Buscar en
Farmacia Profesional
Toda la web
Inicio Farmacia Profesional Gestión de personas y sentido del humor
Información de la revista
Vol. 20. Núm. 5.
Páginas 28-31 (Mayo 2006)
Compartir
Compartir
Descargar PDF
Más opciones de artículo
Vol. 20. Núm. 5.
Páginas 28-31 (Mayo 2006)
Acceso a texto completo
Gestión de personas y sentido del humor
Visitas
7790
JOSEP MARIA GALÍa
a Socio de Axis Consulting. Profesor titular de ESADE
Este artículo ha recibido
Información del artículo
Texto completo
Bibliografía
Descargar PDF
Estadísticas
Texto completo

No se lo tome a cachondeo, que éste es un tema muy serio. No es para reírse, es un tema que se las trae. Uno de los elogios más positivos que se puede hacer a una persona es reconocerle un buen sentido del humor. «Tiene un humor muy fino», decimos. El sentido del humor es una cualidad de lo más humana, una cualidad sofisticada, no aplicable a los animales de cualquier especie (incluidos todos los de dos patas). Una cualidad inefable, fina, delicada, en pocas palabras, un «lujo». Una cualidad envidiable y por desgracia poco envidiada, algo difícil de poseer porque presupone otras cualidades de difícil adquisición y mantenimiento.

El sentido del humor es una flor delicada que sólo nace si el humus está preparado, no hay tormentas ni ventiscas y el sol sale cada día. Si usted conoce a alguien que mantiene un sentido del humor positivo en medio de borrascas, heladas, tormentas y catástrofes péguese a él como a una lapa, a ver si se le contagia la virtud. Será como aquel padre de la famosa película La Vida es Bella, que encerrado junto a su hijo en un campo de concentración, le explica al pequeño su terrible circunstancia como si de un juego divertido se tratase.

Etimología

Esto del humor tiene unas raíces etimológicas en las que vale la pena hurgar. Hemos citado el humus en el que crece el sentido del humor. Los romanos llamaban humus a la parte más fértil de la tierra, el mantillo. Para ellos humus significaba fertilidad. Humus, humano, humildad y probablemente algunas otras palabras de este calibre comparten la misma etimología y nos dan pistas muy valiosas sobre el humor, el sentido del humor y sus consecuencias en las personas y en los equipos.

Del humus latino deriva la humildad (humilitas), o sea, que ser humilde (¡hum!) debe de estar relacionado con la tierra, con algo que toca el suelo, con lo mas «hum...ano», por contraposición a lo divino, que está en el cielo, las cosas de los dioses... Así que ser humano es, básicamente, salir de la tierra para ser...«inhumado» en ella... Todo muy «hum...ilde» y no precisamente gracioso. Pero ¿qué diantre tiene que ver el humor con la humildad y la humanidad? Vamos a dar otro paseo por la etimología, para centrarnos.

Humor significa también líquido. Los griegos pensaban que el buen humor era el resultado del equilibrio entre los cuatro líquidos o humores dominantes en el cuerpo, que representan los cuatro elementos básicos de la naturaleza: la flema (el agua), la sangre (el aire), la bilis amarilla (el fuego) y la bilis negra (la tierra). Es decir, que los que no están de buen humor son los «desequilibrados», o sea, los humanos en los que manda demasiado la flema (los flemáticos), que lo pasan todo por agua y no se emocionan por nada; los que tienen «humor negro», esto es melancolía, depresión y pesimismo, y pueden caer en la demencia; los que están dominados por la ira (bilis roja), coléricos y agresivos, y finalmente, los que primero disparan y luego piensan: los sanguíneos, volátiles como el aire y tempestuosos como las nubes.

De la misma manera que el agua apacigua el fuego, el fuego evapora el agua, el aire humedece la tierra y la tierra pone límites al aire, los griegos (la medicina hipocrática) definía el buen humor como el equilibrio entre los humores, en definitiva, la salud.

En resumen: que nota usted que le sobra sangre, tiene bilis de diferentes tonos o algo muy aguado es muy probable que además de no estar de buen humor, no pueda cultivar este bien precioso que es el sentido del humor. Podríamos deducir de ahí que el sentido del humor requiere de un humus particular para crecer. Un humus de equilibrio, de serenidad interna y algo más que esto: un humus sembrado de la humildad inherente a la capacidad de reírse de uno mismo...y de sus circunstancias. Alguien dijo alguna vez que la vida era algo demasiado importante como para tomársela demasiado en serio. Pues eso.

Humus reseco

Pero eso del sentido del humor puede interpretarse de muchas maneras, y no siempre se entiende tal como lo hemos apuntado por su etimología. El humor negro tiene un exceso de bilis amarilla y negra (o sea un incendio: tierra y fuego), y no genera precisamente consecuencias agradables en los equipos. Es muy típico de entornos empresariales y organizativos donde la falta de ética de los directivos hacia sus colaboradores ha creado una cultura y unos valores que Richard Senett1 describe muy bien en sus trabajos sobre las consecuencias personales de trabajar en empresas sin cara ni valores, gestionadas por individuos víctimas de un sistema despersonalizado y deshumanizado. Cuando en una organización observamos que el humor negro es un valor compartido (que se contagia), que el cinismo y la degradación más o menos graciosa del otro es una práctica habitual y no se atisba por ningún lado el sentido del humor humilde, entonces nos encontramos ante un humus reseco y es difícil que alguien se beneficie de los efectos terapéuticos del sentido del humor.

Hemos observado repetidamente este estado de ánimo «reseco» en entornos directivos de grandes compañías internacionales en las que los destinos profesionales de las personas están sujetos a tormentas imprevisibles, fusiones interminables, adquisiciones súbitas y otros temporales clásicos de la economía moderna.

Humus fresco

Cuando, por lo contrario, en una empresa la gente se ríe de sí misma, del trabajo, a veces --bastantes-- de los clientes y sobre todo del jefe (delante y detrás de él), eso es señal de que hay un humus sano y fresco, un mecanismo de descarga emocional compartida que relaja a la gente y que tiene efectos muy positivos sobre algunas de las competencias que se necesitan para que una empresa funcione correctamente. Hay multiplicidad de trabajos en los ámbitos más diversos que muestran los beneficios de las conductas asociadas a un estado de buen humor: desinhibición, creatividad, capacidad de «pensamiento lateral», es decir, de ver las cosas a través de un prisma nuevo, recarga energética, facilidad de comunicación entre las personas, son algunos de los beneficios del sentido del humor compartido con los colaboradores.

¿Nace o se hace?

Y ahora llega el momento en que el lector formula esa pregunta que me pone de mal humor: «¿El sentido del humor es innato o se adquiere?». Detrás de esta pregunta puede esconderse la voluntad de adquirir una competencia que no le adorna a uno o la autojustificación de los propios malos humores. No hace mucho escuché un programa radiofónico humorístico en el que recogían las declaraciones de un político engreído y malhumorado que decía: «Yo soy una persona que me hago mucha autocrítica de mi mismo». «¡Y de quién se la va a hacer, hijo mío!», le contestaba el locutor...

Recoger sin sembrar

Si el sentido del humor crece en el humus sembrado con equilibrio, autoestima y humildad, entonces el sentido del humor se puede adquirir, puesto que en la universidad mundana de las habilidades humanas el equilibrio, la autoestima y la humildad pueden aprenderse. Pero lo que no se puede recoger es el auténtico o sano sentido del humor sin haber sembrado las semillas que hemos apuntado. Cuando se intenta adquirir este sentido del humor sin base se cae en la «gracieta estúpida y falsa», que es una de las cosas que suele molestar más a cualquier persona inteligente, la «burla bufonesca y basta», que en lugar de provocar la risa compartida y relajante desencadena pensamientos de lo mas negativos.

En las empresas, a los «graciosillos estúpidos» se les suele perdonar, sobre todo si son jefes. Aquí entramos en una cuestión espinosa, que es la relación entre el sentido del humor y la inteligencia. Hemos dicho que con autoestima, humildad y equilibrio se puede construir cierto sentido del humor positivo, pero lo que observamos en la realidad es algo bastante diferente. ¡Muchas personas a las que adornan estas cualidades no tienen el mínimo sentido del humor! ¡Y mira que son buena gente! Pero el sentido del humor es una flor escurridiza o una seta difícil de encontrar: deberíamos encontrarla en muchos parajes y, sin embargo, cuesta mucho encontrarla, incluso en años de mucha lluvia y pocos buscadores de setas. Y al hablar de inteligencia volvemos a la pregunta que me pone de mal humor: ¿se tiene o se adquiere?

Inteligencia

La mayoría de los psicólogos que se han dedicado a estudiar la inteligencia han llegado a la conclusión de que hay un factor de inteligencia general con el que se nace. Como uno nace con la nariz chata o aguileña. Pero con la diferencia de que no hay, de momento, cirugía estética para hacer aguileño al chato o chato al aguileño. Por tanto, podemos empezar a concluir que el factor de inteligencia general juega y, además, juega fuerte. En definitiva, si encuentran un tipo inteligente, con buena autoestima, humilde y equilibrado es muy probable que tenga un gran, buen y sano sentido del humor. Un mirlo blanco, me dirán. Pues sí. Por eso la gente con sentido del humor es tan querida y apreciada, y por eso cuando, además, son jefes, ejercen un efecto de «resonancia», contagian optimismo, energía, esperanza y hacen sacar a sus subordinados lo mejor de sí mismos. Van a ras de suelo y con los suyos, pero suben de vez en cuándo en el globo aerostático de la sabiduría para reírse sin mala idea de lo ridículo que es ver a todos esos «enanos terrestres» corriendo como hormigas por las carreteras y los pasillos de los despachos para ganarse un par de euros, comprarse cuatro tonterías y esquiar un poco el fin de semana o encontrar un metro cuadrado en la playa. Pero sin acritud, como decía don Alfonso.

Bibliografía
[1]
La corrosión del carácter: las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Barcelona: Anagrama; 2000.
Opciones de artículo
Herramientas
es en pt

¿Es usted profesional sanitario apto para prescribir o dispensar medicamentos?

Are you a health professional able to prescribe or dispense drugs?

Você é um profissional de saúde habilitado a prescrever ou dispensar medicamentos