Que la farmacia está en constante movimiento adaptándose a las necesidades y expectativas de los usuarios es una realidad indiscutible. Y que las nuevas tecnologías permiten soluciones para cualquier problema o necesidad que tengan las personas es, asimismo, indiscutible. A tenor de esta realidad, el futuro se percibe absolutamente tecnologizado.
En el Mobile World Congress celebrado en Barcelona a finales de febrero y principios de marzo de este año se han puesto de manifiesto las posibilidades que la tecnología tiene para mejorar la calidad de vida de las personas. Desde teléfonos que determinan la temperatura corporal, la saturación de oxígeno, el ritmo cardíaco, etc., pasando por los microchips incluidos en los chalecos salvavidas que indicarán a los servicios de rescate las personas que tienen que ser rescatadas en primer lugar porque su salud sea la más comprometida, hasta los robots que proporcionan ayuda a las personas con discapacidades, o incluso los nanochips que evitarán un paro cardíaco, etc.
Con o sin llegar a esta tecnología punta, lo que sí está claro es que las farmacias han de adaptarse rápidamente al nuevo tipo de cliente que conoce y ya usa parte de estas nuevas tecnologías y que ha crecido con ellas. Pacientes/clientes que ya la utilizan para ponerse en contacto con su médico de cabecera, importando desde sus aparatos de medir la presión arterial la curva obtenida en las últimas mediciones e imprimiéndose desde sus ordenadores personales, tabletas o móviles la receta electrónica actualizada. Pacientes/clientes que han crecido en la era de Showroomprivé, Zalando, El Armario de la Tele, El Corte Inglés o cualquier otro portal de venta online que en menos de dos horas entrega la mercancía adquirida cómodamente en casa. Sin desplazamientos, sin colas.
Sin discutir que el medicamento no es un artículo cualquiera y que precisa de unos requisitos muy estrictos a la hora de elaborarse y de distribuirse y que el farmacéutico es el garante de que este medicamento llegue al paciente que lo necesita en las condiciones óptimas, satisfacer a este nuevo cliente/paciente que puede obtener cualquier producto inmediatamente y sin salir de casa será un reto. Los farmacéuticos comunitarios han de estar preparados para satisfacer la demanda en el domicilio.
No tiene mucha lógica que un enfermo encamado pueda adquirir agua o alimentos a través de un portal especializado y no pueda hacer lo mismo con un medicamento que le puede aliviar una determinada dolencia, más aún teniendo en cuenta el auge de la teleasistencia con visita médica online.
Es una realidad que hay que afrontar de cara.
Esperemos que el próximo Congreso Farmacéutico Infarma, que se celebra los días 21, 22 y 23 de marzo en Barcelona, ponga un poco de luz sobre estas sombras.