Asimismo, en el caso de los varones, para evitar la irritación de la piel es mejor afeitarse con cuchilla que con maquinilla eléctrica.

Los cosméticos utilizados deben ser no comedogénicos y de base acuosa, libres de grasas. En el mercado existe una amplia gama de productos especiales para pieles grasas con tendencia acneica. Además, todas las noches debe eliminarse el maquillaje con agua y un limpiador adecuado.

En general, la radiación solar tiende a mejorar el cuadro acneico debido a su efecto antiinflamatorio y bactericida, por lo que es recomendable la exposición solar moderada. Sin embargo, existen formas raras de acné que aparecen, se desarrollan o empeoran en verano o en primavera y desaparecen en otoño.

Clasificación del acné

En función del tipo de lesión predominante, su extensión y la presencia de cicatrices, el acné se clasifica en: leve, moderado o grave.

• Acné leve: se caracteriza por la presencia principal de lesiones o comedones no inflamatorios. Pueden aparecer pápulas y pústulas, pero siempre serán pequeñas y en un número muy reducido.

• Acné moderado: se manifiesta por la presencia de un mayor número de comedones, pápulas y pústulas inflamatorias.

• Acné grave: además de abundantes pápulas y pústulas inflamatorias se desarrollan nódulos y quistes. Dentro de esta clase de acné se encuentran el acné noduloquístico y el acné conglobata.

Tratamiento farmacológico

El tratamiento farmacológico de esta enfermedad es de larga duración y requiere la administración de fármacos que en algunos casos pueden tener efectos indeseables para el paciente. En principio, las opciones terapéuticas que se utilizan con más frecuencia son el tratamiento tópico, el sistémico o la combinación de ambos. El tratamiento tópico pretende la disminución de la hiperqueratinización del folículo y de la secreción seborreica, por lo que se lleva a cabo mediante fármacos queratolíticos y antibióticos (peróxido de benzoilo, ácido azelaico, antibióticos tópicos, alfahidroxiácidos, tretinoína (tópica), etc.). Los medicamentos de aplicación tópica deben aplicarse en todas las áreas afectadas, requieren un cumplimiento estricto y son de uso prolongado. En el acné leve y moderado el tratamiento de elección es el tratamiento tópico. En cambio, en el caso de acné grave o cuando el tratamiento tópico es insuficiente y no da resultados, estaría indicado el tratamiento sistémico con antibióticos orales, isotretinoína, corticoesteroides o terapia hormonal en algunas mujeres.

Tratamiento fitoterapéutico

La función principal de la fitoterapia en el tratamiento del acné leve supone la utilización de una serie de plantas medicinales que tienen como objetivo fundamental favorecer la depuración, la eliminación de bacterias y la reducción de la producción de grasa.

Entre las más útiles, destacan la bardana, el pensamiento y el áloe. Utilizar cualquiera de estas plantas con la finalidad de mejorar el acné, además de ofrecer buenos resultados, garantiza la ausencia de efectos adversos importantes, a diferencia de la mayoría de los tratamientos farmacológicos que sí los presentan. Por tanto, la fitoterapia constituye una alternativa menos agresiva en los casos leves de acné.

La bardana, por vía tópica, es una planta con actividad emoliente y protectora de la piel con acción antipruriginosa. También ejerce acción antimicrobiana y bacteriostática por su riqueza en arctiopicrina, antibiótico natural activo principalmente frente a estafilococos (responsable de algunas infecciones cutáneas)

Bardana (Arctium lappa L.)

De esta planta se utilizan las hojas, las semillas y la raíz fresca. En su composición química se encuentran lactonas sesquiterpénicas, triterpenos, polisacáridos homogéneos, polisacáridos heterogéneos, ácidos fenólicos, aceite esencial, taninos, esteroides, sales minerales, poliínos y lignanos.

La bardana, por vía tópica, es una planta con actividad emoliente y protectora de la piel con acción antipruriginosa. También ejerce acción antimicrobiana y bacteriostática por su riqueza en arctiopicrina, antibiótico natural activo principalmente frente a estafilococos (responsable de algunas infecciones cutáneas). Por vía oral, tiene efecto diurético, colerético y depurativo.

La bardana facilita la eliminación de impurezas a través la piel y del sistema urinario, por lo que su uso resulta muy útil en el tratamiento del acné, seborrea y forúnculos. En estos casos, se emplea tanto por vía interna como externa y su eficacia se acentúa cuando se asocia con el pensamiento.

Además, su acción antimicrobiana es extensible a ciertas infecciones urinarias puesto que se elimina por la orina, ejerciendo también su acción antibiótica a este nivel.

Tradicionalmente, también se ha utilizado directamente sobre el cuero cabelludo para fortalecer y estimular el crecimiento del cabello, pero su eficacia no ha sido demostrada.

Por vía oral se utiliza la droga pulverizada, en infusiones o decocciones, el extracto fluido o seco y las tinturas. Por vía tópica se administran compresas, cremas, geles, etc. elaborados con la droga pulverizada.

Su uso está contraindicado en caso de hipersensibilidad a la bardana o a otras especies de la familia de las compuestas, así como durante el embarazo y la lactancia debido a la ausencia de datos que avalen su seguridad.

A dosis terapéuticas no presenta reacciones adversas.

Pensamiento (Viola tricolor L.)

Del pensamiento o trinitaria se utiliza la planta entera, que contiene polisacáridos heterogéneos, flavonoides, ácidos fenólicos, taninos, hidroxicumarinas, saponinas triterpénicas y sales minerales.

Al igual que la bardana, el pensamiento es también una planta con efecto emoliente y protector de la piel. Asimismo, ejerce acción diurética, depurativa y antiinflamatoria y, asociado con la bardana, permite obtener excelentes resultados en el tratamiento de las afecciones cutáneas asociadas a una eliminación insuficiente. Además, por su riqueza en mucílagos, tiene efecto laxante mecánico que se manifiesta después de las 24 horas de su administración. Por otro lado, también debido a dichos mucílagos, el pensamiento ejerce una actividad calmante sobre la mucosa respiratoria, inhibiendo el reflejo de la tos, por lo que también tiene efecto antitusivo.

Aunque la Comisión E del Ministerio de Sanidad alemán solo aprueba su indicación para el tratamiento de dermatitis, el pensamiento es eficaz para el tratamiento del acné, estreñimiento, bronquitis, tos improductiva, resfriado común y faringitis. También se utiliza, por vía tópica, para el tratamiento del acné y la dermatitis seborreica.

Se usa la droga pulverizada, en infusiones o decocciones, el extracto fluido o seco y las tinturas.

Como consecuencia de su contenido en mucílagos, el uso de pensamiento está contraindicado en caso de obstrucción esofágica o intestinal, dolor abdominal de origen desconocido, apendicitis, etc. Durante el embarazo y la lactancia también está contraindicado su uso debido a la ausencia de datos que avalen su seguridad.

A dosis terapéuticas no se han descrito reacciones adversas.

El gel de áloe posee acción cicatrizante de heridas, antiinflamatoria, inmunoduladora, antiviral, antiulcerosa, hipoglucemiante e hipolipemiante

Gel de áloe (Aloe vera)

El jugo o gel de áloe vera es de gran interés tanto para el acné como para cualquier otra afección cutánea. Éste se obtiene de la pulpa de las hojas y dentro de su composición se encuentran polisacáridos, aminoácidos, glicoproteínas, enzimas, heterósidos hidroxiantracénicos, saponinas, esteroles, ácidos y sales orgánicas, sales inorgánicas y vitaminas.

El gel de áloe posee acción cicatrizante de heridas, antiinflamatoria, inmunoduladora, antiviral, antiulcerosa, hipoglucemiante e hipolipemiante. Todas estas propiedades son el resultado de la acción sinérgica de los diversos constituyentes del gel. Asimismo, debido a su contenido en mucílagos, el gel de áloe posee propiedades hidratantes y emolientes, de utilidad no solo en terapéutica sino también en cosmética.

La actividad cicatrizante del gel de áloe se debe a que varios de sus componentes actúan sinergicamente estimulando el crecimiento de los fibroblastos y, por tanto, reduciendo el tiempo de reepitelización, con repercusión inmediata en la menor frecuencia de contaminaciones bacterianas, formación de queloides y cambios pigmentarios. Además, también reducen la fase inflamatoria.

Las indicaciones que propone la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el gel de áloe, se centran en la aplicación tópica del gel, el cual, según esta organización, está indicado en el tratamiento de heridas menores, quemaduras de primer y segundo grado, quemaduras por radiación y calor, irritación de la piel y abrasiones. Sin embargo, su uso también es muy eficaz en eczemas secos, acné y psoriasis. Para estos casos, se usa tópicamente en forma de lociones, geles, cremas, etc. elaborados con el gel fresco.

Prácticamente no existen referencias sobre efectos adversos del gel de áloe.

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