Hace algunos días oí en labios de un compañero una crítica encendida de la faceta económico-empresarial de la oficina de farmacia. «Algunos farmacéuticos sólo piensan en ganar dinero»; «....sólo entienden la farmacia como un empresa generadora de negocio», eran algunos de sus reproches. No hay nada nuevo en esta postura; estamos acostumbrados a oír opiniones por el estilo, procedentes de los más variados sectores de la sociedad, pero no por manidas dejan de inducirme a reflexionar al respecto.
Creo que el opinante no está falto de razón en cierta medida, pero, sinceramente, pienso que su crítica no es justa con la mayoría de farmacéuticos, que ejercemos libremente nuestra profesión en cada una de las casi 21.000 oficinas de farmacia que tapizan el territorio español, y que nos sentimos, inequívoca y definitivamente, profesionales de la salud con todas las consecuencias.
Al mismo tiempo, no puedo dejar de preguntarme quién es capaz de desarrollar programas de seguimiento farmacoterapéutico o atención domiciliaria sin preocuparse de ganar dinero. ¿Acaso el compañero que criticaba al farmacéutico empresario no necesita lo que gana trabajando honestamente en su farmacia porque tiene otras fuentes de ingresos? ¿Tal vez ese colega es titular de una oficina de farmacia que no soporta la enorme carga burocrática de las recetas de la Seguridad Social, que tanto tiempo hacen perder a esos farmacéuticos que, por desgracia o fortuna, tienen muchos clientes usuarios del Sistema Nacional de Salud?
Las palabras que, al principio, suscitaron en mí cierto sentimiento absurdo de vergüenza, pasaron a despertar mi indignación y, seguidamente, mi indiferencia. Al fin y al cabo, en ésta nuestra profesión cada farmacéutico es su propio patrón y válidas son todas las formas de entenderla, siempre y cuando tengan la ética profesional por divisa irrenunciable. El único inconveniente que puede tener esta diversidad de perspectivas es que complica un poco las cosas a la hora de hacer frente común para defender nuestros intereses.
En cualquier caso, bienvenidos sean todos los esfuerzos por mantener el prestigio y potenciar nuestra modalidad de ejercicio profesional, y sobre todo, bienvenidos sean los esfuerzos de aquellos colegas que luchan por mantener un digno equilibrio entre su faceta de empresarios y su faceta de profesionales de la salud. Ambas son, en mi opinión, perfectamente complementarias, y su desarrollo conjunto es, en la actual coyuntura legal y económica, imprescindible para nuestra supervivencia.