Catorce son los genéricos del principio activo omeprazol que he contabilizado en mi oficina de farmacia (los correspondientes a las compañías Bayvit, Bexal, Cinfa, Davur, Esteve, Géminis, Kern, Lasa, Mabo, Merck, Normon, Ratiopharm, Rimafar y Sumol).
A estos catorce añadiré las diecinueve marcas comerciales que contienen como único principio activo el omeprazol y que también tienen cabida en mi «amplio» stock. Treinta y tres especialidades que se utilizan para tratar una misma patología y que en términos farmacológicos son bioequivalentes e intercambiables. Una barbaridad que aún sería de mayores proporciones si de vez en cuanto no sustituyera algunas especialidades genéricas de reciente comercialización por cualquiera de las citadas.
Cuando las tareas imprescindibles e inmediatas de la farmacia me permiten disponer de un poco de tiempo, reflexiono sobre este tema y básicamente sobre la idea de que o yo estoy gestionando muy mal mi stock o hay alguien que no está haciendo bien su trabajo. En este sentido intento responder a una pregunta: ¿por qué hay tantas EFG de un mismo principio activo en mi stock? La respuesta a esta sencilla pregunta es, asimismo, sencilla e inmediata: porque a mis clientes se las dispenso con la frecuencia suficiente como para tener que incluir entre mis existencias al menos una unidad de cada una de estas especialidades.
Otra respuesta a la misma pregunta, tan inmediata pero no tan sencilla como la primera, es que dispongo de tantos genéricos porque no sustituyo sistemáticamente cualquier prescripción de omeprazol por una o dos marcas de elección en mi farmacia, fundamentalmente porque tanto desde las instancias sanitarias oficiales, estatales o autonómicas, como desde las instituciones profesionales y, más si cabe, desde los medios de comunicación, se me ha inculcado la idea de que esta práctica sería ilícita y poco ética.
Pero después de ésta, otras preguntas me surgen con rapidez: ¿a quién beneficia realmente la presencia en el mercado de tal cantidad de especialidades? ¿Son viables muchos de los pequeños laboratorios que han invertido tiempo, esfuerzo y dinero en comercializar genéricos? ¿Sale beneficiado el usuario, teniendo que llevar siempre consigo el «cartoncillo» de muestra porque no recuerda la marca que usa habitualmente? ¿Nos beneficiamos los farmacéuticos, que, según nuestros detractores, nos estamos «forrando» con los genéricos? ¿Cómo conocen los prescriptores tantas marcas?
No he sabido responder satisfactoriamente a estas preguntas.