Vacaciones (con minúsculas)
Después de un año movidito, las vacaciones son un buen momento para la reflexión tanto personal como profesional.
Desde el punto de vista personal, estos días de descanso para algunos no lo son tanto para mí ni para muchos otros farmacéuticos de oficina de farmacia porque, como ya he comentado en otras ocasiones, son jornadas marcadas por las sustituciones, ligadas a las vacaciones de nuestros colaboradores. Por tanto, paradójicamente, en esta época me dispongo a redoblar los esfuerzos que habitualmente dedico a lo que más me gusta: la atención directa y pausada a los clientes y/o pacientes que acuden a mi farmacia, una labor que a menudo no puedo desarrollar como quisiera debido a las múltiples obligaciones que me impone la gestión empresarial diaria. Y es que, avanzado el verano, muchas tareas burocráticas quedan relegadas para septiembre, cuando la "normalidad" retorna. Es gratificante, entretanto, redescubrir sin estrés nuestra faceta de agentes de salud.
Desde el punto de vista profesional, sin embargo, no puedo obviar que en el momento de escribir este editorial acaba de ser aprobada la Ley de Garantías y Uso Racional del Medicamento. Reflexionando sobre el texto y algunas de las novedades que entraña, como la venta de EFP por internet o la prohibición expresa de la prescripción por parte de profesionales de la salud ajenos al estamento médico, no puedo menos que expresar una intensa sensación de impotencia ante la falta de criterio de los legisladores.
No es lógico que cualquier persona, con buena voluntad pero sin conocimientos de farmacología, biología, fisiología y un largo etcétera de disciplinas pueda aconsejar a otros o a sí misma la toma de un medicamento para paliar una dolencia sin que en este acto intervenga o pueda intervenir el consejo de un profesional que sí los tiene. Esto es lo que ocurrirá con la venta por internet de las EFP, aunque la Ley sólo autorice su dispensación al farmacéutico. Personas sin capacitación podrán tomar, pero también aconsejar, distribuir y, por tanto, prescribir a otras personas medicamentos que, aun siendo EFP, tienen, como todos los medicamentos, un potencial de efectos adversos e incompatibilidades con otros medicamentos, alimentos o terapias. Con este disparate conseguirán crear bombas de relojería que después los hospitales se tendrán que encargar de neutralizar. Quienes apoyan esta iniciativa aducen que se trata de una práctica que ya es realidad, pero ¿es ese un argumento válido para dar alas a un sinsentido?
Con idéntico desdén hacia la competencia y el criterio de los profesionales de la salud, los legisladores han prohibido expresamente que profesionales bien cualificados y preparados para ello puedan prescribir un medicamento a un paciente que lo necesite. Sin duda, corren malos tiempos para la razón.
Buenas vacaciones.
MERCEDES PRATS
Directora