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Vol. 18. Núm. 10.
Páginas 47-51 (Noviembre 2004)
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Epilepsia infantil
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MERCÈ PIERAa
a Médico de atención primaria
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La visión del trastorno epiléptico infantil ha evolucionado muy positivamente en los últimos años, gracias a los avances de las ciencias médica y farmacéutica

en este terreno. En este artículo se revisa la etiología y la clínicade la epilepsia, para posteriormente analizar las opciones de tratamiento existentes y las medidas y actitudes que conviene adoptar para la prevención y ante la aparición de crisis epilépticas en el niño.

La epilepsia puede surgir en cualquier momento de la vida de la persona. Sin embargo, las tres cuartas partes de los cien mil casos que aparecen anualmente, surgen especialmente durante la infancia y alrededor de la adolescencia. El pronóstico de los niños con epilepsia ha cambiado de forma espectacular en los últimos años. La aparición de fármacos bien tolerados y capaces de controlar las crisis permite a la mayoría de los niños epilépticos llevar una vida prácticamente normal.

La epilepsia es una enfermedad que se produce cuando surgen, repetidamente, cambios breves y repentinos en el funcionamiento eléctrico del cerebro. La actividad exagerada de las neuronas conlleva una breve alteración de la conciencia de la persona, de sus movimientos o de sus acciones. Estos cambios físicos reciben el nombre de ataque epilépticos.

Por consiguiente, la epilepsia se caracteriza por la presencia de crisis o ataques epilépticos repetidos (suele ser necesario más de un episodio para llegar al diagnóstico de epilepsia) que no están relacionados con fiebre o procesos agudos que afecten al cerebro, como traumatismos o infecciones.

CAUSAS DE LA EPILEPSIA

Las crisis epilépticas aparecen por descargas de impulsos generalizados y desordenados de las neuronas, que parecen secundarios a trastornos en el equilibrio de los neurotransmisores cerebrales, es decir, las sustancias químicas que transmiten las señales entre las neuronas. Dado que los neurotransmisores se codifican genéticamente, es muy probable que varios genes estén implicados en el origen de la epilepsia, lo cual explica que muchos pacientes epilépticos tengan antecedentes familiares.

Las lesiones cerebrales por falta de oxígeno al nacer, malformaciones, enfermedades metabólicas o tumores cerebrales pueden manifestarse en forma de crisis epilépticas. No obstante, la mayoría de epilepsias infantiles son idiopáticas, es decir, de causa desconocida.

CRISIS EPILÉPTICAS

Las crisis epilépticas no siempre cursan con convulsiones, de hecho menos de la mitad de las crisis son de tipo convulsivo. La tabla I recoge los principales tipos de epilepsia.

 

Crisis convulsivas

En las crisis convulsivas aparecen sacudidas musculares incontroladas y repetitivas que pueden asociarse a pérdida del conocimiento (crisis generalizadas) o afectar a una sola parte del cuerpo sin pérdida de conocimiento (crisis parciales).

Crisis no convulsivas

Las crisis no convulsivas pueden cursar con rigidez generalizada (crisis tónica), con lipotimia (crisis hipotónica) o con ausencias. Las ausencias se caracterizan por una mirada fija, que empieza y termina bruscamente, y dura sólo unos pocos segundos. Se dan con mayor frecuencia en niños. Puede estar acompañada de parpadeo rápido o algunos movimientos bucales de masticación. El niño no es consciente de lo que hace durante la crisis, pero vuelve inmediatamente a la conciencia plena una vez ésta ha pasado.

De forma menos frecuente, las crisis pueden manifestarse como espasmos musculares aislados (mioclonías), movimientos automáticos, trastornos de los sentidos y alucinaciones.

Por otro lado, las crisis pueden asociarse a otros signos como babeo, mordedura de la lengua o relajación de los esfínteres. También pueden estar precedidas por distintos síntomas, como cefalea o cambios de conducta, que en su conjunto se denominan aura.

La duración de las crisis varía de segundos a pocos minutos. Generalmente, cuando finalizan el niño entra en un período de somnolencia de una hora (aprox.) de duración, que no forma parte de la crisis, sino que es posterior a la misma. No recuerda lo que le ha pasado ni es consciente de los minutos anteriores y posteriores (amnesia poscrítica).

DIAGNÓSTICO

El electroencefalograma (EEG) constituye la principal prueba diagnóstica y de control de la epilepsia. Mediante la aplicación de electrodos en el cuero cabelludo, se registra la actividad eléctrica cerebral, con el fin de localizar los focos de descarga causantes de las crisis y su intensidad.

Cabe decir que se ha descrito la presencia de focos irritativos en el EEG de niños sin epilepsia. Por consiguiente, únicamente la existencia de crisis repetitivas junto con las alteraciones del EEG orientan hacia el diagnóstico de epilepsia.

Cuando se sospecha la presencia de una causa concreta de las crisis, como por ejemplo un tumor cerebral, pueden realizarse pruebas como la tomografía axial computerizada (TAC) o la resonancia magnética, entre otras.

HÁBITOS PREVENTIVOS

El niño que sufre de epilepsia debe adoptar unos hábitos de vida que reduzcan el riesgo de desarrollar las crisis, como los que se citan en la tabla II.

TRATAMIENTO

La epilepsia puede tratarse con medicamentos, cirugía o una dieta especial. De estas opciones, la terapia farmacológica es la más frecuentemente utilizada, y siempre se emplea en primer lugar.

 

Farmacoterapia

Los medicamentos antiepilépticos no curan la epilepsia, tan sólo reducen la frecuencia de los ataques. Con el tiempo, casi el 50% de los niños con epilepsia dejarán de experimentar ataques y no necesitarán tratamiento con fármacos antiepilépticos.

Para controlar las crisis se utilizan numerosos antiepilépticos. Durante la infancia, el médico adecuará la prescripción del fármaco al tipo de síndrome epiléptico que sufra el niño (tablas III y IV). El diagnóstico sindrómico tiene durante los primeros años de vida una importancia fundamental, de la que carece en la edad adulta. Cada síndrome epiléptico puede tener diferentes tipos de crisis, pero es el síndrome el que determina el pronóstico, la necesidad o no de tratamiento, la agresividad de éste, la necesidad o no de estudios de neuroimagen, etc.

Por lo general, se administran dosis que varían en función del peso del niño y que se reparten en dos o tres tomas diarias. La mayor parte de los tratamientos intenta controlar las crisis con un solo fármaco, sin efectos secundarios destacables y sin interferir en las actividades cotidianas.

Según el tipo de medicamento, se realizan análisis sanguíneos periódicos para valorar la tolerancia al fármaco y sus niveles séricos. Las dosis se ajustan progresivamente según los resultados y la respuesta al tratamiento.

Una baja proporción de epilepsias es difícil de controlar y requiere más de un medicamento, incrementándose con ello la probabilidad de que aparezcan interacciones farmacológicas y efectos secundarios. Sin embargo, en los últimos años se han comercializado nuevos fármacos antiepilépticos que consiguen un mayor control de las crisis junto a una mejor tolerancia.

La terapia puede interrumpirse sin problemas en el 60-70% de los niños que no presentan crisis durante un año; pero algunos de ellos logran beneficiarse del tratamiento en menos tiempo. Los pacientes con epilepsia mioclónica juvenil, un tipo de epilepsia idiopática generalizada, y algunos con indicios de pronóstico pobre requieren un tratamiento más prolongado.

 

Dieta cetogénica

La dieta cetogénica constituye una opción terapéutica para la epilepsia intratable. El diseño de este tipo de dieta se individualiza estrictamente en cada paciente en función de su edad, peso y talla; es alta en grasa y baja en hidratos de carbono y proteínas. En esta dieta no se permite la ingesta de azúcar y la mayoría de las calorías provienen de las grasas en forma de crema y mantequilla.

La dieta cetogénica produce un estado de cetosis crónica, es decir, cuando los nutrientes antes mencionados se administran en ciertas proporciones, su metabolismo produce la concentración de cuerpos cetónicos en sangre y orina. El estado de cetosis se asocia con una reducción en las crisis epilépticas cercana a un 40%. Otros autores documentan que entre un tercio y la mitad de los niños tienen una excelente respuesta a la dieta, definida por el cese de crisis o reducción en la severidad de las mismas. Cuanto menor es la edad del niño, mejor es la respuesta a la dieta.

Aunque la dieta cetogénica puede utilizarse en el tratamiento de todos los tipos de crisis, parece ser que son las crisis mioclónicas y la atónicas las que mejor responden a la terapia.

La dieta cetogénica fue utilizada inicialmente en la década de los 20 y en los últimos años ha vuelto, al haberse publicado recientemente distintos estudios clínicos que establecen su efectividad. No obstante, es importante destacar que los resultados de la dieta son particulares en cada paciente y que no siempre son satisfactorios. Además, su aplicación implica la hospitalización inicial del paciente y el seguimiento ambulatorio posterior. Es una dieta sumamente estricta y debe considerarse la participación de la familia y de un equipo multidisciplinario para su éxito. *

 

 

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

Garaizar C, Villaverde A, Pérez T et al. Fármacos antiepilépticos utilizados en la infancia. Nuevos productos y nuevos conceptos. Anales de Pediatría 2003;58(2):136-45.

Porras E, Gutiérrez J. Dieta cetogénica en epilepsia infantil intratable. Una alternativa de tratamiento. Rev Mex Neuroci 2002;3(5):297-301.

 

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