La Publicidad Directa al Consumidor (en inglés direct to consumer advertising o DTCA) es la última de las amenazas que se cierne sobre el sistema sanitario español y por tanto también sobre la farmacia como primer eslabón de la cadena sanitaria.
Tal como indican sus siglas, con la PDC se otorga a los laboratorios farmacéuticos la facultad legal de publicitar las excelencias de sus medicamentos «éticos» (que requieren receta médica) en los medios de comunicación de masas, propiciando escenas del tipo:
— Oiga, doctor, lo que me da usted no me sienta muy bien. ¿Qué le parece si probamos con el bisoprolol X, que dicen en la tele que va muy bien para el corazón y la tensión?
Aunque hayamos sonreído al imaginar a alguno de nuestros clientes formulando esta petición en la consulta de su médico, lo cierto es que la cuestión es muy seria, porque la PDC ya es una práctica real en Estados Unidos y en la actualidad es objeto de debate en la Comisión Europea.
Desde mi punto de vista, la PDC es un ataque frontal al uso racional del medicamento (URM), objetivo fundamental de la labor que desarrollamos los farmacéuticos y, por extensión, el resto de profesionales de la salud.
En un frente común, farmacéuticos comunitarios, de atención primaria y de hospital invertimos cada día mucho tiempo, esfuerzo y recursos económicos (en nuestro caso, propios) con el propósito de que los pacientes dispongan del medicamento adecuado, en el momento adecuado, a las dosis adecuadas. Intentamos prevenir o atajar lo antes posible las interacciones y reacciones adversas de los medicamentos, que actualmente son una de las primeras causas de hospitalización en los países desarrollados y que tanto gasto ocasionan a las arcas públicas.
Confío en que nuestros representantes invertirán también el mismo esfuerzo en informar y hacer entender a todas las instancias competentes de la Unión Europea la importancia de lo que está en juego: nada menos que la salud pública y el buen uso de los recursos económicos, humanos y tecnológicos que pagamos entre todos.
En nuestra mano está, por supuesto, seguir trabajando para que el paciente continúe confiando en el farmacéutico como fuente de información en materia de medicamentos y de salud.
