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Vol. 18. Núm. 5.
Páginas 28-31 (Mayo 2004)
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Formación del personal (I)
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Aptitudes psicológicas

 

Este artículo quiere servir de base al farmacéutico que desea ofrecer formación al equipo humano de su farmacia sobre las estrategias psicológicas que pueden emplearse a la hora de tratar con los clientes cuando contraen una enfermedad importante. En esta primera parte se analizan los factores que pueden condicionar la reacción de las personas ante la enfermedad, su respuesta y su experiencia, así como las actitudes que puede adoptar el farmacéutico en cada caso. En la segunda parte se abordarán las características del enfermo crónico, las peculiaridades de la comunicación con los enfermos en general y las técnicas que el farmacéutico puede aplicar para mejorarla.

 

 

 

 

 

La enfermedad es un proceso que entraña consecuencias en una triple dimensión:

 

­ Biológica, porque entraña algún tipo de trastorno funcional o estructural y muchas veces dolor o malestar físicos.

­ Psíquica, porque suele ir asociada a sufrimiento emocional.

­ Social, porque puede conllevar invalidez o dificultades diversas para desarrollar las relaciones habituales con el entorno.

 

Desde esta perspectiva, es importante que el farmacéutico titular de oficina de farmacia interiorice unas pautas básicas, y sepa transmitirlas a los miembros de su equipo, sobre el modo de afrontar la relación con clientes habitualmente sanos que, en determinado momento de sus vidas, atraviesan una enfermedad importante o deben cuidar de una persona enferma.

El farmacéutico no es un psicólogo ni un psiquiatra pero, ineludiblemente, debe desarrollar estrategias psicológicas en la comunicación con este y otros muchos tipos de pacientes porque, al fin y al cabo, debe enfrentarse cada día de la mejor manera posible a la experiencia humana de la enfermedad, que entraña dolor, estrés, angustia y muchas otras formas de expresión de la incertidumbre y el miedo humanos. De su preparación para afrontar estas situaciones puede depender también, en buena medida, la valoración que su clientela pueda tener de él como profesional de la salud, la satisfacción que muestren con su servicio y, en definitiva, su fidelidad.

FACTORES QUE CONDICIONAN LA REACCIÓN DEL PACIENTE ANTE SU ENFERMEDAD

Factores diversos como la personalidad del paciente, su edad, el tipo de trastorno que sufre, la familia y los amigos, así como la personalidad de los profesionales de la salud con los que se relaciona, moldean su reacción emocional ante la enfermedad.

La edad

Por razones obvias, es más habitual que un adulto joven reaccione ante una enfermedad con incredulidad o rebeldía y busque una segunda o tercera opinión, confiando en un error del diagnóstico original. Las personas de edad avanzada suelen aceptan sus problemas de salud con mayor serenidad o resignación.

 

La enfermedad

En general, los problemas cardiovasculares --arritmias, infartos, trombosis, etc.-- pueden generar en quien los padece mucha ansiedad y un miedo constante a la muerte. La insuficiencia respiratoria también suele provocar ataques de ansiedad, que suelen desaparecer cuando la situación mejora o el paciente se cura. Un diagnóstico de patología oncológica genera miedo y las enfermedades de transmisión sexual, además de temor, pueden suscitar culpabilidad.

Los trastornos de carácter crónico, como la diabetes mellitus, la artritis reumatoide o la insuficiencia renal, generan en el paciente reacciones muy diversas: algunos los aceptarán rápidamente y confiarán en el tratamiento, otros se negarán a asumir su condición, habiendo incluso quien rehúse someterse a ningún tipo de terapia.

 

La personalidad

Es importante calibrar el grado de dependencia emocional de cada persona, porque de él dependerá la estrategia defensiva que empleará ante su patología: los individuos muy dependientes enseguida pedirán ayuda, mientras que los muy independientes serán proclives a negar la gravedad del problema. Los muy inseguros tendrán miedo a perder el control sobre sus vidas.

Por otra parte, no hay que olvidar que hay personas que padecen trastornos de la personalidad y éstos pueden interferir en mayor o menor medida con las actuaciones sanitarias. Así, los afectados por un trastorno límite tenderán a dividir al personal en buenos y malos, lo que dificultará la relación y el tratamiento. Los pasivo-agresivos son enfermos irritables y muy exigentes.

 

El entorno

Ante una enfermedad grave, la ansiedad suele afectar más a pacientes con responsabilidades familiares, como padres con hijos pequeños, que por otra parte, encuentran en ellos la razón para no tirar la toalla y luchar contra el problema que les afecta. Estas personas suelen tener una muy buena adherencia a los tratamientos y colaboran en todo lo posible con los profesionales de la salud.

Los individuos mayores, con otras patologías concomitantes, o las personas que viven solas, sin un entorno familiar que los apoye, son candidatos a fallar en el cumplimiento.

Este segundo colectivo merece una atención especial por parte del farmacéutico y los profesionales de la salud en general. Los pacientes con un entorno familiar o de amistad que les apoya firmemente también la merecen, por otros motivos: en su caso, hay un grupo de personas que vive muy de cerca su enfermedad y puede, por tanto, compartir el estrés, la ansiedad y los temores que afectan a los enfermos, a veces incluso contagiándoselos o potenciándoselos de forma involuntaria. Esto debe ser tenido en cuenta por los profesionales.

LA EXPERIENCIA DEL PACIENTE

La experiencia que el paciente tiene de su enfermedad es, según lo apuntado, compleja y diversa, pero hay sensaciones, percepciones y reacciones comunes, como las que se describen a continuación.

 

Falta de ánimo y energía

Cuando las energías fallan, el paciente puede optar por una posición autodefensiva: tal vez se encorve o no quiera salir de la cama, confiando en que su situación será temporal y poco duradera.

 

Dolor o malestar físico

A menudo, el desconocimiento de la función de los órganos y sistemas del cuerpo humano hace que el paciente exagere o minimice la magnitud de su problema.

 

Ansiedad y depresión

Las experiencias previas del paciente relacionadas con su salud o la de los suyos, las molestias que presente y los rasgos de su personalidad determinarán el grado de intranquilidad o desesperación que puede manifestar, y sus consecuencias: anorexia, problemas de insomnio, autocompasión.

La ansiedad es uno de los sentimientos más frecuentes, y se presenta cuando el individuo se enfrenta a una amenaza no definida. Cuando ya se trata de algo definido, la ansiedad deja paso al miedo a algo concreto. Las manifestaciones de la ansiedad son variadas: inquietud, insomnio, hiperactividad, irritabilidad, miedo. Si estos síntomas son muy intensos, pueden dar lugar a trastornos como calambres, palpitaciones, hiperventilación, molestias gastrointestinales, cardiológicas o del aparato genitourinario.

La asociación entre enfermedad y depresión es también frecuente, porque la depresión suele presentarse ante experiencias de pérdida, entre las que se incluye la pérdida de la salud.

 

Temor a la soledad, la dependencia y la muerte

Es normal que el paciente que asiste con incertidumbre a la evolución de su enfermedad, sufre dolor o malestar físico y se siente deprimido, experimente en ciertos momentos el temor a dejar de existir, a perder su autonomía, el control de su vida, o incluso a ser abandonado por sus familiares o amigos cuando se halle en estado crítico. Por otro lado, el temor a perder la vida hace que en muchas personas se despierte un sentimiento positivo de valoración de la existencia, de las personas que les rodean y de capacidad de superación.

 

El sentido del dolor

Es frecuente también que las personas que pierden la salud traten de encontrar un sentido a su sufrimiento, un razonamiento moral, ético, religioso, cultural, etc., que les ayude a sobrellevarlo. En este sentido, algunos individuos pueden considerar su enfermedad como prueba a su valentía o resistencia. Otros, tal vez, entiendan el dolor como un castigo por conductas o comportamientos pasados indebidos, que les inducirán a reflexionar al respecto y tratar de mejorar.

Hay personas que contemplarán su enfermedad como un hecho natural, consustancial al ser humano, y lo aceptarán como tal. También las hay que, por su carácter dependiente o ansioso, ven en la enfermedad el modo de granjearse una atención constante --que creen merecer y normalmente no obtienen-- por parte de las personas que les rodean.

LA ACTITUD DEL FARMACÉUTICO

Para poder entender, desde el punto de vista psicológico, cuál es la experiencia de enfermedad que está atravesando una persona determinada --tarea ineludible para el farmacéutico que va a tratar con ella--, es necesario hacer uso de la empatía --ponerse en el lugar del enfermo-- y tener un conocimiento teórico y práctico de las posibles reacciones psicológicas de ese tipo de paciente: tanto las deseables como las no deseables.

 

Empatía

La empatía del farmacéutico en su trato con el enfermo supone una actitud abierta, acogedora y expectante, desprovista de elementos subjetivos y autoritarios y centrada en la personalidad del otro. Como se ha señalado, consiste en tratar de colocarse en la posición del enfermo, pero sin identificarse con él. Con esta actitud es más fácil lograr que el paciente se comunique, proceda a desahogarse (lo que en psicología se conoce como «ventilación afectiva») y coopere con nosotros.

 

Conocer las respuestas no deseables del enfermo

La enfermedad es uno de los acontecimientos amenazantes y angustiantes de más peso en la existencia humana. Por ello, las personas, cuando enferman, suelen activar los mismos mecanismos de defensa que suelen activar ante otras situaciones estresantes. Algunos de ellos no siempre tienen efectos positivos sobre quien los despliega. Los más destacables serían los siguientes:

 

Regresión

Toda enfermedad que implique reposo en cama, hospitalización y/o procesos de rehabilitación, readaptación o cuidados especiales propician la aparición de una respuesta regresiva.

La regresión es una respuesta emocional en la que el individuo abandona su independencia y determinación y retrocede a estadios más precoces del desarrollo, cuando era pasivo y dependiente de otros. Puede ser considerada como un buen mecanismo de adaptación a la nueva situación, si con ella el individuo coopera y confía en el equipo sanitario que le atiende, pero puede entenderse como negativa si la persona se vuelve demasiado dependiente, pasiva y se niega a cooperar.

 

Evasión

La evasión es una reacción por la que el paciente rechaza su situación actual y trata de sustituirla por un mundo de sueños y fantasías, en el que puede realizar los deseos que la enfermedad le ha impedido materializar. Algunos sujetos se crean así una especie de segunda vida, imaginaria, con experiencias y sensaciones muy íntimas, que no dejan trascender al entorno.

Otros individuos optan por evadirse utilizando fármacos y drogas de abuso, incluido el alcohol. El consumo de estas sustancias les permite acceder a experiencias psíquicas gratificantes, pero el ineludible proceso de dependencia que desarrollarán con el consumo continuado desorganizará aún más su organismo y su personalidad, con las graves consecuencias que de ello se derivan. El farmacéutico comunitario, por su proximidad al paciente, puede detectar este tipo de conductas e informar al médico si lo estima conveniente.

 

Agresión

Una actitud agresiva contra los profesionales de la salud implicados en su tratamiento --médicos en primera línea, pero también enfermeras y farmacéuticos, como figuras participantes en otra medida-- puede ser otro mecanismo de defensa del paciente ante la enfermedad. Los sanitarios serán vistos por él como responsables o culpables del origen, la evolución, la lentitud en la curación, la complicación o cualquier incidencia frustrante que acontezca en el transcurso de la enfermedad: por fallos en el diagnóstico, omisiones, falta de implicación, incomprensión, errores en la aplicación de una terapia, negligencias a la hora de informar sobre un tratamiento, etc. El paciente nunca está satisfecho con la atención que se le proporciona, se siente peor tratado que otros pacientes y despliega una conducta verbal muy agresiva y llena de notas de desconfianza.

Los profesionales de la salud, y en este caso el farmacéutico, deben entrenarse psicológicamente para poder hacer frente a estas reacciones con actitudes, estrategias y argumentos efectivos.

 

Autoinculpación

Algunos individuos desarrollan, cuando enferman, conductas autopunitivas. Se sienten culpables de lo que les pasa y tratan de aislarse. Ofrecer confianza y abrir con ellos una vía de comunicación lo antes posible es la estrategia idónea para frenar el proceso inculpatorio de estos individuos y tratar de evitar que caigan en una depresión, con las graves consecuencias que de ella pueden derivarse, incluido el suicidio.

 

Negación

El individuo oculta su enfermedad, niega que la padece, esconde sus efectos o actúa como si no los padeciese. También intenta eliminar cualquier sentimiento o pensamiento desagradable relacionado con ella. Se trata de una respuesta emocional común ante la enfermedad, que parece más frecuente entre los ancianos que entre los jóvenes. Normalmente se pone de manifiesto cuando la diferencia entre la condición física perceptible del paciente y la forma en que éste la describe resulta palpable. La negación de la enfermedad se produce, principalmente, con tres actitudes:

 

­ Actitud masoquista: el enfermo considera la irrupción de la enfermedad como un castigo justo y merecido.

­ Actitud ganancial: el enfermo trata de obtener el máximo beneficio de su condición de enfermo sobre todo, descargándose de responsabilidades y reclamando el derecho a ser cuidado, atendido y ayudado en todo momento, de manera prioritaria.

­ Actitud hipocondríaca: el enfermo se dedica a observar de forma escrupulosa su propio organismo y le invade el temor a contraer otras enfermedades.

 

Represión y supresión

Los psicólogos llaman represión a la reacción del paciente que trata de rechazar o no identificar de forma consciente las sensaciones desagradables. La supresión es un proceso mediante el cual el individuo realiza un esfuerzo más o menos consciente para desviar del pensamiento todo aquello que es desagradable.

 

Respuesta deseable del paciente

Evidentemente, también hay enfermos que manifiestan reacciones positivas o deseables ante su enfermedad. Y los hay que, en diferentes fases, alternarán respuestas positivas y negativas, dependiendo de los múltiples factores que se han ido comentando.

El conjunto de las reacciones adecuadas a la realidad de la enfermedad se suele sistematizar en estos tres grupos:

 

­ Reacciones de superación de la enfermedad, que se caracterizan por una postura de serenidad ante ella, un claro deseo de curación y un alto espíritu de colaboración con los profesionales de la salud. Estos enfermos se sacrifican gustosamente y están dispuestos a hacer todo lo posible para ayudar al médico, al farmacéutico o al personal de enfermería en el proceso de tratamiento.

­ Reacciones de resignación. Están marcadas por un fuerte deseo de curación y una valiosa disposición a colaborar con los profesionales de la salud, pero con un nivel de iniciativa y proactividad sustancialmente inferior al anterior.

­ Reacciones de aprobación de la enfermedad. La persona llega a un nivel tal de aceptación de su condición que la contempla ya como algo consustancial a su existencia y empieza a replantearse un cambio radical en su estilo de vida, actividades, relaciones, actitudes, etc. *

 

 

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

Amigo I, Fernández C y Pérez M. Manual de Psicología de la Salud. Madrid: Psicología Pirámide, 1998.

Latorre JM. Ciencias Psicosociales Aplicadas II. Madrid: Síntesis, 1995.

Llor B, Abad MA, García M y Nieto J. Ciencias Psicosociales Aplicadas a la Salud. México DF: Interamericana McGraw-Hill, 1995.

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